La política aplicada por la administración de Álvaro Uribe es de la más pura estirpe neoliberal, según la cual el Estado tiene que reducirse y las fuerzas del mercado velar por los servicios públicos, ahora traducidos en mercancías. A los ojos de cualquier desprevenido, la política económica del gobierno central es igual a la que tienen que aplicar en una familia cuando se ven en aprietos económicos: vender el carro, la nevera y el televisor para poder cancelar los estudios de los hijos. La pregunta, por tanto, es: ¿una vez sin bienes públicos, de dónde sacará el Gobierno los recursos frescos que financien sus gastos? Y la respuesta no da espera: biodiversidad y deuda externa.
Con razón se escucha en los pasillos: “Con esta falta de dignidad para manejar la casa, ojalá no vuelva el Fondo Monetario Internacional”.
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