Organizaciones religiosas protestantes de corte pentecostal o neopentecostal dominan el campo religioso secundario en Bogotá, incluso en toda Colombia. Importante incidencia en un país donde el 94 por ciento de sus habitantes manifiestan ser creyentes (1). Estas organizaciones –sobre las cuales apenas existen estimaciones en el número de fieles que congregan, así como sobre los multimillonarios montos de dinero que manejan–, poseen características mucho más “terrenales” que aquellas en las que inscriben los objetivos de funcionamiento y sus misiones organizacionales. La lectura cualitativa (2) aquí expuesta puede motivar la ampliación del debate sobre las mismas, enfatizando en otros significados e influencias poco consideradas en las discusiones.
Las categorías de Mega iglesia, Multinacionales de la fe, Denominaciones, Empresas Religiosas Centralizadas Multisedes e Informalidad Religiosa resultan útiles para aproximarse a la comprensión del denominado “campo (3) religioso secundario” en la ciudad de Bogotá. Aunque esta interpretación pueda resultar confusa, adquiere relevancia en la medida que es útil para analizar comparativamente un tipo de organizaciones religiosas no católicas (4) que producen, administran, distribuyen bienes simbólicos de salvación, al tiempo que compiten por la apropiación de capitales religiosos.
Bogotá es otro de los escenarios donde tiene lugar esta lucha por feligreses y sus capitales entre estas instituciones que promueven el acceso a bienes inmateriales y/o simbólicos como la prosperidad, la redención de los pecados y la salvación, además de otros intangibles a los que suelen restringir los objetivos y el sentido ulterior de sus operaciones. Sin embargo, no son los ámbitos subjetivos o religiosos donde exclusivamente influyen estas instituciones: desbordan los espacios inmateriales introduciendo determinaciones sobre ordenamientos políticos, económicos y sociales en la capital y en el resto del país.
El debate acá propuesto sobre estas organizaciones prescinde de juicios valorativos sobre su veracidad, pertinencia o validez, mediante el uso de acepciones éticas o morales particulares. Pretende aproximarse a la interpretación secular de estas instituciones en aspectos como sus relaciones con los fieles, sus vínculos con el Estado y las incidencias en la sociedad, aspectos que contribuyen a develar una faceta mucho más terrena que la autopromulgada por estas empresas religiosas.
Las piezas del campo religioso secundario
Beltrán Cely, en su trabajo “De la informalidad religiosa a las multinacionales de la fe. La diversificación del campo religioso en Bogotá” (5) define: “Según el grado de burocratización alcanzado, el número de seguidores, la infraestructura material, y el poder económico y político el campo religioso secundario en Bogotá puede estructurarse en cuatro grandes tipologías 1) las Mega iglesias, 2) las Multinacionales de la fe, 3) las Denominaciones, 4) la Informalidad Religiosa” (6).
Las Mega iglesias pueden definirse como organizaciones religiosas de corte pentecostal o neopentecostal, conformadas por un número elevado de feligreses, propietarias de millonarios templos con capacidad para albergar miles de integrantes; iglesias organizadas de acuerdo a los principios racionales de la burocracia y provistas de sofisticadas estrategias de marketing para disputar capitales en el campo religioso. Cuentan además “[…] con una infraestructura ampliada que incluye templos, seminarios, colegios, hasta pequeñas organizaciones informales que funcionan con una precaria infraestructura material en garajes, locales o viviendas” (7). Entre algunas de estas iglesias se encuentran: Misión Carismática Internacional, Centro Misionero Bethesda, Iglesia Casa sobre la Roca, Avivamiento Centro para las Naciones, El Lugar de su Presencia.
Estas Iglesias se caracterizan por su religiosidad cálida y afectiva donde el contacto con Dios o la presencia del Espíritu Santo prevalecen sobre la posibilidad de aprender una doctrina con sistematicidad. En ellas las emociones, al igual que las palabras, se imponen sobre los textos escritos. Este tipo de instituciones se caracterizan por buscar su reconocimiento social y legitimidad a través de su crecimiento numérico, a ello se debe la plasticidad de sus estrategias de organización, liturgia, y doctrina.
Predicación y glosolalia (8) son elementos fundamentales en su liturgia, de la misma manera que la música moderna dotada de sentido religioso y producida en vivo sobre escenarios provistos de sofisticados sistemas de luces, máquinas de sonido y video, escenifican en conjunto una especie de “concierto masivo”. Amplía Beltrán: “Esta forma de adoración musicalizada que integra ritmos contemporáneos (pop, rock), folclóricos y tropicales, ha hecho que el neopentecostalismo sea especialmente atractivo para jóvenes y adolescentes, pues permite los movimientos rítmicos corporales y la manifestación de emociones” (9).
Otra característica se encuentra en sus líderes. Los pastores de las Mega iglesias en Bogotá –y en todo el país– son hombres, pero sus esposas, reconocidas como pastoras, desempeñan un papel fundamental en estas empresas religiosas. A este modelo de las “parejas pastorales” alude Beltrán Cely: “[…] constituye un cuestionamiento implícito al celibato de los católicos. […] En tanto las Mega iglesias pentecostales constituyen el paradigma de las empresas religiosas exitosas, el modelo de las “parejas pastorales” tiende a imponerse entre los evangélicos como modelo legítimo de liderazgo religioso” (10).
Modelo de liderazgo sustentado en el carisma de los pastores que erigen su autoridad sobre el pretendido hecho de ser portadores de las revelaciones divinas, acreedores de bienes espirituales susceptibles de ser constatados. Son estos líderes los que a su vez desempeñan como fundadores, pastores y gerentes de sus Iglesias que en general cuentan con una organización eficiente, buenas estrategias de crecimiento, y una poderosa “economía del diezmo” capaz de conducirla por el sendero de la acumulación de enormes capitales destinados a ampliar su infraestructura religiosa y financiar millonarios espacios en los medios masivos de comunicación
La categoría de Multinacionales de la fe integra a un tipo de organizaciones transnacionales dotadas de un gran poder económico, productoras de bienes simbólicos de salvación y servicios religiosos en todo el mundo. Tienen una organización mundial centralizada desde donde coordinan sus estrategias de funcionamiento, de expansión, su unidad corporativa y doctrinal de forma estandarizada. Entre algunas de las Multinacionales de la fe en Bogotá, y en Colombia, se encuentran: La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días y los Testigos de Jehová.
Este tipo de organizaciones tienen millones de fieles en decenas de países. En términos de organización, comparten similares características a las Mega iglesias, pero en este caso son capaces de enlazar sus sedes en diferentes países a través de una red de administración centralizada y transnacional. Beltrán Cely, señala: “Teniendo en cuenta que, históricamente, la acción de las iglesias cristianas no ha estado sujeta a las fronteras nacionales y que la tendencia transnacional de las empresas religiosas se ha acentuado gracias a la globalización, podemos añadir, como uno de los indicadores de éxito de las empresas religiosas contemporáneas, su capacidad de superar su carácter de ofertas locales para constituirse en empresas religiosas transnacionales o, en el mejor de los casos, “multinacionales” (Beltrán, 2006)” (11).
El crecimiento es la prioridad. Tal como pude mostrarlo el caso paradigmático de la Misión Carismática Internacional, con más de 40 sedes en diferentes países, exhibe la tendencia de las Mega iglesias para convertirse en Multinacionales de la Fe; precisa Beltrán: “Inicialmente consolidan una sede principal en una de las ciudades más importantes del país. Paso seguido fundan nuevas sedes en otras ciudades, preferiblemente en las capitales de los departamentos; para este propósito utilizan las mismas estrategias exitosas de su sede principal. Por último abren sedes en el extranjero, con la intención de consolidarse como empresas religiosas multinacionales” (12).
Otro tipo se encuentra en las Denominaciones, estas comprenden: “[…] organizaciones religiosas doctrinalmente homogéneas que cuenta con sedes en diferentes lugares de la ciudad y el país, cada una de las sedes se conocen como “congregaciones locales” y funcionan de forma similar a las parroquias católicas”, gozan de un grado relativo de autonomía a la vez que responden a una organización central”. Algunas de las denominaciones que destacan por su número de congregaciones y por la cantidad de miembros, son: las Asambleas de Dios, la Iglesia Cuadrangular, la Iglesia Adventista del Séptimo Día y la Iglesia Pentecostal Unida.
Las Denominaciones se diferencian de las Multinacionales de la Fé, y de las Mega Iglesias, por el tipo de vínculos que se mantienen cuando son abiertas nuevas sedes en regiones o nuevos países. A diferencia de las Mega Iglesias, las iglesias en las Denominaciones se independizan en términos administrativos, se vuelven autónomas al tiempo que suelen mantener afinidades doctrinales con las iglesias madres. Algunas de las grandes Denominaciones, como las Asambleas de Dios, permiten cierta diversidad de “matices y tendencias en su seno” y “[…] el grado de las congregaciones locales es tan alto que las funciones de la denominación a nivel central se limitan primordialmente a representar a las diferentes congregaciones ante el gobierno y la sociedad” (13).
Las Empresas Religiosas Centralizadas Multisede (14) son “[…] grandes organizaciones pentecostales de estructura centralizada, que funcionan bajo la autoridad de un líder carismático. En estas organizaciones, cada una de las sedes es un eslabón que replica los planes y estrategias de la autoridad central; por lo tanto, tienen una escasa autonomía local y pueden ser observadas como «sucursales» de una única empresa centralizada” (15).
No funcionan en torno a una sede principal multitudinaria, pero a su vez comparten muchas de las características de las Mega iglesias: fueron creadas por la iniciativa de un líder carismático, emplean los medios masivos de comunicación, están especializadas en segmentos del mercado religioso, tienen una poderosa infraestructura y también tienden a convertirse en Multinacionales de la fe.
Tres de estas organizaciones con presencia en Bogotá integran este tipo: La Cruzada Estudiantil y Profesional de Colombia (Cepc), la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional y la Iglesia Universal del Reino de Dios. Sobre ellas precisa Beltrán Cely. “Ninguna de estas organizaciones hace parte del Consejo Evangélico de Colombia (Cedecol) y ninguna se identifica como protestante o evangélica; no obstante, cada una de ellas constituye una versión específica del pentecostalismo” (16).
Por último, encontramos la categoría de Informalidad Religiosa donde se encuentran “iglesias de garaje” que han nacido por la iniciativa de un líder carismático, o por la fragmentación de una iglesia ya instituida. Son congregaciones que nacen a partir de inversiones económicas bajas, en locales alquilados, en pequeños espacios dispuestos para tal fin. Pueden ser descritas dos tipos de organizaciones informales: pequeñas congregaciones con una clara curva de crecimiento en busca de convertirse en Mega iglesias o Denominaciones, por otro lado se encuentran pequeñas congregaciones que no crecen, pero tampoco dejan de existir manteniéndose en los límites de la informalidad religiosa.
La mayoría de estas iglesias están ubicadas en barrios de estrato bajo y en sectores periféricos de la ciudad, según Beltrán: “[…] puede considerase como una forma de resistencia social dada la precariedad de espacios de participación social y política para los sectores marginales de la ciudad. Estos movimientos religiosos propician espacios de organización comunitaria para todo tipo de población pero especialmente para los pobres, desplazados y marginados que encuentran en el seno de la comunidad la posibilidad de reestructurar el sentido de su existencia y su identidad” (17). Al mismo tiempo, estás iglesias se constituyen en alternativas para el ascenso social para quienes no disponen de los recursos o capitales culturales para hacerlo a través del empleo formal. En la actualidad el pentecostalismo representa, incluso estas pequeñas organizaciones religiosas, una alternativa para que individuos en comunidades vulnerables transformen su carisma social en valores como el dinero y el reconocimiento social.
Las aristas terrenales de las organizaciones religiosas protestantes
Un capital que se homologa
Entre los determinantes comunes a este tipo de organizaciones se encuentran el hecho que compiten por capitales en el mercado religioso. A estos capitales se refiere William Mauricio Beltrán: “Como cualquier capital simbólico, el capital religioso se puede convertir en privilegios, autoridad, prestigio y riquezas; esto motiva a los agentes en competencia a implementar diversas estrategias para su apropiación, monopolización o desmonopolización” (18). La lucha por estos capitales a través de estrategias debe entenderse a partir de la consideración que también es una lucha por autoridad, prestigio y riqueza en situación de pluralismo religioso (19).
El capital religioso no se mantiene en su versión intangible, también se objetiva, se vuelve concreto en la capacidad de movilización social que puede engendrar, la misma que otorga soporte material, legitimidad y capacidad de reproducción. Pero esta capacidad necesita para hacerse efectiva la configuración de un aparato burocrático y racional, es decir, que se instituyan iglesias eficientes, capaces de volver cotidiano el carisma de sus líderes fundadores para asegurar su conversión en bienes tangibles que determinen la expansión de la organización. Tal determinación parece haber sido entendida muy bien por empresarios religiosos del talante de Cesar Castellanos, Jorge Enrique Gómez o María Luisa Piraquive.
El sostenimiento del orden
Otro de los aspectos más importantes de estas organizaciones, en semejanza a la Iglesia católica, tiene que ver con el hecho que contribuyen al sostenimiento del orden político de diferentes maneras: inculcando matrices de percepción, pensamiento y acción orientadas hacia la legitimación y perpetuación de las estructuras políticas, o empleando su autoridad para contrarrestar la subversión al orden dominante desde iniciativas proféticas y sectarias que puedan presentarse (20). A pesar de la secularización, en la sociedad colombiana la religión se resiste a circunscribirse a los límites de la esfera privada, y sigue actuando en la esfera pública como un factor de presión política y social (21). Con pocas excepciones, la aceptación del orden político dominante es tacita en las organizaciones religiosas pentecostales o neo pentecostales en Colombia, a menos que las disposiciones provenientes de ámbitos de gobierno controviertan su doctrina o la imagen de sus líderes (22).
Decisión estratégica. No es rentable generar controversias políticas con el Estado en ámbitos que van más allá de lo religioso cuando es el mismo que instaura normas para garantizar su viabilidad, funcionamiento, reproducción e igualdad. Un ejemplo de ello se encuentra en el “concordato evangélico” (23), donde fueron concedidos algunos derechos como el reconocimiento de los derechos civiles de los matrimonios, la posibilidad de impartir su doctrina en instituciones educativas del Estado y su participación como capellanes en cárceles, hospitales y establecimientos asistenciales. Es de manera precisa esta capacidad de convivir con el Estado lo que ha potenciado la victimización de algunos de sus líderes en escenarios del Conflicto Armado en Colombia.
El mercado y los bienes religiosos
El mercado religioso sigue siendo el espacio de mayor interés para todas las doctrinas religiosas en Bogotá y en Colombia, pues en una situación pluralismo se enfrentan a los desafíos de retener o aumentar sus membresías y, tal como lo precisa Beltrán: “Para este propósito, recurren a los mismos métodos que utilizan las demás empresas que enfrentan problemas similares, es decir, a las estrategias de marketing (Berger, 1971, pp. 169 – 174) (24)”. A esto se debe el hecho que la mayoría de las iglesias protestantes hayan adaptado su liturgia para poder reclutar y satisfacer a feligreses de segmentos juveniles y profesionales de la población, adaptándose a la demanda de sus consumidores.
El tema de la regulación estatal del mercado religioso también es imprescindible para comprender el funcionamiento de estas organizaciones. En Colombia este mercado se encuentra virtualmente desregulado, pero en términos prácticos el Estado continúa proporcionando privilegios superiores a la Iglesia católica. Sin embargo, como lo muestra el concordato mencionado, no ha sido poco lo avanzado en la instauración de una situación de pluralismo religioso. Esto ha estimulado la competitividad por los fieles, la baja regulación interna de estas ofertas religiosas, así como una mayor incidencia (empoderamiento) de los individuos en el mercado de la religión.
A este, u otros mercados, no puede accederse si se adolece de mercancías para efectuar intercambios. Aquí la mercancía encarna en los denominados bienes religiosos (25) que pueden ser: a) promesas de compensación futuras o trascendentales (curaciones, disfrutar del cielo); b) beneficios que se desprenden de la membresía del grupo religioso (privilegios, contraprestaciones, acceso a capitales sociales y beneficios de sus dinámicas solidarias); c) servicios (bautismos, matrimonios, funerales, visitas a enfermos consejerías); d) actividades colectivas o bienes comunitarios (cultos, coros religiosos, oraciones comunitarias, fiestas religiosas); e) bienes públicos o servicios caritativos (servicios a los sectores vulnerables); e) estatus (beneficios económicos y simbólicos a sus fieles relacionados con las posibilidades que otorgan a sus miembros para alcanzar puestos de prestigio, influencia o autoridad dentro del grupo religioso).
Tales son los bienes que encarnan el objeto de los intercambios con los feligreses, quienes aportan en contraprestación sus capitales humanos, energías vitales, trabajo, voluntades y valiosos recursos económicos, que constituyen uno de los pilares materiales más fuertes de estas organizaciones ofrendados en el contexto de las doctrinas de la “teología de la prosperidad” y “súper fe” donde, según Beltrán: “El dar actúa de forma análoga a la siembra: “el que abundantemente siembra, abundantemente cosecha”, suelen decir los predicadores de la prosperidad citando el texto bíblico. En la medida en que el creyente done (ofrendas y diezmos) a su congregación garantiza la bendición divina (26).
Este es precisamente una de las determinaciones que sesga muchos análisis hacía la hiper significación de los mecanismos de apropiación de recursos latentes en estas organizaciones religiosas, así como las posibilidades de enriquecimiento individual proporcionada por sus economías del diezmo ,pobremente reguladas en términos tributarios por parte del Estado. Al igual que con la Iglesia católica, los gobiernos las hicieron declarantes pero “no contribuyentes”, es decir, las exoneraron de pagar impuestos sobre la renta, el patrimonio o ganancias, incluso, hicieron extremadamente permisiva a su principal agencia de tributación (Dian) ante el incumplimiento del compromiso de declarar renta y patrimonio, su única obligación.
Aunque pueda ser objeto de encarnizadas discusiones, los bienes religiosos ofrecidos tienen pleno valor para miles de feligreses que han encontrado en estos la fuente de sentido, familia sustituta o comunidad terapéutica, el Estado –a quien nunca han conocido–, espacios de construcción de nuevas solidaridades (así como los beneficios derivados), instituciones mediante las cuales han mejorado objetivamente las condiciones de su existencia.
Es necesario tomar en cuenta estos matices en el debate, pues el desenvolvimiento de estas organizaciones religiosas no puede reducirse a su naturaleza económica, política, financiera, pero tampoco, como pretenden algunos de sus líderes, reducir su operación a las subjetividades y la espiritualidad sobre los feligreses que las integran, recibiendo un trato gubernamental pletórico en consideraciones y laxitudes. Hay una compleja interrelación entre estos ámbitos, una transferencia de bienes y contraprestaciones capaces de otorgar esta compleja corporalidad a instituciones religiosas que proliferan hasta en los más recónditos lugares del país.
La voz del sociólogo de la religión
William Mauricio Beltrán Cely habló con el periódico desdeabajo. Es un destacado investigador del Centro de Estudios Sociales (CES) y profesor del departamento de Sociología de la Universidad Nacional de Colombia, artífice de las obras retomadas para este artículo, las mismas que han llamado la atención en la comunidad académica latinoamericana. A continuación el diálogo sostenido:
Allan Bolivar. (AB): Existe mucha resistencia entre los líderes protestantes a ser definidos y tratados conceptualmente como empresas religiosas, ¿cuál es el motivo de esta oposición?
William Beltrán (WM): Esta resistencia tiene que ver con que ellos tratan justamente de negar que sus proyectos religiosos tienen algún interés de lucro (los pastores especialmente). Es decir, hay un vínculo muy fuerte entre lógicas empresariales y proyectos religiosos porque las iglesias, sobre todo las grandes, las que llamamos Mega Iglesias, movilizan cantidades inmensas de dinero, no se sabe cuánto porque ellos tienen mucha reserva con esos datos […]; que nadie sepa puede ser preocupante. La Dian ha tratado de indagar al respecto, pero es difícil, habría que ver hasta dónde llegó la Dian. Obviamente, en mi papel de investigador, no les puedo preguntar a los pastores cuánto dinero ingresa a sus iglesias, eso no es información que ellos suministren, o la dan con mucha desconfianza. Todo tipo de información que puede implicar para ellos alguna posibilidad de ser gravados con impuestos, pues la manejan con mucha prudencia […].
AB. Enormes cantidades de dinero que no son objeto de tributación, ¿por qué no ha sido posible gravar a este tipo de organizaciones religiosas ni aún ahora, cuando son requeridos tantos recursos para financiar la paz?
WM. Cualquier intento de gravar las nuevas organizaciones religiosas implicaría, por la Ley de Libertad Religiosa, aplicar los mismos gravámenes financieros a la Iglesia católica. Eso no va a ocurrir, la Iglesia católica no aceptará que la graven. Las grandes iglesias, sobre todo la Católica, tienen –todavía– un gran poder de movilización social, de protesta […]. Esto implica que cualquiera de estas propuestas tiene un costo político muy alto. Es decir, que un senador, un congresista, no quiere medírsele a eso por el costo político que le implica […] además porque las organizaciones religiosas manifiestan que son entidades sin ánimo de lucro y que sus servicios son para la comunidad. […]. Puedo equivocarme, pero veo muy difícil cualquier intento de gravar con un impuesto para la paz, a las organizaciones religiosas. Siempre será una cuestión voluntaria, les pueden proponer que contribuyan voluntariamente, pero como una obligación no me parece realista.
AB. Una de las críticas a estas iglesias tiene que ver con la contribución de la mayorías de las organizaciones religiosas (ubicadas entre las categorías de Informalidad Religiosa y Multinacionales de la fe) al sostenimiento de los ordenamientos establecidos, ¿qué puede decirnos usted al respecto?
WM. Algo propio del cristianismo en general (incluso del catolicismo). El protestantismo ha considerado un valor someterse a las autoridades legalmente instituidas, es un valor cristiano que está presente en el evangelio y que se expresa un poco en el mandato que le da Jesús a los discípulos cuando les dice, “dad a Dios lo que es Dios y dad al César lo que es del César”. Las iglesias mantienen ese principio, hay argumentos bíblicos que usan para decir que una institución religiosa debe obedecer al gobierno, incluso cuando éste es un infiel o un impío. A menos de que ese gobernante los obligue a hacer algo que vaya en contra de sus demás convicciones religiosas. Pero si ese orden no los obliga a negar su fe o actuar en contra de su fe, ellos creen que deben someterse.
En general, esta ha sido la actitud tomada por las iglesias cristianas, con muy pocas excepciones; de hecho, una excepción se observa en lo sucedido hoy con la Misión Carismática Internacional (MCI) que ha hecho parte del bloque constituido por el Centro Democrático para oponerse al proceso de paz. En ese sentido la MCI se ubica más en la oposición al Gobierno. Digamos que han existido otros casos en América Latina –como la Teología de la Liberación–, donde sectores de la Iglesia católica se pusieron del lado de la protesta, de la revolución, del movimiento social. Pero […] las iglesias cristianas, en general, han tratado de mantenerse dentro del orden establecido, y de verse en muchos aspectos como aliadas del Estado, lo cual le ha generado muchos conflictos en zonas donde hay presencia guerrillera, porque allí su afinidad con el Estado se lee como contrarrevolucionaria. Hay episodios recientes de nuestra historia –finales de los años 90 e inicios de la década del 2000– donde se multiplicó el asesinato y secuestro de pastores evangélicos, vistos por la guerrilla como “objetivo militar” […] en buena medida porque se oponían a que la guerrilla reclutara a sus jóvenes o que estos portaran armas, y porque no se identificaban con la propuesta política de la insurgencia.
AB. Considerando que también han sido víctimas en el conflicto armado, ¿cuál es la posición de estas organizaciones religiosas frente al postacuerdo?
WM. Dentro del protestantismo evangélico hay un sector que está muy a favor del acuerdo, y ya se está movilizando para buscar la reconciliación. Ese sector está liderado por figuras muy reconocidas, entre ellas Viviane Morales, Jimmy Chamorro y Darío Silva Silva, tal vez ellos son los más destacados […]. Un abanderado de la reconciliación que es muy influyente en el mundo protestante es Darío Silva Silva, él tiene programas de televisión donde promueve todas las ventaja de la reconciliación. De hecho, él estuvo presente en momentos simbólicos importantes, como la campaña de Santos por la reelección, o la sanción presidencial de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras.
De hecho, usted puede consultar en la página Web de la “Casa Sobre la Roca”, donde aparecen registros de escenarios donde esta organización religiosa ha propiciado encuentros con guerrilleros, con paramilitares, con excombatientes, en zonas de conflictos, haciendo pedagogía por la paz. En otras palabras, ya hay iglesias muy comprometidas con el proceso de reconciliación. Por ejemplo, ésta ha sido durante muchos años la bandera de la Iglesia menonita y de su ONG Justapaz […]. Allí hay procesos muy interesantes, hace poco celebraron jornadas de oración por la paz, muy de estas minorías, de iglesias muy pequeñas, que muestran mucho compromiso con las víctimas, movilizan recursos, difunden a nivel internacional lo que está sucediendo en Colombia cuando las amenazas a las víctimas se multiplican.
Una importante afluencia de protestantes llega al país
Entre 1930-1946, durante el periodo de dominio liberal, arribó al país una ola importante de misiones protestantes procedentes de Estados Unidos y Canadá. Tal como detalla Beltrán Cely en su libro, “Del monopolio católico a la explosión pentecostal”, durante este periodo la Iglesia luterana inició labores en Boyacá, también las primeras misiones pentecostales se instalaron en el país: las Asambleas de Dios en Boyacá (1932) y la Iglesia del Evangelio Cuadrangular en Santander.
Vinieron estimuladas por las políticas de diversidad y modernización de los gobiernos para desarrollar ambiciones proyectos de evangelización con los que pretendieron “civilizar” áreas apartadas y marginales en Colombia. Sin embargo trajeron consigo un estilo de adoctrinamiento fundamentalista que poco contribuyó con la difusión de ideas modernas, estilo que proliferó pues los misioneros usaron las potencialidades de la radio como medio masivo de comunicación para expandir sus ideas. Fue así como inauguraron emisoras protestantes en Barranquilla y en Bogotá, de la misma manera que lo hizo el evangelista Paul Epler en los años 40 en Sogamoso.
Beltrán Cely destaca de las misiones, respecto a los programas de desarrollo impulsados desde los Estados Unidos que: “Las misiones protestantes norteamericanas se autoproclamaron defensoras de la democracia, del libre comercio y de los derechos individuales. Al mismo tiempo, se opusieron al catolicismo, al que acusaban de ser responsable del atraso y del autoritarismo político en América Latina. Las políticas del «buen vecino» promovidas por el gobierno Roosevelt (1933-1945) observaron las iniciativas misioneras como funcionales al mejoramiento de las relaciones comerciales y políticas entre las dos Américas (Damboriena, 1962, vol. 1: 26-27; Bastian, 1989: 14; Piedra, 2002, vol. 2: 9-10, 129-130)”*.
* BELTRÁN CELY, William (b), op. cit., p. 60
El estigma y persecución del protestantismo
A finales de la década de los 40, y durante los 50, los protestantes tuvieron que afrontar la persecución de la Iglesia católica, del Estado y de la sociedad. El clero lo asoció al comunismo diciendo que juntos pretendían desestabilizar la Nación; el mismo Gustavo Rojas Pinilla, en su discurso de posesión, pretendió granjearse la simpatía de los jerarcas católicos denunciando al movimiento protestante, y sectores de izquierda empezaron a asociarlos desde aquella época con una estrategia de expansión del imperialismo norteamericano.
Uno de los más importantes focos de combate al protestantismo fue la Revista Javeriana, usada por los jesuitas como medio para denunciar su avance. Todo desencadenó en una persecución religiosa abierta entre los años 1948 – 1958, que los protestantes recuerdan bastante bien. Durante este periodo fueron destruidos sus templos e iglesias, cerradas sus escuelas por orden del Gobierno, asesinados protestantes por motivo de su credo y sufridas considerables pérdidas materiales.
Algunas Megas iglesias en Colombia
1 En una encuesta realizada en el 2010 (consultar obra “Del monopolio católico a la explosión pentecostal”) sobre 3.853 persona en las ciudades de Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla, Maicao, Bucaramanga, Barrancabermeja y varios municipios del Urabá, el 94 por ciento de los encuestados de declararon creyentes, el 73 por ciento asisten a una iglesia o grupo religioso. El 70, 9 por ciento de los encuestados se identificó como católicos, el 16.7 por ciento como protestante, el 4.7 por ciento como ateos y agnósticos, el 1.8 por ciento como Testigos de Jehová. El 68.3 por ciento de las mujeres encuestadas pertenecían a una membresía religiosa y el 78.8 por ciento de los hombres también.
2 Se aclara que el manejo teórico propuesto de las temáticas no es estrictamente cualitativo, pero se enfoca en él para efectos de los propósitos expositivos en el presente artículo.
3 El campo, se refiere al espacio teórico donde se lleva a cabo la competencia por apropiarse de capitales religiosos entre las empresas que producen, administran y distribuyen bienes simbólicos de salvación.
4 No se incluyen en estas las propias de la denominada “nebulosa místico – esotérica” que incluye movimientos de raíces diversas como los inspirados en las religiones orientales, sincretismos esotéricos, religiosos y los pertenecientes a las artes de la adivinación como la astrología y el tarot. Este artículo no aborda a la Iglesia católica por motivos metodológicos, pero el tema no puede considerarse como fruto de un sesgo analítico pues lo concerniente a esta empresa multinacional religiosa está siendo trabajado y será publicado en próximas ediciones del periódico desde abajo.
5 BELTRÁN CELY, William (a). “De la informalidad religiosa a las Multinacionales de la fe”. Revista Colombiana de Sociología, No. 21. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2003. pp. 141-173
6 Ibíd., p. 143.
7 BELTRÁN CELY, William (b). “Del monopolio católico a la explosión pentecostal. Pluralización religiosa, secularización y cambio social en Colombia”. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias Humanas. Centro de Estudios Sociales (CES). Maestría en Sociología, 2013. p. 148
8 Capacidad o acto de hablar en lenguas que desde el pentecostalismo se percibe como un don, una señal de poseer bienes espirituales otorgados por Dios. “Estas señales acompañaran a los que crean: en mi Nombre echarán demonios y hablarán nuevas lenguas;” (Marcos 16:17). “a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas” (1era Corintios 12:10).
9 BELTRÁN CELY, William (a), op. cit., p. 145.
10 BELTRÁN CELY, William (b), op. cit., p. 187
11 BELTRÁN CELY, William (c). “La teoría del mercado en la pluralización religiosa”. Revista Colombiana de Sociología, No. 33. No 2. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Julio – Diciembre 2010. p. 60.
12 BELTRÁN CELY, William (b), op. cit., p. 252.
13 BELTRÁN CELY, William (a), op. cit. P. 163.
14 Esta categoría se agrega de manera complementaria debido a su inclusión en la obra “Del monopolio católico a la explosión pentecostal” publicada con posterioridad a las demás referidas.
15 BELTRÁN CELY, William (b), op. cit., p. 260
16 Ibíd., p. 261.
17 BELTRAN CELY, William (a), op. cit., p. 166
18 BELTRÁN CELY, William (c), op. cit., p. 42
19 Situación en la que un Estado tolera, sin hacer suyo, diferentes grupos religiosos en competencia. En términos teóricos no existe ningún el monopolio religioso y ninguna organización de este tipo hace uso de la fuerza legítima para excluir a sus rivales.
20 BELTRÁN CELY, William (c), op. cit., p. 45
21 BELTRÁN CELY, William (b), op. cit., p. 369
22 Movimiento Mira y su iglesia protestan en apoyo a María Luisa Piraquive http://www.wradio.com.co/noticias/actualidad/movimiento-mira-y-su-iglesia-protestan-en-apoyo-a-maria-luisa-piraquive/20140126/nota/2063329.aspx. 26 de enero del 2014.
23 Decreto 354 de 1998. “por el cual se aprueba el Convenio de Derecho Público Interno número 1 de 1997, entre el Estado colombiano y algunas Entidades Religiosas no Católicas”.
24 BELTRÁN CELY, William (c), op. cit., p. 48
25 Ibíd., p. 55
26 BELTRÁN CELY, William (a), Óp. Cit., p. 145
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