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De las almas filantrópicas y caritativas, líbranos señor

De las almas filantrópicas y caritativas, líbranos señor

En tiempos donde el discurso oficial es mantener el distanciamiento social, y su llamado es a la caridad disfrazada de solidaridad, el genuino ejercicio solidario permite explorar otras formas de relacionarnos y encontrarnos. No solo en la carencia sino, y sobre todo, en las posibilidades.

¿Solidaridad o caridad? El interrogante tiene toda vigencia y viene al caso a propósito de la intensa campaña de ayudas con mercados y otros aportes que desde diversas instancias de la institucionalidad fueron emprendiendo para afrontar las consecuencias del confinamiento que como método encontraron los gobiernos municipales, así como el nacional, para afrontar el avance de la pandemia desprendida por el covid-19.

Como en otras ocasiones, estas campañas contaron con todo el concurso de los medios de comunicación oficiales, y lo recaudado no fue menor. Los millones y otros aportes recogidos, hablan de empresas del sector privado que aprovechan la ocasión para difundir su marca tras la supuesta benevolencia que anima a su ser social, pero también de miles de personas que están siempre dispuestas a contribuir con unos pesos para que los pobres no sufran tanto.

Es sorprendente, ni unos –las empresas– ni otros –las personas– se disponen a pagar impuestos en proporción real a la riqueza que han acumulado, simplemente, unos y otros, alardean que son muy caritativos, así en la vida cotidiana no le paguen a sus trabajadores lo que en realidad les corresponde, como tampoco están dispuestos a renunciar a sus privilegios para avanzar tras una sociedad en justicia.

El momento

Apenas declarada la crisis sanitaria e iniciado el confinamiento, salieron a relucir aquellas verdades que todos conocemos, pero pocos enuncian: Colombia es un país que se sostiene en gran medida por el trabajo informal de millones de personas, quienes viven al día y por tanto, si no les permiten rebuscarse el pan diario lo que deben afrontar es hambre, la cual deja de ser retórica vacía para transformarse en banderas rojas, desnudando la desigualdad reinante en nuestro país. Banderas que denuncian que el progreso es una vana ilusión para la mayoría de personas, que la realidad es otra muy distinta al cuento de hadas que venden en televisión, puesto que efectivamente la desigualdad es tangible, así no se evidencie en las estadisticas, que las periferias se encuentran habitadas por quienes padecen la negación de sus derechos fundamentales, entre ellos a trabajo, vida digna, alimento, salud.

Pero no solo a ellos los afecta tal realidad, sucede igual con la llamada clase media, que en Colombia debiera llamarse la “clase cuarto” pues según el Dane lo que la diferencia de las mayorías de más abajo son unos pocos pesos de más, clase también arrastrada al pozo del hambre por la crisis en curso. Por vergüenza no sacan banderas rojas, pero la necesidad los tienta; mientras lo piensan, miran las tarjetas de crédito y optan por seguirse endeudando. Arrastrados a la pobreza, igual que los vecinos del barrio de periferia, pasada esta coyuntura sufrirán el cobro afanado de los bancos, y no pocos padecerán el desalojo de sus apartamentos.

Precisamente, la visibilización de los invisibles generó cargo de conciencia en las personas “de bien” o, simplemente despertó la vocación altruista y cristiana de ayudar al prójimo que se encuentra en desgracia. Las banderas de la ayuda, de la caridad cristiana, ganó espacio en todas las esferas sociales, incluso se aludió a la solidaridad, es el caso del gobierno que la asumió como imperativo para salir de la crisis; la elite económica también apeló a dicha palabra para promocionar sus donaciones y las gentes “de bien”, que no podían ser ajenas, empezaron a hablar de solidaridad.

Lo que creen que es pero no es

La “solidaridad” empezó a brotar en el desierto y con cierto asombro asistímos a la emergencia de un oasis, en el cual se anunciaba la salvación del pueblo, pero resultó ser otro de los tantos espejismos de estas tierras, que ocultaba las tradicionales formas corruptas y clientelares de resolver los problemas de este país, no siendo extraño que parte de los auxilios entregados desde el gobierno central y los municipales fueran a dar a personas ficticias o muertas, las mismas que mantienen con vigor el sistema electoral1. El discurso de la solidaridad le sirvió al gobierno, como bandera por agitar mientras beneficiaba a sus amigos con esos dineros destinados para las ayudas2.

Ante esa ineficacia del gobierno por atender las necesidades de millones de personas, surgieron múltiples respuestas, una de ellas fue la del sector privado sacando a relucir su filantropía con cuantiosas donaciones para los más necesitados. Su sensibilidad social ante el hambre captó toda la atención de las cámaras, con venias hacia quienes hicieron su riqueza a costa de esos empobrecidos que dicen ayudar, donaciones realizadas con la convicción de que en poco tiempo se traducirán en auxilios por parte del gobierno para rescatar sus empresas, o en el preámbulo de una campaña presidencial, como sucede con los Char3 quienes ya andan preparando su candidato.

Por otro lado se encuentran las personas “de bien”, aquellas que siguen el mandato de amor por el prójimo dictaminado por Dios, para quienes la caridad es un imperativo bajo el cual se edifica su fe y por medio de la cual pueden tener un vínculo con aquella deidad que veneran, al igual que ir abonando para la compra del terreno en el cielo donde, al morir, podrán pasar la eternidad. El problema de estos actos de caridad cristiana, al igual que los actos de los ricos filántropos con sensibilidad social, es que apelan al discurso de la solidaridad para encubrir las relaciones de dominación que ejercen sobre el otro.

Para ese otro que es empobrecido, desahuciado o, citando la “sabiduría” de Marta Lucía Ramírez, un mantenido, esa “ayuda” lo convierte en un sujeto pasivo que solo espera que estas almas caritativas y filántropas acudan en su ayuda a socorrerlo. Ese acto de “solidaridad” desde arriba le niega cualquier capacidad de acción e incluso su misma humanidad, y convierte al empobrecido en el problema, más no a la pobreza; es una “ayuda”, una acción puntual o pasajera que busca reconocimiento público, para después poder dormir en su hogar con la satisfacción del buen ciudadano.

¿Acaso la solidaridad es lo mismo que la caridad y la filantropía? ¿A eso quedó reducido uno de los principios transversales de los movimientos sociales y populares? Los conceptos también son escenarios de disputa. Algunos buscan vaciar de contenido la solidaridad para quitarle cualquier potencial subversivo, pero aún quedan propuestas organizativas que siguen apostando por una solidaridad que se la juegue por el vínculo entre el individuo y el colectivo, que permita la asociación para que de manera común se logre satisfacer las necesidades de todo orden de manera conjunta.

Esa acción en colectivo no busca negar la individualidad o poner en un plano pasivo a las personas, sino que la acción solidaria implica el reconocimiento del otro como par, así los contextos y vivencias sean distintas, dado que aquello que cobra relevancia es la capacidad de actuar y transformar la cotidianidad tanto individual como colectiva.

Es en este marco que se enrutan las campañas de solidaridad iniciadas por algunos procesos sociales en el Valle de Aburrá, como las emprendidas por Ciudad en Movimiento en las ciudades donde ha logrado cimentar su propuesta, las experiencias sociales que llevan a cabo acción comunitaria en El Faro –comuna 8 de Medellín–, destacándose la acción realizada por Elemento Ilegal, colectivo artístico que propende por la resignificación y resistencia de quienes habitan ese territorio, al igual que la campaña “Unidos somos más”, realizada por la Casa Cultural Botones y organizaciones cristianas para ayudar a familias en el barrio Altos de Niquia –Bello–, en la cual no solo realizaron colecta de mercados sino que también efecturon diversas acciones en pro de fortalecer el tejido social en el sector.

Este tipo de acciinbes marcan una diferencia con las ayudas distribuidas por el gobierno o el sector privado, en la medida que no se agotan allí, sino que son realizadas por personas que adelantan una acción social en el territorio, conocen las necesidades de quienes lo habitan o se dieron a la tarea de conocerlas en este periodo de crisis para que su acción fuera más contundente, al igual que se emprendieron otras diversas acciones para fortalecer el tejido social. En tiempos donde el discurso oficial es mantener el distanciamiento social, el ejercicio solidario permitió explorar otras formas de relacionamientos y de encuentros. no solo en la carencia sino, y no en rango menor, en las posibilidades.

Para que tal accionar se prolongue en el tiempo, es necesario que quienes tienen otras apuestas de sociedad doten de contenido y sentido aquello que hacen, para que la acción de la entrega del mercado no se agote allí, para que permita generar vínculos más estrechos con todas aquellas personas con las cuales cotidianamente no solemos tener contacto.

 

1 “DNP responde a supuesta irregularidad con Ingreso Solidario” https://www.eltiempo.com/economia/finanzas-personales/que-esta-pasando-con-pagina-del-ingreso-solidario-director-del-dnp-responde-482726; “Denuncian irregularidades en contratos de Alcaldía de Medellín en cuarentena” https://www.bluradio.com/nacion/denuncian-irregularidades-en-contratos-de-alcaldia-de-medellin-en-cuarentena-antq-247591-ie4370686/
2 Los contratos emprendidos en plena contingencia permitió beneficiar aquellos que ayudaron a los alcaldes a comprar su cargo, siendo los funcionarios públicos de derecha, en especial aquellos que pertenecen al Centro Democrático. quiénes más irregularidades han presentado en las contrataciones que llevan a cabo. “10 alcaldes a responder penalmente por irregularidades en contratos”
https://www.eltiempo.com/justicia/investigacion/coronavirus-balance-de-la-contraloria-con-sobrecostos-en-contratos-por-pandemia-498060
3 Las ayudas aportadas por Alejandro Char permiten ir posicionando su imagen en la costa caribe, para afianzar la base electoral de la familia Char de cara las elecciones presidenciales del 2022. “Char repartirá 56 mil mercados a familias pobres de Barranquilla” https://www.eltiempo.com/colombia/barranquilla/alejandro-char-entregara-56-mil-mercados-a-familias-pobres-de-barranquilla-475178

 

 

 

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Autor/a: John Trujillo
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