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El manejo de las basuras en Bogotá: de Guatemala a guate-peor

El manejo de las basuras en Bogotá: de Guatemala a guate-peor

Un deslizamiento de 60 mil toneladas de desechos acaecida el pasado 28 de abril, con su consiguiente mar de malos olores y despertar de preocuaciones entre vecinos del deposito de basura, le recordó a la ciudadanía bogotana que el relleno Doña Juana prosigue como una realidad por resolver.

Hay que recordar que desde su inicio, bajo la alcaldía de Andrés Pastrana en 1988, el relleno Doña Juana no ha dejado de ser una historia de conflictos y daños permanentes para la ciudad y sus habitantes, afectando en primera instancia a los pobladores de las veredas Mochuelo Alto y Bajo pero, con el paso de los años ampliando su impacto sobre las localidades de Ciudad Bolívar, Usme y Tunjuelito, para un tiempo después impactar toda la ciudad.

Durante estas más de tres décadas, los perjuicios a la ciudad y al medio ambiente han sido de diverso tipo: las familias campesinas han sido golpeadas por la intervención institucional, negándoles su actividad productiva y sus relaciones históricas y ancestrales con el territorio; se alteraron los cauces naturales de las quebradas Puente Tierra, el Botello e Hierbabuena: los lexiviados han penetrado el conjunto de la cuenca contaminando aguas y envenenando la tierra; los malos olores y el inadecuado manejo del depótico de desechos de una ciudad de millones de pobladores, más los que llegan desde municipios aledaños, han multiplicado los roedores, moscan, zancudos y otros insectos, impactando la salud de quienes aún se resisten a dejar sus alrededores.

Algo que no solo los afecta y concierne a ellos, pues con los cuatro deslizamientos que han removido a la inmensa montaña de residuos, acaecidos en los años 1997, 2012, 2015 y 2020, toda la urbe ha sido impactada, con especial afectación en 1997 cuando el derrumbe arrojó un aproximado de un millón de toneladas de residuos que alcanzaron a llegar al cauce del Río Tunjuelo, afluente principal del Río Bogotá, inundando el Sur de la ciudad con olores nauseabundos, proliferación de roedores y moscas en los barrios cercanos,

Recordar también que hasta el año 2001 los lixiviados eran arrojados al Río Tunjuelito sin tratamieneto previo, luego de lo cual, a pesar de algunas medidas implementadas para su tratamiento, la situación se mantiene en niveles superiores a lo permitido, de manera que la contaminación que propicia su inadecuado tratamiento dispersa por toda la cuenca metano, amoniaco, ácido sulfhídrico, mercaptanos, altos niveles de contaminación bacteriológica con coliformes fecales y más organismos patógenos.

Es de destacar que la movilización social de sectores de pobladores ubicados en las localidades de Usme y Ciudad Bolívar ha logrado mediar para que los efectos de la disposición de basuras no hayan sido más catastróficos para la ciudad; una acción propositiva que los ha llevado a proponer innumerables salidas para la superación de esta probremática: desmonte del Botadero Doña Juana, implementación de un sistema de manejo de basuras que involucre los diferentes sectores de la economía, al igual que el desarrollo de una política de consumo responsable, manejo integral de los residuos que implique biogasificación, compostaje, conversión, reutilización y transformación final de las basuras, dando reconocimiento y participación a las comunidades y recicladores de oficio, entre otras. Lo triste y paradójico es que ninguna de estas propuestas comunitarias se han implementado.

Y no solo esto, contrario a lo propuesto y a las mismas evidencias arrojadas por la naturaleza y sus pobladores durante estas décadas, la administración Peñalosa no solo no cumplió con la demanda del cierre de Doña Juana sino que en el 2019 la amplió, agravando y prolongando a futuro la problemática ambiental que el relleno sanitario significa; acción antipopular que acompañó con el desmonte del plan “Bogotá basura cero” y con la privatizando del segmento de recolección de basura logrado para la ciudad por la alcadía que le antecedió.

¿Qué le espera a los habitantes de Bogotá? El panorama no es nada halagüeño: las tarifas de recolección de basura subieron desmedidamente en septiembre del 2019, y el operador exige mayor pago por tonelada –so pena de abandonar el manejo del botadero–, la administración baraja la posibilidad de quemar la basura para reducir el volumen de los desechos, lo que generaría mayor gasto de energía y un mayor daño a la salud de los bogotanos y de la región.

Por el momento, la actual directora de la Uaesp y la alcaldesa eluden el tema de darle una salida de fondo a una problemática que desde hace 32 años vive la ciudad.

Podemos concluir diciendo, que lo sucedido durante estas décadas es que las alcaldías que han estado al frente de la ciudad han carecido de voluntad política, de una concepción adecuada y responsable sobre el medio ambiente, así como de visión política y técnica para solucionar uno de los principales problemas de afecta a la principal urbe del país.

 

Reto

 

El manejo de las basuras en la ciudad es prioritario, y es deber del conjunto de liderazgos y de las organizaciones sociales con asiento en ella actuar para dejar en el pasado esta historia de atentados contra el medio ambiente, contra el territorio sur de Bogotá y contra sus pobladores.

Solucionar la problemática descrita no puede seguir siendo bandera solo de las organizaciones y de los pobladores del sur bogotano. Es necesario asumir entre el conjunto que somos una estrategia integral que permita, por medio de proyectos concretos, reducir los niveles de desperdicios en los hogares, ayudar en labores educativas, al tiempo que exigimos cambios en las políticas distritales y nacionales que obliguen a las empresas a asumir un mayor compromiso con los materiales y desechos que generan; a la par, implementar plantas que permitan la reutilización y transformación de los desechos, concretar alianzas público comunitarias que permitan disputarle el manejo en las decisiones y administración de la ciudad a los que históricamente han decidido su destino, todo lo cual no solo permitirá mejorar las condiciones ambientales y de salud para los habitantes de Bogotá y Cundinamarca sino que también sería parte de la solución para el grave problema de desempleo que se padece en los barrios populares.

Como puede concluirse, son inmensos los retos, pero no podemos esperar que las soluciones nos las den los actuales administradores y políticos, a los que solo les interesa aumentar sus ingresos para así financiar su siguiente campaña. La solución está en nosotros. Iniciemos una divulgación masiva de la problemática que nos aqueja y establezcamos estrategias comunes que nos permitan concretar los objetivos planteados por los líderes y las comunidades que ya han asumido esta gran tarea.

 

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