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La búsqueda de vivienda en la inmensa ciudad

La búsqueda de vivienda en la inmensa ciudad

Para muchas familias conseguir vivienda es un sueño frustrado. Se dice que Bogotá tiene un déficit de 300.000 nuevas unidades residenciales, una altísima cifra para una ciudad que dice no disponer suelo para la construcción de nuevos proyectos urbanísticos. Y la población sigue en crecimiento acelerado. Después de tantas advertencias frente al modelo poco planificado que se explayó por la Sabana, los amoblamientos de la urbe ahora presionan mucho más hacia los municipios cercanos. Bienvenidos a la ciudad-región que esconde, como expresión física del asentamiento humano, la realidad económica del Sistema Mundo Capitalista.

El déficit de vivienda en Bogotá es fruto de un proceso complejo de urbanización. Las cifras manejadas por la alcaldía señalan 258.046 hogares sin habitabilidad. Una población clasificada, según el Dane, por dos tipos de déficit: los que no tienen disponibilidad de vivienda, un déficit cuantitativo en el que se encuentran 116.529 hogares. Otros 146.517 están con déficit cualitativo, es decir, en viviendas que no cumplen los requisitos habitacionales establecidos por estructura de materiales, cohabitación de varios hogares en una misma vivienda, hacinamiento no mitigable que indica la presencia mayor de 3 a 5 personas por cuarto, la ubicación de la cocina al interior del mismo dormitorio, y el acceso a servicios públicos domiciliarios.

Para remediar esta realidad, el Distrito contempla programas como: cupos para vivienda nueva, subsidios para la adquisición de vivienda usada, para mejorar condiciones estructurales de la vivienda o cupos de arrendamiento. Todos son insuficientes para responder a la demanda. Pero a su vez, proyectos cada vez más insostenibles debido a la relación inversamente proporcional entre el crecimiento urbano y el agotamiento del suelo. Por ejemplo, se estimó en el 2009 que cada año se pueden construir 140.000 unidades de vivienda, al tiempo que se constituyen 185.000 nuevos hogares. Eliminar ese déficit habitacional implicaría construir en Bogotá 30 veces Ciudad Salitre, o 60 veces Ciudadela El Recreo, u 84 veces Ciudad Tunal. En todo caso la ciudad sigue extendiéndose como lo muestra los cuatro proyectos de Metrovivienda: Operación Nuevo Usme, Ciudadela Porvenir, Nuevo Usme y la Palestina. Proyectos de Vivienda de Interés Social (VIS) precarios: una hectárea para 100 unidades residenciales.

Hace poco, Economistas Urbanos Asociados, una empresa de investigación en mercado y opinión calculó que la cifra es mucho mayor, alrededor de 1´300.000 hogares, que en su mayoritaria pertenecen a los estratos dos y tres, una población que ascendería a cinco millones de personas, el 63,7% de ellas viven en el sur de la ciudad, entre barrios populares, donde el promedio de personas por cuarto es de 3,72 y a su vez viviendas donde habría 1,7% hogares, lo que refleja de manera clara el grado de hacinamiento que existe. La firma sostiene, además, que 629.033 familias pagan arriendo en Bogotá.

La ausencia de vivienda es aprovechada para criticar la administración Petro. La Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol) señala, por boca de su subgerente Martha Moreno, el incremento del déficit en 57.000 viviendas por año, su preocupación no es por quienes carecen de una vivienda propia sino por la caída del sector de la construcción. Presión mayor se puede deducir de las declaraciones del Ministro de vivienda, ciudad y territorio, Germán Vargas Lleras, por la caída en el desarrollo de proyectos de vivienda, ciertamente molesto porque contaba con la construcción de la Ciudadela Campo Verde en Bosa. Al Ministro solo le importaba que esas 85 hectáreas sumen a la meta de cumplir las 8.000 VIP, así las familias estén en evidente peligro por el desbordamiento de los ríos Tunjuelo y Bogotá.

La dinámica urbanística en Bogotá ha sido poco planeada, potenciada además, por un acelerado crecimiento demográfico producto de constantes procesos migratorios y la misma dinámica natalicia. Un proceso urbanístico que el geógrafo francés Jacques Aprile llama “colonización de caracol”: llegar en situación de arrendatario, en inquilinato, para pasar como propietario a la periferia1.

Pasado y presente

Para 1954 Bogotá ya anexaba seis municipios cercanos, pero el crecimiento desordenado no fue tomado en cuenta por las alcaldías de entonces. Los gobernantes durante mucho tiempo hicieron oídos sordos al tipo de modelo de urbanización, llamados que ya tenían estudios académicos, por ejemplo el realizado en 1969 por el Centro de Investigaciones para el Desarrollo de la Universidad Nacional (CID) bajo la dirección de Louchin Currie, donde hacía un llamado para cambiar el modelo de crecimiento extensivo en bajas densidades a uno más compacto en el centro, pero la administración Barco no tomó las recomendaciones de los estudiosos. El proceso de desarrollo urbano capitalino se hizo afectando los municipios de departamentos cercanos, como Tolima y Cundinamarca.

Se permitió que la ciudad creciera de manera informal, a través de tomas de predios no reconocidos o en riesgo, junto al loteo y la venta de la piratería, de esa manera su periferia se extendió más allá de lo mitigable. Ahora la Administración tiene que afrontar también una política de vivienda que busca, por seguridad física la reubicación, el reconocimiento formal de predios que no tienen titulación, o brindar subsidios para mejorar la habitabilidad y estructura de vivienda. Hoy son muchas las familias que no tienen más opción que exponerse en zonas de alto riesgo. La Dirección de Prevención y Atención de Emergencias (DPAE) priorizó en el 2007 a 4.545 familias ubicadas en zonas de alto riesgo no mitigable, en lo recorrido de estos 5 años sólo se ha logrado reubicar 1.303 de ellas. Las demás tendrán que esperar la posibilidad de reubicarse o el peligro de un desastre. En la actualidad los programas atienden los reasentamientos, titulación y mejoramiento de vivienda en los Cerros Orientales, Operación Tunjuelito, Relleno Sanitario Doña Juana y Río Bogotá.

Las últimas administraciones de la capital tratan de modificar el ordenamiento territorial que traía la urbe, pero priorizando el mercado y el capital transnacional, con proyectos de renovación urbana como el Plan Centro y el Anillo de Innovación. Y esto sin resaltar el negocio especulativo inmobiliario potenciado por los desplazamientos internos, o la especulación con el suelo a través de proyecto como la Operación del aeropuerto. Y aquellos que siguen en la lógica expansiva como la operación Nuevo Usme que busca acercarse a los Llanos, o como Santa Mercedes en localidad de Suba, en la expansión del noroccidente de Bogotá.

La ciudad región Sabana

El gobierno nacional considera que para el 2020 la Sabana tendrá un déficit de 919.000 unidades de vivienda, 712.000 en Bogotá. El propósito con la urbanización en la región central Sabana es construir 649.454 VIS junto a 351.534 no VIS. Una inversión de 78,3 billones de pesos que provienen en su mayoría del crédito de ahorro hipotecario.

En estos momentos se adelantan macroproyectos, al estilo de la Ciudad Capital, como Ciudad Verde en Soacha, o Pesqueros y Ciudad Florecer en Mosquera. Una investigación analiza a Bogotá en dos experiencias que se relacionan con la Región Central2. La primera abarca los departamentos de Boyacá, Cundinamarca, Meta y Tolima, donde se evidencia un crecimiento demográfico mayor que el registrado por la capital de Boyacá, en municipios como Duitama, Sogamoso Villa de Leyva y Chiquinquirá, o hacia Lérida, en el Tolima. En esta relación también hay que tener en cuenta que existe una alta población rural en Cundinamarca y Boyacá, éste último único departamento que concentra el 69.1% de su población en zona rural. La segunda es la Mesa Regional entre Bogotá y Cundinamarca, que al tomar los trece municipios de área de influencia de Bogotá contabilizaría 900.825 habitantes, según la investigación los municipios más cercanos a la ciudad son los que presentan mayor densidad.

Dentro de la asociación de municipios cercanos a la capital hay unos que ven con recelo algunos efectos de la ciudad en su entorno, como Cota, Cajicá y Chía. Por otro lado están quienes quieren tener un tipo de asociación, los más afectados por el crecimiento de la misma ciudad, como Madrid y Soacha. Ya comenzaron a valorizarse los suelos en estos municipios: en Chía su valor se ha multiplicado cinco veces; en Cajicá su incremento también ha sido significativo.

Contrario a ciudades como Nueva York y Madrid, donde producto de su planeación un importante porcentaje de su población vive en los municipios del área metropolitana, en Bogotá sucede lo contrario. Aunque tarde, la importancia de asumir una planeación regional concertada no debe dilatarse más.

En las ciudades del actual mundo capitalista se concentra más de la mitad de la humanidad, una frase que convocó la sexta sesión del Foro Urbano Mundial en la ciudad de Nápoles. Lo más preocupante es que se espera que la cifra alcance los dos tercios de la población total en poco más de una generación. La próxima sesión del Foro en Medellín –2014– seguirá abordando temas de equidad, economía y ecología urbana.

El 60% de las ciudades han crecido sin ninguna planificación, generando grandes asentamientos humanos donde los centros de trabajo están distantes de los barrios. Las zonas urbanas reflejan una forma de organización de las ciudades con el capital expresada en la relación entre concentración y expansión geográfica de la tensión centro-periferia.3

Para América Latina y el Caribe la concentración en las áreas urbanas llega hasta el 80% de la población según ONU- Habitad, en donde una de cada cuatro personas es pobre. A nivel nacional son 2.216.863 hogares que viven en arriendo en viviendas sin habitabilidad, el 76% vive en zonas urbanas principalmente en las ciudades de Cali Medellín, Bucaramanga y Bogotá. La región sabana de la ciudad capital concentra el 43% de ese déficit de vivienda urbana. Es por eso que el problema de las ciudades no tiene una solución en los mandatarios de turno, ya que vivido es la forma como el mundo globalizado habita el planeta.

Notas

1 Aprile-Gniset, Jacques, (1992) La ciudad colombiana: siglo XIX y siglo XX. Talleres Gráficos Banco Popular, Bogotá.
2 Rincón Avellaneda, Patricia (2006). “El tema de la vivienda en Bogotá desde el territorio de la Región Central del país”, en Revista Bitácora, enero. pp.136-147.
3 Harvey, David (2007) Espacios del capital. Hacia una geografía crítica. Ediciones Akal, Madrid, p. 265.


Recuadro 1

Esperando toda la vida una bendición


Al cruzar el portón de esa casa esquinera, asombrado recordé el primer piso que era la tienda de esquina en el barrio de mi infancia. La señora Lucrecia es la dueña de la casa, desde que la recuerdo siempre me pareció muy anciana, pero se conserva siempre igual. Después de liquidar la tienda encontró en el arriendo y los pequeños préstamos a interés, una forma de vivir.

Allí Nora Patricia, una mujer de 32 años me invita a la sala. Un espacio que comprendía mis recuerdos como la zona principal de la tienda, con un mostrador de madera en la esquina del fondo, dos mesas, cada una con tres butacas hacia la pared de la ventana que da a la calle. De frente lo que era en algún tiempo el lugar de la máquina electrónica con la que me inicié en los videojuegos y el orinal de la tienda que entre la modificación de la casa y el olvido del recuerdo todavía no sé ubicar.

Fui a entrevistarla porque mi mamá la conoce. Me comienza a relatar su historia de vida, vivir en Bogotá toda su vida sin conocer que es tener casa propia. Incluso su mamá también toda la vida ha pagado arriendo. Y ninguna de las cuatro hermanas de Nora tiene hasta el momento vivienda propia. El abuelo tenía una propiedad con los hermanos. La mamá de Nora se fue de la edificación de sus tíos –en la séptima con once sur– cuando tenía unos 23 años. Toda una vida pagando arriendo.

Alguna vez el papá de Nora pensó en tomarse algún predio dejado en el proceso de reubicación de las familias del barrio Malvinas. Un barrio informal fundado con el auspicio de la insurgencia en el año de la guerra de Argentina e Inglaterra, y colindante con el barrio Guacamayas. Ella lleva en ese piso siete años. Su primer hijo llegó a los 20 años, pero al papá del niño lo mataron. Después conoció al progenitor del segundo, un niño de de cinco años que nos acompaña en la conversación mientras cambia canciones en el celular de su mamá, pero se separó del papá de Nicolás. En la actualidad convive con una tercera persona con quien tiene un bebé.

“Yo me enteré del arriendo por mi hermana que vivía en una pieza del segundo piso. Ahora ella vive con mi mamá por los lados de aquí abajo”. Nora cancela mensualmente la suma de 270.000 pesos, que incluyen los servicios .La dificultad de pago se presenta cuando se termina el periodo académico, pues trabaja en un colegio. Cuando eso sucede se rebusca para trabajar por días.

Conseguir casa es algo que sueña. Significa para ella una bendición, pero no piensa mucho en ello. Tiene claro que con un mínimo no alcanza para sostener una cuota para VSI o VIP, ni que hablar de créditos bancarios. Mucho más escéptica pues su hermana buscó hace cuatro años un subsidio de vivienda que ofrecía la alcaldía. “Ella fue al Cade aquí en el comunal, pero nunca le salió. No sé si será suerte. Se cansó y retiró la plata que tenía ahorrada. Mi mamá dice que quizás fue porque ella dijo que vivía con marido. Allá le dijeron que lo mejor que podía hacer era meter esa plata (2.400.000 pesos) en un banco dizque para tener un… como se dice… no rentabilidad sino crédito. Mi hermana la menor junto con el marido esperan que les entreguen un apartamento allá en Soacha”.

Nora responde sin rodeos, tiene claro que con los ingresos que tiene no cumple los requisitos para acceder a alguna oferta de vivienda. Seguirá como su mamá, esperando una bendición y pagando la pena.


Recuadro 2

El drama de cada día

El drama de la vivienda en Colombia lo sufren a diario miles de familias, las cuales tienen que hacer rendir sus escasos pesos para garantizar el pago puntual del alquiler y así garantizar que no los desalojen.

Pero la precariedad de los ingresos mensuales obliga no sólo a vivir en arriendo sino, además, a compartir vivienda con otras familias, acomodándose, como se pueda, en una pieza, compartir, además, cocina y servicios sanitarios. Es el famoso inquilinato.

En ocasiones, para fortuna, las casas que arriendan piezas están organizadas con varias cocinas y baterías sanitarias, una por familia, lo cual alivia la cotidianidad.

En no pocas ocasiones, las familias se las arreglan para resguardarse en casas de madera, paroi o latas, lo que para la mayoría de estas es transitorio, pero no faltan las excepciones: familias que a pesar del paso del tiempo, y de contar con un lote amplio, no tienen con qué construirlo: es el caso del señor Carlos Rodríguez, habitante del barrio Potosí, en Bogotá, que se tiene que acomodar con sus 12 hermanos en un área “construida” de 20 metros (“…se ha construido con prefabricado reciclado 10 metros cuadrados, y entre pedazos de madera y lata otros 10 metros”), pues no tiene con qué edificar los 112 metros del lote que posee. Carlos trabaja por días, su esposa arregla casas, pero ninguno de los dos tiene estabilidad en sus oficios, lo cual hace de sus ingresos algo irregular y totalmente insuficiente. Con paciencia acceden al baño, y con cariño cocinan “… como somos familia, en una sola olla”.

En otras ocasiones, los progenitores arriendan a sus hijos, con lo cual se aseguran sus ingresos, y aunque son la misma familia, en verdad terminan siendo varias parejas e hijos al interior de una misma casa. Es lo que le sucede a Asdrúbal Tapasco, que con su familia (esposa e hija), comparte vivienda con su madre y padre, pero también con la familia de su hermana (5 integrantes), 10 personas en total, cancelando $150.000 por la pieza de 3 x 5 que habita. Él vive tranquilo, a pesar de lo pequeño del espacio, pues al fin y al cabo comparte espacio con su familia, y reafirma, “…si estuviéramos viviendo en otro lado, el caso sería más complicado”.

Y es consciente de ello pues la casa cuenta con un solo baño, lo cual los obliga a organizar muy bien su uso. Para la cocción de los alimentos “hay dos cocinas; una que comparte mi núcleo familiar con el de mi mamá, y la otra que la utiliza solo mi hermana con su familia…”.

Pero también hay otras situaciones, como la de Karen Julieth Cabal Castaño, cuya familia –de 4 integrantes– comparte espacio con otras dos familias. La suma de las tres familias da 12 personas en una sola casa. La ventaja que ella destaca del espacio que alquila es que tienen servicio de baño y cocina independiente. Por estos lujos deben cancelar, como arriendo, $280.000 por mes.

La situación más común es la del simple alquiler de casa, así sea estrecha, como la de Aura Cardona, que habita con sus progenitores y tres hermanos en un área de 7 x 3 metros, y cuyo alquiler asciende, más o menos, a $ 250.000.

Para todos los entrevistados, con salarios que escasamente alcanzan al mínimo, en su mayoría inestables, el anhelo de casa propia los acompaña desde siempre, y la realidad del arriendo los tormenta. Esta es la realidad de un barrio en Bogotá, pero con seguridad se encuentran fotos idénticas por todo el país.

 

Información adicional

Déficit de vivienda urbana en la región de la Sabana
Autor/a: Edwin Guzmán
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