Home » 2010, año decisivo para la táctica antioligárquica y la unidad

2010, año decisivo para la táctica antioligárquica y la unidad

Con una derecha envalentonada por sus triunfos en la región, el más reciente de ellos la elección del millonario Sebastián Piñera como presidente en Chile, en pocos meses sabremos, positivo, si la sociedad colombiana logra torcerle el cuello al actual régimen político, o trágico, si, por el contrario, las circunstancias políticas, militares, económicas, culturales, que vivimos se profundizan y nos sumergen más en la larga noche que, perdidos o en naufragio, atravesamos desde hace ocho años.

El 2010 no sólo es un año electoral. Como en una carrera de obstáculos y de los 400 metros relevos, además del Bicentenario de nuestra Independencia, que no puede pasar en vano, son varias las tareas y los obstáculos por superar: 1. Si es citado el referendo reeleccionista, derrotar el Sí. 2. Retomar un Primero de Mayo acorde con la situación de creciente informalidad laboral, desempleo, maquilas y pauperización económica que sobrellevan las mayorías nacionales. 3. De realizarse el referendo reeleccionista y de salir airoso el Sí, neutralizar, evitar su maniobra, terror o fraude, y forzar a Uribe a una segunda vuelta electoral. 4. Instalar el Congreso de los Pueblos. 5. Profundizar el desarrollo del Encuentro Nacional Popular y de la Memoria en su fase ¡Por Vida Digna! 6. Celebrar 20 de julio-7 de agosto-12 de octubre como una período continuo de resistencia y discusión por la movilización patriótica y social. 6. Juzgar los primeros 100 días del próximo gobierno y el primer año de acción de las bases militares extranjerizadas.

Tales tareas son un conjunto de desafíos en la lucha por una transición hacia una sociedad en verdad soberana y democrática.

Retos difíciles de encarar. De llevar a buen término por parte de los sectores sociales alternativos, toda vez que la sociedad se encuentra sumida en una honda confusión, en un desánimo que la ha llevado a adoptar un comportamiento entre el miedo, la desidia y la indiferencia, que pasa por un desesperante conformismo. Varios elementos, hábilmente estimulados desde las cúpulas del Estado –en coordinación secreta con agentes militares extranjeros y paras de segunda y tercera generación– han propiciado que así ocurra.

Política dominante y males producidos

Como se sabe y se sufre, el país no logra salir de la guerra que la desangra; de la confrontación que se siente con toda intensidad en diversas regiones –sobre todo rurales– de nuestro territorio. Grave, como si fuera poco, en estos ocho años que suma el gobierno Uribe suceden episodios cada vez más escabrosos que marcan las cotidianidades de amplios núcleos urbanos. Es decir, la guerra, con manifestaciones de control, dominio y atomización social a manos del paramilitarismo –actor complementario de la intervención militar extranjera y de mercenarios–, es cada vez más visible en las grandes ciudades.

El desplazamiento urbano, propiciado por el control territorial –para beneficio de una nueva casta terrateniente y agroindustrial–, es evidente en sus calles, comunas y barrios de ciudades como Medellín, Florencia, Bello, Barrancabermeja. Pero, además, el control de la vida, la economía y las pequeñas ganancias de amplios grupos humanos se ejerce por grupos armados, que, operando ante los ojos de los organismos y el aparato armado del establecimiento, llevan a cabo ‘protecciones’ y cobro de ‘impuestos’, funciones reservadas al Estado. Para agravar esta realidad, la entrega de una decena de puntos del territorio nacional, para que desde allí operen fuerzas militares de Estados Unidos, crea el clima y la fuerza para ahondar el conflicto como mínimo por 10 años más -con intenciones de regionalizarlo. Un lapso que los amos de la guerra consideran necesario, para i) remover el movimiento social, ii) domesticar a la oposición, iii) anular el riesgo político estratégico de la guerrilla y iv) Consolidar un neoliberalismo profundo, como hizo Pinochet en Chile y, luego, Fujimori en el Perú.

Paralelo con esta estrategia militar de control social que desangra y atemoriza a miles de personas, los gestos de política económica que diseña y aplica el actual gobierno, con propaganda para paliar el hambre y la miseria que galopan sobre la dignidad de más de la mitad de nuestra población, sirve y alcanza para extender el imaginario según el cual este gobierno sí hace algo por los más pobres. La entrega de subsidios de distinta especie, bien por ser un ciudadano de la tercera edad, bien para motivar la asistencia de los niños y los jóvenes a la escuela, bien para alimentación, etcétera, creando redes sociales por medio de ‘familias en acción”, son medidas que entretejen un entramado para impedir que sectores de nuestro pueblo consideren la realidad y su proyección verdadera, aunado a lo cual avanza la corporativización social, con la aparición de organizaciones sociales potenciadas en lo sindical, lo agrario, lo indígena, jóvenes, mujeres, desde lo alto del poder.

 Es decir, que el Gobierno, en vez de romper las estructuras históricas y económicas que generan la pobreza y hacen que la miseria cubra a cerca de ocho millones de connacionales, crea políticas que suavizan la crisis pero no facilitan su superación, propiciando por esa vía el clientelismo y la dependencia, ampliando y potenciando esa política a través de la imposición y el ordeño de la guerra. Es claro que el mandato de los ocho años no tiene ni puede tener una política estructural que rompa el desempleo y libere a la sociedad de la dependencia, condición sustancial para alcanzar la paz y una vida en dignidad.

Ahora, tras este mandato con fórmula de ‘consejos comunitarios’, tenemos un país que hace descansar su modelo económico –como sucedía en la época de la Colonia– en la tierra y las minas, con la novedad –a lo cual no le quitan el aire– de las inversiones y el ‘lavado’ del narcotráfico, con la agroindustria flotando entre los dos niveles, país abierto sin freno a las ganancias supermillonarias de los grandes grupos económicos nacionales e internacionales. Así, el país de propietarios que nos ofrecieron no llega, mucho menos un país de propietarios cooperativizados y asociados –de diferente manera– en hermandad, entretejiendo iniciativas para conseguir la soberanía alimentaria y la estabilidad ambiental que requerimos, como lo reclama la humanidad.

 Y como complemento, nos aqueja una política de comunicación entretejida con habilidad que extiende sobre amplios grupos sociales la creencia de que los delitos y los lunares del actual mandato no son responsabilidad del Ejecutivo; que son de sus mandos medios –“hechos individuales”–, e incluso ni siquiera de éstos, sino responsabilidad de agentes externos al gobierno. Así, las atrocidades llevadas a cabo en innumerables lugares patrios, que enlutan a miles de hogares, se muestran y pasan como sucesos ‘ocasionales’ o ‘circunstanciales’.

El liderazgo de unidad nacional y su urgencia

Mientras esto ocurre, la oposición, es decir, todas aquellas organizaciones y sectores sociales que aspiran a una sociedad de iguales, cimentada sobre una política de inclusión económica, social, diplomática y militar soberanas, a pesar de todos los desafueros y despropósitos del actual gobierno, no consigue entretejer una política de unidad social nacional, unidad que contraponga la fuerza suficiente y erija el referente de poder necesario para hacer enrutar al pueblo en el ejercicio del poder propio del Estado.

Sin atreverse a un discusrso, a una acción y una convocatoria audaz y erguida, con valor civil, profundo sentido antioligárquico y capacidad de responder a la expectativa internacional por un giro acorde con la región, los dirigentes, los militantes y los grupos sociales que constituyen esa oposición (desde los sectores más tradicionales –liberales– hasta los que se ubican más a la izquierda) no logran ni estructurar un discurso coherente ni consolidar un liderazgo de nuevo tipo que marchite a la derecha, la que por su parte logró cohesión y un liderazgo concentrado en cabeza del Jefe de Estado.

Así, sin un referente de poder alternativo que de verdad conmueva las fibras de los millones que padecen la actual realidad y esperan para sí y los suyos un mejor destino, la sociedad colombiana llega a las elecciones de marzo para elegir Congreso, y de mayo para elegir Presidente. Quedan pocos meses, tal vez semanas, para lograr un giro en esta realidad. Aunque díficil de lograr, no es un imposible.

La política no es un fenómeno lineal; resume y expresa los conflictos sociales, sufre y manifiesta de manera cualitativa y cuantitativa las vivencias y las disputas que sobrelleva la sociedad. De esta manera, decisiones acertadas, que retomen el imaginario colectivo y lo potencien, pueden hacer virar el curso de los sucesos en la dirección de avance y recuperación popular hacia la victoria.

Un liderazgo no personalista, concentrado en la unidad nacional por la paz justa, la integración regional y la soberanía patria, pudiera ser el timonazo que le dé un nuevo rumbo al país.

Información adicional

Autor/a:
País:
Región:
Fuente:

Leave a Reply

Your email address will not be published.