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La pelotera del crecimiento económico

La pelotera del crecimiento económico

“Eso del estancamiento es paja”. Así respondió, públicamente, Alberto Carrasquilla, ministro de Hacienda, a su colega el gerente del Banco de la República Juan José Echavarría, quien se había atrevido a expresar, en la Convención anual de la Asobancaria, sus preocupaciones sobre la mala situación económica del país.

Semejante respuesta, más que descomedida, francamente grosera, no deja de sorprender pues ambos hacen parte del mismo círculo tecnocrático neoliberal. Sin embargo, es bien sabido que Carrasquilla es algo más: una combinación explosiva entre uribista ilustrado y negociante inescrupuloso. Ya el expresidente venía, desde hace rato, creando un clima de hostilidad hacia Echavarría a quien acusa de “santista”. Y en la misma línea, días atrás, Carrasquilla lo había confrontado a propósito de la tesis de “la polarización” como factor negativo para la economía.

La refutación, de todas maneras, es más bien débil. Echavarría, ni se ha excedido en sus competencias, ni lo que expresa es una simple opinión sin sustento. Mucho menos tiene que ver con una supuesta desconfianza en las cifras del Dane que parece ser la imagen recreada por el gobierno y los medios. Aunque no deja de llamar la atención esta intempestiva “defensa” del Dane en boca del Gobierno. ¡Explicación no pedida, acusación manifiesta! En todo caso, los comentarios del Gerente del Banco de la República sí han estado respaldados por cifras; junto a la tasa anual de crecimiento del PIB del primer trimestre del año –estimada por el Dane en 2.8% y descontando el efecto estacional en 2.3%– coloca otras cifras altamente preocupantes. Anteriormente, en otras oportunidades, ya había hecho serias advertencias sobre el rumbo de la economía colombiana: ”hay algo más; más allá de los fundamentales de la economía”.

Pero la discusión no es académica ni se trata de tomar partido por lo dicho por Echavarría: tiene una profunda implicación política. La prensa nos ha informado, en efecto, que los Ministros “cerraron filas en defensa del estado de la economía”. Evidentemente, detrás del crecimiento estimado, que de ninguna manera puede calificarse de bueno, se esconde una controversia sobre la dinámica subyacente, esto es, si se trata de “estancamiento”, o más bien de “recuperación” como argumentan quienes insisten en que veníamos de una situación peor. Esto es clave para la evaluación del gobierno Duque, no sólo porque ya casi completa su primer año sino porque está en juego la eficacia, en términos de incremento de la inversión y crecimiento económico, de la reducción de impuestos a las empresas aprobada en la reciente “ley de financiamiento” (reforma tributaria). Este es un dogma del fundamentalismo neoliberal que no se ha podido comprobar en ningún país.

Precisamente por eso, y porque lo único que se verá es la reducción de los recaudos en la tributación empresarial, es que Carrasquilla busca un mayor margen de maniobra en el manejo del gasto público, para lo cual obtuvo el pasado marzo una flexibilización de la regla fiscal. Por todo ello habrá que temer no tanto de la manipulación de las cifras del pasado como de la posible manipulación en las cifras que vendrán en lo que resta del año. La tentación es grande.

 

Luces y sombras de las cifras

 

El florero de Llorente parece ser, pues, la reciente divulgación realizada por el Dane de sus cálculos sobre el crecimiento del PIB en el primer trimestre del año. Crecimiento que puede calcularse como variación porcentual respecto a lo registrado en el primer trimestre de 2018, lo cual nos da una idea del ritmo de crecimiento anual de la economía, especialmente al compararlo con las variaciones análogas registradas anteriormente (ver gráfico 1). –Suponiendo, por supuesto, que el PIB es una buena medición del desempeño de la economía–. En esta ocaisón la cosa no pintaría tan mal pues 2.8 por ciento es mayor a lo registrado en los primeros trimestres anteriores desde 2015, aunque tampoco es para grandes celebraciones porque en el 2014 fue de 5.7 por ciento y en el 2012 de 5.9, y sobre todo porque la cifra siempre depende de cada punto de comparación. Si el nivel precedente es alto, hasta 1 por ciento es satisfactorio, pero si era muy bajo (y lo fue precisamente en este periodo de sucesivos malos resultados como se ve en el gráfico), crecer entre 2 y 3 no es gran cosa. A simple vista, claro está, la gráfica nos muestra que en comparación con el peor año que fue 2017 parece anunciarse una recuperación. Ahí es donde se atrinchera el Gobierno. ¡Y los gremios, téngase en cuenta!

 

Gráfico 1
PIB Producto Interno Bruto – 2019pr – 1 trimestre
Tasa de crecimiento anual

 

 

 

El punto de controversia que introduce Echavarría consiste en que si queremos apreciar verdaderamente el ritmo de crecimiento de la economía, o sea su tendencia, es necesario examinar esta serie cronológica pero ya ajustada eliminando la estacionalidad y los efectos indeseados de calendario. Implica un procesamiento estadístico que no podemos ni siquiera describir en este artículo pero sobre cuya utilidad basta constatar que es reconocida por todo el mundo académico. Y, en efecto, el propio Dane ofrece simultáneamente la serie ya corregida, o “desestacionalizada” como se acostumbra decir. La variación anual es entonces de sólo 2.3% lo cual sugiere (y es el argumento de Echavarría) que difícilmente se podría llegar al final del año a un crecimiento anual de 3.6 por ciento que es el pronóstico del gobierno, los gremios y los organismos internacionales. El ritmo no da para tanto. Sobre todo teniendo en cuenta que la comparación del primer trimestre con el cuarto del año pasado (comparación que en esta serie sí es válida) nos arroja un 0 por ciento (en rigor un decrecimiento de 0.01%). Es decir, se trata de un estancamiento.

 

La vulnerabilidad de la Estadística y el imperativo de la interpretación

 

Pero poco importa darle a ganar este round al gerente del Banco de la República. Aunque sí nos debería servir de advertencia acerca de las posibles manipulaciones cuando un gobierno se casa con unas cifras; es enorme la tentación de ajustarlas para que coincidan con lo que se está prometiendo. En el Marco Fiscal de Mediano Plazo que el Gobierno acaba de presentar se mantiene la meta de 3.6 por ciento. Carrasquilla ha dicho una y otra vez que nuestra economía tiene hoy el potencial de crecer al 4 por ciento anual.

Cabe aquí una anotación sobre algo poco mencionado en esta “pelea” cuyos comentaristas en los medios son tan malintencionados como ignorantes. El cálculo del PIB trimestral es tan sólo una estimación que sirve únicamente de orientación en la coyuntura. Las variaciones (que no valores absolutos) se obtienen, mediante un modelo, a partir de una selección de indicadores parciales y sectoriales tanto de la producción como del gasto. Un cambio en los indicadores o una nueva información pueden llevar a rehacer el cálculo de las variaciones. Es ahí donde ciertamente radica la posibilidad de la manipulación. Pero no es realmente significativo el simple hecho de que el Dane ofrezca varias versiones de la misma estadística (este trimestre aparece como provisional) que es lo que también parece haber suscitado el escándalo, ignorando deliberadamente que es lo más corriente, y universalmente aceptado. –De hecho, la información completa, pesada, de las Cuentas Nacionales tiene tres versiones, preliminar, provisional y definitiva, en un plazo de dos años después de terminado el año en consideración–. En realidad, de lo que se trata es de examinar el sentido que van marcando las nuevas versiones, lo cual, para Echavarría, en estas estimaciones trimestrales, es claramente hacia la baja y no hacia el alza.

En fin, lo verdaderamente importante para esta valoración tiene que ver con las fuentes del crecimiento que el Dane dice haber identificado. En sus propias palabras:

– “Comercio al por mayor y al por menor; reparación de vehículos automotores y motocicletas; transporte y almacenamiento; alojamiento y servicios de comida crece 4,0%.
– Administración pública y defensa; planes de seguridad social de afiliación obligatoria; educación; actividades de atención de la salud humana y servicios sociales crece 3,3%.
– Industrias manufactureras crece 2,9%”1.

Que las actividades de la administración pública se incluyan en la generación del valor agregado de la economía puede ser discutible, aunque generalmente aceptado, pero aquí lo que más llama la atención es el hecho de que explique buena parte del modesto crecimiento. Lo otro es comercio y servicios. No resulta muy tranquilizadora esta dependencia del sector terciario, pese a lo mucho que lo han elogiado en los últimos tiempos. Téngase en cuenta, en el mismo sentido, que el sector financiero crece un 5.5 por ciento En cambio, Industrias Manufactureras sólo se incluye por su importante participación en el PIB ya que otros sectores crecen un poco más, pero la serie desestacionalizada nos informa de una reducción de 1 por ciento respecto al cuarto trimestre. El sector agropecuario apenas sobrevive y la Construcción continúa desplomándose, con una disminución de 5.6 por ciento. Lo único que puede rescatarse es la recuperación de Minas y Canteras, evidentemente debida a las mejores condiciones en el mercado mundial del petróleo2.

En este orden de ideas, más allá de la cifra global en disputa, son muchos los interrogantes que se plantean respecto a lo que hemos llamado el ritmo de crecimiento. ¿De qué fuentes provendría ese crecimiento? ¿Qué capacidad multiplicadora tendrían? ¿Se orientan al mercado interno o a la exportación? ¿Qué solidez tendría su dinámica? ¿Es sostenible? ¿Podrían servir de sustento a una elevación del nivel de bienestar de la población? Hasta ahora lo que han dicho en todos los Ministerios y desde la dirección del Dane es que el panorama resulta promisorio porque se observa una buena dinámica en sectores claves como el ya mencionado del petróleo y la construcción de vías y otras obras civiles que, en contraste con la recesión en la edificación de viviendas, presenta una variación anual positiva de 8.8 por ciento. Es más, se supone que éste es un sector que en los próximos años va a servir de motor del conjunto de la economía gracias a la resolución de los problemas que tuvo para los cierres financieros (¡más la corrupción!) los cuales todavía se ven reflejados en las cifras.

En otras palabras, las ilusiones continúan afincadas en el mismo modelo de desarrollo capitalista que se instauró aquí por lo menos desde el comienzo del siglo XXI. Sin que se pueda establecer ninguna diferencia, en este sentido, entre Uribe y Santos. Modelo que sigue incluyendo, vale decirlo, entre los productos de exportación, a la coca. Y ahora, todo ello por encima de la tan elogiada “economía naranja” que, junto con el “sector de las TIC”, no deja de ser un recurso publicitario.

 

¿Y es el crecimiento el principal problema?

 

Al decir ritmo de crecimiento, desde luego, se da por descontado que la economía siempre está en crecimiento y que lo importante de analizar son las “aceleraciones” o las “desaceleraciones”. El decrecimiento o disminución del nivel del PIB generado en un año con respecto al registrado el año anterior se suele descartar –aunque sí ocurre – como un hecho excepcional y espantoso. El crecimiento como “deber ser” es parte de la ideología corriente que acompaña a la teoría económica convencional. De ahí la gran dificultad que experimentan los organismos encargados de la producción de estadísticas a la hora de comprometerse con una cifra negativa. Se comprende entonces, fácilmente, el escándalo que se armó cuando el Gerente de nuestro Banco central se atrevió a hablar de “estancamiento”. Y seguramente nunca encontraremos un cero pero sí puede ser un porcentaje bastante exiguo que sería muy malo visto el desempeño reciente de la economía.

En efecto, si observamos la evolución del PIB, ahora según las Cuentas Nacionales Anuales (es decir la medición exhaustiva), entre el 2005 y 2017, encontramos varias cortas fluctuaciones (Ver Gráfico 2). La explicación es acorde en un todo con el modelo aludido atrás, es decir según los precios internacionales del petróleo, el carbón y el oro. Dos años extremadamente buenos, el 2006 y el 2007, culminación de un periodo de expansión que había arrancado, como en todo el continente, en el 2003, y uno “maravilloso” (crecimiento de 7.4%) en 2011, aunque, siendo justos, es sólo la recuperación de los impactos de la crisis mundial de 2008; recuperación que sólo le alcanzó a la economía colombiana para sobrellevar luego, con algunos años mediocres, el impacto de la brusca caída de los precios del petróleo. A partir de ahí las variaciones anuales son cada vez menores, en una clara desaceleración, hasta el catastrófico año de 2017 en el cual se calcula apenas un 1.4 por ciento. Como es bien sabido, en toda Latinoamérica se alude al “fin de la bonanza de las materias primas” y en consecuencia al “fin del modelo extractivista exportador”. Curiosamente, nuestro país parece ser uno de los pocos en donde las elites dominantes siguen insistiendo en la permanencia del modelo.

 

 

Interesante resulta analizar el comportamiento de las diferentes ramas de la actividad económica y su contribución al pobre resultado de 2017, porque ello nos muestra el tipo de economía que hoy tenemos3. A grandes rasgos: las actividades económicas que más contribuyen a este comportamiento son: administración pública y defensa; planes de seguridad social de afiliación obligatoria; educación; actividades de atención de la salud humana y de servicios sociales; enseguida, comercio al por mayor y al por menor, reparación de vehículos automotores y motocicletas; transporte y almacenamiento. Muy parecido a lo que acabamos de ver en el reporte trimestral. En ese año “agricultura, ganadería, caza, silvicultura y pesca” creció 5,5 por ciento, en cambio son actividades económicas que contribuyen de forma negativa: explotación de minas y canteras que decreció 5,7 por ciento; e industrias manufactureras y construcción que decrecen 1,8 y 2,0 por ciento, respectivamente. Obviamente, si traemos otra vez a la memoria los resultados de la estimación de este primer trimestre de 2019, comprobaremos que la variación es menos mala gracias a la mejoría en estas últimas actividades. Pero ¿se sostendrá por más tiempo?
No nos apresuremos a responderlo. Es claro que con un sector de comercio y servicios englobado en la especulación financiera, cuyas principales instituciones siguen mostrando año tras año excelentes y desmesuradas ganancias, y la “ayuda” de una cierta “laxitud” en la elaboración de las estadísticas, bien puede ser posible que las cifras de los próximos años oscilen en torno al nivel que en Colombia se considera aceptable. Todo seguirá igual. Y téngase en cuenta que estas élites desvergonzadas están pensando con un horizonte ubicado en el 2030. Pero ¿nos sirve una simple línea de crecimiento como “deber ser”?

Dos argumentos nos permiten expresar algunas dudas bien fundadas. El primero es de orden empírico. Durante la “bonanza”, aunque muchos insisten en la disminución de la magnitud de la pobreza absoluta y la ampliación de la “clase media” es claro que la desigualdad se acentuó. La tasa de desempleo bajó ciertamente, pero nunca por debajo de 8 por ciento, lo cual es una vergüenza, y sumamente preocupante, dado que se había explotado al máximo la potencialidad económica del país. –La potencialidad en el marco de un cierto modelo capitalista, claro está–. Todo ello sin contar los impactos negativos ambientales, con la depredación y la contaminación, o sea la ruina de los ecosistemas.

De ahí que sea pertinente el segundo argumento, esta vez de orden teórico. Ya muchos han cuestionado estos modelos de crecimiento, incluso bajo la forma de modelos de desarrollo, ya no a partir de los ritmos de crecimiento y las pautas de distribución, sino por razones cualitativas. Algunos hablan, por eso, de “Posdesarrollo” para indicar la necesidad de un cambio completo de paradigma. Otros van aún más lejos en este cambio de paradigma que supondría el abandono del axioma del crecimiento como “deber ser”. La calidad de la estructura y la dinámica de la economía es lo que cuenta para garantizar un bienestar; no es necesario alcanzar cada año un nivel de producto interno bruto siempre superior; el imperativo obsesivo del crecimiento sólo sirve al ánimo de lucro. Crecimiento cero dicen algunos; “decrecimiento” dicen otros.

Aplicada a nuestros lares esta teoría podría indicarnos que si bien es cierto que, en principio, para la población que tiene Colombia sería necesaria una ampliación neta de la base productiva para poder sustentarla, también es cierto que lo importante sería el cambio de la estructura productiva, y sobre todo la edificación de un nuevo tipo de relaciones sociales que permitan no sólo la producción del conjunto de bienes y servicios que se necesitan sino su adecuada y equitativa distribución. No obstante, el problema no se resuelve en el refinamiento teórico sino en la acción política. Si las actuales elites se perpetúan en el poder y, en medio de su tranquilidad, ya tienen pensado hacerlo por lo menos hasta el 2030, la solución sólo puede venir de una fuerza social y política que sea capaz de interrumpir esta sórdida inercia.

1 Dane, Boletín Técnico PIB Trimestral . Ver: www.dane.gov.co
2 Ibídem.
3 Ver Dane, Cuentas Nacionales, grandes agregados. www.dane.gov.co

Información adicional

Autor/a: Héctor-León Moncayo S.
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