El descanso limpia y la fatiga ensucia
El cerebro y los nervios; los ojos y los oídos; el corazón, las arterias y las venas; los bronquios y los pulmones; el estómago y los intestinos; el hígado y los riñones; los músculos y los huesos; las glándulas, etcétera, están formados por células.
Nuestras células se limpian solas durante el descanso
Cada célula tiene que hacer un trabajo. Y para funcionar bien necesita:
– Meter por la sangre el oxígeno, que entra por los pulmones, y las sustancias nutritivas, que entran por el tubo digestivo.
– Sacar a la sangre las sustancias tóxicas.
Estas sustancias tóxicas se producen adentro como resultado de la actividad: urea, ácido úrico, ácido láctico, gas carbónico, creatinina, acetona, etcétera, o se introducen desde afuera: gases tóxicos del humo de cigarrillos, tubos de escape, chimeneas de fábricas e incineradoras de basura, nicotina, cafeína, alcohol, aditivos químicos, drogas, medicamentos (incluidas las plantas medicinales), vacunas, etcétera.
Durante el descanso, la célula tiene la oportunidad de sacar las sustancias tóxicas de la sangre. La actividad carga a la célula de basura y el descanso la descarga. Después del descanso nocturno, nuestras células están más limpias que antes de acostarnos.
Cuando el descanso no es suficiente con relación al esfuerzo realizado, las células no tienen la oportunidad de sacar todos los residuos y se intoxican. Su actividad se ve entorpecida y se va deteriorando antes de tiempo. Sin descanso, no es posible la actividad.
Si descanso a tiempo, hago más y mejor trabajo
El cuerpo saca sus fuerzas por varias vías:
–del oxígeno del aire,
–de los alimentos,
–pero sobre todo, del descanso
Cuando una deportista, al final de la competición, se encuentra sin fuerzas, o cuando nos sentimos cansados al final de la jornada, no suele ser por falta de oxígeno o alimento sino por el cúmulo de tóxicos resultantes del esfuerzo. Bastan ocho horas de sueño reparador y recuperamos las fuerzas, aunque no hayamos probado bocado. Se evacúan los residuos tóxicos y la vitalidad reaparece. Cuando se está cansado, no quedan fuerzas para hacer bien la digestión. Por ello, en estas ocasiones es mejor descansar antes de comer.
Los estimulantes son sustancias tóxicas
Los estimulantes irritan el sistema nervioso. Tomarlos cuando se está cansado es aumentar la fatiga y la intoxicación. Los más usuales son café, té, mate, cacao, chocolate, refrescos a base de cola, cocaína, aspirina, ginseng y guaraná. Son sustancias engañosas: parece que te dan fuerzas cuando en realidad te están robando las pocas que te quedan. Te ocultan la fatiga, ya que no la sientes. Sigues esforzándote cuando debieras descansar. Es como darle un latigazo a un caballo cansado; galopará, pero luego estará más agotado.
El descanso es una necesidad inevitable que no se puede sustituir por estimulantes o alimentos energéticos. Sustituye los estimulantes por un poco de reposo. A veces, bastan 5 ó 10 minutos lo más cerca de la horizontal que puedas (a oscuras o tapándote los ojos, y en silencio o tapándote los oídos). Se trata de darle reposo a tu sistema nervioso, cortando la entrada de estímulos a través de los sentidos.
Si no descansamos, la fatiga se va acumulando y el rendimiento desciende. Si tomamos descansos frecuentes, podemos realizar mucho más trabajo e incluso necesitaremos menos tiempo de sueño nocturno. Aprende de tu corazón, que realiza un enorme trabajo durante toda la vida, sin parar ni de noche ni en días festivos, y lo consigue descansando después de cada contracción. Los períodos de bombeo sanguíneo sólo suman nueve horas diarias, mientras los períodos de descanso suman 15 horas.
Agotamiento = Intoxicación
Todo cuerpo tiene sus límites, su capacidad de esfuerzo. Si se sobrepasa, aparece la fatiga.
Hay organismos que resisten más que otros el esfuerzo y las agresiones. No hay dos cuerpos iguales ni hay dos cuerpos que vivan las mismas circunstancias. No se pueden comparar. Ni siquiera puedes comparar tu propio cuerpo con el que tenías hace unos años. Al nacer, nos dan cuerda para ciertos años de vida (dicen que nacemos con cuerda para más de 100 años). Si no acertamos a tratar bien al cuerpo y saltamos las reglas de juego de la vida, nos averiamos antes de tiempo.
El agotamiento nos enferma porque nos envenena. Si se rompe el equilibrio actividad-descanso (demasiada actividad o insuficiente descanso), se instala la fatiga. A las células, durante el descanso, no les da tiempo a eliminar todos los residuos tóxicos, y éstos se acumulan en su interior.
La limpieza de nuestro cuerpo
El proceso de desintoxicación de nuestro cuerpo tiene dos fases:
Evacuación de los tóxicos desde dentro de la célula a la circulación sanguínea.
Esta sangre sucia se dirige a cuatro filtros: riñón, piel, hígado y pulmón, donde se le quitan los tóxicos para expulsarlos al exterior del cuerpo por la orina, el sudor, la bilis y el aliento.
Es un error pretender limpiar el cuerpo obligándole a cargar (con laxantes y lavativas), mear (bebiendo muchos líquidos o tomando diuréticos) y sudar (pasando calor). Todo esto no es más que la última fase de la limpieza, la más superficial. El cuerpo sabe cuál es el momento oportuno de hacer estas cosas, y forzarle es añadir una nueva actividad celular y más producción de sustancias tóxicas.
Aunque muchos médicos afirman que beber mucha agua ayuda a eliminar por el riñón, beber excesivamente, sin tener sed, es sobrecargar de trabajo al riñón. Recuerda que lo que le permite al cuerpo hacer la desintoxicación profunda que tanto está deseando es dejarle en paz, suprimir todo maltrato y descansar.
Los dos orígenes de la intoxicación
La intoxicación de nuestro organismo puede originarse en su interior o provenir de factores externos.
–Origen interno (producidos dentro). Las células mueren y sus restos tienen que ser expulsados. Las células producen desechos tóxicos como resultado de su actividad. El esfuerzo muscular produce mucho ácido láctico, que, si no se elimina del todo, se cristaliza y da dolores musculares que llamamos calambres. Cuando te llevas un berrinche, se suele decir que no hagas mala sangre, ya que el esfuerzo nervioso de una emoción fuerte, contenida, produce muchos desechos tóxicos que la tensión muscular impide evacuar. Los desechos metabólicos más conocidos son: ácido úrico, urea, creatinina, ácido láctico, acetona y gas carbónico.
–Origen externo (los que vienen de fuera). Muchos de ellos, son más peligrosos, ya que nuestro cuerpo no está preparado genéticamente para enfrentarlos.
Por el pulmón, al respirar aire contaminado:
en el puesto de trabajo (pesticidas en el campo: gases y polvo en la industria)
en el hogar (productos de limpieza, insecticidas, pinturas, colas, etcétera),
en la calle: humo de cigarrillos, de tubos de escape, de chimeneas de fábricas, de la incineradora de basura, etcétera.
Por el tubo digestivo:
al ingerir agua contaminada de plomo, cloro, flúor…
al comer alimentos en putrefacción.
al fermentar los alimentos en el tubo digestivo por comer demasiado, hacer muchas mezclas, o por estar en tensión o esforzarse luego de comer.
pesticidas, conservantes, saborizantes y demás aditivos químicos. Tóxicos que aparecen al morir los animales (en carne y pescado). Saborizantes de uso corriente, como sal (incluso la marina), vinagre, sulfuro de alilo presente en el ajo y cebolla (que si te alcanzan los ojos, te hace llorar), aceite caliente (las frituras) y muchas especias.
drogas legales: nicotina, alcohol y estimulantes diversos (en café, té, mate, cacao, chocolate, refrescos de cola, coca, guaraná, ginseng).
drogas ilegales: marihuana, hachís, heroína, cocaína, éxtasis, etcétera.
drogas medicamentosas: vacunas, pruebas diagnósticas y tóxicos naturales presentes en las plantas medicinales.
A través de la piel:
Inyecciones, pomadas, parches, exposición a radiaciones ionizantes (rayos X, radioterapia, escapes radioactivos, contaminación electromagnética –torres de alta tensión, aparatos eléctricos).
En la era industrial estamos expuestos a más de 80.000 diferentes sustancias químicas, y cada año se incorporan otras mil más. No todas las sustancias tóxicas son igual de dañinas. De 7.000 sustancias químicas estudiadas en animales en experimentación, se ha encontrado que más de 750 son cancerígenas. Se identifican 51 sustancias llamadas disruptores hormonales, ya que engañan al cuerpo por parecerse a las hormonas que él produce. El daño producido por tantas y diferentes sustancias químicas juntas, y el cúmulo a lo largo de los años, son incalculables.
Todas ellas son sustancias –no gratas– a las que tenemos que neutralizar, transformar y expulsar. Y cuando no se pueden eliminar, retenemos agua para diluirlas o las depositamos en grasa para evitar daños.
Los saberes particulares sobre la medicina integral que las mujeres, especialmente indígenas, han conservado y cuidado mediante su contribución y su experiencia, que han estado siempre presentes pero que por distintas razones han sido ignoradas, serán los temas para esta sección.
En estos tiempos turbulentos en que vivimos, una crisis generalizada de cambios fuertes y hondos en todos los espacios sociales y, en que concretamente nuestra salud física y mental es claramente trastornada como consecuencia de nuestros modos actuales de vida, se hace necesario promover y hacer un reconocimiento consciente de aquellas experiencias, espacios y elementos que promueven y dinamizan el cambio positivo necesario en todos los ámbitos de nuestra comunidad planetaria. El arquetipo femenino se manifiesta como fuerza influyente que promueve dicho cambio y la visibilidad de su reconocimiento se ha hecho más fuerte en las últimas décadas, permitiendo activar la intervención femenina en espacios donde anteriormente sólo era relevante la participación masculina.
La salud integral es uno de los temas fundamentales por tratar y desarrollar en esta intención de resarcir y enmendar los daños causados en el tejido social e individual. Es necesario comprender en profundidad que mente y cuerpo están conectados; también, que la salud depende de varios elementos: equilibro ambiental, alimentación sana, vivienda habitable, etcétera, y sobre todo eliminación de todo aquello que nos enferma.
Las plantas sagradas y medicinales, y lo femenino como fuente de salud mental y física, nos acompañan en esta labor de recomponer los espacios sagrados y cotidianos para que, en síntesis, nuestras condiciones de vida mejoren.
El contenido de esta sección se enfoca en dos elementos fundamentales de la salud integral: las plantas sagradas y medicinales, y la mujer y su relación con los espacios sagrados y cotidianos; se ofrecerá información puntual sobre el uso de las plantas que han sido muy importantes en la cosmovisión de distintos pueblos americanos. En cada ocasión se compartirá un testimonio gráfico de la planta en cuestión, sus usos medicinales o rituales, su origen y la relación con la figura femenina mediante un relato de experiencias singulares.
“Todas las cosas tienen veneno, y no hay nada que no lo tenga. Si una cosa es veneno o no, depende solamente de la dosis”. Paracelso, siglo XVI.
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