El rechazo de los grandes constructores a las exigencias que la administración Petro les está presentando, tratando con ello de regular el crecimiento de la ciudad y favorecer la construcción de edificios para Vivienda de Interés Social (VIS), invita a una mirada histórica y global sobre estas temáticas. Lo colectivo y el derecho a vida digna de nuevo destacan como prioridades para infinidad de familias que sobrellevan su cotidianidad bajo la dictadura del mercado.
Los hechos específicos que desatan las grandes conflagraciones sociales se convierten, a menudo, en simples anécdotas que no en pocos casos se marginalizan rápidamente por los analistas y los mismos protagonistas. Tras esos sucesos, sin embargo, además de la fuerte carga simbólica que normalmente contienen, terminan rebelándose las verdaderas razones del estallido.
En el caso reciente de Turquía, la resistencia de un grupo de ambientalistas al derribo de los árboles del parque Taksim Gezi, con el que se daba inicio a la destrucción de ese espacio público para la construcción de un centro comercial, fue de inmediato convertida por el primer ministro, Recep Tayyip Erdoğan, en una simple disculpa de la oposición para lograr mediante la fuerza lo perdido en el campo electoral. Y los analistas más sesudos descubrieron rápidamente que la verdadera motivación no era otra que la reacción contra la islamización de la nación y, por tanto, la defensa de un modelo laico para el país.
Sin el ánimo de discutir que las razones del descontento pueden ser múltiples y que detrás de la respuesta tan rápida y masiva seguramente se encuentran motivos de ese calibre, lo que no parece conveniente olvidar es que las protestas contra los megaproyectos constructivos ya se habían presentado, y que obras como un tercer puente sobre el Bósforo (que quiere demostrar una integración total con Europa) o un aeropuerto adicional han suscitado fuerte resistencia, pues se consideran lesivos del patrimonio natural.
La urbanización acelerada de los países periféricos, que se ha caracterizado por consolidar ciudades duales, en las que coexisten pequeñas áreas con todo tipo de comodidades al lado de tugurios donde se carece prácticamente de todo, y la lenta pero segura polarización de las urbes del llamado primer mundo que han visto un no tan lento crecimiento de las desigualdades (en los 34 países de la OCDE el índice de Gini pasó de 0,29 en la década de los ochenta del siglo pasado a 0,316 en 2010), amenazan con crear verdaderos estallidos de violencia. La muerte por la policía de un inmigrante en Estocolmo, en mayo de éste año, dio lugar a una serie de disturbios por cuatro noches consecutivas. Hecho que ya tenía antecedentes en marzo del 2007 cuando un grupo de jóvenes se enfrentó a la policía por el cierre y desalojo de un centro juvenil no convencional.
Pero no sólo es en Suecia, país que siempre ha ocupado lugares de privilegio entre las sociedades con más garantías, pues en París y en otras ciudades francesas, jóvenes migrantes, en octubre de 2005, respondieron las agresiones policiales, con un saldo de más de 10 mil vehículos y algunos edificios públicos incendiados. Ese mismo año también Londres vio los embates de la furia callejera, en una muestra que los problemas latentes de las ciudades modernas no son asuntos coyunturales.
¿Jaulas de concreto?
El predominio demográfico de lo urbano es un fenómeno reciente. En la primera década del siglo XX, en los países del centro capitalista el 20% de la población era urbana y en los países de la periferia tan sólo el 5% residía en las ciudades. En 1950, el promedio mundial de la tasa de urbanización alcanzaba el 29,1%; en 1980 subía diez puntos y llegaba a 39,2%, y en 2008 la población urbana supera por primera vez a la población rural. Se prevé que para 2050 el 70% de los habitantes del planeta se concentrarán en las ciudades. El caso de China es paradigmático de como los procesos de urbanización alcanzan ritmos cada vez mayores, pues la tasa de urbanización de ese país entre 1963 y 2003 pasó de 17 a 39%, es decir que en cuarenta años, según Naciones Unidas, tuvo un cambio que demoró en Inglaterra 120 años y en USA 80.
Las entidades multilaterales estiman que entre 2010 y 2015 cerca de 200 mil personas se adicionaran a la población urbana cada día (alrededor de 73 millones al año) de las cuales el 91% lo hará en países de la periferia. Las preguntas que surgen, entonces, tienen que ver con las condiciones que deben afrontar los nuevos urbanistas, pues las condiciones de la contratación laboral que se imponen, impiden a las nuevas generaciones de trabajadores flexibles devengar un salario que les permita acceder como propietarios a una vivienda. En España, en 2012, cuarenta mil familias entregaron sus viviendas por incapacidad para pagarlas, inaugurando una era de desalojos que apenas comienza. El economista de ese país, Santiago Niño Becerra, pronostica que en 2050 lo predominante serán los mini-apartamentos arrendados, y que la propiedad inmobiliaria será exclusividad de las élites.
La reducción del espacio físico de habitación ya se vislumbra como una consecuencia de la reducción de ingresos que se impone como norma sobre las sociedades “posmodernas”. El alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y el de San Francisco, Ed Lee, han propuesto construir ‘minipisos’ entre 26 y 30 metros cuadrados, destinados inicialmente a personas que vivan solas (estudiantes y solteros jóvenes, principalmente) para reducir los costos de alquiler. Pero, como van las cosas, es difícil creer que los mínimos se detengan ahí, pues en Pekín el ingeniero Huang Rixin, inspirado en los “hoteles cápsulas” de Japón, construye apartamentos-cápsulas de dos metros cuadrados en los que tan sólo hay espacio para una cama pequeña y cuyo servicio de baño (localizado fuera del edificio) es colectivo para el conjunto de mini-apartamentos. ¿Cabe duda que el capital también marcha hacía la expropiación absoluta del espacio, y hacia la reclusión física de los trabajadores, literalmente hablando, en jaulas de concreto? Los 35 metros cuadrados de las llamadas Viviendas de Interés Prioritario (VIP), que en Colombia se ofrecen como soluciones al problema de la habitación no son más que un resultado de la agudización del proceso de expropiación de las condiciones de vida de los trabajadores a las que nos ha llevado el capital.
La ganancia contra la vida
El predominio de la lógica capitalista en la creación de lo urbano tiene fuertes implicaciones sobre la suerte de los cada vez más numerosos millones de personas que llegan a habitar en las ciudades. Al llamado problema de la “escasez del suelo”, que tiene que ver, en buena medida, con el hecho que los terrenos, para ser urbanos, tienen que contar con toda una serie de equipamientos colectivos (redes de alcantarillado, de agua potable, de energía eléctrica, viales, entre otros), que normalmente provee el Estado, y hacen de éste un bien altamente costoso en el mercado, se suma el relativamente elevado volumen de las inversiones en la industria inmobiliaria, que la convierte en un sector altamente concentrado, y con todas las prerrogativas de los oligopolios en la imposición de los precios.
El caso de los insumos no es diferente. En la industria cementera, por ejemplo, las cinco empresas más grandes controlan más de la mitad de la capacidad de producción mundial. Lafarge (Francia), Holcim (Suiza), Cemex (México), y FL Smith son las más importantes. Estas empresas han entrado en una etapa de automatización, que ha llevado a que el empleo en esa industria caiga dramáticamente mientras aumenta considerablemente la producción. La última de las nombradas instaló en Tongling, China, un horno con capacidad de producir 12.000 toneladas de cemento por día. China es, de lejos, el primer productor mundial generando el 54% del total. De más está señalar que se trata de una de las industrias más contaminantes, y que sus efectos colaterales no son contabilizados.
Que se piense en mini-apartamentos no implica que los constructores vayan a obtener mini-ganancias, todo lo contrario, pues la industria de la construcción se proyecta como una de las más prometedoras en las décadas siguientes. Según el estudio de las firmas de investigación Global Construction Perspectives y Oxford Economics, cuyos datos más importantes ha reproducido la prensa del sector inmobiliario, se prevé que éste se expandirá 5,2 por ciento en promedio cada año, superando el crecimiento del PIB global. Del 11% que el sector de la construcción representa en el PIB mundial, se pronostica que en 2020 pasará al 13,2%. En sólo siete países –China, India, Estados Unidos, Indonesia, Canadá, Rusia y Australia– se concentrará el 65 por ciento del crecimiento de la construcción mundial en el 2020. Se considera que en ese año la industria de la construcción china abarcará el 20% del total.
Fue el geógrafo francés Henri Lefebvre, el primero en llamar la atención sobre las implicaciones de permitir que los espacios urbanos fueran organizados única y exclusivamente por los intereses del mercado. El sólo hecho que la ciudad sea una entidad en la que lo público es estructural debe obligar a la reflexión acerca de la importancia que la regulación y lo político deberían tener en las decisiones que atañen al ordenamiento territorial urbano.
Sin embargo, la mercantilización creciente de los espacios de socialización, ha dado un peso aún mayor al valor de cambio sobre el valor de uso, y en consecuencia se han sacrificado en grado sumo las satisfacciones colectivas en las ciudades para favorecer las ganancias. Siendo –como es la ciudad– un constructo netamente humano, es aberrante que en su estructuración sean las personas lo último que se tiene en cuenta cuando el espacio o las condiciones de su ocupación se alteran. Por eso, la eliminación de parques públicos se ha constituido, en más de una ocasión, en causa de conflicto social. El geógrafo escocés Neil Smith cita en su trabajo sobre la gentrificación el caso icónico del Tompkins Square Park de Nueva York en 1988, como un ejemplo de desplazamiento social resistido por los grupos subordinados. De ahí que no se debe minimizar la causa original de las protestas en Turquía. En Colombia, no se podría aceptar, tal como se propone, que la redensificación tenga lugar a costa, por ejemplo, de algunos terrenos de la Universidad Nacional.
La ciudad se parcela en porciones cada vez más pequeñas, y las llamadas fronteras invisibles se multiplican aceleradamente, haciendo del encierro el sello de la ciudad futura. Los guetos no son el caso exclusivo de las minorías raciales, sino que la discriminación social, de género y de creencias asume su parte. El espacio cada vez más estrecho al interior de las viviendas se replica en el exterior en forma de accesos reales a espacios cada vez más reducidos de la totalidad urbana.
Colombia, siguiendo la ruta
A partir de 1965, se inicia en Colombia el período de predominancia de la población urbana sobre la rural. Pero, es a partir de los años setenta cuando las ciudades comienzan su proceso de modernización. La industria inmobiliaria, propiamente dicha, aparece a mediados de los cincuenta, años en los que se da inicio, aunque aún de forma incipiente, a la construcción de vivienda en altura. En la actualidad se considera que el 74% de la población del país es urbana, muy dentro de la línea de los países latinoamericanos, cuya tasa de urbanización en promedio es la más alta del mundo, en obediencia a un sector servicios dominante, sostenido por rentas extractivas.
El PIB de la construcción ha aumentado su participación en el PIB total y pasó de representar 4,3% en el 2000 al 7,5% en la actualidad. Sin embargo, el déficit de vivienda supera los dos millones de unidades, y la brecha se sigue abriendo si se tiene en cuenta que los hogares nuevos en Colombia superan los 280 mil, mientras que al año se construyen a lo sumo 200 mil viviendas licenciadas. Lo que significa que anualmente, al menos 80 mil hogares refuerzan la vivienda informal o el hacinamiento.
El déficit habitacional en Bogotá se estima entre 250 mil y 300 mil viviendas, con una oferta cada vez menor de vivienda para los sectores de menores ingresos, pues mientras que al inicio de 2008 la oferta de vivienda de interés prioritario (VIP) representaba en promedio el 10% de la oferta total de vivienda, en diciembre de 2011 descendió a su nivel más bajo con una participación de apenas el 2% del stock disponible. En el 2012 representaron apenas el 5% del mercado, según la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol).
Está claro que el mercado no es solución para una necesidad vital como la de la habitación, por lo que es hora de denunciar aún de forma más fuerte que la primacía de la ganancia en la construcción es negación de la vida para los de más bajos ingresos. El sólo hecho que se haya legislado sobre la obligatoriedad de destinar el 20% de las áreas que se van a construir a la oferta de vivienda de interés social ha llevado a los constructores a una casi-huelga de hecho, y a hundir las modificaciones al Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Modificaciones que si bien no plantean soluciones de fondo, pues la redensificación en el llamado Centro Ampliado ha sido una idea fallida desde los setenta del siglo pasado con el programa de “ciudades dentro de la ciudad”, de Lauchlin Currie (que pretendía renovar, entre otras, zonas como San Façon, Las Aguas y San Bernardo), o el Plan Revivir la ciudad, propuesta del Banco Central Hipotecario en 1986 (centrado en la redensificación de Chapinero), por lo menos insiste en una regulación mayor del crecimiento de la ciudad.
Pero, lo importante es entender que la gestión de la vida a través del mercado nos ha conducido a los mini-empleos (conocidos en Europa como mini-jobs, porque se trata de trabajos a tiempo parcial), los mini-salarios (que se quieren seguir acortando), y ahora las mini-viviendas, en un esfuerzo de expropiación y reducción extremo que pretende adelgazar la vida del trabajador hasta el punto de hacerla invisible para sí mismo y sus congéneres.
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