¿Recuerda usted actores de la televisión nacional como Carlos Muñoz, Víctor Mallarino, Margarita Rosa de Francisco o Carlos “el gordo Benjumea? Ellos y otros muchos actores de cine, teatro y televisión, se dieron cita en el Congreso de la República el pasado 21 de agosto, con el apoyo de los senadores Iván Cepeda, Jorge Robledo y la representante del Partido Verde Ángela Robledo, para ratificar la creación de la Asociación Colombiana de Actores (ACA); allí expusieron de manera abierta todos los problemas que durante 60 años de labores han soportado por amor al arte.
Las caras conocidas eran muchas. También los recuerdos. Actoras/es de gran trayectoria, como Vicky Hernández, Consuelo Luzardo, Carlos “el gordo” Benjumea, Carlos Muñoz estaban allí. El motivo de su encuentro no era una grabación más, ahora estaban citados para presentar en sociedad una de sus principales creaciones, la ACA, el sindicato que ahora los reúne y por medio del cual están brindando una de sus principales batallas: la de sus derechos, la de la dignidad. Al momento han logrado sindicalizar más 700 trabajadores de la actuación.
La coyuntura
El sindicato de actores nace en punto álgido de la televisión nacional, pues la firma de tratados de libre comercio desregularizó el mercado y abrió las puertas para la llegada de nuevas producciones extranjeras a la parrilla de los canales, es el caso de la serie “Avenida Brasil”, que actualmente se emite por Rcn. Precisamente, tal desregulación fue el punto de quiebre para que los actores lograran la conformación de ACA, para alzar su voz de protesta y plantear negociaciones colectivas con los directivos de los canales privados.
Estas transformaciones en el mundo del trabajo de quienes tienen por oficio la actuación, sumado a los nuevos roles, valores y transformaciones culturales en general introducidos por el neoliberalismo, impusieron un tipo de programación que explota sin vergüenza alguna el espectáculo, no es casual, por tanto, el énfasis en seriados que recaen una y otra vez en lugares comunes como narcotráfico y violencia.
Esta realidad es la que lleva a Andrés Sandoval, actor y miembro de ACA a plantear su oposición a la devastadora idea de los creativos y libretistas de crear seriados que durante más de una década retoman tales lugares comunes, para enfatizar “Si bien la televisión debe mostrar apartes de la situación nacional, los espectadores no están obligados a ver siempre lo mismo. Los contenidos que hoy se trasmiten muestran una idea equivocada del país…”.
Con igual perspectiva Santiago Alarcón, presidente de ACA, exhortó a la Comisión Nacional de Televisión para que los contenidos que hoy son trasmitidos por la pantalla chica sean revisados actualizándolos de acuerdo a la necesidad cultural y política de los televidentes, debido a que los programas con formato de “reality” y los seriados sobre narcotráfico se apoderaron de la programación y construyen un paradigma equivoco en la sociedad colombiana de violencia sin sentido. Con este mismo sentido, Consuelo Luzardo invitó a los directivos de los canales Caracol y Rcn a que le apuesten a la emisión de contenidos que vayan de la mano con la coyuntura nacional, y construyan identidad en torno a la paz.
Más allá de la pantalla
La historia rosa tejida detrás de la vida de los actores nacionales no es tan cierta como algunos podrían pensar, de hecho la mayoría de ellos se enfrenta a graves situaciones a la hora de ser contratados por los canales privados. Denunciaron que en el mejor de los casos son contratados por meses y en otras ocasiones por días, jornadas laborales de más de 12 horas diarias, con una tasa de desempleo del 90 por ciento y la imposibilidad de vivir únicamente de su trabajo actoral.
El sindicato expresó su preocupación por la forma como los actores firman hoy sus contratos laborales, pues existen cláusulas que los obligan a ceder derechos adquiridos. Por ejemplo, desde el año 1993 el gremio dejó de recibir regalías por la reproducción de las obras debido al llamado apagón Gaviria (ver apagón) lo que según Vicky Hernández había sido un acuerdo temporal entre los actores y las productoras de televisión de la época para darle un respiro a la industria que por esos días pasaba por una aguda crisis; a esto se suma la inexistencia de seguridad social y el nulo reconocimiento de regalías por la venta de las producciones nacionales al extranjero.
Uno de los puntos al que le apunta el recién constituido sindicato es construir la llamada ley del actor, buscando con ella regular los principales aspectos en términos contractuales, económicos y políticos para mejorar las condiciones de vida de los artistas de la televisión, el cine y el teatro en Colombia.
Además de este propósito, Andrés Sandoval, vocero de ACA, afirmó que los desafíos del sindicato están centralizados en dignificar estas profesiones, participar en la creación de una política cultural acorde con las necesidades de los espectadores y que los contenidos cumplan con una importante función social.
Los integrantes de este nuevo sindicato, se mostraron abiertos a aprender de la labor sindical y dejaron en claro que quieren cambiar el paradigma del sindicato, que se les vea de forma positiva y constructiva. Asimismo dejaron en firme su intención de participar desde el teatro, el cine y la televisión en procesos y espacios de paz, pues son conscientes que su responsabilidad también es ayudar a la construcción de una sociedad más equitativa y pacífica.
Finalmente dejaron en firme compromisos con Luis Eduardo Garzón, ministro de trabajo, y con Mariana Garcés, en la cartera de cultura, quienes asumieron la responsabilidad de ayudar a construir la normativa que regule claramente el trabajo de los actores y actrices colombianos.
“Somos actores, somos creadores, somos trabajadores”
Los medios masivos de comunicación, en especial la televisión, ofrecen o venden a la teleaudiencia un sinfín de productos. La televisión que llegó a Colombia hace 60 años, durante la dictadura de Rojas Pinilla, fue en un primer momento considerada de carácter educativo, y durante algunos años funcionó con programas que tenían un formato similar al de la recordada Radio Sutatenza; ambos medios buscaban educar, alfabetizar y cohesionar la identidad nacional. Las radionovelas pasaron a ser telenovelas trasmitidas en directo desde algunos teatros del centro de Bogotá. Sobre el particular el recordado “Gordo” Benjumea declaró que “eran tiempos buenos, arcaicos, pero de buena televisión”. La mayoría de los actores y actrices que la hacían posible venían del mundo del teatro, de tal forma que los contenidos de las telenovelas tenían sentido artístico y cierta trascendencia política. Eran otros tiempos. Con el paso de los años la imagen impuso su dictamen, y el mundo del espectáculo televisivo creó alrededor de la figura de actores y actrices un mundillo de fantasía que hace parte de las estrategias comerciales de los hoy todo poderosos Caracol y Rcn. Un mundo ficticio que asegura a los canales rentabilidad económica en contravía de las verdaderas condiciones humanas y sociales de los trabajadores de la televisión. Otra actriz recordada con cariño por quienes la conocieron a través de infinidad de programas realizados durante años, Consuelo Luzardo, recordó que en los años 70, “cuando hacían las trasmisiones en vivo, trabajaban máximo doce horas, incluyendo los ensayos. Las condiciones laborales por aquella época eran decentes y humanas, pues solo grababan en estudios o teatros y los pagos salariales estaban acorde con lo trabajado y cumplían con los requisitos legales”. Las reflexiones se multiplican. Otra voz, Ernesto Benjumea enfatiza que para el Estado colombiano la profesión de actor no existe, “es un trabajo vocacional, hay que tener talento, pero también se estudia, hay suficiente bibliografía, hay 100 o 150 años de maestros en este oficio y hay en Colombia muy pocas escuelas y facultades que estén formado actores o maestros en artes escénicas, y aquí viene la segunda aberración y es que el país permite que existan facultades que gradúan actores pero esos actores no tienen donde trabajar. Yo me gradué de una escuela de formación de actores y no hay donde trabajar. Yo tengo un título que dice que soy actor pero no tiene ninguna validez para el Estado colombiano…”, afirma con fuerza que parece más bien rabia.
Vicisitudes
Hasta finales de la década de los ochenta la audiencia tenía más opciones para decidir qué ver en la televisión, existían varios noticieros, más programadoras trabajando en la producción de contenidos de entretenimiento y la continua producción de dramatizados, lo que implicaba que los actores tenían trabajo por hacer. En aquella época seriados como “La casa de las dos palmas”, “Don Chinche”, “San tropel” o “Dejémos de vainas”, retrataban la idiosincrasia colombiana, a tal punto de fidelizar a millones de personas y de construir cierto sentido de identidad nacional. Todo esto es efecto de los tratados de libre comercio, sobre los cuales se refirió Julio Correal, secretario de asuntos laborales de ACA: “No tenemos que renunciar a nuestra idiosincrasia ni a nuestra cultura por atender los tratados internacionales”. Debe recordarse que estos tratados involucran transformaciones drásticas en la forma como hoy se ve televisión, cambiando la llamada cuota de pantalla que regula la aparición al aire de producciones nacionales y extranjeras en el 50% respectivamente, a un 70% para las producciones internacionales y el 30 restante para las nacionales. Pero también son los efectos de un mundo cambiante, donde los trabajadores ilustrados, otrora beneficiados por su formación, capacidades y por las regulaciones laborales de sus países, ahora pasan a ser los nuevos proletarios, sometidos a nuevas leyes del trabajo (a destajo o por días, sin seguridad social ni ningún otro tipo de beneficios laborales), recayendo en sus manos el reto de romper el individualismo en que el neoliberalismo introdujo a las sociedades, y a los trabajadores en particular, para reconquistar lo perdido durante los últimos treinta años de ofensiva patronal. |
ApagónAl inicio de la década de los noventa, con el mal recordado “apagón Gaviria”, la televisión nacional entró en una aguda crisis económica por la carencia de electricidad las 24 horas del día, así que las productoras y actores acordaron congelar por un tiempo el pago de las regalías que le correspondía a los actores por la emisión de los seriados, acuerdo con vigencia hasta que se normalizaba la crisis energética. Los trabajadores, los actores y actrices cumplieron, no exigieron pago, renunciaron de manera temporal a un derecho pero los empresarios incumplieron su parte: beneficiados de la bondad de su contraparte, se aprovecharon de la misma y, una vez superadas las circunstancias que llevaron al “apagón”, incumplieron la palabra empeñada. Desde entonces los contratos comenzaron a modificarse y la vinculación laboral empezó a hacer por la modalidad de contratista. | TrayectoriaDurante 60 años de televisión, los actores y actrices lideraron con distinto empeño el esfuerzo de organizarse en un colectivo que los representara: primero existió el Circulo colombiano de artistas, el que según la reconocida y veterana actriz Vickie Hernández, “fue de mal en peor hasta que ahora es una especie de sombra, ahí sí con unas personas que realmente no sé qué hacen y creo que nadie lo sabe muy bien, aparte de viajar a nombre del círculo, eso fue una historia de fracasos”; luego hubo conatos de asociación, existió “Acto” pero nunca se consolidó, después apareció La sociedad colombiana de gestión, que en 2010 logró la aprobación de la ley Fanny Mickey, la que le dio al gremio el reconocimiento de la explotación comercial de su imagen. Las condiciones laborales de este gremio fueron empeorando con los años, las programadoras desaparecieron o fueron compradas por Caracol y Rcn, de tal modo que los espacios de producción quedaron reducidos a su mínima expresión, así que muchos de ellos regresaron al teatro. Sin embargo las condiciones culturales del país no les fueron favorables, pues la demanda o consumo de teatro y cine son mínimos, así que muchos de ellos debieron aprender otros oficios para poder subsistir. En términos laborales los canales crearon condiciones para contratarlos que son devastadoras, contratos por capítulos, o por meses, pagos a destajo o por fuera de las fechas acordadas y la obligación de renunciar a derechos laborales que por ley deberían tener, como salud, pensión y riesgos profesionales. Actores como Héctor Ulloa –Don Chinche– pasaron al olvido y de paso a la pobreza. Todo tiene un límite. En 2014 un grupo de actores decidió organizarse, entre ellos Julio Correal, ahora secretario general de ACA, quien afirmó sobre el particular: “Es un camino largo el que hay que recorrer, después de tantos años de no tener una organización que nos representara, este es un espacio para decirles que si logramos mantenernos unidos con un discurso claro y coherente, podemos tener unas reivindicaciones preciosas que mejoren la condiciones de nosotros como trabajadores”. |
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