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“Manifiesto por la vida, rechazo a la megaminería”

“Manifiesto por la vida, rechazo a la megaminería”

“La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá.
¿Entonces, para qué sirve la utopía? Para eso: sirve para caminar”.

(Eduardo Galeano)

 

El 5 de junio de 2012, bajo un sol canicular que calentaba el municipio cordillerano de Pijao (Quindío), niños, mujeres jóvenes, adultos, indígenas, campesinos, autoridades departamentales, hicimos un canto a la vida, a la esperanza, como símbolo de resistencia contra la política depredadora de la minería a cielo abierto.

 

Desde nuestras danzarinas cascadas de las verdes montañas y el embrujo de nuestro esmeraldino paisaje cultural cafetero, en homenaje, y haciendo honor a los guerreros pijaos y al cacique Calarcá, desde la Plaza de Bolívar de este bello poblado nos concitamos alrededor de defender la “pacha mama”, poniendo como principio fundamental la defensa de nuestros recursos naturales, sustento de vida.

 

En un país de muchos sueños frustrados y de muchas esperanzas vigentes, acunado por dos océanos; bañado por tres ríos arteriales en cuyas fuentes nadie padecería de sed; con abundantes riquezas naturales que contrastan con la miseria de la gente; con una prolija diversidad cultural en la cual se hablan 86 lenguas indígenas, despliega sus alas un joven departamento (Quindío) que bordea los casi 50 años de vida administrativa, amenazado ahora por una gran cantidad de multinacionales que pretenden expoliar sin compasión sus entrañas.

 

En la vertiente occidental de la Cordillera Central, rodeado por los páramos de Chili, Cumbarco y Barragán, y por los dulces y mansos ríos Santo Domingo, Barbas y Verde, con palmas que le hacen cosquillas al cielo, miradores que otean las estrellas; con campos aromatizados por el café y cuchicheados por suspiros de guadual; con una rica historia cultural que habla de indios que hacían cantar al oro y lo convertían en chispeantes ánforas y poporos; con un pasado de resistencia indígena liderado por el ventrudo cacique Calarcá, con una población aproximada de 600.000 personas, el Quindío se encuentra enajenado en un 70 por ciento de su territorio a las grandes multinacionales mineras.

 

Antes fue el terremoto que dejó en la miseria a miles. Luego la crisis económica de finales de los 90s, producto de la cual gran cantidad de familias fueron desmembradas, con sus miembros viajando a otros mundos en busca de mejor presente e irrenunciable futuro. Ahora la minería a cielo abierto cubre con su manto siniestro al departamento y encuentra profusas desigualdades socio-económicas como caldo de cultivo para hechos peores: la pobreza, legada por el pasado y aupada por el neoliberalismo; la exclusión de vastos sectores sociales, la concentración del poder político en pequeños reductos familiares que mantienen su dominio gracias al clientelismo y la corrupción, todo lo cual ha desvencijado los magros presupuestos municipales, declarados en su mayoría “paisaje verde cafetero”.

 

Los problemas que se generarán con la minería de gran escala serán de índole política, económica, social, cultural, ecológica. Harán que esta región se convierta en todo un infierno social, como es característica en otras tantas del país donde se explotan recursos naturales.

 

Con estos antecedentes, los manifestantes del 5 de junio exigimos al gobierno nacional que se respete la dignidad del pueblo quindiano, no permitiendo que continúe este modelo de desarrollo depredador. Con la pujanza de esta tierra cafetera, como hace 500 años, debemos empuñar la lanza pijao, defender el territorio Kakataina, preservar nuestra identidad cultural; defender el agua, el oxígeno. No se requieren leyes ‘leguleyas’ para saber que estos son derechos básicos fundamentales.

 

¡Sin maíz no hay país! ¡Queremos chicha, queremos maíz! ¡Fuera multinacionales del país! Fueron éstas las consignas constantes que se gritaron al unísono en las calles de Pijao.

 

Está comprobado que la minería de gran escala atenta contra la seguridad y la soberanía alimentaria de nuestra región. El cianuro, el mercurio, la dinamita, no pueden ser la política de desarrollo sustentable que nos prometen.

 

Proponemos desde este manifiesto proteger y volvernos custodios de nuestras montañas, porque ellas hacen que la madre naturaleza nos brinde la mejor obra pictórica que es nuestro verde andino. La segunda y definitiva independencia es, y tendrá que ser, contra las multinacionales, los nuevos invasores de este continente.

 

Para completar este aterrador panorama, la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos hará que toda su normatividad esté por encima de la legislación nacional, garantizando y blindando a las multinacionales para que sigan explotando en forma indiscriminada nuestros recursos naturales. Además, la agricultura para agrocombustibles y el reemplazo de las semillas autóctonas por transgénicas harán que las futuras generaciones padezcan hambre y sed. ¡La paz empezará cuando terminen el hambre y la miseria en nuestros pueblos!

 

Como dice el gran pensador y titán de las letras latinoamericanas Eduardo Galeano, la violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo.

 

¡Una vez más el Quindío se alza y se pronuncia contra la megaminería!

Información adicional

Pijao, Quindío.
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