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Todo sucede “a sus espaldas”

Todo sucede “a sus espaldas”

La empresa brasileña por años favorecida en el país con diversidad de contratos, por razón judicial internacional está convertida en un dedo acusador, que toca el curubito del poder. Desde Ernesto Samper, todos los dolos suceden “a sus espaldas”. Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos y el próximo presidente, ya saben cómo responder ante los dineros que deben permanecer ocultos, o hacen parte de la gran financiación paramilitar. Alrededor, un huracán bate a la clase política colombiana, alistada para las elecciones presidenciales de 2018. Sus vientos y coletazos aún no terminan y en el camino, quedará más de un lisiado. La imagen y el partido de Uribe o la de Santos y la U, ¿cuál será el más afectado?

“El que tenga las manos limpias que alce la mano”. Así, con voz exigente, se escuchó en la calle el reclamo de un espontáneo que con seguridad representa el sentir profundo de mucha gente. A su alrededor voces sin fuerza, como con miedo le daban la razón. La voz salida de su cuerpo con toda fuerza fue motivada por la rabia que le despertó la noticia de que varios millones de dólares llegaron en 2014, de manera subrepticia, a las campañas electorales del ahora presidente Juan Manuel Santos y de Óscar Iván Zuluaga. Uno y otro reacios y precavidos en reconocer las transferencias ilegales, fruto de los negociados corruptos con la empresa Odebrecht.

La voz inmediata del espontáneo sin requerir fallos judiciales, expresa su certeza de que los apellidos del alto gobierno están carcomidos por la corrupción y los negocios ilícitos que llenan sus arcas desde hace décadas, desde siempre con lo que es público. Desde la Colonia cuando contrabandearon oro, que sólo una parte tuvo registro en Mompox. Esa que parece una voz aislada, es un susurro que recorre a gritos el sentir y la memoria del país. Negociados e ilegalidades que terminan por filtrarse en la noticia, en tanto tienen soporte en el “quién da más…”. Y ahora el Fiscal habla, actuando a favor de su padrino político, porque tiene encima el ojo de los Estados Unidos y sus intereses, cuyos voceros filtraron el 21 de diciembre pasado los negocios turbios de la multinacional brasileña (ver, ¿Qué pretende Estados Unidos?).

Así, cuando la campaña electoral de 2018 arranca con anticipación inusitada, salta al zarzo la espuria ética de todos aquellos que vestidos de traje y con cara de buen pastor, esconden sus insaciables pretensiones de seguir amasando fortuna y ejerciendo poder político, un objetivo para el cual necesitan retener los hilos del poder tensados desde gobierno, el poder de la contratación a como dé lugar.

 

¿El que pega primero pega dos veces?

 

El pasado 30 de enero sonó con fuerza la denuncia de que la campaña presidencial del Centro Democrático recibió varios millones de dólares de parte de la empresa carioca, dinero destinado para cancelar la asesoría contratada con Duda Mendoca, asesor brasileño “recomendado” por la propia multinacional. El fuerte viento de la denuncia arrinconó al acusado –ahora también, precandidato para las elecciones de 2018.

Esta anticipación en la denuncia, que sindica como corrupto al señor Zuluaga, propinaba un fuerte golpe al propio Centro Democrático. En tiempo electoral todo se vale, dice la misma voz popular que reclamó ante la mano alzada de alguno del alto gobierno y del poder. Pero en tiempo pre-electoral, no hay compasión ni pausa. Cuando todo parecía indicar que el Centro Democrático terminaría sin aire, ripostó el testimonio de Otto Bula, un excongresista apresado por haber recibido una coima de 4,6 millones de dólares destinada a pagar favores entre diversos funcionarios y personajes públicos del país. El sindicado no dudó en confirmar que de ese dinero entregó 1 millón de dólares a la campaña del ahora presidente Santos.

Puestos en el ventilador, bendita sea la pureza de corazón. Ante la acusación que los deja en la cuerda floja, tanto Santos como Zuluaga respondieron igual: “yo no conocí nada de eso”, poniendo en el asador como principales sindicados a los directores de sus campañas. ¿Chivos expiatorios? Hace cerca de dos décadas algo similar sucedió con el expresidente Samper –en este caso los dineros provenían de la mafia del narcotráfico– y quien pagó el plato roto fue Fernando Botero, jefe de su campaña y primer ministro de Defensa de su gobierno.

Para que no quede duda sobre el tamaño de los hechos en suceso, el miércoles 8 de febrero saltó a titulares el Fiscal General de la Nación, quien certificó que los dineros sí fueron entregados por la empresa ahora cuestionada, a la campaña Santos. Un solo detalle deslució su rueda de prensa: según el denunciante, la evidencia va hasta “la triangulación internacional de los dineros en entidades bancarias”, y el restaurante de Bogotá donde lo entregaron al gerente de la campaña Santos. En procura de una mayor información, el Fiscal partirá hacia Brasil el jueves 16 de febrero.

Ahora con sorna, una voz vuelve a sonar como saliendo detrás de una puerta: Que la justicia no es ciega, eso lo sabe hasta un niño, ¿a quién pretende favorecer el Fiscal y a quién hundir? Las denuncias ganan aire, pero también el “yo no fui”, “yo no supe”, el “no me consta”, y en últimas el “fue a mis espaldas”. No extraña, por tanto, que el vicepresidente Vargas Lleras, que en aparente ejercicio de sus funciones oficiales pedalea como candidato presidencial desde hace varios años, se apuró a declarar: que él nada tuvo que ver con la administración de la campaña Santos. ¿Teme que su jefe se hunda? ¿Conoce algún detalle que así lo lleva a pensar?

 

Elecciones y un momento político intenso

 

Junto con los efectos de Odebrecht y la altura a la que llegan, una pregunta tiene más tono en los corrillos. ¿Por qué tocan a Santos, con consecuencias para la “paz”? Será que el nuevo escenario de la presidencia de Trump, podría necesitar el relanzamiento de un papel gendarme de los Estados Unidos contra el narcotráfico, que revise por parte de la Casa Blanca los Acuerdos de La Habana. Con esta mira, pueden aparecer más detalles frente a la gestión de Juan Manuel Santos. El Presidente no cuenta con un espacio fuerte. Mucho menos creciente. Por tanto, a quien le otorgue el ‘empujoncito’ tendrá que hacerle críticas. Más aún, con una situación social que gana su propio campo.

¿A qué juegan los Estados Unidos?

El surgimiento de un poder (Brasil-Odebrecht) con capacidad de contrapeso para los intereses regionales del norte, en este caso materializados a través de sus multinacionales, causa molestia económica y preocupa a los Estados Unidos. Contra tal diferencia actúa con paciencia de relojero.

Brasil, el mayor de los países del subcontinente tanto por extensión, población, como por indicadores económicos de todo tipo, acumuló en la última década, además del apoyo multiplicados por el gobierno de Lula a sus grandes capitalistas locales, los beneficios de una política de Estado iniciada en los años 60 del siglo XX: consolidarse como potencia regional. Un acumulado que en los últimos años, permitió que emergieran como multinacionales varias de sus grandes empresas fundadas sobre capital criollo.

Una de ellas, Odebrecht, dedicada a la construcción y a las obras civiles en general, logró competir y vencer en multitud de licitaciones a las multinacionales gringas y de otros países, aprendiendo y superando el mecanismo que todas ellas han desplegado desde siempre: lobby. Es decir, intrigar, hablar con quienes deciden en uno u otro ministerio, en el Congreso, con los representantes de presidentes, en fin, ‘aceitar’ de manera adecuada la máquina para que el péndulo incline a su favor, en todo momento.

Su capacidad de lobby avanzó tanto que en la estructura de su empresa implicó la construcción de toda una división o gerencia con dedicación exclusiva. No dejaron de lado el entretejido de alianzas aquí y allá con el capital local, como sucedió en Colombia. Aquí, además de contactos con múltiples factores de poder, logró hacer sociedad empresarial con uno de sus principales grupos económicos, el Aval, también con intereses en ingeniería y construcciones de todo tipo. De la mano, estructuraron alianzas para ganarse la licitación de la Ruta del Sol II; como también, afinaron alianzas con Valores y Contratos de la familia Gerlein, para ganarse la licitación para la recuperación del río Magdalena.

Los Estados Unidos no cruzaron los brazos ante el avance y capacidad de este competidor, que sin reparo ético alguno pues así actúa el capital, los desplazaba de la contratación pública en muchos países. Siguiendo sus pasos, tomando nota de sus conversaciones secretas, visitas a restaurantes y clubes de élite, traslado de dinero, financiación de campañas políticas, etcétera, armaron todo un prontuario de hazañas, el cual filtró, el 21 de diciembre su Departamento de Justicia.

En su radar estaba como principal objetivo la empresa carioca, y por su conducto acabar de hundir el factor que representó una posibilidad de cambio, el PT. Dentro de este objetivo, no le resulta extraña la crisis institucional de tamaño mayúsculo que cruza este país, para romper su proyecto geopolítico, así como su capacidad de competencia. Un potencial que llevó al gobierno Lula a tejer con Chávez, Kirchner y Evo Morales el golpe al Alca para América Latina en Mar del Plata en 2005.

En este contexto, podría ser que otros de los gobiernos progresistas también sufrieran igual ataque. En el inmediato, quienes salen en la mira son sus amigos y aliados en Perú, Panamá, Argentina, República Dominicana, México, así como Venezuela y Ecuador, donde afirman que entregaron cifras considerables de dinero pero sin que hasta ahora trasciendan las denuncias. Colombia no quedó por fuera del avispero, pero el coletazo de las denuncias llegó más allá de lo previsto. El propio Presidente está en el ojo del huracán. El cálculo de una jugada para desequilibrar el tablero electoral 2018, ahora amenaza a todo lado.

Como en el dicho del hechicero, en el caso de Colombia los conjuros no parecen controlables.

Información adicional

Con Odebrecht y otros...
Autor/a: Equipo desdeabajo
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