Ante el cambio presidencial. Estados Unidos vive por estos días una intensa polarización social y electoral. Los dos debates realizados hasta la fecha de escribir esta nota (octubre 11) entre la demócrata Hillary Clinton, y el republicano Donald Trump, candidatos del prolongado bipartidismo norteamericano, los han visto por televisión un promedio de 65 millones de personas, y tuiteado más de 15 millones, algo nunca visto en una campaña presidencial en ese país.
El martes 8 de noviembre se realizarán las 58 elecciones presidenciales de este país-potencia, en donde los votantes –por medio del voto popular– elegirán a los compromisarios quienes, a su vez, elegirán al Presidente y vicepresidente de la nación. Esto sucederá a través del Colegio Electoral que para este 2016 estará compuesto por 538 miembros; para que un candidato gane la presidencia debe contar con 270 votos electorales.
En la contienda electoral se enfrentan seis candidatos, aunque a la hora de la verdad solo cuentan dos, el Demócrata y el Republicano, cosa que no debería ser así. Las primarias, que transcurrieron desde el 1 de febrero y hasta junio, también fueron unas elecciones indirectas pues sirvieron para elegir una lista de delegados, que a su vez seleccionaron al candidato presidencial del respectivo partido.
En esas primarias Donald Trump logró 13,7 millones de votos –el 44,6% del total– que le significaron 1.542 delegados de 2.472 posibles, logrando la nominación Republicana.
Hillary Clinton obtuvo 16,5 millones de votos –el 55,5% del total– que le valieron 2.219 delegados, 558 súper-delegados, para un total de 2.383 delegados.
Por su parte, Bernie Sanders reunió 12,6 millones de votos, expresados en 1.832 delegados, y 49 súper-delegados o sea, 1.881 delegados, que en el acuerdo oficializado con Hillary terminó por aportarlos para que ella fuera la candidata demócrata a la presidencia. En los EU, según datos de 2013, existen 240.926.000 millones de personas aptas para votar.
Campaña polarizada
Esta campaña presidencial traduce al mundo la polarización y fragmentación de la sociedad norteamericana, en especial de los obreros y trabajadores, los pobres urbanos y rurales, y la clase media, por cuenta de las políticas de austeridad capitalista de la administración Obama para las mayorías y el crecimiento sin precedentes, que beneficia a la minoría, del Wall Street, los grandes monopolios y el capital financiero. Proceso acrecentado desde la presidencia republicana de George. W. Bush, y ahondado después de la crisis económica y financiera mundial de 2008.
Polarización producto del desempleo, la marginalidad y desigualdad social, así como la pérdida de oportunidades, sobre todo para la clase media, que ha generado desilusión y desconfianza de la sociedad estadounidense en el sistema político y en la administración Obama (que ha gobernado a favor del %), situación que ha conducido a multiplicar la inconformidad social expresada, por un lado, votando por Bernie Sanders (socialdemócrata) y Hillary Clinton, y por otro lado a los Republicanos del Tea Party con candidatos a la derecha fascista como Cruz, Carson, Fiorina, Rubio y Trump. Inconformidad que también ha propiciado el surgimiento y pervivencia de candidatos como Trump, “esperanza” de recuperación para amplios sectores populares y de clase media, así como para los sectores que pudieran identificarse con la raíz de la sociedad gringa.
Rechazo e insatisfacción social que también puede estar mostrando el giro hacia la facistizacion de las instituciones y sociedad estadounidense, en creciente desde Reagan, Bush I, Clinton (hasta cierto punto), y Bush II, así como Obama (hasta cierto punto), en contraste con los sectores que por múltiples razones votaron por Sanders en las primarias, y que hoy se debaten entre votar por Hillary –para trancar a Trump– o abstenerse, pues su programa para resolver la agenda interna no es, en definitiva, el que lidera la candidata demócrata.
La iniciativa y liderazgo de Sanders, al defender e impulsar que el pueblo de los EU tiene derecho a una vida mejor, traducido en un programa de demandas concretas que contiene, entre otros aspectos, reivindicaciones como derecho al cuidado médico universal, salario mínimo de 15 dólares hora, defensa del bien público, matrículas gratis para la universidad pública, escuelas públicas, oficina de correos público, quedan pendientes de concreción pues ninguna de ellas será liderada por Clinton.
“Hagamos a América grande otra vez”
Recuperar el esplendor de los Estados Unidos, la promesa de Donald Trump como candidato presidencial, dando a entender que el país perdió su pujanza porque los inmigrantes latinos, negros y musulmanes lo están destruyendo, ha pesar de no reposar en realidad alguna, es bien recibido por los sectores más tradicionales de este país-potencia. De ahí que se atreva a prometer un muro impenetrable entre México y los EU, por donde ni el sol penetre, deportando a los 11 millones de inmigrantes indocumentados que viven allí, prometiendo revisar la Constitución para que los que llama “bebes ancla” –los “nacidos sin papeles, es decir, los hijos de inmigrantes indocumentados nacidos allí– no sean considerados ciudadanos gringos, lo que afectaría entre 4-5 millones de niños.
Propuesta que en parte ya es realidad, pues durante la administración Obama han deportado a más de dos millones de inmigrantes, incluyendo a mujeres y niños, 400.000 por año según lo programado, y según un artículo del New York Time de 01/09/15; lo que no es casual: el presupuesto para la patrulla fronteriza fue incrementado en 4.000 millones de dólares año, su personal fue duplicado desde el 2004 hasta los 21.000 efectivos actuales, y han levantado más de 650 millas de muro con sensores y bajo vigilancia de aviones no tripulados. Entonces, estamos ante una política de las clases dominantes, pero hoy liderada por el sector más derechista de los republicanos.
Propuestas que también llaman la atención porque, a pesar de ser levantadas por Donald Trump, no son precisamente conservadoras, pues desde las toldas del Partido Republicano cuestionan las posiciones del candidato oficial. Es necesario recordar que un conservador en los EU se opone al poder centralizado y apoya la libre empresa, posición que manifiesta oponiéndose a las políticas demócratas de regulaciones económicas e incremento de los impuestos. Con sus propuestas sobre la salud, y las regulaciones a cierto tipo de capitalismo, Trump viola estos principios; además, para un republicano es repulsivo que exista un líder que represente el poder autoritario centralizado, que es como sectores conservadores ven a Trump con sus aires de grandeza.
Las propuestas de Trump, sin embargo, suenan bien en cierto ambiente de “izquierda”. Entre lo prometido está: renegociar el Nafta, acabar con el Tratado Transpacífico-TPP, exigirle a la Otan pago por las inversiones de los EU, o acabarla si no es capaz de controlar el Medio y Próximo Oriente, exigirle a Japón que devuelva parte de la ayuda de EU., bloquear a China, dejar de apoyar la deslocalización industrial, priorizando la industria doméstica para generar empleos, inexistentes por culpa de los poderosos de Wall Street.
Propuestas que, aunque parecen progresistas, resumen todo un programa imperialista orientado hacia adentro, para poder fortalecerse y desde allí enfrentar al mundo.
La candidata del Wall Street
Hillary, la candidata del Wall Street, de los poderosos del capital financiero, no tiene las intenciones de Trump pues sabe muy bien que hoy la economía mundial está en el sureste de Asia, sobre todo en China, de ahí que su estrategia tenga que ver con el control de Asia, para lo cual necesita el TPP. Sabe que para los sectores dominantes el Nafta es clave, que América Latina es necesaria. Sabe que la recuperación transitoria de la economía de los EU le da la posibilidad de manejar la inversión pública, pero centrada en el capital financiero especulativo. Y también sabe que su posición servirá para contener el avance del fascismo.
El control de armas
Este es un tema de mucha repercusión en el país del Norte, pues no solo toca con ámbitos constitucionales sino también y, por ello mismo, con derechos civiles y poderosos intereses económicos y militares. Donald Trump apoya y es apoyado por la Asociación Nacional del Rifle, opuesta al control de armas; cuando el candidato republicano dice que deben controlarse las armas, no se refiere a esas armas sino a las que por cualquier razón están en manos de inmigrantes o de afro-americanos.
Realidad compleja. El movimiento de milicias de derecha es tal vez el más grave problema de seguridad que hoy tienen los EEUU. Movimiento integrado por fundamentalistas cristianos opuestos al control de armas y al poder centralizado; hombres y mujeres de entre 20 y 40 años, blancos, cristianos y enemigos de todo lo que no sea “americano”. Se dice que desde que comenzaron a operar, a mediados de la década de los noventa del siglo pasado, han crecido hanta conformar 602 “grupos de odio” activos, dentro de los cuales están las 221 milicias armadas, con más de 70.000 integrantes.
Estos grupos, a su vez, tienen dentro de sus metas atacar o bloquear objetivos como las clínicas para interrumpir embarazos, las organizaciones feministas, las organizaciones de defensa de derechos humanos, de defensa de los inmigrantes, de diversidad sexual, de diversidad cultural; actúan en pro de la defensa de la supremacía blanca y contra los inmigrantes, atacan al gobierno central y a lo que llaman “judeo-bolchevismo”. Estos grupos tienen apoyo del sector “duro” del Partido Republicano, como las arengas anti mujeres de Fiorina, las campañas anti musulmanas de Carson, o las anti latinas de Cruz, etcétera.
Así que la candidata demócrata, que dice regulará el control de armas, la tiene bien dura, podrá hasta cierto punto frenar los atentados terroristas de los últimos tiempos, pero no podrá acabar con ellos; cuando Trump le dice a la Asociación del Rifle que dispare contra Hillary, no es un chiste de humor negro, no, en el actual contexto de los EU no lo es. Entonces, la tendencia a la fascistizacion de la sociedad estadounidense no parece pura especulación de “izquierdistas trasnochados”.
La población blanca se reduce
Otra de las inquietudes de los dos candidatos presidenciales, expresada de distintas maneras, se refiere a las condiciones de la población apta para votar.
La población total de los Estados Unidos está estimada en 324 millones, pero resulta que la población blanca no latina, apta para votar, es de 156 millones, mientras que las minorías suman 70 millones, o sea un total de 226 millones aptos para votar. La blanca no latina tiende a disminuir, mientras la asiática, latina y afroamericana, asciende.
Los electores blancos no latinos, que en 1972 registraron el 89 por ciento, para el año 2012 alcanzaban al 72 por ciento, mientras crecen la población latina en un 17 por ciento, la asiática en un 16, la afroamericana en un 6 por ciento, y la población blanca no latina en un 2 por ciento. Esto se debe a que la población blanca no latina está compuesta básicamente por gente de edad, mientras que la latina es bastante joven. Esta es una de las razones para que Donald Trump, y los fascistas o supremacistas, pero también el gobierno de Obama y los demócratas, consideren muy peligrosa la llegada de inmigrantes, y razón de los debates sobre este tema que incluiría la condición de 11 millones de ellos, indocumentados. En los Estados Unidos viven 53 millones de latinos, 32 millones de ellos mejicanos.
En fin, para las elecciones de noviembre el pueblo de los Estados Unidos se debate entre una candidata demócrata de los poderosos del Wall Street y de Silicón Valley, y un candidato republicano expresión de la derecha fascista. A la par de ello, o en el subfondo, como topos, vastos sectores que desconfían de estas opciones, prosiguen su labor en pro de mejores tiempos.
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