Cambiar es posible
Entró a discutirse en La Habana el tema de la Participación Política, segundo punto de las negociaciones concertadas entre las farc y el Estado colombiano, representado por el gobierno de la “Gran Coalición Nacional” en cabeza de Juan Manuel Santos Calderón. Este punto, de abordarse por parte de la insurgencia con dedicación y esmero, deberá marcar un quiebre al régimen clientelista, conducente a producir grandes cambios en la estructura política del país.
Estas son unas negociaciones estratégicas para el país. Nunca antes un grupo político o militar de oposición al sistema tradicional –representado en el clientelismo– había tenido la oportunidad de contar a su favor con el asesoramiento de expertos y el apoyo de una opinión pública favorable, dispuesta a buscar la forma de bloquear la masiva compra de votos, adecuación de contratos y entrega de empresas y entidades de todos los colombianos a los políticos y empresarios liberales y conservadores, para su perpetuación en el poder. Por tal motivo, las farc tienen una responsabilidad histórica, ante sí y ante el pueblo colombiano, para por lo menos iniciar el desmonte del clientelismo político tradicional y así poder cambiar las llamadas costumbres políticas.
Reformar para cambiar
Ir a elecciones por elecciones en Colombia no tiene sentido, pues así no se afecta la estructura clientelista de su régimen político, así se diga que el acceso a algunas alcaldías por partidos y/o movimientos políticos o personajes de izquierda es una demostración de que la llamada vía legal da sus frutos. Así lo han entendido las farc, razón por la cual han declarado que el cambio del sistema político beneficiará a todas las fuerzas democráticas y de izquierda del país.
No puede ser de otra manera. Por ejemplo, competir con Roberto Gerleín1 en el Atlántico y sus aliados conservadores, acompañado del reducto del namismo en supervivencia, es pelea de tigre con burro amarrado. Esto en razón a que cientos de miles de votos son negociados entre los centros del poder político de dicho departamento y el Registrador Regional, además de los municipales, ya sea por medio de acuerdos a los cuales se llegan antes de una contienda electoral, como también a través de grandes y masivas compras de votos concretadas ante los ojos de la ciudadanía y de los medios de comunicación, teniendo como protagonistas a grandes comerciantes de la calaña de el Pipa, el “negro” Venancio y compañía. Así se conserva el poder económico de la gran contratación y las clientelas amarradas en torno a la burocracia oficial.
Se dirá ante esta crítica que “se gobierna con los amigos”. Y tienen razón. Más, no se gobierna con la corrupción y amedrentamiento social hacia la burocracia del Estado colombiano. En una democracia representativa los gobiernos son para ejecutar la obra política que se gana en la contienda electoral. Pero otra cosa es la perpetuación de castas políticas amparadas en el clientelismo rampante de la compra de votos, jurados de votación, registradores, acceso directo a la contratación estatal, poder omnímodo sobre la burocracia, favores con ganancias para las multinacionales y grandes grupos económicos del país, disposición de información privilegiada, etcétera, factores que determinan la perpetuación de un régimen político que ya cuenta con dos siglos.
El régimen clientelista colombiano ha sido tan penetrante, que hasta fuerzas que se dicen de izquierda –como el Polo Democrático–, se han permeado de tal praxis, como fue patente durante la administración de la alcaldía de Bogotá en cabeza de Samuel Moreno, quien contó con el apoyo de comunistas, moiristas, ex trotskistas, verdes vergonzantes, ex M-19 oportunistas, sindicalistas arribistas y corruptos.
El clientelismo está tan arraigado en la estructura política colombiana, que forma parte de la idiosincrasia del pueblo, hasta el punto de constituirse en elemento cultural de la nación, teniendo presente que la clase dominante ejerce fuerte poder sobre lo que comúnmente se denomina masa, No es descabellado señalar, por tanto, que las masas populares han sido educadas con una mentalidad opuesta a sus propios intereses. Tengamos presente que “La clase dominante ejerce, pues, su poder, independientemente de los compromisos materiales con otras fuerzas sociales, no solamente por medios de coerción, sino además por su visión del mundo, es decir, una filosofía, una moral, costumbres, un sentido común que favorecen el reconocimiento de su dominio por las clases dominadas”2.
Un dominio y un control constante. En la costa Atlántica, el sur de Bogotá y demás barriadas populares de todo el país, al unísono electoral, un sector de los desposeídos se lanzan como hordas mongólicas a ver que pescan de las migajas que el clientelismo ofrece. Cuando Mockus tuvo posibilidades electorales de derrotar a Santos, sin contar por supuesto con las equivocaciones y el ego de los verdes, multiplicado entorno a su entonces candidato, sobre los usuarios del Sisben y otros programas sociales se organizó toda una campaña para señalares a los beneficiarios del “pan social” las consecuencias que traería un gobierno mockusiono sobre los desposeídos. Estos, por supuesto, se inclinaron en masa en voto por Santos.
En Barranquilla el sur de la ciudad es dado a la venta masiva del voto, incluso durante los mejores momentos del cura Hoyos. El clientelismo cultural en Barranquilla era, y sigue siendo, presa fácil, “corrales de vacas amarradas” contratadas para votar por Gerleín, Name y demás caciques. El “negro” Venancio y el Pipa, para sólo citar dos ejemplos, trasportan millares de personas convertidas en reses al matadero clientelista ante los ojos de toda una ciudad para comprarles el voto y posteriormente la vida. Otro tanto sucede en Sucre y Bolívar donde la dinastía García Romero Zucardi –hoy en la cárcel por paramilitarismo y corrupción–, se apresta a continuar con el apoyo de sus vástagos y hermana (Teresa García Romero) la compra de votos para perpetuarse en el poder. Parafraseando a Giovanni Sartori, elecciones libres con imposiciones clientelistas no libres no conducen a nada.3.
Como vemos, romper el nudo gordiano del clientelismo necesita más que leyes y acuerdos profundos en La Habana, pero algo es algo. Se requiere, además, inversión en educación de calidad, que permita salir de la miseria y pobreza a las masas hambreadas que venden el voto. Pero también se necesita una fuerza democrática y de izquierda unida, que entienda que en el Olimpo, a pesar de lo pequeño, pueden caber todos los dioses que se quiera, siempre y cuando no predominen más el personalismo, la avaricia, la prepotencia, el ego, los supuestos discursos históricos hegemónicos, la historia de partidos y movimientos con siglas y consignas del pasado, el autoritarismo, la marrullería, el seudo vanguardismo, el personalismo, etcétera, que han caracterizado a la izquierda colombiana a través de los tiempos.
Lamentablemente en nuestro país la expedición de leyes es una constante, y con todo y eso, las leyes son pasadas por la faja como la han demostrado las actuaciones de las Cortes, el Consejo de Estado, de la Judicatura y la Procuraduría, entre otras instancias. En tal sentido, mucho menos atención se tiene ante lo que no está escrito. Por estas razones, no en vano las farc están exigiendo una constituyente que avale los acuerdos a los cuales se llegue con el gobierno Santos. En tal sentido, se requiere de una reforma escrita sobre los acuerdos de paz entre el establecimiento y la insurgencia armada, lo cual por sí solo no es plena garantía de nada, pues el establecimiento por otras vías –el legislativo– puede burlar lo acordado, como ya sucedió con la Constitución de 1991.
Esta es la manifestación del poder. Es una realidad histórica que nos marca y afecta como nación y como república. No sobra recordar por tanto que, “El hecho de tener una constitución no resuelve nada, a menos que se cuente con un aparato de interpretación y aplicación”.4
Cambios en la estructura política
He aquí parte de los cambios esenciales que requiere nuestro sistema político, electoral y judicial, tendientes a desmontar la gran armazón del régimen clientelista que impera en el país. No sin antes aclarar, que se deberá definir claramente lo que se entiende por oposición, ya que a futuro no sería extraño que todo lo ganado en La Habana beneficie al uribismo (hoy llamado Centro Democrático) o al conservatismo, cuando deseen transitar estos partidos políticos por el desierto de los puestos burocráticos a los cuales han estado históricamente acostumbrados.
Un sistema electoral con circunscripción nacional y regional, de tal manera que los partidos sean exponentes del llamado de los dos países: el centro y la periferia. El Senado debe pasar de los 100 a los 120 miembros, en donde se elija por mitades. Una lista nacional y otras regionales. Las farc debe hacer valer el peso de las regiones o departamentos en donde ejercen dominio, de lo contrario tendrían que “pelear” con las clientelas establecidas, entrando a la competencia electoral en desventaja. Antes que regresar a la circunscripción departamental, a la oposición democrática le conviene es la circunscripción regional. El umbral del 3 por ciento debe mantenerse, ya que es inconcebible que una fuerza política que aspire al poder central no sea capaz de aglutinar un mínimo sector de la población del país. Las coaliciones electorales deben aceptarse como parte del juego electoral, al estilo holandés.
La farc deberá continuar con su exigencia de representación de las llamadas Zonas Campesinas. Es parte de su razón de ser. El sistema deberá entenderlo, pues de no hacerlo sería no reconocer una razón de ser de la política de la insurgencia. Por lo menos dichas zonas deben jugar un papel preponderante en el ámbito de las Asambleas Departamentales, e incluso en la Cámara de Representantes.
En esta perspectiva, hay que destacar el sistema electoral de Puerto Rico, nada menos que colonia de los Estados Unidos, que posibilita designar –en aquellas circunscripciones sin resultados favorables para la oposición– representantes en lo que en nuestro país son los concejos municipales, distritales y asambleas departamentales.
La mecánica electoral debe sufrir un profundo cambio, comenzado por introducir el voto electrónico. El conteo de votos debe darse el mismo día y continuar hasta donde sea necesario, de tal manera que se acabe con el resultado del día siguiente, con el cual se facilita el imperio de las tácticas fraudulentas (cambios de resultados de la noche a la mañana) nacidas y desarrolladas en Soledad y Sabanalarga –Atlántico–, práctica hoy extendida en todo el país, incluyendo a Bogotá, en donde políticos mañosos de la costa Atlántica, especialmente de Barranquilla, se están tomando las Registradurías Zonales del Distrito Capital en asocio con Convergencia Ciudadana.
Esto debe cambiar. La Registraduría del Estado Civil debe ser un organismo neutral, con presencia de todos los partidos políticos; la asignación de registradores departamentales y municipales deben salir de las esferas clientelista y pasar a concursos de méritos con carrera administrativa, en donde la oposición contará con cabida en la dirección de la entidad denominada Función Pública. Por su parte, la compra de votos debe pasar a ser de tipo penal tanto para el comprador como para el político beneficiario.
El control a la financiación de las campañas deberá ser una norma para la transparencia electoral. Hay que lograr el final de la llamada financiación “por debajo de la mesa”, realizada por los grandes grupos económicos del país, los contratistas y las empresas multinacionales, con lo cual buscan incidir posteriormente en las leyes aprobadas por el legislativo.
Pero más que la Registraduría, el Poder Electoral debe formar parte de la quinta esencia del Estado colombiano, con amplia presencia profesional y de la oposición en toda su extensión. La reforma del mismo deberá ser de acción nacional, no de coyuntura, con participación de todas las voces del país, en forma amplia, transparente y de cara a la academia.
Organización parlamentaria. La oposición deberá contar con asientos en las Mesas Directivas del Congreso y las Comisiones. La política internacional y económica será compartida con la oposición. No más cónclaves secretos.
El sistema judicial debe ser de los colombianos. No más cooptaciones entre los miembros de la Rama Jurisdiccional, pasar a la carrera judicial por méritos, no más distribución equitativa entre liberales y conservadores. Las principales universidades con reconocimiento de sus facultades de Derecho deberán trazar la ruta de los jueces y magistrados, sobre todo de quienes concursarán en igualdad de competencia para impartir justicia de manera transparente.
La carrera administrativa deberá ser igual en la Fiscalía, la Procuraduría y la Contraloría. La Función Pública con participación de la oposición lineara las competencias de la profesionalización. Los supernumerarios deberán acabarse en todas las instancias del Estado colombiano. No más profesionales del derecho “mendigando” por sus cargos en el Congreso. El ministerio de Justicia deberá recobrar su papel en la dirección de las leyes y la organización judicial del país. Es tiempo de demostrarle al pueblo colombiano que la justicia no puede seguir siendo el espacio en donde familias liberales y conservadoras se reparten los puestos de padres a hijos y de ahí a nietos y allegados.
El papel de los medios de comunicación. En La Habana se deberá definir acceso a medios propios en radio y televisión. El espectro del país es riquísimo como para poderle asignar frecuencias de radio y televisión a la oposición. La pauta oficial deberá ser parte de la financiación de los medios alternativos. Casos de sequía publicitaria deberá ser cosa del pasado. Pero la izquierda deberá aprender a saberle llegar al pueblo colombiano con productos de calidad. De La Habana las farc no pueden salir sin contar con medios electrónicos asignados para ejercer su acción política, y sin propiciarle al resto de la izquierda que acceda a otras tantas frecuencias y medios comunicativos.
El cumplimiento de los acuerdos debe darse en la práctica, no en el papel, para lo cual las farc tendrán línea directa tanto en los ministerios como en Planeación Nacional. La comunicación no debe ser con mandos medios, de lo contrario el cumplimiento de lo acordado se verá torpedeado. Los apoyos a las zonas campesinas y demás acciones por ejecutar en el campo deberán contar con presupuesto previamente designado y con representación de las farc en las correspondientes oficinas estatales.
Finalmente, enfatizar que el futuro de la izquierda y de las fuerzas democráticas del país depende de ellas mismas, por lo cual tendrán que saber convivir en el Olimpo político diversos dioses, así no se gusten unos con otros. Por ello es conveniente tener presente a Bobbio, cuando dice: “Aquellos que se declaran de izquierdas dan mayor importancia en su conducta moral y en su iniciativa política a lo que convierte a los hombres en iguales, o a las formas de atenuar y reducir los factores de desigualdad”5.
Pero ojo, en el país también existe un sector medio y de profesionales que esperan realidades, y no discursos, por lo que se deberá dar por terminado definitivamente el famoso “debate histórico” de los años 60 y 70 del siglo pasado, con la claridad de que el “socialismo real” soviético y sus satélites cayó estrepitosamente, la China es la máquina capitalista de la explotación laboral descrita por Marx en El Capital, el heroico Vietnam camina a pasos agigantados gracias a las maquilas y Cuba hoy depende del dólar que llevan varios millones de turistas extranjeros, sí como de las remesas de más de dos millones de cubanos entonces denominados “gusanos”.
* Magíster en ciencia política, universidad de los Andes. Magíster en periodismo, universidad de Bielorrusia. Especialista en gerencia social, ESAP
1 Ver el caso de las llamadas Cédulas de el pueblito, en donde el senador Roberto Gerleín se vio vinculado a un caso masivo de compra de votos sin que nada hubiera pasado, http://www.semana.com/nacion/articulo/lluvia-cedulas/76185-3, http://www.semana.com/opinion/articulo/un-orador-palabras/77923-3 (Artículo de Daniel Coronell en la Revista Semana), https://www.facebook.com/permalink.php?story_fbid=368475566590046&id=256643334439937 (Los mochileros de Soledad – Atlántico).
2 Macciocchi, María Antonietta. Gramsci y la revolución de occidente, Editorial Siglo XXI, 1977, pp. 153-154.
3 Sartori, Giovanni. ¿Qué es la democracia?, Altamir ediciones, Bogotá 1994, p. 55.
4 Elster, Jon. Regla de mayoría y derechos individuales, La Política, 1998, Paidós, Madrid, p. 36.
5 Bobbio, Norberto. Derecha e izquierda, Taurus, 1995, p. 15.
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