Una de las grandes y reiteradas quejas que se escuchan al interior del Polo Democrático Alternativo (PDA) se desprende de la ausencia de espacios para el debate político colectivo y la evaluación de sus dinámicas cotidianas. Con origen en sus colectivos de base, los activistas recuerdan que desde prácticamente su origen como fuerza política el Polo no cuenta con eventos colectivos de carácter decisorio donde se puedan revisar la ideología, la política y las formas prácticas, y cómo y dónde se concretan éstas cada día.
No es de extrañar, por tanto, la motivación y el interés que despertó entre los diversos colectivos, equipos, fuerzas y militancia en general el llamado a un Congreso Ideológico, que, aunque proyectado hace varios años, y aplazado de manera indefinida, en reciente reunión de su Ejecutivo Nacional recibió como fecha para su realización la segunda quincena de febrero.
La respuesta desprendida de la citación se mide en la variedad de documentos que circulan sobre el tema en cuestión, los talleres y seminarios citados por región y la motivación generalizada por asistir de manera directa –y no delegada– al evento central. Entonces, llama la atención que, siendo esta la dinámica, el Congreso haya sido degradado a seminario, y, por tanto, de un evento donde se podrían tomar decisiones para corregir el rumbo del partido en aspecto tan importante como el ideológico, ahora solamente se pueda deliberar, eso sí, de todo como en botica.
Para algunos dirigentes polistas, el debate ideológico aún, y a pesar de todo lo sucedido en la vida pública del partido, no es procedente, pues lo ideológico es un tema confuso, poco claro o práctico, y por ello es mejor que en el seminario que ahora ha sido programado para la última semana de abril se debata de todo para decidir sobre nada.
Se olvidan estos dirigentes que en el orden de la ideología se encuentran ética y moral, dos importantísimos temas que pueden explicarnos el porqué del comportamiento de funcionarios públicos elegidos a nombre del partido, los que, una vez seleccionados por la sociedad como burgomaestres, terminan actuando a nombre propio e irrespetando los principios de la organización amarilla, y con ello contribuyendo a degradar la importancia de la política y el interés que por ella debiera tener el conjunto social.
No sobra llamar la atención en que la ideología es un tema sustancial a la hora de caracterizar un proyecto político de izquierda, así ahora sea menospreciado por el pragmatismo politiquero que ha terminado por imponerse en la sociedad moderna, donde prima el llamado realismo político. Esta realidad es lo que propicia que se admita en una fuerza política alternativa a personas u organizaciones que en su vida colectiva –y personal de sus dirigentes– han demostrado hasta la saciedad que no son fieles a ideología alguna, claro, a no ser que se trate de lucro personal.
Importancia menospreciada esta de la ideología, inexplicable para un partido que pretende ser gobierno y poder, es decir, que aspira a liderar la concreción del sueño colectivo de justicia, libertad, dignidad, hermanamiento, paz, soberanía, etcétera, de una nación. Más aún cuando, de la mano de la ideología, caminan aspectos sustanciales para una colectividad y para la vida de cualquier ser humano que se pretende referente, como ética y moral, difuminados en una parte de la dirigencia del PDA en el brumoso espacio del pragmatismo y el reformismo.
Más allá de lo elemental que pueda parecer el asunto, no está de más recordar que ideología viene de ideas, y que sin éstas la política es inexistente. Y que si bien, cuando se trata de definir lo que no debe ser, el discurso de la dirigencia del Polo puede calificarse de coherente, no pasa lo mismo cuando se trata de definir lo que debe ser. No se necesita mucho esfuerzo para estar en contravía de los principios neoliberales, por ejemplo, pero ser propositivo y concreto en las prácticas sociales que los deben sustituir es un asunto de mayor envergadura. ¿Se tiene claro acaso cuáles son las conquistas inmediatas que se persiguen en los diferentes campos de lo social cuando se accede al gobierno? Además, ¿se tiene claro cómo propiciar el apoyo popular y lograr su movilización a la hora de aplicar ciertas reformas estructurales?
Estos son temas en los que no se puede improvisar. La búsqueda real del bien colectivo exige no sólo desprendimiento y entrega sino además claridad sobre la sociedad que se anhela. El mundo se transforma de manera acelerada y el proceso de acumulación de capital se encuentra en una encrucijada que muchos analistas de diferentes tendencias no dudan en calificar como sin antecedentes. ¿No es ese un hecho suficientemente importante que nos obliga a poner en suspenso nuestras estrategias?
El tema es intenso. Como se sabe, son consustanciales a la ética y la moral algunos valores nada despreciables –e irrenunciables en esta hora de crisis del capital– como lo público, lo colectivo, la solidaridad, todos los cuales dan al traste con el individualismo, soporte del afán de lucro, y de la acumulación sin límite que propicia y difunde el sistema vigente, manifestado entre los funcionarios públicos en prácticas como la corrupción, la ineficiencia, el desdén a la hora de prestar su servicio, etcétera.
Precisamente, la importancia de la ideología y su debida atención en un partido, cuyos funcionarios públicos son cuestionados por manejos indebidos de los bienes de todos, pudiera conducir a corregir y poner en marcha muchas decisiones como la de constituir, allí donde salgan elegidos sus candidatos a instancias como presidencia, gobernaciones o alcaldías, unas contralorías populares, instancias de control independientes del aparato del Estado, conformadas por integrantes de la propia fuerza, pero además por personas de reconocido valor civil y ético a toda prueba, sin importar su procedencia política. Hay que buscar así que nunca se vuelva a repetir que un funcionario de elección popular de militancia amarilla irrespete la voluntad y la confianza popular, para que se cumpla a cabalidad no sólo con los bienes públicos sino asimismo con el ideario de su partido.
Una queja y un anhelo
Entre los elementos para el debate que carga el PDA desde su constitución, postergado por las prácticas consolidadas en sus cortos años de vida pública –en que prima el calendario institucional–, resalta el tema electoral, y con él la relación entre dirigentes y base.
Es un anhelo de la base partidaria que este tema se revise. Se cuestiona que el partido concentre todas sus energías en tal forma de lucha, perdiendo de vista que el acceso al poder local puede tener otras rutas, como el control territorial, alcanzable por medio de una extendida presencia y una legitimidad nacida de la implementación de acompañamientos sociales.
Esta, que es una histórica discusión entre las formaciones de izquierda en todo el mundo, en el caso colombiano terminó relegada al cuarto del olvido, elevando a rango de indispensable la presencia en puestos ejecutivos, en el Congreso de la República y en los concejos municipales, derivando de esta decisión pragmática una relación dirigente-base supeditada a lo institucional. De este énfasis –clara manipulación política– se desprenden los liderazgos perpetuos, los mismos que, para hacerse efectivos, terminan construyendo sus clientelas o cultos personales de tan graves y cuestionadas prácticas. Se pierden así el sentido colectivo y transformador de la política y también la propia necesidad y el reto de impulsar en todo momento (si se quiere romper de verdad el orden establecido) una dualidad de poderes a través de la cual la sociedad en su conjunto actúe para darle forma a un nuevo relacionamiento económico-político, del que surja una nueva institucionalidad.
Si bien, como dice Jorge E. Robledo en su entrevista (pág. 11), “lo que se propone el Polo son reformas”, no hay que limitarse a ellas. Por tanto, hay que proponerse sin dilaciones que el partido luche de verdad –como lo dice el mismo congresista en otro apartado de su entrevista– por el poder, para ser consecuente con lo cual debe entender que las reformas son un tiempo y una forma, pero no el todo. De ahí que lo electoral sea una de las expresiones de la política moderna pero no su todo. Los relacionamientos y los acompañamientos sociales son lo fundamental, y con ello las acciones cotidianas de distinto tipo que siembran vida y esperanza.
Reformar significa transformar en algún grado, y por eso no podemos seguir escudándonos en la supuesta imposibilidad de una sedicente ‘revolución’, para esquivar la identificación y la precisión de los cambios más sentidos por los cuales estamos dispuestos a jugarnos en el futuro más inmediato. Y eso, sin lugar a dudas, corresponde al campo de lo ideológico, pues las metas de lo político nunca son ajenas a cosmovisiones estructuradas y materializadas en teorías.
Este es un tema sustancial por discutir a la hora de revisar lo que se entiende por ideología, también, como se sabe, concretada en formas políticas. Es una temática sustancial de revisar, no sea que de nuevo, como ha sucedido por varios años, las discusiones orgánicas queden supeditadas a la agenda oficial o institucional, en este caso el afán por la campaña de 2014, para que así continúe primando en el Polo la instrumentalizada relación dirigente-base, sin afán de poder pero sí con vocación de reformas.
También buscan espacio
Así como desde la base territorial se pretenden espacios y cambios, otro sector también reclama lo mismo: los intelectuales. Como se sabe, una importante cantidad de éstos integra las filas amarillas o está dispuesta a colaborar en su labor reflexiva, investigativa y legislativa. Pero, menospreciando tal ofrecimiento, semejante cantera de conocimiento es relegada por la dirección polista. De manera extraña no se integra un organismo asesor del Ejecutivo Nacional que funcione regularmente, atendido por una tríada delegada por los elegidos a la conducción polista. Sería un organismo que tenga carácter consultivo, que brinde opiniones sobre todos los temas, que lidere investigaciones de distinto orden, que proponga agenda legislativa y acompañe hasta donde estén dispuestos los debates que se desprendan de su ejercicio.
A este organismo asesor se podrían integrar otros conocedores, en este caso no salidos de la universidad sino de la vida misma: abuelos indígenas y campesinos, dirigentes sociales de distinta procedencia, líderes naturales de amplio reconocimiento territorial. Se integraría de este modo, sabiamente, el conocimiento consuetudinario con el racionalismo académico, esto es, las fibras de la academia con las de la vida, que sin duda harían una bella integración y un sabio acompañamiento a la dirección del PDA.
Y de su mano, como un anhelo siempre reclamado y nunca atendido en forma cabal, la constitución de una escuela de formación humana, ética, política, económica y social, que comparta conocimientos y saberes con toda la militancia, en un esfuerzo por profundizar en una identidad y dibujar entre todos el proyecto social, nacional e internacional que requiere nuestra sociedad y que anhelamos para el mundo como un todo que se particulariza en una parte: Colombia.
Todos estos son, sin duda, temas que se desprenden de la ideología, la que nunca se puede despreciar si de verdad se aspira a que el Polo algún día sea un verdadero referente de gobierno y poder.
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