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La nueva atmósfera de la comunicación

La nueva atmósfera de la comunicación

El periodista y escritor español Ignacio Ramonet y la reportera mexicana Gloria Muñoz Ramírez conversaron con Brecha sobre sus maneras de entender la comunicación y la sociedad, el periodismo y la política.

—Usted señaló en la conferencia del martes que con la irrupción de Internet y de la era digital “toda la atmósfera de la comunicación” ha sido afectada. ¿El periodismo escrito en papel es más vulnerable que los medios electrónicos a esos grandes cambios tecnológicos?

—Sí, no tanto por el periodismo en sí, sino por la industria, y por las circunstancias que rodean al periodismo en papel. El periodismo de papel es de papel. Ya el papel en sí está siendo sustituido por lo inmaterial. Estamos en una era que llamamos digital, y es una era de lo inmaterial. Lo inmaterial tiene hoy más perspectivas. Entonces, el papel significa transportar el periódico físicamente, acarrear, cargar, esas condiciones que son de la era industrial. Porque hay una distinción de funciones, los periodistas escriben, pero no son quienes imprimen el periódico, que son trabajadores, obreros. Y la impresión supone movilización de máquinas, un mantenimiento, todo eso que está suprimido en el periodismo on line, en el que tú haces todo: lo que antes hacían los tipógrafos, o antes los linotipistas. Así que primero hay una reducción de personal muy importante.

 

—Entonces si bien la transición del papel al formato digital no debería necesariamente afectar la calidad del contenido, sí implica, en función de su naturaleza industrial, repercusiones en la cantidad de puestos de trabajo.

—Claro, además en el periodismo en papel tienes el límite que te da ese soporte. La característica es que los periodistas combaten para obtener un espacio mayor para sus artículos. Ese problema desaparece en el periodismo on line, que es amplio como el océano. Además en el periodismo on line, cuando se cita un libro o un informe, lo puedes poner entero, y el lector con un solo clic ya lo tiene.

 

—¿Considera que ya a esta altura el soporte deja de ser un elemento importante porque el periodismo digital también puede alcanzar determinados niveles de profundidad? Hay quienes creen que las publicaciones en papel pasarán a ser simplemente un nicho para una suerte de gourmets, que además de buen periodismo busquen buena calidad de papel, de fotografía impresa… ¿Vale la pena pelear por el periodismo impreso?

—Bueno, como te digo, si uno hace un análisis marxista de la situación, independiente de la calidad, esas condiciones materiales hacen efectivamente que el peso mismo del papel complique las cosas. Imagínate que actualmente la prensa escrita ha alcanzado un nivel de prensa de masas, porque es barata. Si no lo es, no puede ser de masas. Así fue como se constituyó. Vivimos en un mundo en el que cada día hay menos periódicos en papel. Cada año entre el 10 y el 15 por ciento de la difusión de los periódicos disminuye. Entonces, si esto se prolonga, uno puede preguntarse si habrá papel mañana, o si se seguirá fabricando papel de periódico. Ya no se hacen rotativas, porque nadie las compra. Las que existen son las últimas. En el mundo hay sólo dos o tres productores de rotativas –que son mucho más complicadas de las que había antes–, que son los alemanes y los suizos. Ya no hay grupos de ingenieros que trabajen en el perfeccionamiento de las rotativas. Entonces, dentro de 20 años, cuando ya las piezas se hayan acabado, ¿se fabricará la tinta para imprimir el papel? Hay condiciones materiales que van a perjudicar a la prensa y que no es la calidad. Hoy en día, con el libro, pasa lo mismo. Está amenazado, porque está amenazada toda la industria del papel. Ya están apareciendo editoriales que crean libros de alta calidad, porque es un producto que está desapareciendo y ahora hay como una nostalgia del buen libro.

 

—Como un objeto de colección…

—Como un objeto estético. Entonces podemos imaginar también unos periódicos o unas revistas de gran calidad.

 

—El país en el que usted vive y ejerce la docencia, Francia, se caracteriza por una política muy activa de subsidios a los medios gráficos. Incluso la última batería de medidas fue impulsada por el ex presidente Nicolas Sarkozy, a pesar de la dureza con la que lo trataban muchos de esos medios…

—Sí, claro.

 

—Eso nos genera una suerte de envidia, porque en Uruguay esa discusión de ningún modo está instalada. ¿Ha tenido repercusiones positivas esa política de asistencia en Francia?

—Primero, es una política muy antigua. Los gobiernos cambian pero esa política no cambia. Puede variar la importancia del subsidio, puede ajustarse según las circunstancias, pero ese es un principio adquirido desde la “liberación” francesa, desde 1945. Y sobre todo, con esta idea de la pluralidad de la prensa. Los periódicos sí tienen ayudas estructurales, que son para toda la prensa, como por ejemplo tarifas postales ventajosas. Si envías una carta por correo pagas un precio, pero si mandas un periódico cuesta mucho menos. Es una manera de facilitar las suscripciones. También tienes subsidios para el papel. Tercero, también hay subsidios para compensar a los periódicos que tienen poca publicidad. Claro, no puede ser cualquier periódico, tiene que representar a una familia de opinión. Por ejemplo, el Partido Comunista en Francia tiene periódicos. La mayoría de ellos pierden muchísimo dinero, pero el Estado considera que esa idea tiene un partido, tiene lectores, entonces para que siga viva esa experiencia se subvenciona. Hay toda una serie de criterios que suponen millones y millones de euros por año para el conjunto de la prensa.

 

—También existen en Francia subvenciones por un año para financiar el acceso de los jóvenes a la prensa escrita, justamente esa franja de los llamados “nativos digitales”, que en un alto porcentaje no ha tenido contacto alguno con un diario o semanario.

—Absolutamente. Tienes una ayuda para los jóvenes suscriptores. También los estudiantes pueden obtenerla. Hay muchos sistemas de ayuda. Hay quienes los critican, porque dicen que crea una prensa artificial. Claro, son los partidarios del darwinismo de mercado. Pero la república no lo considera así, sino que considera que las familias de ideas tienen que existir. Y yo creo que es muy sano que eso exista. Es una manera de impedir que el mercado simplemente haga la selección de lo que debe mantenerse y lo que debe desaparecer. El Estado tiene una vez más ahí una función estratégica, de corrector del mercado. Claro, llega un momento en que igual no se puede salvar a muchos periódicos. Las subvenciones no han impedido que en Francia cierren decenas, o que se haya despedido a miles y miles de trabajadores, pero limita el destrozo.

 

—¿Hay algún otro país que haya implementado políticas similares?

—No lo podría decir con exactitud, pero los países nórdicos también las tienen. En Suecia hay una política muy semejante, y basta con que haya un cierto número de lectores para que tengas una subvención, por eso muchos pequeños periódicos sobreviven.

 

—De todos modos, los medios electrónicos, en particular la televisión y la industria toda del entretenimiento, también están sufriendo impactos y mutaciones debido a la revolución digital. En su artículo “El fin de la televisión de masas” usted describió ampliamente los formatos que se vienen: la televisión por demanda, un público que selecciona su propio menú audiovisual y decide en qué momento verlo, Youtube convertido en un “canal” cada vez más popular, y en especial en las franjas más jóvenes…

—Todos los grandes canales generalistas están en crisis actualmente. Han visto a su audiencia disminuir masivamente. No sabemos si van a subsistir, porque lo propio de las televisoras es que se han especializado. Así, hay canales de noticias, de deportes, de moda, gastronomía, etcétera. Canales en los que había de todo, como antes, prácticamente ya no van a existir. Porque además nadie los consume quedándose pasivo y viendo cómo todo eso desfila. En particular las nuevas generaciones ya no ven lo que llamamos la televisión ordinaria. Consumen programas de televisión pero de otra manera, porque van al sitio web del canal y ven la emisión cuando les da la gana, o porque los propios canales suben los programas a Youtube. Hoy día tienes un consumo efectivamente “a la carta” e individualizado. Claro, la televisión tiene aún la capacidad de reunir a una masa en algunos momentos, para ver el resultado de las elecciones nacionales, un partido decisivo en un país futbolero, son momentos…

 

—También noticias espectaculares, como la liberación de una persona secuestrada, por ejemplo.

—Sí, sí, o un atentado. Eso no ocurre en Uruguay afortunadamente, pero en Europa sí. Todo el mundo se precipita a la televisión o la radio, pero son momentos excepcionales. La televisión ha cambiado totalmente. Es posible que en poco tiempo no haya pantallas en los espacios públicos. Yo contaba en la conferencia que ya las compañías aéreas no colocan pantallas ni en clase ejecutiva, porque parten de que cada pasajero lleva una. Si quieres ver un programa, lo pones en tu teléfono o I-pad. Ya prácticamente nadie vive sin su pantalla.

 

—Es una comunicación mucho más individual, aquello de reunirse en torno al medio de comunicación es cada vez menos frecuente.

—Eso que vemos cuando empieza Los Simpson, que cada uno pelea por su lugar para sentarse en el sillón, ya no existe. Y mañana existirá menos, porque no habrá televisor, ese tipo de pantalla no existirá más. Primero, porque el televisor ahora cuando existe se va agigantando, ya es una proyección cinematográfica. Se utiliza sólo para cosas espectaculares. Los propios canales de las grandes compañías están en crisis y también los canales de información. La Cnn es un canal en crisis hoy en día, tiene cada vez menos espectadores.

 

—Y las compañías telefónicas pasan a ser un actor importante. Por ejemplo, en Uruguay, Antel, la telefónica estatal, es la dueña de la fibra óptica e incluso defiende el monopolio frente a las grandes corporaciones del entretenimiento. Considera que es una autopista estratégica y para ello ha invertido… En el mundo, por otro lado, se han dado casos incluso de fusiones entre productoras de cine, compañías de entretenimiento y telefónicas.

—Claro, sí, hoy lo que exigimos, cuando venimos a un hotel, es banda ancha. No sólo quieres llamar por teléfono, porque lo que tienes es una computadora, y quieres recibir mensajes, correos y quieres ver cosas. Cada vez le estás exigiendo a la red una capacidad de trasmisión de datos más importante, porque el sistema satelital no permite enviar tantos datos como el cable físico, que es de fibra óptica. Hace algunos años parecía que el cable físico estaba condenado, y las compañías estaban dando quiebra en todas partes del mundo. Entonces una serie de personas inteligentes empezaron a comprarlas y hoy las empresas de cable se venden muy bien. Hoy un ejecutivo medio de un país desarrollado quiere tener fibra óptica, porque quiere ver la televisión en alta definición y quiere que en su tableta haya alta definición. Y ahora las televisiones nuevas, que son 4K, son de ultra alta definición. Entonces ahí llegan las compañías de cable, que ahora son importantes. Las compañías de telefonía tienen un problema, y es que el teléfono va a dejar de ser rentable, porque ahora existe la posibilidad de comunicación telefónica gratuita, por ejemplo a través de Whatsapp –no hablo de la mensajería, sino del teléfono– o por Skype. Entonces, ¿de qué van a vivir mañana? Van a vivir del cable, pero sólo para trasmitir televisión o datos. Por eso yo decía que la revolución de Internet concierne a todo el campo de la sociedad, y evidentemente a todo lo que es comunicación. Aunque las compañías tengan edificios colosales, en realidad tienen los pies de arena, y pueden derrumbarse de la noche a la mañana.

 

—Usted también ha analizado el surgimiento de empresas proveedoras de “información low cost”, servicios que abastecen de miles de textos, videos, a medida de los portales. ¿Qué pueden hacer en esta encrucijada los medios periodísticos que apuntan a la calidad?

—Yo doy algunos caminos en el librito La explosión del periodismo. Digo que lo que se está desarrollando ahora es el llamado periodismo sin ánimo de lucro. Hasta ahora hemos conocido magnates de prensa que utilizaban los medios, primero, para ganar dinero, y segundo, para tener poder sobre la vida política, económica, de un país o de una región. Hoy para ganar dinero eso no existe, porque la mayoría de los grandes medios ya no lo ganan, y mañana van a ganar menos. Pero los dueños de los medios van a seguir teniendo influencia, entonces si ya estamos en una configuración en la que los medios no procuran beneficios, podemos pasar a hacer periodismo sin ánimo de lucro. En Estados Unidos, y no sólo, se están constituyendo unas asociaciones de personas que tienen una concepción de que en una democracia la prensa tiene que ser de calidad, y están dispuestas a dar dinero para que estas organizaciones puedan darles trabajo a periodistas, financiarles proyectos, en la medida en que son considerados necesarios para la sociedad. Si tú tienes un proyecto para hacer una investigación sobre el narcotráfico, quizás ningún medio pueda financiarlo, pero sí este tipo de asociaciones. Esto implica trabajar un período de meses con financiamiento, y cuando se entrega un artículo se paga por él, pero además ese artículo se va a poner a disposición de todos los medios, para que se difunda y contribuya a revelar la verdad sobre temas difíciles. Es un periodismo que va a ser indispensable, porque ya mucha gente ha tomado conciencia de que hay medios que pertenecen a oligarcas que ya no pretenden ganar dinero con la prensa, pero sí tener influencia y poder, y eso es muy peligroso para la democracia. Eso ya se sabía desde Citizen Kane (El ciudadano Kane), pero ahora es cada vez más evidente.

 


Ignacio Ramonet nació en Pontevedra (Galicia, España). Creció en Tánger (Marruecos) y se formó en París (Francia). Es doctor en semiología e historia de la cultura por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París, y catedrático de teoría de la comunicación en la Universidad Denis-Diderot (París-VII). De 1990 a 2008 dirigió el mensuario Le Monde Diplomatique, y actualmente dirige la versión española de ese medio, caracterizado por el análisis y la investigación geopolítica. En 1998 promovió la creación de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Acción Ciudadana (Attac), un movimiento inscrito en el llamado “altermundismo”, que impulsó políticas de control ciudadano de los mercados financieros y la creación de una tasa que gravara el movimiento trasnacional del capital (la llamada “tasa Tobin”). Desde esa misma plataforma intelectual, también es uno de los artífices del Foro Social Mundial, cuya primera edición se desarrolló en 2001, en Porto Alegre. Ha publicado 21 libros. Uno de los más recientes es La explosión del periodismo (2011) en el que analiza los impactos del “meteoro Internet” y de las nuevas tecnologías sobre la prensa en papel y las formas de periodismo y comunicación tradicionales.


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Fuente: Brecha

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