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Para los jóvenes, en tiempos de ‘seguridad democrática’: Negaciones, amenazas, encierro

Para los jóvenes, en tiempos de ‘seguridad democrática’: Negaciones, amenazas, encierro

“La mayor nobleza de los hombres   
es la de levantar su obra en medio de la devastación, sosteniéndola
infatigablemente, a medio camino entre el desgarro y la belleza”.
Antes del fin, Ernesto Sabato

Colombia necesita construir una forma diferente de relacionarse con la juventud, porque el camino que estamos recorriendo puede llevarnos a una aguda polarización y un incremento mayor de las expresiones de violencia en todas sus manifestaciones. Se requiere encontrar una opción real y efectiva que le garantice una vida digna a esta población, cansada de los discursos grandilocuentes de los gobernantes y sus promesas reiteradamente incumplidas. La siguiente nota es un llamado en este sentido.

En el encuentro de expertos convocado recientemente por el Programa Presidencial “Colombia Joven”, con el fin de analizar la propuesta de un Conpes en materia de Juventud, se dieron a conocer cifras que generan preocupación, las mismas de las que presentamos algunas de manera sucinta.

Educación

 Si bien la cobertura bruta ha aumentado, incluyendo los estudios técnicos, tecnológicos y profesionales, de un 23,5 por ciento en el año 2000 a 31,8 en 2007, la deserción hacia el final de los programas de estudio alcanza un porcentaje del 50. En otras palabras, sólo el 30 por ciento de los colombianos inicia algún estudio después de culminar el bachillerato pero apenas el 15 logra culminarlo. La investigación encuentra varias razones para explicar esta alta tasa de deserción: La primera y más grave es el bajo nivel académico de la educación básica y media. Las otras razones están asociadas a temas económicos: ausencia de ingreso suficiente del hogar para pagar los costos que ello demanda, o de programas de financiamiento (becas, créditos) para hogares de menores ingresos.

Salud

En Colombia, el 56,7 por ciento de los jóvenes entre 14 y 26 años está afiliado al sistema de seguridad social, lo cual significa que cerca de 4 de cada 10 jóvenes no cuentan con esta protección. Como la afiliación al sistema es familiar, los menores de 18 años sólo pueden acceder si sus padres o responsables están inscritos. Más allá de la mayoría de edad, deberán hacerlo ellos mismos, y esto, de hecho, constituye una limitación. La situación se agrava al considerar que el contrato informal prevalece en los vínculos laborales de los jóvenes y que a la tercera parte de los que trabajan le violan sus derechos en esta materia.

Generación de ingresos

Para el total nacional, en 2009 (trimestre móvil enero-marzo) los colombianos entre 14 y 26 años representaban el 30,0 por ciento de la población en edad de trabajar, según las encuestas realizadas por el Dane. La tasa global de participación para esta población es del 50,3; la de ocupación para la población entre 14 y 26 años es de 38,7; la de desempleo de la juventud se encuentra en 23,1; la de desempleo para las mujeres entre 14 y 26 años es de 31,0; mientras que para los hombres de este rango de edad el desempleo es de 17,7. El 49,7 por ciento de la población de 14 a 26 años corresponde a inactivos; el 94 de los jóvenes que laboran se desempeña en el sector informal.

Pobreza

En Colombia, el 44,4 por ciento de la población joven vive en condiciones de pobreza y 15,3 en indigencia, siendo más afectada la zona rural, donde para 2005, según la Encuesta de Hogares del Dane, el 51 por ciento de la gente se encuentra en tal condición. En comparación con América Latina, según el informe de Cepal-OIJ (2008), la condición de pobreza es mayor en Colombia, dado que en la región el 35 por ciento de los jóvenes vive en la pobreza y 11,4 en la indigencia.

Situación de violencia

La posibilidad de que un joven muera asesinado en Colombia es cinco veces más alta que el promedio de América Latina. En el país, el 75 por ciento de las muertes de jóvenes obedece a causa violenta, mientras en la estadística total aquéllas representan un 20 por ciento. Los homicidios y suicidios son mayores entre los jóvenes que entre los adultos: 15,3 de los jóvenes colombianos ha pensado en suicidarse y 21 ha tenido una terapia psicológica. Los suicidios de jóvenes están correlacionados principalmente con el desempleo y la ausencia de oportunidades para su realización personal. Del total de los 15.250 asesinatos registrados en Colombia durante 2008, los jóvenes aportan más de la mitad.

Participación social y política

Según el estudio Cepal-OIJ (2008), en Colombia el 80 por ciento de los jóvenes cree que hay que desconfiar de los demás, lo que refleja un bajo capital social. Sólo un 6 por ciento de los jóvenes participa en algún partido político y un 3 en sindicatos. En Colombia, el 28,8 por ciento de los jóvenes se siente discriminado por falta de contactos o ‘palancas’, y el 18 por ciento considera que en el país no hay igualdad de oportunidades y que ni con mucho esfuerzo se puede surgir.

Agenda legislativa y juventud

Ante esta situación, el Congreso de la República ha expedido leyes y tramita otras con el filantrópico interés de “garantizar los derechos de los jóvenes”. Considera el legislador que aplicando estas normas mejorará de manera significativa la calidad de vida de esta población.

Los proyectos de ley en curso se tramitan en el gobierno de Uribe y todos tienen el mismo espíritu represivo que inspiró la creación del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes en el marco del nuevo Código de la Infancia y la Adolescencia1 y la Ley de Pequeñas Causas Penales2, según la cual se castiga con cárcel el hurto en sus diversas formas, conducta que se ha incrementado en la población joven mayor de 18 años y perteneciente a estratos socio-económicos bajos. Los proyectos de ley en mención son: el que prohíbe la circulación de los jóvenes a partir de una hora determinada, también llamado “toque de queda para menores”, tramitada ahora en el Congreso como Proyecto de Ley 145 de 2008-Senado. La otra iniciativa legislativa se dirige a las “barras bravas” (Proyecto de Ley 040 de 2007). Finalmente, tenemos el Proyecto de Acto Legislativo 285 de 2009, que prohíbe la dosis personal y el señalamiento del Presidente para que los “jóvenes dejen el gustico para mañana”, es decir, que los jóvenes ni siquiera pueden decidir cuándo ejercer autónoma y libremente su sexualidad.

Pobreza, exclusión, violencia, represión, es una síntesis que refleja de modo palmario la difícil situación que sobrelleva la juventud en nuestro país. Y si ésta no obedece sumisamente al imperio de la ley, se esgrime el garrote y la siniestra figura de los “falsos positivos”. A todo lo anterior se suma la negación del gobierno nacional a firmar la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes, impulsada por la Organización Iberoamericana de la Juventud.

* Director Regional Bogotá Viva la Ciudadanía. Consultor en Juventud.
1    Ley 1098 de 2006.
Ley 1153 de 2007. La Corte Constitucional la consideró no ajustada a la Carta Política.


Propuestas de la juventud


Ante la degradante situación que padecen en Colombia, los jóvenes reunidos en la Cumbre Social y Política realizada por diversos sectores sociales en agosto pasado plantearon sus propuestas:

•    Los jóvenes colombianos no son terroristas; reivindican su papel transformador, crítico y propositivo; afrontan de manera activa una lucha por mejores condiciones de vida, incorporándose por tanto a las diferentes movilizaciones tras la construcción de un país democrático donde los jóvenes no tengan que emplearse por salarios de miseria.
•    Por tanto, rechazan la criminalización de la vida y la organización juvenil, y hacen un llamado a reconocer y fortalecer la diversidad y la potencia que lleva consigo el mundo juvenil, como apuestas alternativas en la generación de espacios relacionados con el arte, la cultura y el deporte. Se oponen a la militarización de la vida juvenil y la sociedad en general.
•     Igualmente, rechazan el modelo neoliberal y la política de ‘seguridad democrática’, que conciben como causantes de la creciente miseria y la agudización de la guerra en Colombia. En este orden de ideas, se oponen rotundamente a los acuerdos militares con Estados Unidos, por cuanto éstos en bases colombianas y la presencia de la IV Flota Naval intensificarán el conflicto interno.
•     Exigen que el gobierno de Álvaro Uribe Vélez firme la Convención Iberoamericana de los Derechos de los Jóvenes, y reconozca las violaciones de los mismos contra los jóvenes, brindando garantías para la participación y la organización juveniles, procesos que se obstaculizan con la criminalización y la penalización de la vida juvenil que promueve el actual gobierno.
•     Rechazan el referendo reeleccionista, violatorio de la Constitución Política de 1991 y consideran que no se puede permitir que se perpetúe la nefasta tesis de la ‘seguridad democrática’.
•     Rechazan las actuales políticas públicas de juventud implementadas por el Gobierno y exigen que se generen espacios de construcción colectiva de tales políticas, lo cual resulta imposible, además, sin una solución política negociada del conflicto social y armado que vive nuestro país.
•     Los jóvenes proclaman su derecho a participar activamente en las luchas desarrolladas por diversos sectores sociales: trabajadores, campesinos, indígenas y otros, ya que los problemas del país nos competen a todos.


Sociedad del control

Por Equipo desde abajo

Pensamiento policivo, 1

¡No me pegue, yo no soy de las farc! ¡No me pegue…! Los golpes de bolillo los descargaban varios policías del CAI de la Carrera 16 con Calle 34, barrio Teusaquillo de Bogotá. Corrían las 8 de la noche del miércoles 7 de octubre. Los policías no escuchaban ni el lamento ni las razones del asustado y adolorido hombre que les clamaba por compasión.

Los curiosos, poco a poco iban llenando el lugar. Unos miraban con curiosidad, otros con rabia o inconformidad por lo que sucedía. Las miradas no les preocupaban a los agentes. Al mismo tiempo, una cuadra más abajo aparecieron tres uniformados más golpeando a otro detenido que traían de la Carrera 17. Él alegaba que era un artesano.
Mientras una patrulla de la Policía se cuadraba sobre la Carrera, y a golpes presionaban la subida de los detenidos, un niño que apretaba la mano de su madre, y que con asombro miraba los sucesos, le preguntó a ésta: ¿Por qué les pegan? Y la explicación duele más que los golpes que con ira no dejan de romper los derechos de los detenidos: “Así tiene que ser, hay que darles para que aprendan”.

Pensamiento policivo, 2

Flaco. Asustado. Su cuerpo evidenciaba el trance por el que pasaba. Su rostro, de adulto de unos 50 años, no ocultaba las heridas que día a día se incrementan en quienes están botados a la calle, viviendo, mal viviendo, sin nada, a la caza de cualquier cosa para soportar las penurias. Y su miraba suplicaba comprensión.

Su mano aún sostenía un pedazo de pizza, hurtado de la pizzería de la esquina. Trataba de saciar el hambre o cuando menos un deseo: el gusto por saborear algo distinto del simple pan que muchas veces brindan en las panaderías.

De su cuello, apretado con furia, colgaba un pequeño hombrecito que le insultaba, y que al parecer era el dueño de la harina amasada y cubierta por queso y algunos pedazos de carnes rojas. En círculo, como si se tratara de una fiera brava que había que controlar, descargaban puntapiés varios hombres, vecinos del dueño de la comida, que en vergonzosa ‘solidaridad’ hacían todo lo posible por moler a golpes al indefenso ‘ladrón’. De su garganta sólo se escuchaba una frase: ¿Por esto me pegan? ¿Me van a pegar por un pedazo de comida?

Me asustan

Mucha gente pide que haya más y más policías en la calle. Es la forma como siente tranquilidad al caminar por las mal o poco iluminadas calles de la ciudad. Tengo que confesar que a mí no me tranquilizan, por muchos que sean; por el contrario, me producen miedo. Miedo quede pueden provenir de los tiempos en que nos perseguían porque jugábamos en la calle; o de cuando vi golpear con furia, casi hasta molerlos, a mis compañeros que protestaban en la universidad.

En los años que tengo son muchas las historias feas, referidas por distintas personas, sobre ellos, sobre la rabia con que tratan a quien detienen, sobre los abusos que cometen con la gente que vende en la calle, sin olvidar las historias de sobornos y otras más.

El miedo que siento me recorre el cuerpo, cada día, cuando camino las calles que me llevan al bus que debo abordar para llegar al trabajo, y las mismas que me separan de éste, una vez dejado el transporte. En unas y en otras, tengo que cruzarme con no menos de diez policías, los mismos que me esculcan con ojos inquisidores. Cuando siento esos ojos sobre mi humanidad, me pregunto: ¿Qué puede sentir un ser humano para enrolarse como controlador o represor social? ¿qué sensaciones –de satisfacción o goce– puede producir el amenazar a los vecinos? ¿existirá otra forma de garantizar la seguridad en sociedades como la nuestra, donde cada uno quiere tener más que los otros?

¿Cuándo podré salir para el trabajo y llegar a éste sin sentir miedo?

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