
La pandemia generada por el Coronavirus –Covid-19– es la primera pandemia en el marco de un mundo globalizado, diferente de suma cero. Todas las demás pandemias conocidas en la historia de la humanidad sucedieron en un mundo de suma cero. Este es el primer reto grande de un modelo globalizante. Precisamente por ello la crisis desatada. Estudiamos el significado de esta crisis. Mientras tanto, nueva información mucha información, sólida y espuria se produce en el mundo. La crisis demanda un momento de reflexión, aunque son posibles numerosas líneas de análisis.
Un virus de la familia Coronavirus, en este caso Covid-19, conmueve y somete a la humanidad a una crisis en ascenso. El mismo fue identificado por primera vez en la provincia de Wuhan, en China, en noviembre de 2019. Fuentes oficiales del Departamento de Estado de los E.U. rápidamente lo llamaron “virus de China”. Lo que debía ser un fenómeno local, regional o a lo sumo nacional, se convirtió muy pronto en un problema global. El primer hecho que hay que señalar es que el ritmo de contagio del virus es exponencial, y que todas las estructuras –mentales, políticas, sanitarias y militares– para enfrentarlo son lineales. Este es el verdadero problema.
Nadie vio venir el virus y la pandemia, y por tanto nadie supo cómo enfrentarlo. La consecuencia fue una reacción: de la ciudadanía, del sector salud, de los políticos y gobiernos. Lo que los llamados “tomadores de decisiones” (sic) no entiende es que en política, en debates científicos, en deportes o en contextos militares y de policía, cuando se reacciona se llevan todas las de perder, pues la iniciativa la lleva la otra parte; en este caso, el virus. No hay nunca que reaccionar: esto no se entiende, y constituye un segundo hecho dramático, de enormes costos en todos los sentidos. Los ritmos de contagio se miden ya en escalas logarítmicas, lo que indica un problema serio, muy grave.
Simple y llanamente, la prevención es inmensamente menos costosa que la reacción. Ningún político, gobierno, Estado, corporación o miembro del sector salud ha entendido esto, hasta la fecha. Debido a estas circunstancias el crecimiento de los contagios es exponencial.
Gracias a estas dinámicas, los virus usan a los seres humanos para viajar y expandirse por el mundo. Al fin y al cabo, son sistemas vivos, o casi, algo sobre lo cual volveremos.
Presumiblemente, el origen del virus estuvo en el consumo de carne de murciélago en Wuhan, una costumbre inveterada en la China. El hecho es que el 99 por ciento de los virus tienen un origen zoonótico; es decir, el vector de transmisión es de animales a humanos. Las reacciones anteriores a otras epidemias y pandemias, notablemente Sars, la influenza, Mers, el Ébola y el Zika fueron tardías y lentas y de escala local. La interface seres humanos-animales es algo que no puede evitarse ni detenerse, mucho más allá de las preferencias o gustos alimenticios en algunas culturas o pueblos.
La diversidad de ecosistemas combinada con la diversidad biológica, específicamente de especies de mamíferos y de migraciones de aves es directamente proporcional a la diversidad viral.
En esa misma dinámica, las rápidas transformaciones demográficas, el cambio climático y los viajes globalizados constituyen tres factores, fuertemente entrelazados para el crecimiento de la pandemia. Estos tres factores comportan aspectos económicos, financieros, de estilos de vida, y de sistemas de producción y consumo, conjuntamente con factores ecológicos y biológicos. He aquí la complejidad.
Frente a un cuadro tan complicado y complejo como el anterior, abundan las noticias, vehiculadas prima facie, por mucha opinión. Nada es más peligroso para la ciencia y la vida que la opinión, pues ésta es esencialmente acrítica. Mucho ruido, mucha basura (= fake news), muchos lugares comunes y mucha desinformación corre, lo cual genera miedos y pánicos a numerosas escalas. El miedo es un inmunodepresor ya muy confirmado. De esta suerte, la inmunodepresión constituye un factor propicio para el contagio, la enfermedad y ocasionalmente la muerte. Vivir con miedos no es vida.
Virus: ¿qué son?
El problema que plantean los virus tiene que ver con el meollo del más apasionante de todos los problemas: qué es la vida. El problema es muy reciente, y nace apenas en 1944 gracias a un programa de investigación formulado por E. Schrödinger, uno de los padres de la física cuántica. Se trata del libro: ¿Qué es la vida? Primero, erróneamente, debido a Aristóteles, se creyó que la vida estaba constituida en reinos. Desde 1977 en adelante, gracias a C. Woese se supo que no existen reinos en la naturaleza, y que los dominios de la vida son tres: eukaria (plantas, animales, hongos y protistas, básicamente), archea (esencialmente extremófilos) y bacteria (todas las bacterias, incluidos los seres humanos). Siempre quedó el problema de los virus.
En su expresión más básica, los virus son paquetes de RNA y DNA, las cadenas básicas de ácidos que hacen posible la vida; sin embargo, no se replican. Constituyen un complicado conjunto de moléculas que incluyen proteínas, ácidos nucleicos, lípidos y carbohidratos.
La historia de los virus es dramática: primero fueron entendidos como veneno, luego como “alguna forma de vida”, posteriormente como químicos biológicos, hoy constituyen un área gris entre la vida y la no-vida. Este es el primer aspecto importante que debe ser considerado.
En efecto, no existen ni en el universo ni en la naturaleza fronteras rígidas y bien establecidas. Por el contrario, encontramos barreras porosas, móviles, difusas, en fin, zonas grises, umbrales e intersticios. No hay, por tanto nada como: hombre-y-mujer, vida-y-muerte, naturaleza-ser humano, realidad-ficción, normalidad-locura, ángeles-y-demonios, y otras dicotomías semejantes y próximas.
Manifiestamente, los virus no pueden replicarse por sí mismos, pero si pueden hacerlo al interior de las células vivas y afectar así profundamente el comportamiento de los organismos huéspedes. Lo cierto es que haber considerado durante mucho tiempo a los virus como no-vivos condujo a una consecuencia nefasta, a saber: ignorar su papel en la evolución. Hoy, por el contrario, y muy recientemente, se sabe que son fundamentales en la historia de la vida. La secuenciación genómica de los virus comienza apenas en 1992, pero con las nuevas tecnologías y gracias a la bioinformática, se ha acelerado enormemente hasta el día de hoy. En el caso del Covid-19, su secuenciación se llevó a cabo en alrededor de dos semanas.
Antes que ver a los virus como enemigos a los que hay que combatir por todos los medios, hay que comprender que la vida es imposible sin ellos. La propia comprensión de lo que es “vida” debe complejizarse más aún (algo que ya se ha logrado, gradualmente, gracias, en este contexto, particularmente al Proyecto Bacterioma Global, también conocido como Proyecto Microbioma Global (GBP) (1).
Una doble consecuencia emerge inmediatamente: o bien avanzamos decididamente en una comprensión de lo que es la vida, y entonces lo mejor que podría decirse es que los virus desafían las comprensiones o definiciones existentes de la vida. Los virus no son vida como la conocemos; o lo que es equivalente, son otra forma de vida a la que conocemos. La otra consecuencia, aún más paradójica, es que, como muchas cosas en la existencia, todo depende del grado o el modo. Para vivir, hay que estar algo infectados. Es, sin ambages, como decir que hay que estar algo cuerdos, algo enamorados, algo sanos, y algo ricos. El problema es qué tanto. Un reto que nos arroja a una reflexión sobre la sabiduría de la vida y del vivir.
No es posible la asepsia total, la racionalidad pura, la normalidad plena, y cosas semejantes. La complejidad es inescapable. Mientras tanto, los virus son infecciones.
Como se aprecia en el gráfico: las infecciones por virus comprenden, entre otras, la encefalitis o meningitis, la faringitis, la rinitis, el herpes, todas las infecciones de la piel, las enfermedades de transmisión sexual, la pancreatitis y la hepatitis, la gastroenteritis, la mielitis (polio), la neumonía, las infecciones en los oídos, las infecciones en los ojos.
Los retos que plantean los virus, incluido el Covid-19
La mortandad que está produciendo el Covid-19 escapa a cualquier previsión anterior a su irrupción; incluso a los más pesimistas. Se ha calculado que la mortandad humana oscilará entre el 3 y el 14 por ciento, es decir, algo así entre 3 millones y 150 millones de personas. Un verdadero cataclismo mundial en términos estadísticos, pero sobre todo un costo humano, en familias, amigos, conocidos, que supera cualquier evaluación.
Una realidad que cuestiona y presiona a los poderes realmente existentes, pues si sociedades, las más diversas, no sienten que sus gobernantes actúan de manea efectiva para controlar el fenómeno que está en marcha, simplemente les puede significar su estabilidad, cuando no el cambio total del régimen político que encabezan.
Por este, como por otros motivos, ha empezado una carrera desenfrenada para producir la primera vacuna contra el Covid-19; verosímilmente, ésta podría estar disponible en cosa de una o dos semanas, e incluso antes. Pero, muy significativamente, dadas las necesidades y urgencias, se están saltando todos los estadios de las pruebas clínicas. Se hacen pruebas directamente con humanos, saltándose las requeridas con animales y en muchos casos las pruebas in vitro. Buscando vía más cortas; también se experimenta con antiguos fármacos para qué funcionen. China y Estados Unidos, principalmente, han prometido tener pronto la vacuna.
Las vacunas ayudan, naturalmente, pero si no hay una metabolización a toda escala de esta crisis, la pandemia volverá a sorprendernos. Los juicios más sensatos han llegado a concluir que deberemos aprender a convivir con el Covid-19, y que recurrentemente podrá aparecer, de tiempo en tiempo, en un lugar u otro.
Los seres humanos, dicho en general deben poder cambiar sus estilos de vida. Este es el problema de base. Nadie se cura de nada si en el proceso de la sanación no se transforma verdaderamente. Si no, esta o aquella enfermedad los volverá a atacar, de una forma u otra. La verdadera solución de problemas estriba en cambios metabólicos. En esto debemos poder aprender de las plantas.
En el año 2018 se lanzó el Proyecto Viroma Global, destinado a entender los virus y a emprender acciones no-reactivas ante los mismos (2). Se trata de un programa de investigación formulado a diez años, por tanto, que deberá cerrarse en el 2028, destinado a identificar el 99 por ciento de los virus que suceden por zoonosis. Son sólo 260 virus conocidos los que son de origen humano. Prácticamente todas las enfermedades zoonóticas se originan en mamíferos o en aves. Se estima que hay más de 1.6 millón de virus mamíferos o de aves acuáticas, reunidas en 25 familias de infecciones humanas conocidas. Sólo se ha identificado el 1 por ciento de estos virus como amenazas y se han desarrollado vacunas y medidas preventivas y de intervención para menos de ese 1 por ciento. Entre 2018 y 2020 las familias de virus identificadas alcanza a las 144.
Nuevas herramientas de todo tipo, y particularmente, nuevas estructuras mentales se imponen, tornándose necesarias ante esta crisis. En el plano técnico, las mejores herramientas proceden de la importancia de bioinformática, el trabajo con modelos matemáticos no-lineales, y la significancia del modelamiento y la simulación. Todo ello, aunado al trabajo con grandes bases de datos (big-data science). Nuevas crisis llaman a nuevos enfoques y nuevas ciencias.
Como resultado del confinamiento de las personas en sus hogares en China, como en Italia, se comprueba que el mundo se ha limpiado: el consumo se detiene, como la producción y el gasto. Las aguas de Venecia están más limpias y de nuevo aparecen delfines en ellas; los cielos de la China están bastante menos contaminados, y hay elefantes que se han vuelto a ver en los lugares donde antes no había. Algo perfectamente similar a lo sucedido en Chernóbil, donde la fauna y la flora han aparecido, en entornos, hasta hoy, inhóspitos para los seres humanos.
La naturaleza habla: sólo que en lenguajes que Occidente no entiende. La crisis del Covid-19 es una voz mediante la cual la naturaleza le está hablando a los modelos productivistas y consumistas de Occidente y el mundo en general. Un llamado a cambiar las formas, los estilos y los estándares de vida (Nussbaum y Sen, 1993).
En un mundo globalizado la solución ha sido la de confinar a cada quien en su casa, con los suyos. Las medidas de toque de queda no fueron nunca medidas jurídicas o políticas, y mucho menos sanitarias; fueron siempre acciones militares. La cuarentena es una solución que llama a lo más básico de la experiencia humana, en el contexto de una crisis global: se trata de aprender a vivir consigo mismo y con los suyos. La primera de todas las experiencias de la familia humana. Algo que, a gran escala, parece haberse perdido. Pero la cuarentena es también un llamado a las más estrechas de las redes de apoyo humano: los amigos, los vecinos, los próximos y los de nuestros afectos. Una verdadera sorpresa en la historia de la modernidad, hasta hoy.
Conclusiones provisionales
Asistimos a una historia en marcha. Cualquier cosa que hoy se diga puede ser modificada mañana. Esto corresponde a los ritmos, acelerados, de la ciencia y la tecnología, tanto como de la vida misma. Los tiempos de crisis son tiempos rápidos.
Asistimos al más grande colapso sanitario en toda la historia de la humanidad, a escala global. Una crisis sanitaria no es otra cosa que una crisis de sistemas de cuidado, de sistemas de comprensión de la vida, de sistemas de sensibilidad y compasión por la gente. Y es el resultado, sin duda, de la imposición del interés privado sobre el interés común, el egoísmo y la codicia sobre la solidaridad, el compañerismo, la camaradería o la amistad, distintas formas históricas de construcción de convivencia y armonía.
La crisis del coronavirus evidencia una cosa: que los países más ricos –por ejemplo, Estados Unidos, Francia, Italia, Alemania, Inglaterra, España, Bélgica– son ricos sólo en la superficie: en consumo y apariencias. Eso es el capitalismo. Y la crisis puso de manifiesto que la verdadera riqueza está en el cuidado de la vida y del medioambiente. Los países más ricos son, todo parece indicarlo, los más pobres.
Es en este marco que los Estados Unidos decide la mayor intervención de la economía desde la Segunda Guerra Mundial. Francia ha decidido, por su parte, invertir a largo plazo en investigación básica la mayor cantidad desde igual suceso histórico. España ha nacionalizado todos los hospitales y clínicas privadas. China ya ha comenzado a enviar personal médico a países como Italia y a asesorar a otros con sus experiencias. Brasil ha vuelto a invitar a los médicos cubanos para enfrentar la crisis. Se están tomando medidas que antes fueron jamás inimaginadas. Unos, tratando de salvar lo que se tiene o lo que queda; otros, tratando de buscar salidas a la crisis. Seguramente veremos nuevas acciones, planes y propuestas.
La crisis del Covid-19 proyecta claramente sobre la mesa, a plena luz del día, un tema inocultable: debemos aprender a vivir; a vivir bien, a saber vivir. Alimentarse, asearse, saber qué consumir y por qué, saber qué dejar de consumir, y que la productividad, la competitividad y el crecimiento económico no son, en absoluto lo más importante. Sorpresivamente, la crisis del Covid-19 le aporta todos los argumentos necesarios a las tesis del decrecimiento. Las sociedades complejas deben poder decrecer: la ecología política y la economía ecológica reciben, de contrapelo, toda la razón; en toda la línea de la palabra.
Los seres humanos no son necesarios. Un escándalo para cualquier comprensión humanista. Es un hecho biológico. Ya existen serios experimentos mentales acerca de lo que podría suceder si los seres humanos desaparecieran de la faz de la Tierra (Weisman, 2007).
En fin, la crisis del Covid-19 es simple y llanamente una expresión de la crisis, más amplia, civilizatoria. Y sí: a un problema no-lineal no se puede responder con medidas, actitudes y estructuras lineales. Eso agrava el problema.
La crisis del coronavirus pone al día la importancia de una economía de lo inmaterial: salud, convivio, alegría, liberación del consumo, redimensionamiento total de la productividad, calor humano, amor. No en vano, los vecinos en cuarentena cantan desde sus ventanas y balcones. Y toda la gente aplaude al personal sanitario, al unísono, a una misma hora, alrededor del mundo. No cabe la menor duda, mientras una civilización se hunde con pesadumbre, miedo y preocupación, una nueva emerge, con alegría, con ganas de vivir y de superar los obstáculos.
En las crisis como en tiempos de transformación, las cosas no son nunca o blancas o negras. Pensar la complejidad de la vida equivale a ganar todos los cromatismos posibles en los que existe la luz y la riqueza de la vida.
No en última instancia, la crisis de este virus ha obligado a todos, a muchos, a entrar, por primera vez en el siglo XXI: es lo que significa el teletrabajo, la educación virtual, las ventas virtuales, el aprovechamiento de internet, la apropiación de las nuevas tecnologías, por ejemplo. El tránsito de la web 3.0 (la web semántica) a la 4.0 (soluciones concretas a las necesidades del navegante) se acelerará, sin la menor duda. Y en su horizonte se vislumbra ya, claramente, la web 5.0 (la web emocional). Sin ambages, pasamos de un mundo eminentemente analógico a gran escala, a un mundo en el que la dimensión digital pasa al mismo nivel que la analógica.
El coronavirus es una enfermedad, pero que llama a la salud y al cuidado de la vida. La de ayer fue una política que giró en torno al Estado y al capital. La de hoy y mañana es una política que se define de cara a la vida. Y la puerta que ahora se abre es una política de salud; de salud, y no de enfermedad. Justamente como política de vida. Otra democracia es posible.
1. Cfr. https://www.mymicrobiome.info/the-human-microbiome-project.html
2. Cfr. Global Virome Project, http://www.globalviromeproject.org/
* Profesor Titular, Universidad El Bosque.
Referencias
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