Porto Alegre revolucionó las políticas municipales de participación ciudadana. El presupuesto participativo, una herramienta creada en la ciudad gaúcha, se ha convertido en una referencia mundial de gestión pública.
El pasado noviembre los vecinos de Restinga se despertaron con ruido de bocinas. Treinta y cuatro ómnibus recién salidos de la fábrica se amontonaban en un aparcamiento al aire libre. Finalmente podrían desplazarse al centro de la ciudad sin tener que hacer entre dos y tres trasbordos para llegar al trabajo. En los últimos 25 años los habitantes de esta región de la zona sur vieron cómo sus deseos se cumplían. Primero el saneamiento básico, después electricidad, guarderías, cursos de formación profesional para adultos. La gran fiesta llegó con el primer hospital y ahora dos nuevas líneas de ómnibus.
Si el presupuesto participativo (PP) es el símbolo de la gestión municipal de Porto Alegre, Restinga es quizás el barrio que mejor lo representa. Pero “democratizar la democracia”, como define el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos a esta iniciativa, lleva mucho trabajo, discusiones, compromiso y grandes dosis de paciencia.
Los ciudadanos reunidos en 17 asambleas regionales con un líder comunitario que las representa discuten sobre seis áreas temáticas. El ciclo del presupuesto participativo se desarrolla en tres etapas: las reuniones preparatorias, las asambleas regionales y temáticas –donde se eligen las prioridades para el municipio y a los delegados de cada comunidad– y la asamblea municipal, donde se presentan las demandas más votadas. De este modo la población decide y acompaña de forma directa la aplicación de los recursos en obras y servicios que serán ejecutados por la administración municipal.
LA INTENDENCIA EN EL BARRIO
El PP surge en los ochenta. Movimientos sociales y vecinales que habían luchado contra la dictadura, y nuevas formaciones, como el Partido de los Trabajadores (PT), crearon el caldo de cultivo para una nueva gestión municipal basada en la participación ciudadana. Pero fue la Constitución de 1988 la que permitió materializar las ideas, gracias a un nuevo marco de autonomía que otorgaba más competencias a los gobiernos locales.
En 1989, bajo el gobierno del PT, con Olivio Dutra como alcalde, el PP se instaló en la Intendencia de Porto Alegre para quedarse. “Les explicamos a los vecinos que la Intendencia vendría a sus barrios, y que ahora seríamos los ciudadanos, y no unos pocos políticos, los que elegiríamos lo mejor para nuestra comunidad”, recuerda Íria Charão, militante del PT y una de las precursoras de la iniciativa. “Al principio los vecinos se enfadaban mucho porque sus demandas tardaban en cumplirse, poco a poco entendieron cómo funcionaba el organigrama de ejecución y vieron que los presupuestos no eran tan laxos, y que no bastaba con deliberar, sino que también había que acompañar de cerca la ejecución”, explica Charão en el portal gaúcho Sul21.
La década del 90 y los primeros años del nuevo siglo fueron su época dorada. Los cuatro gobiernos consecutivos del PT, con Olivio Dutra y Tarso Genro como figuras principales, apostaron por esta nueva herramienta. Sociólogos y politólogos del mundo entero vieron cómo sus teorías salían del papel y se aplicaban en esta ciudad del sur de Brasil. El mensaje se propagó en 2001 durante el primer Foro Social Mundial que se celebró en la ciudad gaúcha (véase recuadro). El presupuesto participativo se convirtió en una de las banderas políticas de los movimientos sociales, como ejemplo de autogestión, empoderamiento ciudadano y de lucha contra la exclusión social. “Hoy a nivel global los presupuestos participativos están muy lejos de ser una regla, pero se puede decir que ya no son marginales”, asegura el francés Yves Sintomer, profesor de ciencia política de la Universidad París VIII.
RECONQUISTAR EL TERRITORIO
Los éxitos de esta política municipal son más conocidos fuera que en casa. La líder comunitaria de la región de Eixo Baltazar Laura Elisa Machado asegura a Brecha que siempre han sido “maltratados” por la prensa local: “Es triste que venga gente de fuera a pedirnos consejos y que aquí no valoren nuestro trabajo”, se queja.
Al silencio mediático que denuncia Machado se unió la salida del PT del gobierno (2005) y una última década en la que el presupuesto participativo sufrió paulatinos recortes que generaron más retrasos en la ejecución de las demandas. Si en los noventa la media de entrega era entre dos y tres años, en la actualidad pueden llegar a pasar más de diez.
La escasez de resultados de la última década provocó la desconfianza de los gaúchos y duplicó el trabajo de los líderes comunitarios. “Algunos dejan de venir a las reuniones porque no ven cumplidas sus demandas, y otros, una vez que tienen lo que quieren, dejan de participar”, señala Machado.
Boaventura de Sousa Santos ha sido uno de los mayores defensores del PP. “En varias ocasiones nos habló de la importancia que tenía atraer a gente más joven y a su vez conseguir que las demandas fueran más realistas”, cuenta Machado. En 2012 consiguieron concretar las sugerencias de Boaventura. A finales de ese año se aprobó cambiar el ciclo de las reuniones para que fuera en paralelo con el calendario del presupuesto municipal y así tener una idea real de los recursos que podrían manejar. “Las propuestas que hemos hecho desde entonces son totalmente realistas porque somos conscientes del dinero exacto que tenemos y del costo de cada ejecución, ahora es mucho más fácil exigir su cumplimiento.”
Desde entonces el número de participantes ha ido aumentando, y aunque predomina un perfil más maduro, cada vez se incorpora un mayor número de jóvenes. Las demandas también han evolucionado. Si en las primeras décadas lo habitacional y el saneamiento básico eran las prioridades, en la actualidad la asistencia social e incluso la cultura están entre las más votadas en diversas regiones de la ciudad. “Entre los jóvenes que participan hay mucha gente de la cultura del hip-hop, estamos cambiando la estética de muchos barrios con grafitis y llevando la música a los más pequeños”, dice entusiasmada la líder de Eixo Baltazar. Han ido reconquistado el terreno y en 2014 consiguieron un récord de participación: 17.359 ciudadanos en una capital que llega al millón y medio de habitantes. Machado es consciente de que es muy poco y que hay que generar más interés.
Según el francés Sintomer, el presupuesto participativo cobra ahora más importancia que nunca: “La insatisfacción ciudadana y la desconfianza en las democracias representativas es cada vez mayor. Que unos pocos puedan definir el bien común es una idea totalmente anacrónica. Los presupuestos participativos devuelven la política a los ciudadanos y aumentan la transparencia. No es una solución milagrosa y enfrenta muchos desafíos, pero hay pocas dudas de que es uno de los caminos a explorar”.
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