La zona rural estaba dedicada al cultivo de productos alimenticios, entre ellos principalmente hortalizas, regadas a través de vallados con las aguas aún no contaminadas de los mencionados ríos. Tenía árboles como el sauce, característico de las orillas de los cuerpos de agua, y grandes eucaliptos que servían como barreras vivas y como delimitación de potreros y propiedades.
Se puede decir que esto pertenece a la historia de Bosa, antes municipio anexo de Bogotá, y es área que, aunque seca y de escasas lluvias, era una zona de producción agrícola que surtía, y todavía y en menor escala surte a la ciudad con algunos productos agrícolas.
Llegaron entonces el ‘desarrollo’ y la migración de personas de bajos recursos, y Bosa empezó a ser urbanizada en su mayor parte sin planificación. Aprovechando a la gente humilde, que quería su vivienda propia, los ‘vivos’ construyeron barrios ilegales y carentes de servicios públicos, conglomerados alrededor y en las riberas de las fuentes de agua que ya no eran sino cloacas del proceso de ‘modernización’ de la ciudad, bajo la indiferencia de las autoridades locales.
Así como se ocuparon estas zonas, se han ido desecando otras como algunos humedales sobre de los cuales se han construido y se siguen construyendo barrios ilegales y legales, cuando se pueden llamar así, edificaciones que se levantan sobre rellenos de escombros y basuras –financiadas por administraciones distritales– que con el tiempo son un riesgo para sus propios habitantes.
Son comunidades organizadas como aledañas, la mayoría de muy bajos recursos, con calles sin pavimentar, y veredas que legalmente no existen –ya que la ruralidad de Bosa desapareció por decreto con el Plan de Ordenamiento Territorial, para darles paso a las áreas de expansión urbana– y han venido dando la pelea frente a entidades del Distrito como el antiguo DAMA, hoy la ineficiente Secretaría Distrital de Ambiente y
Lucha sin tregua
El Cabildo Indígena Muisca de Bosa ha luchado en forma aislada por su recuperación e interpuso una acción popular que está en proceso, a la cual se han sumado otros actores comunitarios con el propósito de rescatar este espacio, uno de los pocos verdes que sobreviven en el sector y que posee menos de un árbol por habitante. Bosa carece de parques y avenidas arborizadas, así como de áreas de recreación al aire libre. En general, la localidad muestra una calidad de vida cada vez más deplorable para sus habitantes, en su gran mayoría población de alto grado de vulnerabilidad por su pobreza extrema y los asentamientos de desplazados provenientes de varias partes del país.
Se confía en que esta vez, como en el caso de Tibanica, la persistencia y tesón de las comunidades logren rescatar este cuerpo de agua, aun –¡que ironía!– contra los programas de las últimas administraciones, incluyendo la de Lucho Garzón y la recién posesionada de Samuel Moreno, que de todas maneras hacen diferencia con las neoliberales de Mockus y Peñalosa.
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