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Ilusiones, simples ilusiones

Ilusiones, simples ilusiones

No hay peor error en una persona dedicada a la política que proyectar su acción y decidir su proceder a partir del simple deseo. Esta verdad, fundida sobre los cadáveres de miles a lo largo de la historia local e internacional, acaba de ser refrendada por Clara López al aceptar su nombramiento como ministra de Trabajo. Un nombramiento deseado y buscado.

Este actuar político la lleva, convencida como está, a considerar que con su voluntarismo cambiará la historia del país. ¿Podrá ser así? ¿Podrá hacer algo significativo –una persona que se califica de izquierda– en un gobierno neoliberal? El deseo dice que sí pero la realidad la contradice.

El deseo dice que romperá en dos la historia de participación de la izquierda electoral en gobiernos oligárquicos en Colombia, pero la realidad la pondrá ante los límites de la política económica y estratégica de un gobierno que no ha dejado de repetir que tales políticas no son negociables. Entonces, ¿por qué cederá ahora ante la ministra López? ¿Por amistad? ¿Acaso a lo hora de tomar decisiones de Estado no pesan más los negocios y los intereses de clase que la simple familiaridad en el trato?

Terquedad. Su deseo (que una vez más la lleva a poner en riesgo el presente y el futuro de la fuerza política que representó hasta hace poco) dice que sí –¿será la ambición?– pero las constantes del gobierno de turno indican todo lo contrario. Estamos frente a un gobierno que no se niega a constituir mesas para concertar –y de ellas ha integrado decenas por todo el país–, pero que de manera reiterativa incumple una y otra vez lo que acepta y firma en las mismas.

Un gobierno que por esta forma de proceder, de dilatar, trata de romper los procesos sociales, mantiene viva por todo el país una infinidad de conflictivas problemáticas sociales, todas de inmensa complejidad e importancia para comunidades locales, minorías nacionales, grupos y movimientos sociales de diferente carácter. ¿El simple deseo de concertación y de figurar como la “Ministra de la paz” (como de manera hábil el Presidente le calentó su oído) podrá quebrar esta historia reciente?

“Pago por ver”, dicen en la barriada cuando alguien en actitud desafiante o de guapura se atreve a lanzarse a resolver algo que parece imposible de realizar. Y aquí quien pagará por ver será la sociedad colombiana en pleno, pues considera que, con la señora López, quien llegó al gobierno es el Polo Democrático, ya que no es explicable que alguien que dice representar a un conglomerado, que defiende lo colectivo y los procedimientos democráticos, termine decidiendo un proceder que involucra al conjunto de manera individual, a partir de sus afanes, intereses y tal vez buenos deseos.

Pago por ver lo que es capaz de realizar la izquierda en un gobierno artífice de una política económica y social abiertamente antipopular, expresa la sociedad ante el nombramiento de la nueva Ministra, quien asume su cartera antecedida por una medida como la refrendada por el Decreto 583, que legaliza la flexibilización laboral, es decir, que legaliza la precariedad de este sector, a pesar de lo cual ella, sin exigir la derogatoria del mismo como condición para aceptar su nombramiento, entre sus buenos propósitos (de ellos dicen que está empedrado el camino al infierno) se propone lograr la formalización laboral, además de reducir la disparidad salarial entre hombres y mujeres, y conseguir la inclusión de quienes laboran en el campo. Toda una contradicción y un contrasentido.

Tales cambios, además, no son posibles de concretar en el corto, cortísimo plazo de un ministerio, ya que en cada una de esas posibles medidas están en juego diversos intereses, acerca de los cuales, sin la participación activa de los más afectados por la política económica en boga, no es posible obligar al gobierno a que los rompa.

Por ello, es importante recordar que uno de los referentes conceptuales y metodológicos en la izquierda –a la hora de valorar la coyuntura– es ponderar lo individual y darle más importancia a lo colectivo, a partir de lo cual estudia y proyecta la correlación de fuerzas. Que los individuos juegan su papel en la historia es indiscutible, pero lo determinante es la suma de sus fuerzas, que es posible lograr a partir de potenciar los intereses que los unen. Por ello, ¿cómo es posible que una líder de izquierda se proponga algún cambio social sin explicarles a los interesados en el mismo el papel que les corresponde jugar en el proceso que ella dice que liderará?

La respuesta no puede ser sino una: la pretendida líder está convencida de que el actual es un gobierno de hondo calado democrático, dispuesto a enfrentarse al empresariado financiero, comercial e industrial. ¡Mayúscula ilusión!

Es por ello que considera, asimismo, que el que ahora integra es el “gabinete de la paz, del posconflicto y de la consolidación de la economía”, título altisonante con que el Presidente disfrazó la mermelada exigida por todos sus más cercanos, deseosos de clientela, tan necesaria para aceitar las elecciones que ya se avecinan y los apetitos de lucro personal.

Dicen, por ello, que “una cosa piensa el burro y otra el que lo arrea”, pues aquél, cuando su propietario le pone el cabestro, piensa que lo llevan para la pesebrera a deleitarse con melaza, sal y otros manjares, cuando en verdad van a ensillarlo para que trabaje.

Pero no sólo ella se deja llevar del deseo. Otros muchos que integran las toldas amarillas también proceden de igual manera, o peor, pues defienden la decisión personalista con valoraciones históricas y con el papel protagónico en el “diálogo social” a jugar con “[…] las centrales obreras, los sectores agrarios, las personas tercerizadas […] y sobre todo con los millones de desempleados […]”. Simples buenos deseos, ¿su papel no terminará siendo de simple parachoques?

Ilusiones. Simples ilusiones que los lleva, de igual manera, a taparse los ojos ante la realidad que los abofetea. El extremo llega cuando se valen de una declaración del expresidente Alfonso López Michelsen, alguna vez líder de ‘izquierda’, quien ante la asunción a un cargo oficial sentenció que “[…] un partido político no puede sobrevivir, aún con los mejores programas, sino en la medida en que va hacia el control del Estado, a ponerlos en ejecución. Hacer de “fiel de la balanza” o de “oficial de enlace” no es para los electores sino una sutileza”.

Es una frase retomada de la historia sin recato alguno ante las enseñanzas que deja por toda la subregión el llamado progresismo pero más importante aún, sin valorar lo que terminó siendo la incursión del citado exmandatario en los asuntos de gobierno y de poder.

Pensar con el deseo es lo único que puede permitir que se llegue a estos deslices, tanto en el proceder de quien se autocataloga como líder como de quienes la aúpan.

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Autor/a: Equipo desdeabajo
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