La acción sindical está sometida a cambios, no de otra manera podría ser, mucho más cuando el mundo que hoy conocemos –y como parte de un todo el mismo mundo del trabajo– está sometido a una transformación inimaginable hasta hace pocas décadas.
Así lo comprende Únete*, quien por ello está acometiendo un proceso de reflexión y estudio, a través de seminarios permanentes, con el fin de renovar su proyección estratégica de cara a la cambiante realidad nacional, de tal manera que sus propuestas y sus posiciones frente a la sociedad sean lo más ajustadas a los cambios contemporáneos, desarrollando, para ello, herramientas teóricas y metodológicas que le permitan orientar su acción política.
Tras este propósito, Únete y desdeabajo construyeron un espacio de capacitación y debate colectivo con el fin de activar discusiones entre todos los afiliados y la ciudadanía en general. El primero de ellos se llevó a cabo el viernes 20 de octubre, he aquí un resumen.
Procesos de subjetivación política
En primera medida hemos dicho que entendemos la política en doble vía: por un lado como la capacidad de decidir sobre los asuntos de la vida en sociedad, pero también como la técnica de los juegos de poder por acceder a una posición de liderazgo y mantenerse allí, lo que demanda entenderla mucho más allá del juego electoral. Mirada que exige reconocer que son los actores colectivos, los sujetos que dependiendo de su grado de consciencia y de libertad quienes, en propiedad de ciertos recursos (un proyecto colectivo, una forma de vida, y sabiendo identificar a sus contrarios o enemigos), van ganando fuerza, disputando posiciones de poder y construyendo un orden social a la medida de sus posibilidades.
A partir de este punto de partida, en la primera sesión de debate abordamos una pregunta central: ¿cómo se constituyen los sujetos en la historia? Resulta que el movimiento obrero, el movimiento social más fuerte durante todo el siglo XX, en sus teorizaciones tradicionales muy centradas en el economicismo marxista, consideraba que eran las condiciones objetivas, es decir las contradicciones económicas entre el sistema de capacidades de producción y el sistema de necesidades de consumo, las que iban irreversiblemente a conducir, mediante la lucha de clases, hacia una sociedad cada vez más igualitaria y libre. ¿Qué pasó? Pues que esto no sucedió, el determinismo económico no puede explicar el fracaso de dichos proyectos, pues dejó de lado los elementos políticos y culturales, los que sí permitían comprender cómo proseguía la reproducción social, las subjetividades, la identidad de los grupos sociales, es decir, cómo se reproducía el sistema, más allá de lo económico.
La intelectualidad crítica ha debatido largamente sobre este tema, pues ha considerado importante entender cómo es que existiendo tanta desigualdad, tanta pobreza y miseria, los más necesitados no se unen para socializar el poder y la riqueza de manera que todos podamos vivir de mejor manera. Este es, en sí, el debate de cómo los sujetos del abajo toman consciencia de sus condiciones objetivas y tratan de construir entre todos un nuevo proyecto de sociedad. ¿Esta consciencia se construye, se genera, se desarrolla o se transmite? ¿Qué papel podría jugar en este esfuerzo una federación sindical?
Subalternidad, antagonismo y autonomía
Autores como Massimo Modenesi1, resumen en estas tres categorías los procesos de subjetivación política que desde las teorías criticas han aportado al debate de la construcción de sujetos con respecto a su grado de libertad respecto de la clase dominante. Por ésta entienden a la porción de la población con mayores privilegios en términos de acceso a recursos económicos, culturales, sociales y políticos, constituida, además, en la guía intelectual y moral de toda la sociedad. Los sujetos de menor independencia con respecto a esta clase, aquellos que interpretan su mundo, crean sus aspiraciones y sus formas de vida desde los referentes legitimados por quienes dominan, están en la subalternidad; mientras que aquellos que logran sus propios referentes, y niveles de cohesión –con un horizonte de sociedad distanciado del actual sistema– se encuentran en la categoría de la autonomía.
Subalternidad:
La subalternindad es una categoría que nos ayuda a abrir el espacio de los sujetos de cambio mucho más allá de las constipadas categorías del economicismo ideologizante que utiliza una categoría como explotado u oprimido, y va más allá de la mera clase trabajadora o el proletariado. Acuñada por Antonio Gramsci, el sujeto subalterno es una categoría que alude al estado subjetivo de todo un corolario de actores que tienen una aceptación relativa y apenas un rechazo relativo del sistema actual. Tal sujeto acepta las relaciones de dominación que lo determinan como naturales, y a lo sumo realiza un ajuste de las mismas para lograr que su vida sea más llevadera. Este sujeto lleva incorporados los intereses de la clase dominante, si bien no sus condiciones materiales y económicas, sí sus valores, su personalidad, su razonamiento cotidiano y su discurso.
Antagonismo:
La subjetividad antagonista da un paso más adelante, surge del rechazo en mayor grado a las relaciones de dominación y pasa a un segundo momento de confrontación y de lucha por sobre sus dominadores, sus patrones, y las agrupaciones políticas que estos representan (partidos, sindicatos, gremios etcétera). Ésta se constituye a partir de la experiencia de la lucha contra un contradictor o enemigo determinado, y con ella va dando forma a un aumento de fuerzas organizativas, políticas, económicas y culturales en contra de la clase dominante.
Autonomía:
La consciencia de las condiciones objetivas de su grupo social se encuentra aquí mucho más desarrollada; con este nivel de comprensión de la vida, ya no solamente rechaza el poder de su enemigo, sino que abordando un “poder hacer” autónomo sobre su propia vida; es el paso de la protesta a la propuesta. Aquí el sujeto tiene formaciones políticas propias; la experiencia de la emancipación da paso al proceso de subjetivación política que se lleva a cabo.
De acuerdo a este esquema teórico, y para poder dar paso a una discusión entre todos/as, podemos decir de manera esquemática que el desarrollo de una consciencia política cada vez más desarrollada, es producto de:
– La afirmación subjetiva de las condiciones objetivas. Investigar y conocer mejor el lugar que se ocupa en la estructura social y las relaciones intrínsecas de los problemas sociales entre sí, para saber el grado de dominación en que se encuentra.
– Generar el sentido de pertenencia a un grupo subalterno particular, a través de las relaciones de filiación y amistad con quienes se sufre de la dominación que se quieren romper.
– La identificación de un responsable de la dominación, un antagonista claro al cual debe derrotarse, aquello contra lo cual debe enfrentarse el grupo subalterno para superarlo material, cultural y simbólicamente.
– La articulación de un discurso alternativo, de otra forma de hacer las cosas y de procesar la experiencia, como determinantes de la politización generadora de la consciencia de la voluntad de luchar para afirmarse como sujeto.
Podemos decir, en este sentido, que desde diferentes experiencias se asume una consciencia particular del lugar que ocupamos en la sociedad, y al asumirnos como tales se supone una cierta capacidad de acción que debe desarrollarse y generar condiciones para su desarrollo. En la proyección de largo plazo debemos considerar la fase o grado de autonomía en que nos encontramos y aquella a la que pretendemos llegar. Cómo construimos planes y estrategias que vayan arraigando territorial, política y culturalmente en sujetos determinados, en un proyecto alternativo de sociedad, y cómo podemos dinamizar esos avances, son tareas del activismo si queremos trascender al plano político.
Herramientas de medición
Ahora, bien para podernos proyectar de mejor manera, es preciso tener herramientas de análisis que nos permitan evaluar cuáles son los lugares y actores estratégicos por considerar, y cómo vamos avanzando con ellos desde la subalternidad, al antagonismo, hasta la autonomía integral. Vale decir que estas son solo categorías analíticas que no existen en la realidad, pues en ella estos grados de libertad se entrecruzan y se desarrollan de manera simultanea, dependiendo de las circunstancias. Sin embargo, proponemos algunos parámetros que pueden irse evaluando, desde el primero hasta el ultimo, como herramientas de formulación y evaluación de los avances en el desarrollo de nuestros propósitos.
1. Conocer la formación objetiva del grupo subalterno: Por ejemplo, si queremos construir un sindicato de las servidoras en una empresa estatal debemos saber muy bien el perfil ocupacional de quienes lo pueden integrar, su origen social, sus ingresos, el tipo de contrato que tienen etcétera, detalles que nos brindan una radiografía del sujeto que queremos proyectar.
2. Conocer su adhesión activa o pasiva a formaciones políticas dominantes. Es preciso conocer cómo se alinean –o no– sus intereses con los de los partidos, sindicatos u organizaciones de los de arriba, de la clase dominante. Por ejemplo, identificar en qué medida simpatizan con los planteamientos del Centro Democrático u organizaciones similares, o si ya es militante pleno de tales formaciones políticas, en qué medida influyen o se dejan influir por los programas de estas formaciones, y en qué medida divide, descompone, renueva o construye nuevas formaciones de grupos subalternos.
3. Identificar el nacimiento de nuevas formaciones políticas de los grupos dominantes, para mantener el consenso: saber identificar la creación de nuevos partidos y sindicatos por parte de los grupos dominantes, tratando con ello de recoger y neutralizar las demandas y reivindicaciones populares, y de prolongar su dominio social.
4. Cómo se construyen las reivindicaciones: precisar en que medida estás responden a las necesidades y las demandas del grupo, así como su carácter cuestionador del orden vigente, si es restringido, parcial, territorial, sectorial o global.
5. Identificar la constitución de nuevas formaciones políticas desde los grupos subalternos, pero con viejos liderazgos y viejas prácticas políticas: también es importante reconocer cómo surgen nuevos sindicatos, comités, partidos, organizaciones desde abajo; pero también saber hasta qué punto reproducen lo que quieren combatir, o cómo la permanencia de anquilosados dirigentes obstruyen o cooptan el desarrollo del movimiento.
6. La formación de fuerzas innovadoras desde los grupos subalternos: identificar o construir nuevas tendencias o nuevas fuerzas políticas y organizativas, lo más autónomas posibles de los grupos dominantes, y ver el grado de adhesión que logran entre los grupos subalternos más cercanos, ya sea activa o pasivamente.
Con eco
Esperamos este tipo de ejercicios formativos motiven a personas y organizaciones de todo tipo para que repliquen estos espacios en sus territorios y que envíen sus conclusiones de vuelta, para retroalimentar el trabajo, enriqueciendo nuestra posición como proyecto de país alternativo.
Adicional a esto, recomendamos las lectura de Raúl Zibechi y Decio Machado (2016): Cambiar el mundo desde arriba: los límites del progresismo. Capítulo 2, publicado por Ediciones Desde Abajo, para ejemplificar cómo se reproducen ciertas tendencias en los proyectos alternativos.
* Federación nacional de trabajadores del estado, los servicios públicos y la comunidad.
** Modonessi, Mássimo. (2010) Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismo y subjetivación política. Buenos Aires: CLACSO- UBA Sociales Publicaciones – Prometeo libros, 2010
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