
La inclusión social de las personas con discapacidad fue el objetivo trazado desde 2013 a través de la Ley 1618 –Ley estatutaria de discapacidad–, pretendido presente incluso desde 2009 cuando Colombia ratificó en la Convención Internacional por los Derechos de las Personas con Discapacidad –Ley 1346 de 2009. Sin embargo hoy, once años después, la garantía de derechos, inclusión social y participación de las personas con discapacidad no es cercana a la de un país que debe trabajar por la equiparación de oportunidades.
Hoy el lugar social que ocupan las personas con discapacidad o con capacidades especiales, es indudablemente distinto al de hace 30 o 20 años, la discapacidad ya no es un tema tabú en el que la agrupación1, el fetichismo o castigo divino2 sean la forma de entender o encasillar a esta parte de la población.
Su visibilidad es notoria: los colegios cuentan con estudiantes con discapacidad, los noticieros de televisión nacional cuentan con intérpretes de lenguaje de señas, así también desempeñan cargos públicos como concejales, alcaldes y en otros escenarios. En apariencia parecería que la población con discapacidad ha sido incluida plenamente, pero, lastimosamente, no es así, de ahí que sea necesario visibilizar no sólo las dificultades persistentes para esta población sino también encontrar voluntades comunitarias, sociales y políticas, que permitan verdaderos procesos y dinámicas inclusivas para que esta parte de la población, sus cuidadores/as y cada ciudadano/a, puedan disfrutar de los derechos a que tienen derecho por ser parte de una sociedad dada, así como gozar y ver florecer la diversidad.
Entendiendo la discapacidad
Debemos comprender dos cosas importantes: primero, la discapacidad no es una enfermedad ni una condición de salud que impida que la persona interactue3, de ahí que si bien el derecho a la salud es fundamental no es el único derecho a que debe tener acceso o el más relevante; las personas con discapacidad deben vivir y les deben garantizar todos los derechos. Y segundo, la discapacidad no es una carga que contiene una persona y que se convierte en su problemática; por el contrario, la discapacidad son unas características físicas, biológicas, sensoriales o intelectuales4, que tiene una persona y que les brinda unas particularidades para interactuar con el medio, y es exactamente la forma en que se posibilita o no esta interacción la que produce o no la discapacidad.
Es decir, la discapacidad se produce en el momento en que las personas viven barreras para su participación, dadas por una sociedad que no le permite interactuar de forma equiparada con las otras personas. En este sentido, todos y cada uno de los sujetos que integran una sociedad hacen parte de la transformación, para que la inclusión y la participación sean posibles.
Pero, ¿cuáles son esas barreras y cuáles son los retos de los gobiernos locales para superarlas?
Barreras sociales y actitudinales vs. inclusión y reconocimiento
Las nociones y conceptos históricos a cerca de la discapacidad lamentablemente la vivieron muchas personas con esta condición, en la que el encierro, el rechazo, el señalamiento y la burla fueron vistos como normalidad. Aún en muchas comunidades, la cultura está permeada de ideas equivocadas. Sin embargo, la discapacidad no es todo eso negativo que se creía, por el contrario, todos y todas somos partícipes de transformar las realidades que se viven socialmente respecto a ella.
En este sentido, uno de los retos más importantes para los gobiernos locales es cambiar de ‘chip’, conocer la normatividad, asumir a las personas con discapacidad como pares sociales que deben gozar de equiparación de oportunidades, logrando así, en primer lugar, sumarse a desarrollar acciones realmente transformadoras de la realidad de esta población, asumir la garantía de derechos y la inclusión social como bandera, abandonar ideas, acciones y políticas asistencialistas y sobre todo es necesario incluirla en la agenda pública y en su comunidad. Logrando esto también se conseguirá permear y desarrollar acciones que visibilicen la persona con discapacidad, fortaleciendo los lazos sociales desde el reconocimiento de la diversidad, y llegar así a la inclusión social.
Barreras arquitectónicas vs. accesibilidad y diseño universal
Los entornos sociales fueron construidos sin tener en cuenta las condiciones de movilidad de todas las personas y el derecho al acceso que deben tener todos y todas. Encontramos andenes altos, escaleras, oficinas o consultorios médicos en segundo o tercer piso, baños con puertas pequeñas, buses y transporte público de difícil acceso, entre otras muchas condiciones.
Para superar esto, la accesibilidad debe asegurar escenarios sociales públicos y privados en que todos y todas podamos participar. Implica la construcción de rampas (con medidas pertinentes); ascensores de acceso a niveles o pisos altos (incluido el segundo piso o sótanos); andenes adecuados, sin obstáculos (bolardos, postes de energía, canecas de la basura) y la inclusión de tableta señalética; baños con medidas que posibiliten el ingreso de sillas de ruedas y barandas que permitan traslados.
El reto de la accesibilidad es proyectar una ciudad o un escenario social en donde todos y todas podamos participar, desde la autonomía, y ser parte activa de la sociedad.
No se trata solo de pensar únicamente en la población con discapacidad sino en toda la comunidad, por lo cual el uso del diseño universal crea escenarios para personas de todas las edades, para que en el ejercicio de diferentes actividades puedan disfrutar de todos los lugares. Es decir, una ciudad en donde las sillas de ruedas, los coches de bebé y los carritos de mercado puedan movilizarse brindando igual oportunidad y disfrute.
Barreras informativas y de comunicación vs. sociedad informada y participativa
La comunicación es una habilidad primaria, fundamental para la socialización, el aprendizaje y la participación; comprender que existen diferentes sistemas de comunicación es prioritario, pues sin el acceso directo a la información se aisla y desconoce a los sujetos que no utilizan la oralidad y lectoescritura (del castellano en nuestro caso), vulnerando así todos sus derechos.
Por ello, el reconocimiento, aceptación e implementación de la comunicación aumentativa y alternativa en todos los escenarios sociales, se convierte en la posibilidad de hacer partícipe a la persona con discapacidad de todos los escenarios sociales, de reconocerse desde la autonomía y autodeterminación y brindarle así total participación e incidencia. Desde la inclusión del lenguaje de señas y sus intérpretes, son fundamentales para la participación de las personas con discapacidad auditiva; el desarrollo de material escrito en braille para quienes tienen discapacidad visual; el uso de audiodescripciones, la inclusión de pictogramas, entre otros, posibilitan que la interacción social y participación sean posibles.
Oportunidades, garantía de derechos y participación
La superación de las barreras mencionadas son la base para lograr una sociedad que realmente reconozca e incluya a las personas con discapacidad, generando así la equiparación de oportunidades requeridas para el desarrollo integral de esta población.
El gran reto de las administraciones locales en Bogotá, y de las comunidades en general, es que las personas con discapacidad puedan gozar de sus derechos, todos: desde una educación sin barreras, realmente incluyente; recreación y cultura desde la inclusión y el deporte adaptado; con movilidad y habitabilidad desde la accesibilidad y el diseño universal; justicia con ajustes razonables y totalmente informada, información y comunicación asertiva y pertinente; ayudas técnicas y tecnológicas; derecho real y pertinente a la salud, con tiempos y procesos que posibiliten rehabilitación y salud5; con verdaderas posibilidades de autonomía económica a través de procesos de inclusión laboral, formación para el trabajo y acceso a la educación superior; con bienestar para sus cuidadores/as y en una sociedad que le reconoce y favorece su desarrollo.
Por último, es imperativo habilitar espacios participativos para la población con discapacidad, que posibiliten su incidencia en todos los planos; urge que los comités territoriales de discapacidad sean puestos en marcha, activando verdaderos ejercicios de participación, elección democrática de representantes y la incidencia de estos comités en la toma de decisiones sobre el conjunto de aspectos del buen gobierno local, así como sobre las políticas que tienen que ver en particular con sus condiciones de vida.
La inclusión de las personas con discapacidad es un reto que tenemos hace más de diez años, las administraciones locales tienen cuatro años por delante para transformar realidades para que todos y todas vivamos en diversidad el ejercicio de nuestros derechos.
1 Modelo en el cual la persona con discapacidad solo comparte escenarios con otras personas con discapacidad.
2 Modelo histórico en donde la discapacidad era vista desde la religión o las comunidades étnicas como un castigo o deshonra para su comunidad.
3 Aunque hay personas que viven una condición de salud además de su discapacidad.
4 Los tipos de discapacidad son: visual (ceguera y baja visión), auditiva (hipoacusia y sordera), sordoceguera, intelectual, física, trastornos de espectro autista, psicosocial (diagnósticos asociados a la salud mental y que causa alteraciones en la socialización) y múltiple (cuando hay más de una).
5 Sin la necesidad de procesos legales y tutelas para que se garantice su derecho.
* Especialista en políticas públicas para la promoción de la Igualdad en América Latina. Licenciada en educación con énfasis en educación especial. [email protected]
Periódico desdeabajo Nº267, pdf interactivo
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