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Los pendencieros del orden

Los pendencieros del orden

“Si no fueran tan temibles 

nos darían risa, 

si no fueran tan dañinos 

nos darían lastima. 

Porque como los fantasmas,

sin pausa y sin prisa,

no son nada

si se les quita la sábana”1

 

¡Muerte a guerrilleros infiltrados en la universidad! ¡Muerte a los mamertos que apoyan al terrorismo! Son consignas que irrumpen desde voces subrepticias para amedrentar a las organizaciones sociales movilizadas y anunciar la cruzada del restablecimiento del “orden natural de la sociedad”, según la “verdad” de los sectores más recalcitrantes del país que pretenden convocar a la “unidad nacional” contra el enemigo interno y la amenaza del enemigo externo.

 

Construir la representación del enemigo común culpable de todo, es un recurso de histrionismo político, en esencia, una sucia farsa que, producto de una campaña sistemática, trastoca la realidad para generar miedo, odio y, en consecuencia, posicionar al salvador que es el mismo agitador del odio y del miedo. Con retórica efectista, este salvador aviva la falsa contradicción existente desde la Colonia en el inconsciente colectivo entre el bien y el mal, entre los buenos y los malos, y él en representación de la “gente de bien”, como suelen decir en causa propia, con una hoja de vida “impoluta, proba y transparente” es decir, sin tacha, ni pecado. Con la antigua sentencia inquisidora de “muerte a los pecadores e impíos”, pretenden unir en la fe de la política mesiánica a todos los sectores vulnerables al discurso del miedo y llevarlos a actuar con odio contra aquellos señalados en un abanico muy amplio y diverso de ser parte de ese enemigo común.

 

Su concepción providencial sobre la propiedad privada (que no fue tocada en los diálogos de La Habana, valga la aclaración), les hace ver el “fantasma del comunismo” en las reformas liberales pactadas en los acuerdos de paz con las Farc, acuerdos cuyo cumplimiento e implementación son exigidos por la población de todas las regiones afectadas por el abandono del Estado, población que demanda el fin de la violencia selectiva contra quienes exigen condiciones para el bien común y respeto a los derechos comunitarios.

 

Este reverdecer de la estrategia del enemigo interno y externo, tiene como contexto y pretexto dos sucesos que en esta coyuntura han engranado de tal manera que “ni mandados a hacer”: el atentado a la Escuela de Cadetes de la Policía General Santander y la arremetida “diplomática” para tumbar el gobierno venezolano.

 

La reivindicación del atentado por parte del Eln –atentado que concitó repudio, rabia y dolor ante las terroríficas escenas de jóvenes que estudiaban para ser policías y que murieron desmembrados– solo trajo una claridad en medio de la confusión: su autoría. Los efectos de la inexcusable acción fueron el desconcierto y la dispersión generalizada en la llamada, por ellos mismos, “sociedad civil”, que experimentaba un auge en la movilización elevando su nivel de indignación y conciencia, con demostrada creatividad en las convocatorias y sus mecanismos decisorios y de representación, como es el caso del movimiento estudiantil a nivel nacional. Todo esto haría suponer que, a la luz de los acontecimientos, el Eln sea el primer sorprendido por el precario y parcial análisis con el cual justificó su accionar en la compleja realidad política que vive al país.

 

Dar por terminado el proceso de dialogo con el Eln, tal como se estableció, parecería una obvia y justificada determinación de autoridad frente al atentado, pero terminar con un dialogo inexistente y cerrar la mesa de negociación a la que nunca asistió una delegación oficial del gobierno a dialogar, solo deja interrogantes. Son de conocimiento público los reparos, condiciones y exigencias del presidente Duque sobre el proceso de negociación que inició su antecesor, ¿por qué entonces, no se le puso fin a este proceso desde antes, si de ningún modo hubo condiciones para nombrar la comisión negociadora producto del reiterado “desacato” a las exigencias y condiciones del gobierno por parte del Eln? ¿Acaso estaban esperando la fecha de activación del plan internacional contra al gobierno de Maduro (10 de enero) para encontrar el pretexto que uniera y posicionara la idea de la complicidad del enemigo interno con el enemigo externo?

 

Exigirle “respetuosamente” a Cuba que capture y extradite a los miembros del Eln que permanecen en su territorio desconociendo los protocolos firmados para el caso de la ruptura de la negociación, sabiendo de antemano que el gobierno de Cuba debe cumplir con su aplicación, deja entrever que su interés no está en la anhelada captura de los miembros insurgentes. En esta coyuntura geopolítica, el cálculo que salta a la vista es acusar a los gobiernos de Cuba o Venezuela de proteger terroristas. Si Cuba no captura y extradita a los miembros del Eln podría ser denunciada por el gobierno de Colombia como un país que protege a los grupos terroristas, y si los países garantes en cumplimiento del protocolo (numeral 7) dejan en territorio venezolano a la delegación guerrillera para desde allí entrar a Colombia, el gobierno de Venezuela, o más bien Maduro, sería acusado de protector de terroristas, alentando así la idea del triángulo del mal (Cuba, Maduro y Eln “versión Duque”, o Cuba, Maduro y Nicaragua “versión Trump”). Esta representación ya anunciada, ha sido utilizada en los preámbulos del intervencionismo norteamericano en alianza con potencias europeas en territorios de su interés. Indudablemente, Noruega y Cuba como países garantes, reconocidos por ejercer una diplomacia de alto nivel, no actuarán sin acuerdo y coordinación con el Estado colombiano y en consecuencia, como es de conocimiento público, no van a traicionar lo pactado en los protocolos.

 

Después de pasados 20 días de la encrucijada planteada a Cuba por el gobierno colombiano y de no tener nada nuevo por decir, es evidente que este incidente hace parte del plan de intromisión para supuestamente “restaurar la democracia en Venezuela” sacando del poder a Maduro, y desestabilizando a Cuba. Sin embargo, el plan no se consolidó en el tiempo previsto, tal como lo evidencia el pronunciamiento del embajador Francisco Santos en su llamado a no perder la esperanza: “El plan diplomático está dando resultado. Esto apenas está comenzando, y no es fácil. Quienes creen que un abrir y cerrar de ojos el dictador iba a salir, pues no”2, reflexión que contrasta con lo dicho por el presidente Duque quien sentenció: “A la dictadura de Venezuela le quedan muy pocas horas, porque hay un nuevo régimen institucional que se está creando, gracias al trabajo que ha jugado Colombia y otros países”. Independientemente de los tiempos del “plan diplomático” de intromisión en los asuntos internos de Venezuela, en Colombia quedó cerrada toda posibilidad de una salida negociada con el Eln según lo contenido en la Política de Defensa y Seguridad del gobierno Duque.

 

La enajenación de sí mismo del presidente Duque al sentir la gloria temprana por su vertiginoso ascenso como mandatario con la mayor votación de la historia, unida a su posicionamiento como líder regional en esta coyuntura con Venezuela –de la mano de un “adulto mayor”, el secretario de Estado de los EEUU, Pompeo–, y con el atentado del Eln jugando a su favor, de seguro hará que crea superado el rechazo mayoritario, igualmente histórico, reportado en las encuestas. La vehemente retórica con la cual niega el derecho internacional y cierra toda posibilidad para una salida negociada con la guerrilla, hace prever que sus políticas frente al conflicto interno y externo sean más delirantes.

 

Con el frenesí que el partido de gobierno y sus aliados hacen “trizas” el Acuerdo de Paz con las Farc –saboteando, dilatando y deshaciendo–, es evidente que no solo pretenden negar la persistencia de las causas estructurales que reproducen la eterna violencia política, sino lo útil que resulta para sus intereses el maniqueo discurso del enemigo interno y externo, bajo cuya sombra esconden el temor a su verdadero enemigo: el pasado y presente de la verdad histórica.

 

A pesar del renacer impetuoso de la cruzada de la “gente de bien” que pretende mantener por todos los medios el viejo orden, hay que afirmar y afirmarse en que este país ya no es el mismo del periodo de la “seguridad democrática” aunque quieran volver a legitimarla e implementarla con la actual Política de Defensa y Seguridad del gobierno Duque. Ahora son múltiples las voces que se manifiestan desde diversas realidades con ejemplar valentía, expresando la necesidad histórica de cambiar las costumbres políticas y así transformar el viejo orden, no por viejo, sino por tramposo, corrupto, excluyente y violento, en síntesis, por ser un orden antidemocrático.

 

Nota: En estos tiempos azarosos no basta la dignidad y el coraje frente a tanta agresión, es necesario que todas las organizaciones agredidas se conecten con el mundo, las “alertas tempranas” lleguen al tiempo a todas las entidades, personas del mundo comprometidas en la defensa de la vida por medio de las redes, constituyendo grupos globales. Toda denuncia tiene que tener eco y respuesta en el mundo.

 

1 Estrofa de la canción “Los Macarras de la Moral”. Letra y Música: Joan Manuel Serrat. Álbum: Sombras de la China
2 Periódico El Tiempo 12-Feb-2019

Información adicional

Autor/a: Ricardo Martin
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