Un extraño olor se siente en el ambiente. En el suelo sobresalen manchas de sangre, y la plaza, que antes estaba llena de manifestantes, ahora se encuentra vacía. No hay duda: el Esmad terminó su trabajo.

Esta escena se ha vuelto parte de nuestra realidad pero no solamente ocurre en las plazas; también en lugares como universidades y barrios. Constantemente las fuerzas represivas del Estado actúan contra los manifestantes con el único objetivo de callar sus voces y disminuir la protesta con ayuda del terror que infunden. Estos hechos nunca han sido actos aislados. Desde su creación en 1999, el Esmad ha cometido miles de abusos, como el uso desmedido de la fuerza, del poder, de armas no convencionales… incluso asesinatos. Es un error dedicar este artículo simplemente a enumerar los crímenes de este cuerpo policial. Por tanto, dedicaremos las líneas a esbozar el porqué de estos actos, su connotación política y el impacto que se busca sobre la población.

Dispersar, aislar y reducir

Desde hace más de 20 años, quienes habitamos Colombia hemos sido víctimas de la implementación del modelo neoliberal; hemos visto cómo por medio de leyes y decretos nos arrebatan la salud, la educación y la seguridad laboral. Podemos decir que este ha sido un período de grandes pérdidas para todos los sectores, pero también es posible afirmar que nunca hemos abandonado la esperanza y seguimos en la lucha por un país más justo e igualitario.

En Colombia, la mercantilización de los derechos no ha sido bien recibida, muestra de lo cual son las constantes manifestaciones contra los gobiernos de turno, que podrán ser distintos pero se enlazan bajo un mismo proyecto económico-político. Los últimos gobiernos sólo han intentado calibrar el modelo para asegurar el crecimiento de la tasa de ganancia para unos pocos, escondiendo sus intenciones bajo discursos de progreso y unidad.

Tal el caso de Santos, cuyo período presidencial se caracteriza por la reafirmación del criticado modelo de sociedad. Por esto, en los últimos meses el descontento social va en aumento, lo mismo que el número de movilizaciones, y con ello el uso del terrorismo de Estado para someterlas.

Ver al Esmad hostigando diariamente en las universidades es ya normal. Toda universidad pública cuenta con varios uniformados y tanquetas a sus alrededores, lo cual deja claro el mensaje: frente a cualquier alteración del orden, se responderá con violencia. En el caso de los otros sectores sociales, es menos común, puesto que sus sitios de trabajo están dispersos y no tienen un lugar común, como lo es para los estudiantes el campus; sin embargo, a la hora de la movilización se vuelve inevitable eludir a estos hombres sin identificación, con armadura negra y mostrando sus armas; son difíciles de ignorar pero es difícil no entender su función al verlos ubicados, separando a los manifestantes de los espectadores: su tarea no es proteger sino aislar y contener la protesta.

Ahora bien, aislar y contener no son las únicas funciones que tiene el Esmad. Su manual de operaciones habla de tres pasos a la hora de actuar: dispersar, aislar y reducir. Cada etapa tiene un nivel de violencia superior, pero en las últimas manifestaciones hemos visto que este grupo fusiona peligrosamente los tres pasos. En el momento de dispersar, usa gran parte de su fuerza –balas de goma, granadas de aturdimiento, gases lacrimógenos e incluso armas prohibidas por su alto poder de daño. La usan apuntando hacia el cuerpo de quienes están protestando, logrando así simplificar el proceso. De un solo golpe logran dispersar, aislar y reducir, pues después del ataque sólo dejan pánico y personas heridas que no logran hacer mayor oposición.

Un ejemplo que muestra claramente esto es la marcha del primero de mayo de 2011, caracterizada por el gran número de heridos y la sevicia con que actuó la policía en su conjunto. Ese día, por medio de la provocación el Esmad logró que la confrontación se diera en un lugar con poca movilidad para los manifestantes, lo que les daba pleno control de la situación, a lo cual le sumaron la modificación de sus armas y el uso de explosivos para causar el mayor daño posible y reducir con mayor facilidad a la gente. El hecho dejó un número indeterminado de heridos, siete de ellos de gravedad, además de una sensación de vulnerabilidad y temor en la población, pues tales hechos contribuyen a que la ciudadanía no se movilice por miedo a resultar herida.

Hasta ahora hemos mostrado que las finalidades del Esmad son reprimir la protesta social y generar miedo en la población para impedir su movilización, pero el Esmad tiene otras funciones, puesto que es un aparato utilizado por el Estado burgués y obviamente está a su servicio. El grupo se utiliza para defender la propiedad privada cuando ésta es atacada y no es conveniente usar armas de fuego por su impacto en la opinión pública, lo cual se demuestra en la toma de tierras en Turbo y Chigorodó por más de 6.000 damnificados por el invierno. Allí, por tratarse de una numerosa población, no era conveniente un desalojo a sangre y fuego, y por ello se envió a cientos de policías antidisturbios que utilizaron todo lo que tenían a su disposición, incluyendo armas de fuego, para retomar prontamente las tierras. Además, aprovecharon que había niños para reducir a la gente con mayor facilidad.

Cada abuso del Esmad genera una reacción, que es estigmatizada por los medios de comunicación del sistema, que muestran como legítima la violencia represiva, aunque ésta se fundamente en el abuso, y como ilegítima la violencia que se desencadena por el hambre y la desesperación. En el momento de redactar este artículo se anuncia la muerte de una niña de tres años a causa de los gases lacrimógenos lanzados por el Esmad para acabar con una protesta contra la erradicación manual de la coca. Tal asesinato no fue anunciado con amplitud por los medios de comunicación al servicio del poder, y quizás el caso quede en total impunidad, como todos los asesinatos cometidos por este escuadrón.

Denunciamos los abusos del Esmad y de las fuerzas militares en general. Pedimos el control político de la policía, la plena identificación de sus agentes, y el respeto a la vida y la integridad de las personas, pero sobre todo hacemos un llamado a la unidad ante estos abusos, sin temor a la represión, ya que el miedo es justamente su finalidad. Si nos unimos, lograremos detener estos abusos y hacerles justicia a las víctimas de la represión estatal.

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