El descubrimiento del bosón de Higgs es, sin dudas, el más grande acontecimiento en el campo de la física en los últimos 50 años. Esta hazaña, fruto de 20 años de trabajo por parte de un equipo interdisciplinario de más de 3.200 científicos de 180 universidades del mundo, trabajando aunadamente, tiene numerosas implicaciones, alcances y significados en diversos planos. Quisiera considerar aquí tres significados filosóficos, así:
La ciencia contemporánea, particularmente a partir de comienzos del siglo XX hasta la fecha es alta y crecientemente contraintuitiva. Es decir, la percepción natural no es suficiente –y, en muchas ocasiones, incluso no es necesaria– para explicar o comprender los fenómenos de la realidad. El último giro de esta tendencia es el reciente anuncio del descubrimiento del bosón de Higgs. El acelerador de partículas en el CERN ayuda a ‘visualizar’ el bosón, cuya realidad, análogamente a los quarks, ha sido demostrada matemáticamente, aunque no físicamente. Y ciertamente no en términos físicos, si por ello se piensa en la física newtoniana que se ocupa(ba) de masas, cuerpos, volúmenes y magnitudes macroscópicas. La realidad del mundo se funda cada vez en el universo microscópico, y con ello en la física cuántica y los fenómenos subcuánticos.
La física cuántica es la física de partículas y fenómenos microscópicos, aunque también de fenómenos macroscópicos que existen o se plasman en la escala macroscópica, tales como los rayos láser, los superconductores y otros. Lo singular es que existen, adicionalmente, fenómenos y procesos de escala subcuántica, que son aquellos que tienen lugar en escenarios distintos de los de las partículas, tales como las cuerdas, las branas, las m-branas, y otros. La física ha abandonado el paradigma newtoniano, en rigor el de la mecánica clásica, según el cual la física se ocupaba de cuerpos, masas, volúmenes y magnitudes en el sentido visual o perceptual. La realidad física es mucho más que la de la material, e incluye también como procesos fundamentales a la energía y la información. La física ya no se ocupa de qué es y cómo es la realidad, sino de qué podemos decir acerca de la realidad.
El modelamiento y la simulación, el desarrollo de nuevas matemáticas y el trabajo conceptual y de imaginación se erigen cada vez más como factores determinantes para dar cuenta de los fenómenos y procesos más fundamentales de la realidad del universo y la naturaleza.
El (eterno) debate ciencia-religión y cosmología
El bosón de Higgs contribuye enormemente a la comprensión del origen y el desarrollo del universo. Así, el primer campo importante de reflexión es la cosmología, que, si clásicamente perteneció al mito y la religión, se hace ciencia particularmente a partir de la década de los 1970. Los acontecimientos que le dan estatuto científico propio han sido los descubrimientos según los cuales la totalidad del universo que literalmente vemos es tan solo el 4 por ciento. El otro 96 es materia oscura y energía oscura. Vemos demasiado poco de lo que constituye al universo. Pero esta es otra historia.
El estatuto científico de la cosmología desplaza a lugares cada vez más alejados del foco principal a la religión y muy particularmente a la teología. Esto es, cuestionan enormemente el papel que la divinidad desempeña en la explicación del orden natural. Pues, bien, el bosón de Higgs logra explicar cómo en el primer segundo del Big Bang las partículas comienzan a tener núcleo, y con ello masa, y así, a diferenciarse para crear la materia que constituye el universo. Tanto la del 4 por ciento conocida –y que es el objeto de la química inorgánica y orgánica en sus niveles y procesos fundamentales– como, incluso, verosímilmente, del restante 96 por explicar.
La epistemología de la nueva física y el Modelo Estándar
Como quiera que sea, la física forma parte de la investigación de punta según la cual los fenómenos y procesos reales se explican cada vez menos con base en lo que percibimos en el sentido habitual de la palabra. Así, la ciencia amplía magníficamente no sólo el espectro de la realidad sino además el de nuestra propia comprensión respecto a lo real. Para decirlo en términos elementales, lo real ya no es lo que está ahí como las cosas, lo actual y lo evidente. La realidad es una construcción que coincide con la historia misma de la investigación.
En otras palabras, el conocimiento ya no es algo que sucede exclusivamente del lado del sujeto y que se dirige al objeto como a una realidad exterior diferente. Antes, bien, en el acto de conocimiento, sujeto y objeto son contemporáneos. Esto es, la historia –del descubrimiento– del objeto es simultáneamente la historia –del descubrimiento– del sujeto por parte de sí mismo. Sólo que, hoy día, el sujeto ya no es, como fue en toda la historia de la humanidad occidental, un agente individual. Por el contrario, el sujeto es hoy una comunidad de investigadores de diferentes disciplinas y tradiciones que cruzan lenguajes, enfoques e intereses disímiles a partir del hecho de que comparten una preocupación común.
De manera particular, las relaciones entre bosones y fermiones nos enseñan que, desde la física, ya no se habla de fuerzas (en contraste con lo que sucede en las ciencias sociales), pues éstas son en realidad el resultado de interacciones y cruces entre partículas. De esta suerte, el conocimiento del universo que nos rodea y que somos nosotros mismos no se explica con los supuestos de la epistemología y la filosofía clásicas, desde los griegos hasta aquella que se proyecta hasta los años 1980 (posmodernismo, etcétera). Ya no es sostenible ningún tipo de dualismo (sujeto/objeto, mente/cuerpo, etcétera); por el contrario, accedemos a un universo de complejidad creciente, que a cada paso se explica con los nuevos descubrimientos y las nuevas explicaciones, y no con base en la tradición. Manifiestamente, nos encontramos en el centro de una revolución científica y tecnológica. Este es apenas el comienzo de una historia aún más sugestiva y apasionante.
* Profesor titular Universidad del Rosario
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