Capítulo 7
Donde antes se concentraba el lumpen de la ciudad, formando a su vez una pequeña ciudad paralela construida con restos de basura, cajas de cartón y tejas de zinc destrozadas, hay ahora una plaza en forma circular con caminos en cemento, estatuas abstractas y árboles de media altura. El progreso, vestido con el uniforme de la fuerza de choque policial, desplazó al lumpen que ahora deambula por otros barrios y duerme debajo de los puentes o en el espacio que dejan algunas casas y edificios frente a la acera. Junto a esta nueva plaza, en una construcción de una sola planta, pintada de color rosado, funcionan las instalaciones de Medicina Legal.
Son casi las diez de la noche cuando Marlowe entra al lugar y sigue directamente a la sala de autopsias. Dos potentes lámparas fluorescentes arrojan una luz blanca hacia el cadáver sobre la mesa en el centro de la sala. Otras cuatro mesas, dos a cada lado de la mesa del centro, con cadáveres tapados con una manta blanca ocupan el resto del espacio. Un hombre de unos sesenta años, de pelo y barba blanca hace anotaciones en un block que sostiene en un soporte de madera en la mano derecha. “¿Cómo andas Estévez?”, dice Marlowe al entrar. El hombre de barba blanca ni siquiera se voltea para verlo. “Feliz, como siempre. ¿Qué te trae esta vez por aquí o es sólo por placer?”. “Ya te dije que no quiero volver hablar de ese asunto, ¿entendido?”. “Tranquilo, es una broma, relájate”. “¿Encontraste algo raro en la autopsia de este tipo?”, dice Marlowe mirando hacia el cadáver de Zubiria acostado boca abajo sobre la mesa. “Mira esto” dice Estévez mientras le muestra el lugar de una herida profunda en la parte baja de la espalda. “¿Y?”, dice Marlowe. “¿Qué tipo de arma puede producir esa forma? No es un cuchillo normal, una navaja, un destornillador, un picahielos, nada que se le parezca.” “Yo no soy el experto”. “Bueno, después de hacer una investigación en mis archivos logré descubrir el tipo de arma usado en el crimen y no lo vas a creer…”. “No estoy para misterios Estévez, tengo sueño, hambre y dolor en la espalda, así que vayamos al punto”. “Ese tipo de herida debe haber sido causada por un arma antigua, una pequeña cimitarra, similar a las acinacoe persas o las sicoe romanas”. “Mi griego no es muy bueno Estévez, ¿qué mierda significa eso?”. “No lo sé exactamente, tú eres el detective. Parece que tu asesino tiene algún gusto particular por las antigüedades. Pero hay algo más interesante”. Marlowe espera que Estévez continúe y al mismo tiempo observa de reojo el cadáver de Zubiria. Sin que pueda evitarlo su mirada empieza a recorrer lentamente el cuerpo desnudo sobre la mesa de aluminio lo que le proporciona las primeras punzadas de placer localizadas en la boca del estómago. Marlowe debe hacer un esfuerzo para concentrarse nuevamente en las palabras del médico que parecen venir de un lugar distante. “Ese tipo de arma era usada por los Sicarios Judíos, un grupo de asesinos que actuaba en Siria durante los primeros años del Emperador Nerón. ¿Y adivina cuál era el método usado en los asesinatos de los Sicarios Judíos?”. “Asesinaban en medio a la multitud”, dice Marlowe con desgano. “¡Exacto detective! La multitud les servía de cómplice como la oscuridad en un callejón solitario. Los Sicarios Judíos consideraban que las grandes multitudes eran una especie de densa oscuridad donde no era posible descubrir quién había dado el golpe mortal. El historiador romano Josefo afirma que fue de este modo, en medio a la gran fiesta pascual en Jerusalén como asesinaron a Jonatán el Máximo Pontífice”. “Interesante”, dice Marlowe mientras camina hacia la puerta, no sin antes darle una última mirada a la espalda desnuda sobre la mesa. “Ah, otra cosa”, dice, “¿has oído hablar de un tal De Quincey?”. “¿Thomas De Quincey, el periodista?”. “El filósofo”, dice Marlowe. “Sí, también es periodista y escritor. Tiene una columna de crónica roja en El Espacio. Firma con el seudónimo de Thurtel. Creo que te gustarían sus detalladas descripciones de los crímenes. Pasa frecuentemente por aquí para tomar fotografías. Un tipo algo excéntrico, si me permites usar esta palabra. ¿Por qué?”. La pregunta de Estévez se queda sin respuesta, flotando en el aire como las partículas de polvo que se reflejan bajo la luz de las lámparas fluorescentes del techo.
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