El primer gobierno provisional formado luego de la victoria de febrero fue tan breve como inepto. El que le siguió, ya con Kerensky de Ministro, menos breve pero igualmente inepto. Los formados luego, hasta octubre y bajo el signo de la “coalición”, incluida la dictadura de Kerensky, fueron ante todo peligrosamente ineptos. Estos gobiernos presumían de tener, institucionalmente hablando, un pie en los soviets y otro en las Dumas Municipales y basaban su legitimidad, de “transición”, en la convocatoria futura de una Asamblea Constituyente en la cual se reconstruirían los elementos del aparato de Estado Zarista, bajo una nueva forma republicana. Pero la transición se prolongaba, la convocatoria se aplazaba una y otra vez; mientras tanto, varias decisiones fundamentales apremiaban, principalmente la crisis de abastecimiento de alimentos, en segundo lugar el fin de la guerra y, tal vez la más importante, desde el punto de vista estructural, la solución de la cuestión agraria.
En la práctica, sin embargo, muchas decisiones importantes se estaban tomando ya en los soviets, principalmente el de Petrogrado que era sin duda el centro de la actividad nacional, pero también en centenares de ellos, de base territorial municipal, donde se resolvían problemas urgentes por encima de las Dumas, aunque debe anotarse, como detalle curioso, que los principales partidos políticos –socialrevolucionarios y socialdemócratas– se expresaban al mismo tiempo en una y otra institución. Los Soviets tenían como referente de proyección política la realización de los congresos de los soviets de toda Rusia. Se hicieron dos, uno en julio y otro en agosto. La dualidad de poder era, pues, un hecho, y una fuente de insoportable inestabilidad, y exigía de los revolucionarios una respuesta, una decisión, que necesariamente iba a implicar cuestionamientos y rectificaciones en sus respectivas doctrinas. El mes de abril fue el momento de tales replanteamientos.
El regreso del exilio
Como se sabe, una de las principales características de los partidos de la revolución rusa era su existencia dividida en dos porciones, una en el territorio y otra en el exilio. La segunda tenía la ventaja de la amplitud de miras y el contacto con el movimiento político internacional, pero la desventaja de estar lejos de los acontecimientos, aspecto en el cual le ganaba la primera, así como a manera de correlato, ésta se caracterizaba por la estrechez de miras. De todas maneras, era indiscutido el ascendiente de los revolucionarios del exilio sobre el conjunto de las organizaciones. Ello explica, entre otras cosas, el estilo literario tan peculiar de Lenin, siempre dando orientaciones, siempre dando instrucciones, debatiendo con camaradas circunstancialmente adversarios; documentos siempre “internos”, de lectura tanto más difícil cuanto más pasa el tiempo.
De ahí que uno de los resultados más importantes de la revolución de febrero haya sido la reunificación de todos en suelo ruso y las redefiniciones que esto tenía que producir, en presencia de una revolución en marcha; ventajas y desventajas se compensaban. Se comprende fácilmente la urgencia y ansiedad de todos por regresar lo más pronto posible. Pero no era fácil, ni siquiera en ese momento cuando el gobierno provisional había mostrado su disposición a recibirlos; hay que recordar que en Europa estaban en una guerra atroz. Lenin seguía en Zurich. Todas las alternativas con pasaportes falsos y disfraces, acudiendo a los gobiernos aliados resultaban irrealizables. Quedaba una: atravesar abiertamente Alemania. Se logró una especie de Tratado internacional entre el consejo de redacción del periódico de los emigrados y el Imperio Alemán. Lenin exigió que durante el trayecto no les pedirían pasaportes ni requisarían el vagón –de ahí salió la leyenda del vagón “precintado”–. A cambio, los emigrados se comprometían a gestionar, una vez en Rusia, la liberación de varios civiles y militares alemanes y austrohúngaros. Por esta misma vía regresaron también, entre otros, Mártov y Axelrod.
La desesperación del grupo de Lenin tenía otra explicación adicional. Es cierto que recibieron noticias de la revolución de febrero y de la formación del gobierno provisional, pero las comunicaciones eran cada vez más difíciles. Lenin trataba de enviar mensajes cablegráficos vía Estocolmo. Fue entonces cuando, preocupado por las tendencias de conciliación con los liberales, escribió las que se llamaron “Cartas desde lejos” donde llamaba a rechazar e impugnar el gobierno provisional.
Las tesis de abril
Las tendencias conciliadoras no eran gratuitas; respondían a una concepción de fondo que compartían por igual socialrevolucionarios y socialdemócratas: la revolución rusa necesariamente sería una revolución burguesa y su objetivo las libertades políticas. Era la que le estaba asignada en el curso de la historia; las tareas sociales se limitaban a la transformación definitiva de la estructura agraria, en favor de los campesinos. De ahí que el papel fundamental del partido en esta etapa debería ser el apoyo y estímulo a la burguesía para que adelantara sus tareas. Y en eso no había diferencias radicales ni siquiera entre mencheviques y bolcheviques –las razones del fraccionamiento habían sido otras, especialmente en relación con la organización partidista–. El propio Lenin había dicho alguna vez que si algo le convenía al proletariado era el desarrollo cabal del capitalismo. Si acaso, la única particularidad bolchevique era la insistencia en que esta etapa democrática tenía como principal función fortalecer y organizar el proletariado para una siguiente que sería socialista.
Pues bien, algo como eso es lo que parecía haber ocurrido en Rusia. En el gobierno provisional estaban los liberales. Sin embargo, era evidente que la burguesía no estaba en capacidad de hacer cosa alguna. Además, era claro que necesitaba el apoyo de los gobiernos aliados y por eso prefería continuar en la guerra. En cambio cada vez tomaba más fuerza un órgano de poder, los Soviets, que agrupaban a obreros campesinos y soldados. La Guerra mundial, a su vez, era el acontecimiento definitivo que, resquebrajando la estabilidad capitalista, anunciaba la revolución proletaria en Europa. Estas circunstancias, bastaban, a juicio de Lenin, para tener que replantear la táctica.
Las famosas “Tesis de Abril”, en realidad son un breve texto (enumeración), que según él mismo advierte tenía como finalidad enviar al partido un mensaje sencillo, claro y contundente. Escrito el 3 de abril, le puso por título “Las tareas del proletariado en la presente revolución”, y fue publicado el día 7 en el periódico Pravda. Su contenido es, en síntesis, el siguiente:
– La guerra es imperialista. Lo sigue siendo en Rusia, aún con el nuevo gobierno. Por tanto no se debe hacer ni la más mínima concesión al llamado “defensismo revolucionario”. Sin derrocar el capital es imposible poner fin a la guerra
– La tarea de la revolución es ahora poner el poder en manos de los obreros y los campesinos pobres. Pasar de la primera fase, en que se le cedió el poder a la burguesía, a la segunda.
– Ningún apoyo al gobierno provisional. Desenmascarar este gobierno que es de capitalistas en lugar de exigirle ingenuamente que deje de ser imperialista.
– Los bolcheviques están en minoría. Por lo tanto deben desarrollar un paciente trabajo de propaganda. Explicar que los soviets son la única forma posible de gobierno revolucionario. Rechazo a toda política parlamentaria. Supresión de las fuerzas armadas y la burocracia
– Confiscación de todas las tierras de los terratenientes. Nacionalización de todas las tierras. Entrega de las decisiones en esta materia a los soviets de campesinos
– Fusión de todos los bancos y Nacionalización en una Banca bajo control obrero (soviets).
– Realización lo más pronto posible de un Congreso del Partido. Cambio de nombre por el de “Comunista”. Cambio del “programa mínimo por estar anticuado. Reivindicación de una forma de – – Estado tipo Comuna (de Paris). Creación de una nueva Internacional.
En un sentido amplio, se trata de varios escritos que luego se han publicado de manera conjunta. Con un título similar, “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, escrito el 10 de abril y seguramente con más comodidad, da a conocer un texto donde desarrolla cada una de las tesis, abundando en la parte polémica. Otro es “Cartas sobre táctica”. Publicado el 27 de abril, justamente para la deliberación dentro de el Congreso del partido, donde se aprobaron las tesis de abril (1).
La reacción del partido, especialmente del comité de Petrogrado, no se hizo esperar. Desde el mismo día de la llegada de Lenin, el 3 de abril, cuando en el homenaje tributado en la estación de Finlandia, expuso de una vez, en términos generales, sus audaces propuestas. El partido (tanto Mencheviques como Bolcheviques) se había quedado anclado en el programa y en la táctica que le habían dado hasta entonces existencia. Quien salió en primera línea a dar el debate fue Kámenev y es a él a quien generalmente se refiere Lenin en su escrito. Pero lo más importante era la persistencia de la línea práctica desprendida de la concepción tradicional. Por ejemplo, en el periódico Pravda, cuya dirección había sido retomada por Kámenev y Stalin luego de su regreso, se defendía el apoyo al gobierno provisional “en la medida en que no incurriera en posiciones contrarrevolucionarias”. Stalin mismo había presentado en un informe del 27 de marzo una peregrina tesis sobre la dualidad de poder según la cual al soviet le correspondía la fiscalización y al gobierno provisional la consolidación de las conquistas revolucionarias.
Pero esta reacción provenia, sobre todo, de la organización del partido y sus principales dirigentes; otra cosa pensaban los bolcheviques de base, la nueva generación de revolucionarios, al decir de Lenin. Otro tanto sucedía con muchos militantes socialrevolucionarios y algunos mencheviques, con los maximalistas y anarquistas, y, sobre todo, con los activistas de base para quienes lo que contaba era la posición frente a un gobierno impostor y no tanto la coherencia doctrinaria.
La naturaleza del debate
La respuesta de Lenin frente a las críticas es un simple rechazo al dogmatismo; una postulación de la realidad, de la vida como guía verdadera. “las consignas y las ideas bolcheviques han sido en general confirmadas por la historia, pero concretamente las cosas han sucedido de modo distinto”. Por ejemplo, en cuanto a “la dictadura democrático revolucionaria del proletariado y el campesinado”, dice que ya ha sido realizada. En consecuencia “esta fórmula ha envejecido”. Lo que cuenta, en el momento, es cómo se forma el poder que ya existe (descartando el de la burguesía), y cuáles serían en éste las relaciones entre el proletariado y el campesinado. La realidad histórica nos está ofreciendo las alternativas. La clave de todo está en que en la Rusia revolucionaria ya existe un nuevo poder tipo comuna (de París).
No obstante, aún desde el punto de vista doctrinario, ya se conocían antecedentes de estas tesis. Muchos teóricos ya habían observado el débil carácter de la burguesía rusa y la posibilidad de que el proletariado expresara su superioridad por anticipado. Y Vera Zasúlich en un intercambio de cartas con Marx se preguntaba por la posibilidad de construir el socialismo sobre la base de la antigua comuna campesina, a lo cual le respondía Marx que dependía enteramente de la potencialidad histórica de dicha comuna. Sin embargo es Trotsky quien, de modo más contundente y con excelente perspicacia histórico-política, había expresado a continuación de la revolución de 1905 que, dada la mezcla de diferentes formas productivas y de diferentes épocas en un mismo momento, de manera inevitable la revolución rusa tendría que trascender las características de una revolución burguesa y que el proletariado heredaría tareas mayúsculas. Y esto ligado a la dinámica revolucionaria de conjunto en Europa, de suerte que si bien era el capitalismo europeo el que explicaba las “mezclas y combinaciones” rusas, era el destino de este capitalismo el que, al mismo tiempo, podía definir las posibilidades de avance del proletariado ruso gracias a nuevas revoluciones en el continente.
Desde luego estos antecedentes de poco le servían a Lenin. Gorki, en su periódico –Nueva vida–, acusaba a Lenin de haberse vuelto trotskista. Y en general, el tono de los ataques de los viejos bolcheviques tenía que ver con una traición a los principios. Si en el Congreso, finalmente triunfa Lenin es por la presencia y la presión de los bolcheviques de base. Sin embargo, hoy, cien años después, debemos tomar en consideración otros aspectos. ¿Por qué permanecían presos de la necesidad de definir cuál era el carácter de la revolución que les tocaba vivir? Se trata, en cierto sentido, de una cuestión filosófica o mejor epistemológica. En la base de todo se encuentra el enfoque según el cual existen “leyes históricas” que determinan la línea del progreso. En ese orden de ideas parecía un exabrupto intentar “saltarse” la etapa necesaria de la revolución burguesa. Muy ligado con este enfoque aparece cierto historicismo que lleva a postular una necesaria “sucesión” de las clases en el poder. Y lo peor de todo, la identificación de clases con partidos –a cada partido corresponde una clase, y viceversa– que impide entender la complejidad de los procesos sociales y las formas de la subjetividad social y política.
Tal era la interpretación que la socialdemocracia había hecho de las tesis de Marx. No había posibilidad de predicar la emancipación política y social de los seres humanos si al mismo tiempo no se demostraba que se estaba en la etapa correcta y si no se encontraba la “clase portadora” que además estuviera en el orden de la sucesión. Por eso no había posibilidad de diálogo con el anarquismo para el que la emancipación era ciertamente obra de los trabajadores mismos pero entendidos éstos en un sentido amplio, y bajo la condición de asimilar la emancipación como un valor siempre vigente y actual.
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En síntesis, las tesis de Lenin contribuyeron a corregir, a reorientar, la política bolchevique. Salvaron ese partido de hundirse y perecer arrasado por la historia. Pero sólo eso. Sin necesidad de ello ya miles y miles de obreros, de campesinos y de soldados habían llegado a parecidas si no idénticas conclusiones, o sea que “todo el poder debía pasar a los soviets”.
Los tres textos se encuentran publicados ahora en español por la editorial de la “Fundación Federico Engels”. V.I. Lenin “Tesis de Abril” Madrid, 2004
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