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Gaitán y Luis Tejada

 


Recodemos al consagrado cronista antioqueño Luis Tejada, que escribía en Bogotá para El Espectador.


 


Nació en 1898, el mismo año en que nació Gaitán. Escribió Oración para que no muera Lenin, donde expresa: “Por qué solo él, genio destructor y constructor lleno de nuevas soluciones, ha sido capaz de poner un poco de orden en la vida que se había vuelto angustiosa y caótica: él la está transformando, la está haciendo más humana, más sincera, más equitativa; puesto que el sol y la felicidad son para todos, él está dando a cada uno de los pobres hombres la parte de sol y de felicidad que les corresponde”.


 


También escribió: “Esta mañana volví a contemplar el retrato de Lenin que preside mi pequeña biblioteca comunista. Y he sentido más que nunca una alegre emoción ante esa fisonomía clara, dulce y terrible, profundamente labrada por el pensamiento, inefablemente iluminada por invisibles llamas”.


 


Gaitán y su pensamiento


 


Tejada se embarcó en la creación de un movimiento comunista en el que participaron Gabriel Turbay (futuro candidato presidencial, rival de Gaitán en las elecciones de 1947), José Mar, León de Greiff, Moisés Prieto, Alejandro Vallejo, más tarde importantes políticos, y el curioso y muy mencionado ciudadano ruso Silvestre Savinsky cuya hija conocí en México en 1955, además de trabajadores del ferrocarril, albañiles y otros, varios de ellos más tarde integrantes del partido comunista. Tejada invitó a Gaitán a participar en su movimiento, invitación que Gaitán rechazó. Su tesis de grado se había titulado “Las ideas socialistas en Colombia”, aclarando que hablaba de ideas y no de partido, pues este no existía, descalificando el de Tejada y amigos. Se declaraba socialista en lo económico y liberal en lo político, y aclaraba: “En lo económico y social somos integralmente socialistas y andan equivocados todos los que pretenden establecer incompatibilidad entre el liberalismo y el socialismo colombiano […] son una sola y poderosa fuerza a cuyo vórtice afluye la doctrina de los principios democráticos de las libertades humanas, eso que en los partidos no puede ser olvidado, en el que se refleja la vida”.


 


“La pretensión de implantar el socialismo entre nosotros nace de esa singular modalidad de los pueblos incipientes: el mimicismo. Es un simple caso de imitación. Ha bastado. Subrayan los impugnadores que el vientre faligado de Europa pariese tan descabelladas doctrinas, para que nos creyéramos en la necesidad de prestarles nuestra propaganda y nuestra ayuda”. Para diferenciarse del movimiento de Tejada, Gaitán creó en los años 30 la Unión Nacional (UNIR). El unirismo buscaba aglutinar diversos pequeños grupos dispersos. Gaitán fracasó en este intento, disolvió el movimiento e ingresó en el partido liberal. Alguien que lo acompañaba se enfadó y escribió el libro El apóstol desnudo.


 


Gaitán analiza diversos aspectos económicos, la tierra, la industria, los artesanos. Indaga sobre si en esos años Colombia es un país capitalista o no lo es, y trata unos temas gratos para el autor de estas líneas: los socialistas utópicos franceses, el cooperativismo inglés, y los nombres de pensadores y actores, luego de la Revolución Francesa de 1848. Y es grato para mí este tema, pues a él le dediqué la primera parte de mi libro La dura ruta del trabajo. Sostenía que el hambre, la tuberculosis, el paludismo, no eran ni liberales ni conservadores. Por eso defendía al pueblo en su conjunto.


 


Otros aspectos de la vida de Gaitán son muy conocidos: sus debates en el parlamento colombiano, su paso por varios ministerios, su trayectoria como abogado penalista, en el cual obtiene grandes éxitos, y finalmente su Oración por la paz, dirigida al presidente Mariano Ospina Pérez, la enorme marcha del silencio, que se escuchó en todo el país y después… su asesinato.


 


Gaitán era odiado por los poderosos, la oligarquía, a la que combatió sin tregua. Lo llamaban “el negro Gaitán”, y él con orgullo asumía sus rasgos de afrodescendiente e indígena.


 


Años más tarde, el sacerdote revolucionario Camilo Torres diría:


“Cuando el pueblo pedía un jefe

y lo encontró en Jorge Eliécer Gaitán la oligarquía lo mató”, “Creo que la frase de Gaitán de que el pueblo es superior a sus dirigentes no es demagógica”.

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