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Nadie vive la vida de otro

La concepción

Va más allá de la simple unión biológica, cuasimecánica, de un óvulo y un espermatozoide a que algunos objetores del aborto la reducen. Lo anterior en la Naturaleza es común en el reino animal pero rotundamente distinto en la especie humana. En el ser humano, concebir es un acto que implica responsabilidad y consentimiento.

Antes de eso, también está antecedido por un cúmulo multifacético del carácter humano, inherente a la individualidad en su diferencia, tal como su concepción del cosmos o filosofía, su reflexión ética, sus ideologías, sus sueños, sus fantasías, es decir, lo racional y lo emotivo que incluyen sus juicios y prejuicios, sin dejar de lado la religión o cualquier otra creencia.

Desde este nivel humano algo complejo pero que más analíticamente la explica mejor, se debe entender la concepción. Ésta, correctamente asimilada en su magnitud humana, distinta de otros irracionales, implica responsabilidad y consentimiento. Es un acto voluntario del individuo, de la mano con la ética como todas las conductas humanas. Además de que, por ser ético, es individual.

El término “violación” proviene de “violencia”, que implica un acto no consentido; ni siquiera involuntario; invasión no deseada y cuyo rechazo es vitalmente individual por tratarse de un delito. La legitimidad del rechazo de toda invasión a la individualidad corresponde sobre todo al individuo, único protagonista con absoluta exclusividad de ese transcurrir en el tiempo que es la vida. Esta individualidad es imposible de ser traspasada o prestada porque nadie, fuera del propio individuo, puede vivirla, ya que, según Baruch Spinoza, todo ser tiende a permanecer en su existencia. Es fundamental para definir la individualidad. Nadie vive la vida de otro, según Arthur Shopenhauer.

La concepción se está discutiendo impropiamente por algunas personas como una imposición de la sociedad, al pretender imponer condiciones desde el exterior a las decisiones individuales. Un remedo aberrante de que lo público prima sobre el particular, o el derecho del rico o el poderoso priman sobre el pobre o débil.

De acuerdo a una estrecha argumentación de un derecho represivo, se pretende un rechazo por la sociedad contra una decisión personal e individual, manejando ese restringido derecho para meter a la mujer en un zapato chino. Procrear se debe entender dentro de un acto voluntario. Se debe considerar un derecho y vinculado a la voluntad de la persona.

La intrusión violenta en el cuerpo de una persona debe ser reclamada legítimamente como una reacción individual de la víctima. Un derecho en contra de la agresión, derecho a la reparación. Derecho a condenar la falta. No hacerlo es permitir que en un futuro no se pueda condenar la intrusión indebida de un bisturí. Toda persona tiene la determinación (libertad) de autorizar una intervención quirúrgica o de rechazarla.

La mujer tiene, como todo individuo, derecho a proteger su vida; derecho a autodefenderse. La tradición en Colombia de las autodefensas de hecho o de las convivir creadas por acto administrativo no han sido desautorizadas ni constreñidas como ilegales, tampoco llamados a responder sus creadores por los actos consecuentes en las acciones de defender o autodefender la vida.

En el ataque a su cuerpo, la mujer tiene derecho a defenderse y repeler toda consecuencia de una violación, con mayor razón si pone en peligro su vida. Esto aparece como indiscutible ante lo indeseado. Acatar los efectos de una violación resultaría una condena inaceptable para la víctima. Se omite resarcir a la víctima con el pretexto de una salvaje fecundación en la que no ha participado su comportamiento humano.

El aborto es planteado como un derecho y no como un deber, por cuanto depende de ese cúmulo multifacético del humano; es un recurso contra la moderna o reciente esclavitud de la pareja que viene haciendo hábito dentro de la violencia social en que los miembros de las llamadas autodefensas en los barrios señalan a una niña y le dicen “usted es mi novia”.

Vale recordar que en el exquisito imperio romano, como en Egipto, el esclavo, no obstante las diferencias, era considerado como alguien de la familia que participaba de la intimidad de su amo, a quien lavaba, vestía y alimentaba. El faraón, al preguntarles a sus cortesanos por sus familias, incluía a sus esclavos. En la actualidad se descubren personajes que no toman en cuenta el libre albedrío de sus semejantes y quieren uniformizarlos.

Colofón

En incitación al perjurio, se convierte el recurso de objeción de conciencia por una corriente médica. Se desvirtúa el juramento hipocrático y el del costoso ceremonial de los grados. Ni el universitario egresado respeta el espíritu del juramento ante la sociedad. Inclusive desde su matrícula es un cohonestador, aparenta la legitimidad de los demás y clandestiniza su educación. Pésimo mensaje. En la universidad se degradaría la libertad de cátedra y la autonomía académica al admitir el contrabando de la falsedad de conciencia.

Así las cosas, el control y la vigilancia de la educación superior por parte del Estado son declaradamente imperfectos. Se desmembraría el cuerpo académico superior al admitir alternativas de juramentos más laxas según el afán de lucro que se propiciaría en las instituciones al incluir profesionales no universitarios, puesto que “universidad” proviene de “universo”, o sea, inclusión.

Lo correcto éticamente para los objetores de conciencia es que dejen la medicina para quienes tengan vocación humanista. Así se librarán de jurar en vano la constitución y las leyes, con los consiguientes gastos de los poderes públicos y del constituyente primario que no se ha pronunciado en referendo.

*    Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia.  [email protected]

Información adicional

A propósito del debate sobre el derecho al aborto
Autor/a: Carlos García Bustos
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