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Migración, xenofobia, desarraigo. También en Colombia

Migración, xenofobia, desarraigo. También en Colombia

Como judío errante, decía mi abuela, creo que hablaba de parte de su familia originaria de Antioquia, que vivía de un lado a otro. Se mudaban de pueblo en pueblo y al poco tiempo se aburrían y se mudaban de nuevo. Yo en mis apenas nueve años de vida, tenía la percepción, no se si correcta o equivocada de que el colombiano era así, como judío errante.

 

Tenía un tío que emigró a los Estados Unidos, y oía relatos de familiares que vivían en otros países, además sentía gran admiración por cualquier extranjero, ellos significaban siempre algo mejor, lo sabía porque cuando llegaban de pasada o de vacaciones algunos de los familiares que venían de fuera, todo era algarabía, contaban sus experiencias y parecían tener muchas posibilidades económicas y alta calidad de vida en esos mundos lejanos y anhelados por los que estábamos aquí.

 

Según cifras del Ministerio de Relaciones Exteriores para el 2015, 4,7 millones de colombianos vivía en el exterior lo que equivale al 10 por ciento del total de la población. Colombia es el país de Suramérica cuya población más emigra. Es decir, uno de cada 10 colombianos vive en el exterior; sus destinos preferidos EE.UU. y España; hasta el 2015 todavía emigraban a Venezuela y Ecuador como tercer y cuarto país de acogida.

 

Mi familia y yo formamos parte de esas estadísticas, y el país de acogida fue Venezuela. Por años tuve la conciencia de ser extranjera, aunque nunca viví el estrés de ser indocumentada, sí fui por mucho tiempo extranjera, incluso recuerdo haber sido la única estudiante de mi grupo en la universidad con cédula de transeúnte. En cada lugar me preguntaban de dónde era, pero en un momento indeterminado para mi me adapté totalmente al país de acogida, aprendí a reírme de sus chistes, comprender su humor, su forma de ver la vida, aprendí a amar sus playas y sus comidas, su música, aprendí que la diversidad de nacionalidades existentes allá me hacía menos diferente.

 

En las navidades hacíamos natillas o buñuelos pero también hallacas; escuchaba gaitas de Maracaibo y villancicos que recordaban mi infancia, realmente empecé a comprenderme colombo-venezolana.

 

Doble desarraigo

 

El síndrome de desarraigo o síndrome de Ulises se refiere a síntomas de estrés con implicaciones somáticas experimentadas por el emigrante, incluso antes de dejar su tierra de origen y arriesgarse, casi siempre en condiciones no favorables, a dejar sus afectos, su red de apoyo, su familia y su lugar seguro, o por lo menos conocido.

 

Se presentan síntomas como estados ansiosos, llantos incontrolables, fatiga, perdida de memoria, dolores y predisposiciones a enfermedades virales, perturbaciones de sueño y alimentación, ensimismamiento, aislamiento y depresiones desde leves hasta severas.

 

Ante el síndrome de desarraigo, la persona se encuentra en estado de vulnerabilidad, se siente fuera de lugar y empieza a dudar de sus capacidades. Pierde sus referentes de vida, no hay una red de apoyo ni contención emocional por parte de familia y amigos. es lo que en el argot popular llaman salirse de la zona de confort, pero en este caso, es más que un lugar donde ya sabemos qué hacer y cómo movernos, es dejar un cumulo de aprendizajes y referentes de vida que sirven para enfrentarse a los retos cotidianos de trabajo y relaciones.

 

El doble desarraigo implica enfrentar dos veces la misma circunstancia. Como está sucediendo en este momento con los colombianos que vivieron por muchos años en Venezuela y están retornando a Colombia. En está situación el proceso de readaptación es a veces, incluso, más complicado porque al regresar al lugar de origen descubres que de nuevo eres extranjero, esta vez en tu país natal.

 

El repertorio de aprendizajes culturales del lugar de residencia anterior se hacen evidentes, y empiezas a estar en una especie de distonía total, Las circunstancias del país son distintas, las dinámicas ciudadanas también.

 

Dentro de la lista de causas y circunstancias que disparan y agravan los síntomas de desarraigo o doble desarraigo están, sobre todo el rechazo, el miedo al rechazo, el temor que inicialmente implica desplazarse de un país a otro con los riesgos involucrados en estos casos: casi siempre las personas que emigran lo hacen en condiciones de precariedad por lo que están más expuestas y son víctimas de posibles abusos, trata de personas, abusos sexuales y maltratos generales.

 

La respuesta de la población en el país de acogida suele variar, pero la xenofobia hacia los grupos que emigran en cantidad significativa, aparece inevitablemente.

 

En el caso de Colombia y su rol, por primera vez en su historia como país huésped, ha empezado a estimular los más primitivos temores de algunas personas que ya están estigmatizando y generando conductas de rechazo y desprecio hacia la población venezolana, que aumenta cada vez más en el país. Aunque parte de ella está de transito hacia otros países de la región.

 

Ya se han reportado, por ejemplo, protestas en la ciudad de Cúcuta, manifestando la incomodidad por las molestias ocasionadas en distintas áreas de la ciudad por los venezolanos. También han circulado panfletos amenazándolos con la muerte en caso de delinquir. El 23 de enero del presente año, lanzaron una bomba molotov en el coliseo del barrio Sevilla, al norte de la ciudad, en contra de los venezolanos que se encontraban allí.

 

El caso tal vez más perturbador lo constituye un audio subido a las redes en el que amenazan con matar a los venezolanos que se encuentran en Subachoque sino se van de la localidad; quien lo grabó usa una voz de robot y especifica que no importa la condición, delincuente o no, todo ciudadano de esa nacionalidad debe irse.

 

En algunos lugares no les alquilan inmuebles e incluso las ofertas de trabajo especifican que no aceptan venezolanos.

 

¿Qué elementos o pensamientos distorsionados generan tales expresiones de xenofobia o rechazo al extranjero, generalmente un grupo en particular? Qué pasó con los colombianos que, recuerdo a mis nueve años, veían en el extranjero la posibilidad enriquecerse con relatos nuevos, acentos diferentes, culturas y experiencias distintas? Tal vez, a pesar del modernismo y la tecnología, las ciencias y las redes sociales, no somos tan globales, la globalización termina siendo un tema concerniente, al fin de cuentas, a los negocios, no a nuestra condición de humanidad. La Tierra sigue siendo un lugar de disputa y los territorios (llamados países) lugares a los cuales no podemos pertenecer, en el que nos niegan vivir y participar, si no tenemos la categoría que el lugar, o la gente del lugar, exige.

 

Generalizar, omitir y distorsionar, los tres universales del lenguaje, evidencian formas no racionales de analizar la realidad. Y aunque en el pensamiento del xenofóbico, probablemente están presentes los tres, es la generalización la que prepondera cuando identifica a la persona con la nacionalidad o grupo étnico al que pertenece. La generalización se trata de catalogar de buena o mala una persona o situación a partir de una sola experiencia. Por ejemplo, si una persona de pelo rojo me robó, califico de ladrón a todos los de pelo rojos. Generalizo una sola experiencia como definitiva. El pensamiento es distorsionado, según la psicología cognitiva, porque la condición y conducta ética de la persona no está determinada por elementos como su color de piel, nacionalidad, orientación sexual.

 

El pensamiento real y valido es que una persona puede tener acciones reprobables siendo tanto colombiana, venezolana, china, indígena, negra, blanca, amarilla, judía, cristiana, atea, heterosexual, lesbiana, transexual, carnívora, vegetariana, vegana y mil etcéteras que no determinan la ética de nuestro comportamiento. Y puede ser bondadosa y correcta también, independiente de todas las causas biológicas, raciales y culturales.

 

Las crisis presentes en varios países del mundo han generado movimientos poblacionales de gran magnitud, que de manera biológica o natural, ponen en alerta los instintos de las personas residentes, impulsándolos a proteger sus espacios. Estamos, en su primera respuesta, ante la ley de supervivencia. Sin embargo, seria oportuno apelar a nuestra propia humanidad para generar empatía con los congéneres de especie, recordar que los limites geográficos son el fruto de nuestras invenciones y que todos los pobladores del planeta que compartimos tienen el mismo derecho a buscar lugares donde construir o, por lo menos, intentar tener una vida digna.

 

Creo que el principal aprendizaje con mi experiencia de doble desarraigo, es que en las condiciones actuales de este hogar llamado Tierra, es que no hay lugares seguros y definitivos. Los ciudadanos de Colombia como país históricamente migrador, pueden ahora vivir la experiencia de acoger a los venezolanos e incorporar toda la riqueza humana y cultural de un pueblo con el cual han compartido por décadas, tal vez por siglos, luchas y sueños, conviviendo como iguales a lo largo de miles de kilómetros de frontera, en muchos casos con doble nacionalidad, un país y un pueblo que también los aceptó y en el cual aún viven millones de sus connacionales.

Información adicional

EXTRANJERO (COMO JUDÍO ERRANTE) 
Autor/a: PATRICIA RESTREPO
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