El último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), titulado “Informe Mundial sobre los Salarios 2008-2009”, trae noticias bastante desalentadoras.
Dice que del 2001 al 2007, “los salarios medios reales crecieron en un 1,9 por ciento al año o menos en la mitad de los países analizados”, lo que es bajísimo, ya que éstos son los años de auge del crecimiento económico mundial. El comportamiento de América Latina fue bastante inferior al promedio, pues en la región los salarios sólo crecieron el 0,3 por ciento en este período. Dice el informe que las nuevas estimaciones para el año próximo –que ya toman en cuenta el decrecimiento económico mundial– “sugieren que en el 2009 los salarios reales de los países industrializados caerán en un 0,5 por ciento y que el crecimiento salarial mundial aumentará hasta un máximo de 1,1 por ciento” (www.ilo.org). El informe no da la cifra para América Latina pero, de acuerdo con lo sucedido en años anteriores, lo más probable es que los salarios caigan, como en los países industrializados.
En el Perú ha sucedido lo mismo. Así, por ejemplo, medido en números índice, según el Ministerio de Trabajo el salario obrero estaba en 81,4 en marzo del 2001 (como el año base es 1994=100, se ve que los salarios habían perdido poder adquisitivo de 1994 al 2001) y en diciembre del 2007 aumentó a 86,7. Esto nos da también una tasa de crecimiento del 1,3 por ciento anual. Lo relevante aquí, en negativo, es que, pasados los años de crecimiento económico, los obreros ni siquiera están cerca de lo que ganaban en 1994. El informe de la OIT continúa diciendo que los salarios crecieron menos que el PBI per cápita, lo que indica que los salarios están creciendo menos que la productividad. Así, en el período 1995-2000, por cada uno por ciento de crecimiento del PBI per cápita, los salarios crecían en 0,8 por ciento, pero del 2001 al 2007, esa relación cae a 0,72 por ciento.
Esta caída es muy grave porque el argumento “oficial” es que los salarios no deben crecer más que la productividad, pues eso determina la caída en la rentabilidad de la empresa y, también, puede provocar inflación. Pero como eso no ha sucedido, lo que está pasando es que las ganancias de productividad se las quedan los empresarios y no los trabajadores.
En el Perú la cosa es peor. Según el Marco Macroeconómico Multianual 2009-2011 del Ministerio de Economía y Finanzas, la productividad subió nada menos que de 100 a 128 del 2001 al 2007, mientras que el Índice de Costos Laborales bajó de 100 a 78. Otra vez, la ganancia de productividad no favoreció a los trabajadores. El informe de la OIT no hace una comparación del poder adquisitivo de los salarios de los diferentes países. Si lo hiciera, se vería que el nivel de salarios peruano es mucho menor al de países similares de la región. En efecto, mientras que en Argentina, Brasil, Colombia y Chile el porcentaje del salario mensual promedio que se destina a la compra de alimentos está entre veintidós y veintiocho por ciento, en Lima es el cuarenta y nueve por ciento. Esto quiere decir que los salarios son bajísimos y que los trabajadores tienen menos dinero para el resto de su canasta familiar.
El informe nos dice que, ante esta situación, es clave fomentar políticas que disminuyan agravación de la desigualdad inherente al estancamiento de los salarios. Para ello, es importante que haya una mayor proporción de cobertura de negociación colectiva y de instituciones que regulen el nivel del salario mínimo. En el Perú, donde todavía impera el marco legal laboral de la época de Alberto Fujimori, estamos muy lejos de esos objetivos. Y sin cambios legales y sin políticas activas, la cosa no mejorará.
Para terminar, cuando se celebraba “la gran fiesta” del crecimiento económico mundial, los trabajadores se quedaron en la puerta. Desde adentro, los dueños de la fiesta les decían que así debía ser, que debían ser pacientes y esperar que les llegara el “chorreo”. Pero sucede ahora que la fiesta ya se acabó y no sólo no habrá “chorreo” sino que les espera una mayor pérdida de salarios. ¿Hasta cuándo?
Por, Humberto Campodónico. Ingeniero y economista peruano. Este artículo se publicó en el diario La República de Lima, el 30 de noviembre de 2008.
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