Los ‘osos’ presidenciales
La semana del 1 al 7 de marzo, el presidente Santos nos regaló dos superosos. El primero, de repercusión nacional; el segundo, para tapar al primero, de repercusión internacional. Ello nos lleva a reflexionar: o Santos tiene muy malos consejeros en comunicación o los paga para nada, decide no escucharlos, hace lo que le da la gana y termina haciendo el superoso.
Resumen de los osos. A raíz del secuestro en el Vichada de 23 trabajadores petroleros que reaparecieron libres, Santos declaró el 8 de marzo: “Comandantes, los felicito por el rescate. Sigan con la política de seguridad democrática, con toda la contundencia, hasta que este país esté libre de secuestros”.
Poco después, la prensa publica detalles del supuesto rescate. Roger Bertel, trabajador de la contratista canadiense Talisman, afirmó que durante su regreso a las instalaciones de la petrolera no vieron presencia militar ni escucharon helicópteros del Ejército. “Nosotros llegamos al campamento otra vez, nosotros solos, solos, sin nadie que fuera a buscarnos y sin que nadie nos rescatara, solamente que ellos nos mandaron”.
“¡Carajo, canadiense bocón!”, debió pensar Santos, echando cabeza por salirse de este primer oso. Y ahí funcionó la materia gris de sus asesores en comunicación, o se le prendió el bombillo al Presidente, quien sacó de la manga una cortina de humo y un chivo expiatorio: las multinacionales: “Empresa extranjera que pague un solo peso por una extorsión se va del país”. Segundo oso, esta vez con alcance internacional, que fue reproducido por la prensa española, francesa, inglesa, alemana, etcétera. ¡Y después Colombia se queja de su mala imagen en el exterior!
Cabe ahora esta pregunta: ¿Cuál es la meta oculta del presidente Santos? ¿Volver a una economía proteccionista en un mundo globalizado y ultraliberal? ¿Violar los tratados internacionales y terminar como objeto de sanción por parte de la Organización Mundial de Comercio? ¿Desistir de la entrada de Colombia a la OCDE? ¿O remar a contracorriente de las seculares y actuales tendencias criminales y mundiales, botando de Colombia a las transnacionales?
Con toda humildad, antes que el Presidente tenga que abrir un zoológico para atender todos sus osos, vamos a informarle, a asesorarle –graciosamente–, sobre la situación mundial de hoy día respeto a la “piratería moderna”.
Piratería moderna vs. empresas
Desde cuando hay empresas y bancos, hay piratería. Prolifera el número de organizaciones criminales que tienen medios y capacidad para ‘atracar’ a las empresas con secuestro, extorsión, pago de ‘impuestos’, etcétera, en países como Colombia, Somalia, Nigeria, Paquistán, Japón… Hoy, con la globalización y la liberalización económica, las empresas se instalan cada vez más en zonas de crisis, conflictos, guerras, donde encuentran organizaciones militares criminalizadas, organizaciones terroristas y mafias urbanas.
Este fenómeno no se publicita, dado que las empresas carecen de interés en divulgarlo. La primera forma, las más simple y fácil, de atacar/atracar a una empresa es con el secuestro de sus empleados. La primera exigencia de un secuestrador o extorsionista es el silencio, durante el delito y después del mismo. La familia, la empresa, no deben pronunciarse so pena de represalias. Los más secuestrados en el mundo son los chinos, seguidos de los franceses. En aquellos países hay leyes que obligan a comunicarles este delito a las autoridades. Pero las empresas prefieren pagar el rescate (cubierto en parte o integralmente con pólizas especiales) que tomar el riesgo de que su empleado sea asesinado, con las consecuentes dificultades para reclutar y expatriar nuevos empleados, como dice el dueño de una empresa internacional de gestión de riesgo. Ahí se trata de “cazar personas”. Pero también de “cazar tesoros”. Por ello, infiltran a la empresa en funciones claves.
En la zona minera de la India hay atentados diarios que no se conocen. Este país es el tercer productor mundial de carbón. En la región de Nápoles, la Camorra les exige a las empresas el pizzo (pago por protección), unos 100.000 euros al mes. La empresa no puede justificar legalmente este gasto, de modo que lo ‘infla’: la fiscalidad, la nómina (ejemplo, paga la suma a una empresa de vigilancia que pertenece a este mafia), las compras. Este método es muy común también en los Balcanes, Albania y Japón, donde los yakuzas son expertos.
En el mundo, los yakuzas hacen contratar por las empresas a empleados ficticios muy bien remunerados, venden materiales sobrefacturados, necesarios o no, o montan sociedades de crédito legales para extorsionar a los bancos mediante préstamos gigantescos que pueden llegar a 600 mil millones de dólares, método menos riesgoso que el de atacar un camión de transporte de valores con Kalashnikov, porque se realiza esfero en mano para firmar el préstamo, y en la punta del esfero el terror inspirado por las tríadas.
En Nigeria se practica el bunkering, estimado por las compañías petroleras entre el 5 y el 10 por ciento de la producción. Nigeria produce diariamente 260.000 barriles y es el sexto exportador de la OPEP. Los métodos son ya conocidos en Colombia: se abre un hueco a la brava en un oleoducto o se pone una válvula clandestina que se abre según las necesidades. Los autores son en general las guerrillas de esta región africana. El robo de petróleo se estima entre 3 y 5 mil millones de dólares al año.
Pero los ataques contra las empresas extranjeras pueden ser muy violentas, como en 2002, cuando se atentó contra un bus en el cual viajaban 11 empleados franceses de la Dirección de Construcciones Navales (DCN), que murieron en el acto. El atentado de origen islámico buscaba castigar a Francia por su aporte tecnológico y por sostener al gobierno paquistaní, que luchaba contra Al Qaeda, y para las multinacionales significó extremar la seguridad de sus empleados, más por “principios de precaución” que humanistas, dado que después los familiares de las víctimas y los sindicatos demandaron a la empresa estatal.
La piratería moderna tiene un impacto macroeconómico. Las multinacionales suspenden sus actividades o las desplazan a otros países. En Nigeria, por los atentados, los secuestros y el robo de hidrocarburos, se calcula que la producción de petróleo se redujo en un 50 por ciento, con impacto sobre el precio del barril. En el caso de Somalia, en el golfo de Adén, por donde pasa el 7 por ciento del petróleo producido en el mundo, los piratas navales actúan a sus anchas. Otro impacto es el del lavado de activos, estimado entre 800 mil y 2.000 mil millones de dólares, entre un 2 y un 5 por ciento del PIB mundial, proveniente sobre todo del tráfico de estupefacientes, armas y personas.
¿Por qué los Estados no han podido acabar con tales organizaciones y sus métodos? En Italia, por ejemplo, porque el monto consolidado de las mafias en la economía es de unos 120.000 millones de euros, un 7 por ciento del PIB del país. ¿Qué política puede tener hoy el proyecto razonable de cortar con el 7 por ciento de su PIB sin tomar un riesgo político mayor, incluido el de carácter electoral? Esta pregunta vale para muchos países –incluyendo Colombia–, cuya economía está ligada a estos capitales sucios.
Y el presidente Santos cree que aquí, en el país de las tres cordilleras, será botando a las empresas extranjeras como se arreglen los problemas de piratería moderna, secuestros, extorsiones, lavado, corrupción, etcétera. Si así fuera, debe postularse a un nuevo Premio Nobel. ¿Cuál? ¿El del Oso?
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