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Hipatia, filósofa de Alejandría

Hipatia, filósofa de Alejandría

1. La herencia filosófica

Durante los siglos VIII y VII a.n.e., el pensamiento se transformó y la historia humana tomó un nuevo rumbo. Hubo cambios radicales en la lengua, las formas literarias, la práctica religiosa, la visión del mundo y el ser humano. El fruto más característico de esta nueva mentalidad fue la aparición del pensamiento racional, de la filosofía, la ciencia y la democracia.

En efecto, filosofía, ciencia y democracia empezaron en el mismo tiempo y el mismo lugar, en los siglos VII y VI a.n.e. en Grecia. La civilización, de la mano de la razón, tiene como fundamento la ciencia y la democracia (filosofía y ciencia formaban una unidad desde Aristóteles hasta Hegel). En su esencia, la filosofía está relacionada con la educación y formación de un nuevo ser humano, propósito explícito en Sócrates (470-399 a.n.e.) y Platón (428-347 a.n.e.). Desde antes, con Jenófanes (570-474 a.n.e.), crítico de toda mitología, la filosofía asume la vida humana y adopta una actitud educadora. Filosofía y ciencia, hijas de la razón, eran antídoto de la superstición, la magia y el fanatismo. Por ellas se llega también a la democracia. Para los griegos, la educación pública se alimenta de filosofía, ciencia y democracia.

La filosofía es amor a la sabiduría en cuanto curiosidad, búsqueda, tendencia y no posesión acabada de la misma. El pensamiento filosófico se inicia cuando nos preguntamos qué son y por qué existen las cosas, cuáles son el sentido y el significado de la existencia y el cambio, el concepto de sujeto, la estructura de la trascendencia, el alcance del conocimiento, y más hondamente qué es el ser. La filosofía es una forma de conocimiento que ofrece explicaciones de los temas que analiza, utilizando la conciencia y los argumentos racionalmente, a diferencia de la fe o la autoridad. La filosofía es un saber de tipo general y totalizante que se pregunta por los macrosentidos; pero también un saber crítico, pues analiza los fundamentos de todo lo que considera y no se limita a aceptarlos ingenuamente sin la existencia de un profundo análisis.

Por tanto, no se confunde con el sentido común (saber no crítico) ni con la ciencia (saber de “algo”) ni con la religión que comienza en los límites de la estricta razón. Se distinguen varios ámbitos de investigación filosófica: Ontología y metafísica (análisis crítico de la estructura de la realidad), teoría del conocimiento, epistemología (análisis del origen, la estructura y los límites del conocimiento), lógica (estudio del razonamiento o el argumento válido), ética (teoría de la acción y las relaciones humanas, de sus valores y consecuencias), estética (teoría de la belleza y la obra de arte) e historia de la filosofía.

Filosofía y democracia emanan del Ágora. Ágora (del griego ἀγορά, asamblea, de ἀγείρω, reunir) es un término por el que se designaba en la antigua Grecia a la plaza pública de las Ciudades-Estado griegas (polis). Era un espacio abierto, centro del comercio (mercado), de cultura y la política de la vida social de los griegos. Por ello, es un concepto clave que hace referencia al lugar público donde se confrontan y dirimen las diferentes doctrinas y cosmovisiones de la vida: el ágora es la instancia de lo público, donde se forma y se ejerce la ciudadanía, y se construye el “bien común”. En la asamblea, hombres y mujeres aprendieron por primera vez a argumentar, a reconocerse como ciudadanos y convencerse unos a otros mediante el debate racional y el pensamiento objetivo.

La historia de la filosofía griega, afirma Werner Jaeger en Paideia, es el proceso de progresiva racionalización de la concepción religiosa del mundo. Con la aparición del yo racional aparece el concepto de verdad, validez universal en el fluir de los fenómenos, ante la cual es preciso que se incline todo arbitrio. A la vez, el mundo se revela como un cosmos; comunidad de cosas y seres sujetos a orden y justicia. La idea filosófica de cosmos representó un rompimiento con las habituales representaciones religiosas. A la vez, se descubre la relación armónica entre sujeto humano y cosmos. La armonía expresa la relación entre las partes y el todo. Mediante la idea de armonía se llega a tomar conciencia del aspecto estructural y sistémico de la legalidad cósmica.

Es peculiar a los filósofos clásicos su actitud espiritual. La consagración incondicional al conocimiento, al estudio y la profundización del ser por sí mismo. A los conciudadanos les parecía paradójico el estilo de vida de aquellos investigadores, indiferentes a las cosas importantes del común: el dinero, el poder, el honor, e incluso la casa y la familia; su aparente ceguera para los propios intereses y su indiferencia ante las emociones y opiniones de la plaza pública. Cuenta Jaeger que Pitágoras (582-500 a.n.e), al serle preguntado por qué vive, responde: “Para estudiar el cielo y las estrellas”. Anaxágoras (500-428 a.n.e), acusado de no cuidar de su familia ni de su patria, señala con la mano hacia el cielo y dice: “Allí está mi patria”.

Ello es así porque consideraron al ser humano como parte del cosmos. Para Heráclito (544-430 a.n.e), el acaecer cósmico pasa por el ser. El logos de Heráclito es un conocimiento del cual se originan al mismo tiempo la palabra y la acción. El conocimiento del Ser se halla en íntima conexión y dependencia con la intelección del orden de los valores y de la orientación de la vida. El logos de Heráclito es el espíritu como órgano de sentido del cosmos; un logos que se conoce a sí mismo y conoce su acción y su puesto en el orden del mundo. Así, en el nuevo orden del mundo formulado por Heráclito adquiere el ser humano un lugar como ser cósmico. Para vivir como tal, es preciso orientar la vida como tal, es preciso que se conozcan y se sigan las leyes y normas cósmicas (todo tiene su sitio y su finalidad en el mundo). Heráclito funda el dominio de la sabiduría cósmica en su original doctrina de los contrarios y de la unidad del todo. La lucha se convierte en el principio del movimiento y el cambio; es “la madre de todas las cosas” (“dominar el mal y soportar las adversidades de la vida es el mejor medio de formar y fortalecer el carácter; vencer obstáculos es la única forma de ser fuerte”). Sólo lo que se contrapone se une; de lo distinto nace la más bella armonía. Es una ley que gobierna la totalidad del cosmos. Todo es uno y lo mismo en su eterno devenir.

La libertad filosófica en Heráclito permanece fiel a la esencia de hombres y mujeres vinculados a la polis, puesto que se siente miembro de una “comunidad” universal y sometida a ella. La penetración de Heráclito en el sentido del mundo representa el nacimiento de una nueva religión más alta, la comprensión espiritual del camino de la sabiduría. Heráclito eleva el “nomos divino” (nomos es, en la filosofía griega, ley de la ciudad) a la categoría de una religión cósmica y funda en la norma del mundo la norma de vida del ser humano filosófico.

El neoplatonismo, también conocido como “escuela de Alejandría”, es la última escuela filosófica clásica, caracterizada por su eclecticismo y su sincretismo. Este sistema filosófico nació en la Alejandría del siglo III y floreció hasta la centuria VI. Es la manifestación tardía del platonismo antiguo y constituye una síntesis de elementos muy distintos, con aportes de las doctrinas filosóficas de Pitágoras, Aristóteles, Zenón y sobre todo Platón, unidas a las prácticas místicas de origen hindú y judío. Por estas características llegó a ser un movimiento filosófico-religioso. El fundador de la doctrina fue Amonio Saccas; pero es Plotino (204-270), quien permanece 11 años junto a él, quien la complementa, la estructura y la profesa.

Plotino nació en Asiut (Egipto). Este filósofo combina el saber pitagórico y platónico con el ascetismo; en consecuencia, resume la tradición filosófica griega y la conjuga con el mundo espiritual de rasgos orientales que dominaban en su tiempo en la costa egipcia. Transforma los sistemas filosóficos clásicos en una religiosidad preocupada por la salvación del individuo a través del conocimiento del absoluto, esencia única de todas las cosas. Tal conocimiento del absoluto es la unión con el ser único. La influencia del pensamiento de Plotino sobre los discípulos los llevaba a entregar sus fortunas a los pobres, liberar los esclavos, y dedicar sus vidas al estudio y la piedad ascética.

El egipcio Plotino interpreta la realidad respetando más las necesidades espirituales e intelectuales del ser humano que la entidad física y objetiva de tal realidad. El neoplatonismo se caracteriza por: i) el Uno como principio supremo; ii) absoluta trascendencia y e incognoscibilidad del Uno, del que emanan todas las cosas y los seres sin que él mismo se modifique o agote; iii) carácter necesario de esta emanación por identificación del Uno con el Bien platónico (cada cosa en el mundo del espacio y el tiempo es lo que es en virtud de su semejanza con su idea universal); iv) todas las cosas son el mismo Uno en un proceso de distensión; v) retorno al Uno a través del éxtasis. La primera sustancia emanada es el nous (término de origen griego que designaba la inteligencia, el espíritu, la razón, la memoria y la mente), y la segunda el alma del mundo, las cuales, junto con el Uno, forman las tres esencias primeras. El conocimiento es un proceso ascendente que depende de la praxis (unión de teoría y práctica) del sujeto.

2. Hipatia, la filósofa

Hipatia (en griego Yπατία) nació, vivió y murió (355-415) en medio de la atmósfera cosmopolita y milenaria de Alejandría, capital de la diócesis romana de Egipto. La ciudad fue fundada por Alejandro Magno (el Grande) en el año 332 a.n.e. en el proceso de expansión del mundo helénico (Alejandro era hijo del rey Filipo II y la princesa Olimpia; su preceptor fue Aristóteles). Es una ciudad portuaria del norte de Egipto, situada en el delta del río Nilo, sobre una loma que separa el lago Mareotis del mar Mediterráneo. Por su importancia geoestratégica, rápidamente se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo. La ciudad fue tomada por los romanos al mando de Julio César en el año 46 a.n.e. El cosmopolitismo, la tolerancia y el politeísmo que caracterizaban tanto a griegos como a los romanos permitieron que en Alejandría convivieran paganos, cristianos y judíos.

Hipatia, hija y discípula del filósofo, matemático y astrónomo Teón, quien le transmitió su pasión por la búsqueda de lo desconocido, fue una importante filósofa y maestra neoplatónica que se destacó además en los campos de la matemática y la astronomía, a comienzos del siglo V. Seguidora de Plotino, cultivó los estudios lógicos y las ciencias exactas, llevando una vida ascética. Escribió sobre geometría, álgebra y astronomía, mejoró el diseño de los primitivos astrolabios –instrumentos para determinar las posiciones de las estrellas sobre la bóveda celeste. Complementario a la cartografía de los cuerpos celestes (confeccionó un planisferio), también se interesó por la mecánica: inventó un destilador, un artefacto para medir el nivel del agua y un hidrómetro graduado para determinar la densidad relativa y la gravedad de los líquidos, precursor del actual aerómetro.

La casa de Hipatia se convirtió en un centro de instrucción adonde acudían estudiantes de todas partes del mundo romano, atraídos por su fama. Educó, entre ellos, a una selecta escuela de aristócratas cristianos y paganos que ocuparon altos cargos; entre ellos sobresalen el obispo Sinesio de Cirene, Hesiquio de Alejandría y Orestes, prefecto de Egipto en el momento de morir linchada por una turba de cristianos hostigados por el patriarca Cirilo.

Hipatia fue popular como consejera de las más altas magistraturas de Alejandría: “Vestida con el manto de los filósofos, abriéndose paso en medio de la ciudad, explicaba públicamente los escritos de Platón o de Aristóteles o de cualquier filósofo, a todos los que quisieran escuchar […] Los magistrados solían consultarla en primer lugar para su administración de los asuntos de la ciudad” (Enciclopedia bizantina del siglo XI, conocida como la Suda).

Sócrates Escolástico, el historiador más cercano a su existencia, escribe: “Había una mujer en Alejandría que se llamaba Hipatia, hija del filósofo Teón, que logró tales conocimientos en literatura y ciencia que sobrepasó en mucho a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiendo sucedido a la escuela de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a sus oyentes, muchos de los cuales venían de lejos para recibir su instrucción”.

Su carácter singular de mujer entregada al pensamiento y la enseñanza en plena tardoantigüedad, su fidelidad al paganismo en el momento de auge del catolicismo teodosiano como nueva religión del Estado romano, y su asesinato a manos de cristianos le han conferido gran fama. La figura de Hipatia se ha convertido en un verdadero mito: desde la época de la Ilustración se la presenta como a una “mártir de la ciencia” y símbolo del fin del pensamiento clásico ante el avance del cristianismo; de igual manera, los movimientos feministas la reivindican como paradigma de mujer liberada. Cuando Teón le sentencia en tono paterno: “Quiero hacer de ti una mujer libre”; Hipatia responde lacónicamente: “Soy una mujer libre”.

Según Damascio, filósofo pagano del siglo VI, la maestra alejandrina era “de naturaleza más noble que su padre, y no se conformó con el saber que viene de las ciencias matemáticas, en las que había sido introducida por él, sino que se dedicó a las otras ciencias filosóficas con mucha entrega”. Hipatia aprendió también sobre la historia de las diferentes religiones que se conocían en aquel entonces, sobre oratoria, sobre el pensamiento de los filósofos y sobre los principios de la enseñanza. Viajó a Atenas y Roma, siempre con el mismo afán de aprender y enseñar. Damascio afirma que “además de conseguir el grado más alto de la virtud práctica en el arte de enseñar, era justa y sabia, y se mantuvo toda la vida virgen”, dato confirmado por la Suda, que sin embargo añade que fue “esposa de Isidoro el Filósofo”. El propio Damascio refiere una anécdota que ilustra la actitud de Hipatia ante el sexo: cuando un discípulo le confesó que estaba enamorado de ella, la filósofa le arrojó un paño manchado con su sangre menstrual, espetándole: “De esto estás enamorado, y no tiene nada de hermoso”.

El obispo Sinesio de Cirene manifiesta con elocuencia la devoción que Hipatia despertó en sus discípulos: en la carta 16 de su epistolario, la saludaba como “madre, hermana y profesora, además de benefactora y todo cuanto sea honrado tanto de nombre como de hecho”.

3. Cristianismo y dogmatismo patriarcal

Teodosio I el Grande había convertido el llamado catolicismo en religión de Estado por el Edicto de Tesalónica de 380, imponiendo la ortodoxia nicena. Ello provocó la reacción de los paganos y las distintas interpretaciones del cristianismo, ahora oficialmente convertidas en herejías que serían perseguidas y erradicadas. A lo largo de las décadas siguientes tuvieron lugar grandes controversias y disputas entre las distintas facciones de cristianos, que llegaron en ocasiones a la violencia. Filósofos neoplatónicos como Hipatia fueron pronto objeto de fuertes presiones. Algunos se convirtieron al cristianismo, pero Hipatia no consintió en ello a pesar de los consejos de sus amigos, como Orestes, prefecto augustal y alumno suyo, que se había bautizado en Constantinopla antes de ir a desempeñar su cargo en Egipto.

En 415 o 416, una turba de cristianos fanáticos asesinó a Hipatia. Cirilo, obispo y patriarca de la sede alejandrina, fue el principal responsable de la muerte de la filósofa. El asesinato se produjo en el marco de la hostilidad cristiana contra el declinante paganismo y las luchas políticas entre las distintas facciones de la Iglesia, el patriarcado alejandrino y el poder imperial, representado en Egipto por el prefecto Orestes.

Cirilo de Alejandría (370-444) fue un eclesiástico romano natural de Egipto, Patriarca de Alejandría desde 412 hasta su muerte. Fue sobrino del poderoso obispo Teófilo, a quien más tarde sucedió como obispo y patriarca de la sede alejandrina. Muchos se opusieron a su nombramiento, quizá por su genio impaciente y dominador. Su episcopado se caracterizó por la presión contra judíos, paganos y otras confesiones cristianas, así como por sus roces con las autoridades imperiales y su lucha de poder con el Patriarcado de Constantinopla.

En algún momento corrió entre los cristianos de Alejandría el rumor de que la causante de la discordia entre Cirilo y Orestes era la influyente Hipatia, amiga y consejera de su ex alumno y presumiblemente opuesta a los abusos del poder cristiano. En verdad, Hipatia nunca enfrentó al cristianismo; como neoplatónica y pitagórica, fue partidaria de la convivencia entre las religiones y las culturas propias del mundo bizantino. En plena Cuaresma, un grupo de fanáticos se abalanzó sobre la filósofa mientras regresaba en carruaje a su casa, la golpeó y la arrastró por toda la ciudad hasta llegar al Cesáreo, magno templo edificado por Augusto tras su victoria sobre Marco Antonio y convertido en catedral de Alejandría. Allí, tras desnudarla, la golpearon con tejas hasta descuartizarla, y sus restos fueron paseados en triunfo por la ciudad hasta llegar a un lugar denominado el Cinareo, donde los incineraron.

Sobre la motivación que Cirilo pudiera haber tenido para ordenar o inducir la muerte de la filósofa, los historiadores han concluido la confluencia de al menos cinco móviles: i) la propia intolerancia del obispo hacia el paganismo y el neoplatonismo; ii) la amistad y la influencia de la filósofa sobre el prefecto imperial Orestes y las clases altas de Alejandría; iii) los deseos de vengar la muerte del monje Amonio, ordenada por Orestes; iv) la hostilidad de Hipatia hacia Teófilo y su sobrino por la destrucción del Serapeo y el saqueo de su biblioteca en 391, que posiblemente la llevara a azuzar el enfrentamiento entre el prefecto imperial y el patriarca; v) el deseo de lanzarle una seria advertencia a Orestes, mediante la muerte de alguien tan cercano como Hipatia.

En resumen, Cirilo es considerado por la mayoría de historiadores y defensores de la ciencia y la filosofía como responsable de instigar una campaña contra la filósofa, como medio de combatir al prefecto imperial y su facción política, contraria a los excesos del Patriarcado. Voltaire, por ejemplo, se valió de la filósofa para dejar clara su aversión por la Iglesia, considerando la muerte de Hipatia “un asesinato bestial perpetrado por los sabuesos tonsurados de Cirilo, con una banda de fanáticos a sus espaldas”. Con ello pretendía demostrar que el fanatismo religioso producía el exterminio de los genios y la esclavitud de los espíritus.

Según Hubert Jedin, historiador de la Iglesia, “el suceso más deplorable en el enfrentamiento entre el paganismo y el cristianismo en Egipto fue la muerte de la filósofa pagana Hipatia, que en 415 fue atrozmente asesinada, tras haber sufrido graves injurias, por una chusma fanatizada”.

Carl Sagan, en el capítulo 13 de su serie Cosmos: Un viaje personal (1980), se refiere a la muerte de Hipatia y la destrucción de la Biblioteca de Alejandría. Según aquél, “en el año 415, cuando iba a trabajar, cayó en manos de una turba fanática de feligreses de Cirilo. La arrancaron del carruaje, rompieron sus vestidos y, armados con conchas marinas, la desollaron arrancándole la carne de los huesos. Sus restos fueron quemados, sus obras destruidas, olvidado su nombre”.

Sobre la quema de los libros de la Biblioteca de Alejandría, Sagan nos recuerda en su obra El mundo y sus demonios: “Los libros son la clave para entender el mundo y participar en una sociedad democrática”. Los fanáticos cristianos, al mando del patriarca Cirilo, convirtieron la Biblioteca, después de su destrucción, en un establo, ruidoso y colorido por cerdos, gallinas y asnos.

Molinaro afirma que la muerte de Hipatia señaló “el fin de una época en que todavía se valoraba a las mujeres por su inteligencia”, y que el cristianismo limitó la libertad de pensamiento y les impuso a las mujeres un modelo de conducta ‘basado en la sumisión y desprovisto de placer’”. En 1988, el novelista alemán Arnulf Zitelmann publicó otra novela más acerca de la filósofa alejandrina, “mártir de la misoginia”, abundando en los tópicos más negros del oscurantismo clerical. En 1882, Cirilo fue proclamado santo y doctor de la Iglesia por el Papa León XIII.

Hipatia confiesa, al tener conciencia del fin inmanente de su vida: “Sigo creyendo en la filosofía”. Cuando Orestes, con su cristianismo pragmático y cínico, y el obispo Sinesio, servil y pusilánime ante la jerarquía, presionan para que Hipatia se bautice y aparente ser cristiana, ella les enfrenta: “Vosotros no cuestionan en lo que creen. Yo debo”.

4. Colofón

La película de Alejandro Amenábar se desarrolla en dos tiempos, mostrando el ascenso imparable del cristianismo en detrimento de una Roma ya cristianizada y moribunda, y un Egipto ilustrado que no ve venir lo que le cae encima. Ágora es una declaración de amor al conocimiento y las ciencias; pero también nos advierte sobre el peligro, aun actual, de todo fundamentalismo retrógrado.

En general, todas las religiones monoteístas son patriarcales y excluyentes. El fanatismo de judíos y cristianos, paralelo en la película, es fruto de quienes, desde un credo monoteísta, se creen en la posesión de la verdad absoluta y por tanto pretenden imponerla incluso por la fuerza. La película retrata con maestría cómo el único elemento que pudiera haberle puesto freno al fanatismo, el poder político, acaba sometiéndose al religioso y deja el campo franco para la aniquilación de quien piensa diferente, en este caso Hipatia.

La revisión de los miles de culturas y etnias que comprenden la familia humana por parte de los antropólogos deja al descubierto que las que tienen un dios supremo que vive en el cielo tienden a mostrarse más feroces, por ejemplo, torturando a sus enemigos, cuando no llegan al paroxismo del genocidio.

Libardo Sarmiento Anzola, economista y máster en teoría económica. Filósofo y especialista en análisis existencial. Catedrático de las maestrías en Derechos Humanos de la UPTC y Economía ambiental de la U. Santo Tomas. Integrante de los comités editoriales de los periódicos desde abajo y Le Monde diplomatique. Investigador, consultor y escritor independiente.

Información adicional

A propósito de la película “Ágora”, de Alejandro Amenábar
Autor/a: Libardo Sarmiento Anzola
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