El 30 de enero se celebró el Día Nacional del Técnico Electrónico, oficio de larga tradición y reconocimiento en nuestro medio, pero que en los últimos años –como ha ocurrido con muchos otros oficios– se ha visto afectado por la informalidad y la precarización laboral.
Antes, el técnico ganaba para vivir decentemente. Ya no. Nuestra calidad de vida se ha desmejorado ostensiblemente”, reconoce Manuel D. Cadavid, presidente del Club del Técnico Electrónico, organización de Medellín que tiene 10 años de existencia y que agrupa a más de 50 profesionales cuya misión es avanzar en procesos de capacitación de los técnicos, conservar la dignidad del oficio y tratar de mejorar las condiciones de trabajo, hoy amenazadas por múltiples factores.
El campo de acción del técnico electrónico, valga recordarlo, es el mantenimiento y la reparación de aparatos y artefactos que operan con circuitos electrónicos: televisores, videograbadoras, equipos de sonido, computadores, impresoras telefonía, etcétera. De tal suerte que no hay hogar que no haya necesitado alguno los servicios de un técnico electrónico.

Su número se ha duplicado
Manuel Cadavid calcula que hoy en Antioquia hay unos 10 mil técnicos electrónicos activos, el doble de hace 20 años, todos disputándose un mercado que, entre otras cosas, cada vez ofrece más electrodomésticos y aparatos desechables, no susceptibles de reparación, lo cual estrecha su campo de trabajo.
La proliferación de tantos técnicos electrónicos se debe, en primer término, a que el suyo se ha convertido en un oficio de subsistencia, de rebusque; y, segundo, por la proliferación de instituciones educativas que entre sus programas ofrecen carreras técnicas en electrónica, muchas de ellas sin mayor rigor académico y con un mínimo tiempo de estudio.
Antes el Sena formaba a los técnicos electrónicos en carreras de seis semestres, recuerda Cadavid, pero, desde cuando la Ley de la Educación abrió la posibilidad de que cualquier instituto técnico implementara esta carrera, empezaron a aparecer instituciones de garaje ofreciendo pénsumes de muy corta duración. El propio Sena ofrece capacitaciones de cuatro meses, que resultan insuficientes para preparar un buen técnico, quien además permanentemente debe estudiar en revistas e internet y especializarse en todo lo nuevo que vaya saliendo, porque la tecnología es dinámica.
Gustavo Arroyave, de 52 años, también miembro del Club de Técnicos Electrónicos, dice que en Enciso, su barrio, donde tiene su taller y todo el mundo lo conoce por su larga trayectoria en el oficio, hay técnicos que cobran tarifas muy bajas y están ‘dañando’ el trabajo. Dice al respecto: “Mientras yo cotizo el arreglo de un televisor por 50 mil pesos, que es barato, hay un señor que trabaja a domicilio y lo arregla por 20 y hasta por 10 mil. Nada tengo contra él porque todos tenemos derecho a ganarnos la vida, pero no está en capacidad de garantizar un trabajo de calidad.
Seguramente ha estudiado algunas cositas, sabe pegar soldadura, detectar una fuente quemada, pero no va más allá de eso. Repara lo que en el medio llamamos papita, o sea, lo fácil. Lo difícil se lo deja a otros. La gente lo contrata buscando economía, pero eso genera conflictos porque se presta para engaños”.
Trabajo a destajo, sin prestaciones
Un técnico asalariado en un taller trabaja informalmente, sin contrato laboral formal, por convenio de palabra con el dueño del taller; y el pago que recibe no incluye horas extras ni recargo por dominicales; no tiene prestaciones sociales ni seguridad en salud y pensiones, pese a que al técnico se le exige asistencia diaria y sistemática al taller, y que se ponga uniforme; incluso que lleve su propia herramienta de trabajo. Por eso, en su mayoría, los técnicos electrónicos se cubren en salud como beneficiarios de otra persona o por el carné del Sisbén. Y casi ninguno cotiza a un fondo de pensiones y llegan desamparados a la vejez.
Sus ingresos son variables, dependiendo de su trayectoria, de si tiene o no taller, y de la zona donde esté ubicado. Un dueño del taller puede tener ingresos entre uno y dos millones mensuales. Si es asalariado, trabaja a destajo, es decir, por obra realizada, de la cual recibe un porcentaje que generalmente es el 50 por ciento del valor de la mano de obra de una reparación, mientras el otro 50 queda para el dueño del taller.
Sin embargo, debido a la sobreoferta de mano de obra en el mercado, hay talleres donde el técnico apenas recibe el 40 por ciento, e incluso el 30, con el agravante de que en la mayoría de los talleres se le paga al técnico un trabajo sólo cuando el cliente lo cancela, lo cual puede prolongarse semanas, incluso meses. “Sin desconocer que a veces ocurre lo contrario: que es el técnico quien queda mal con la entrega de un trabajo”, aclara Gustavo Arroyave.
Con todo, el sueldo promedio mensual de un técnico asalariado es de 800 mil pesos, pero integral, es decir, sin horas extras ni dominicales, ni prestaciones ni afiliación a la seguridad social. O sea que se asimila al salario mínimo. Aunque en temporada alta, que suele coincidir con los meses finales del año, un técnico hábil puede hacerse a un salario integral de hasta millón y medio de pesos. Pero en jornadas de 12 ó más horas, pues no se puede dar el lujo de tener jornadas regulares, “porque si bien hay semanas en que hay mucho trabajo, hay otras en que no cae nada”, agrega Arroyave.
Por eso no es raro que hoy los técnicos electrónicos se diversifiquen en actividades que nada tienen que ver con la electrónica: reparan ollas arroceras, planchas de ropa, secadores de pelo y hasta venden minutos celulares. Algunos en su taller han puesto incluso puestos de frutas, y otros reciclan las piezas de deshecho y las venden por kilos.
Otras falencias del oficio
Otra falencia que acusa el gremio de técnicos electrónicos, sostiene Manuel Cadavid, tiene que ver con la falta de regulación del oficio por parte de organismos oficiales y de las compañías proveedoras de equipos de marca, precisamente para evitar tanta informalidad y tanto empirismo. Sugiere que las empresas proveedoras hagan ciclos de capacitación y certificación para todos los técnicos, y no sólo para el reducido grupo que trabaja en los talleres autorizados. Además, los técnicos en su mayoría no están formalizados en Cámara de Comercio.
Otro problema es el desplazamiento urbano forzado al que muchos se han visto abocados. “Ya no es fácil tener un taller en el centro o en sitios bien ubicados de la ciudad por el alto costo de lo s arriendos. Hay más técnicos trabajando pero se ven menos talleres, porque nos ha tocado trasladarlos del centro a los barrios periféricos, que son menos costosos, o instalarlos en nuestras propias casas”, advierte Cadavid.
Medellín, enero 30 de 2010
Leave a Reply