La epidemia de fiebre amarilla que se dispara por el país, saca a la luz pública sus causas reales: un modelo de salud centrado en la asistencia-curación de la enfermedad, que prioriza lo comercial, lo privado y lo individualista. Un modelo, que desde la expedición de la Ley 100 de 1993 debilita la responsabilidad estatal en estos temas, descuido al máximo el componente de promoción-prevención y de salud pública, en donde las coberturas de vacunación cayeron y la vigilancia epidemiológica perdió importancia.
Todas las caras de inquietud y temor que se ven en las extensas filas de personas que buscan la vacuna, parecen preguntar por la responsabilidad del Estado, por la prevención, por la Red Pública Hospitalaria deteriorada o en crisis ante la obligación de autosostenerse que le coloca la Ley 100. ¿Dónde está la prevención de la empresa privada?
La verdad también cura
No fue posible, frente a la magnitud de los hechos, que el Estado -a través del Ministro de la Protección Social y los Secretarios de Salud de Cartagena y Guajira- encubrieran la existencia de un brote epidémico de fiebre amarilla al multiplicarse las muertes derivadas de esta enfermedad tropical.
Es importante decir que esta epidemia sale a la luz pública con fuerza por su letalidad (capacidad de producir muerte), pero hay que precisar que no es la única. La situación de salud en este aspecto es dramática, son muchos los casos de dengue clásico, dengue hemorrágico, sarampión e incluso de casos de rabia humana, que podrían -en determinado momento- llevar a declarar epidemias de estas enfermedades.
No se les haga raro que dentro de poco, en este curso definido por el actual modelo de salud, reaparezcan casos de polio (enfermedad inmunoprevenible controlada en el país desde hace varios años) como otra revelación de lo nefasto para la salud del pueblo colombiano de la Ley 100 y de la necesidad de reorientar el accionar y la responsabilidad del Estado en materia de salud.
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