Colombia, el país donde se caen los puentes y se piden extradiciones a presidentes imaginarios, sería la primera nación en tener sello de bioseguridad para el turismo
Despertar y sentir el rigor de la rutina sin siquiera salir de casa, es una de las grandes particularidades que nos ha ofrecido la apretada agenda del 2020. Como si fuera poco, la coyuntura marcará un antes y un después, la vida tardará considerablemente en ser como en algún momento la conocimos y aún así existe la pálida sensación de que este año no se hizo nada. ¿Realidad irreal? Así parece ser, más cuando recordamos que los grandes cambios sociales desde el tránsito a la modernidad se dieron fundamentalmente en las calles, pero este acontecimiento hace gala de su excepcional naturaleza. El mundo asiste para ver cómo la realidad es brutalmente reconfigurada por un actor invisible y todo desde la comodidad de nuestras casas.
En estas circunstancias no es raro tropezarnos con eufemismos como este de “nueva normalidad”, frase de cajón con la cual los políticos tradicionales pretenden decir mucho pero poco logran; tema estelar también de múltiples portales web, los cuales buscan rapazmente que incautos usuarios hagan click durante sus horas libres navegando en redes. No obstante, a pesar de la gran cantidad de información de este tipo poco se habla del futuro, aquello que algunos parecieran ignorar pero que para descontento de muchos está ahí, al acecho.
Un tema ineludible cuando de jóvenes se trata, ya que mal o bien serán los adultos del mañana. Esta generación de muchachos y muchachas ya padecía una gran incertidumbre sobre su futuro debido a determinaciones estatales sobre jubilación y disposiciones presupuestales para la educación, aún antes de la pandemia.
Como si fuera poco, la juventud colombiana se enfrenta a otra coyuntura potenciada por el covid-19, el teletrabajo, erigido como una alternativa que seduce fuertemente a grandes empleadores, una transformación en el mundo del trabajo que seguramente conllevará perdida de derechos laborales, que los sumirá más en la diaria jornada, robándoles el derecho al ocio. Un derecho que ahora mismo, pese a sus “veintes” lo ven recortado por el autocuidado y la responsabilidad colectiva para con aquellos grupos tan vulnerables como adultos mayores, inmunodeprimidos entre otros.
Vivencias
–“Sé trabaja más y se vive menos”, sugiere Juliana de 21 años quien estudia y trabaja, todo desde su casa. A pesar de haber cumplido la cuarentena a rajatabla aún no se anima a salir, producto de una ligera paranoia respecto al covid-19 la cual le ha traído problemas en las relaciones con sus amigos pues ya muchos están encarando esta ‘nueva realidad’ al aventurarse a salir para verse con amistades y parejas.
Lejos de ceder ante los llamados de una ajetreada vida social que quedó en pausa desde el inicio de la cuarentena, Juliana vive una rutinaria cotidianidad de la que odia la desaparición total del horario, no hay mala hora para enviar trabajos y tareas, y la hora de almuerzo se desvanece en un sinfín de labores que yacen enteramente en su portátil.
El tenis ha sido su desahogo. Hundida en una rutina sobrecogedora por archivos y talleres, al trabajar en la UTL (Unidad de trabajo legislativo) de un concejal de Bogotá en la cual la agenda siempre está bastante apretada, Juliana oficia resolviendo todo tipo de documentos, desde campañas de comunicación hasta plenarias. –El tiempo de ocio simplemente ya no existe, comenta. Y no es para menos pues ahora es evidente que el tiempo está cruzado, confundido, de suerte que no está claro cuándo sacar así sea un poco de éste para descansar, ver televisión o verse con amigos; ahora el ajuste en la agenda le ha pasado factura.
Salir es la gran preocupación al acecho, y para quienes usan gafas resulta un martirio, pero Juliana afirma que todo es mental y gradualmente tendrá que irse haciendo a la idea de que el tapabocas llegó para quedarse, al menos por un buen rato. Cada salida, obligada, que tiene que realizar implica un avance para adaptarse.
Peripecias
No obstante, hay perspectivas más condescendientes con esta nueva realidad, ya era hora de volver y muchos acuden al llamado de la bioseguridad y sus buenas prácticas. A Mauricio de 22 años, la pandemia lo agarró mientras hacía un semestre de intercambio en España, y a pesar de todas las dificultades logró retornar al país y ahora se dedica a la realización de sus prácticas profesionales en una empresa privada.
“Tuve que presenciar el éxodo de estudiantes abandonando Madrid, días antes de que el aeropuerto de Barajas fuera cerrado totalmente. Las viviendas para nosotros, los de intercambio, se vaciaron en cuestión de horas, con una amiga colombiana decidimos jugárnosla en Madrid”, relata Mauricio quien decidió quedarse hasta finales de junio afrontando la pandemia lejos de casa.
Y continúa compartiendo su vivencia: “Viajar en avión fue una odisea, después de semanas de que Avianca aplazara nuestros tiquetes logramos embarcarnos en un ‘vuelo humanitario’ para arribar la primera semana de julio a Colombia, fueron momentos muy delicados…”, afirma Mauricio, mientras inclina la cabeza en señal de alivio, de saber que lo que cuenta ya esta en el pasado.
Desde otra perspectiva, y aunque el panorama resulte favorable acorde con reportes del ministerio de Salud, esta crisis sanitaria ha representado un duro coletazo para infinidad de negocios y emprendimientos, dependientes de los flujos de personas en la calle y distintos espacios que antes podían contar con la presencia de muchas personas en el mismo lapso de tiempo.
Muchos ‘emprendedores’ del sector micro de la economía posan escépticos respecto a la ayuda que puedan recibir por parte de la institucionalidad –“Si durante el caos no hubo amparo por parte del gobierno mucho menos lo habrá cuando ya todo parece mejorar…”, expone Danilo de 22 años, quien lidera su propio emprendimiento de lavaseco, logrando sostener su empresa muy a pesar de las particulares condiciones que ha dispuesto la pandemia.
Según su percepción, todo parece estar enfocado en la reactivación total de actividades, “[…] en las cuales individualmente cada quien debe tomar las riendas y autónomamente buscar salir a flote”. Para Danilo es clave tomar decisiones seguras replanteando los canales de comunicación dispuestos en los negocios para poder reinventarse.
Realidad biosegura
Llegar a un lugar jamás fue tan engorroso como lo es ahora, quitarse los zapatos, desinfectarse, llevar el tapabocas e intentar no sentirse muy extraño entre conocidos o familiares a la hora de darse afectos. –“La primera vez que salí después del confinamiento, me di cuenta que ya a todos les importa cinco el tema del virus…”, relata Juliana sobrecogida por tener que enfrentar encuentros sociales.
Manejando una lavandería los estándares bioseguros deben ser los mejores, tengo que estar concentrado cada vez que salgo, mi protección y luego el manejo adecuado para cada prenda, eso duplica el tiempo que antes me tomaba organizar las prendas y subirlas en la camioneta para distribuirlas a los clientes, afirma Danilo cuyas horas de trabajo han aumentado considerablemente en el marco de esta nueva realidad.
La rutina sigue su curso
Nicolás de 20 años, pone sobre la mesa otra problemática, el manejo del tiempo, el día sigue teniendo 24 horas pero estando en la casa la distribución del tiempo recae enteramente en la determinación personal de cada quien para no sucumbir en la procrastinación; a diferencia de Juliana, Nicolás no ha podido encontrar la forma ideal para llevar a cabo sus tareas y trabajos.
Afrontar, además, una ruptura amorosa en plena pandemia fue el puntapié final para sentirse hundido, cuenta Nicolás, que a pesar de todo se anima cuando oye hablar de ‘nueva realidad’, “[…] para mi es algo muy positivo pues salir era parte fundamental de mi rutina, me alegra saber que las cosas gradualmente empiezan a cambiar –con todos los protocolos–, la cuarentena fue un episiodio muy oscuro el cual quiero dejar atrás a toda costa”.
Asimismo, como múltiples prácticas cotidianas, la bioseguridad se torna en un acto plástico en donde la poca convicción al llevarlas a cabo sugiere que solo están para no desentonar con el resto del mundo, aplicando estas prácticas se hace parte de lo que algunos han denominado la lucha mundial contra el coronavirus.
Lejos de sentirse partícipes de una lucha contra el covid-19, las cuatro personas entrevistadas tratan de hacerle frente a sus distintas realidades manejando individualmente protocolos bioseguros donde las dos variables generales son la capacidad para adaptarse para seguir con la vida y las grandes limitaciones que esta ‘nueva normalidad’ les ha impuesto para llevar a cabo actividades de ocio.
Aspirantes al rebusque
En este degradé de perspectivas pueden encontrarse las realidades de muchos jóvenes del país que gozan de trabajo y estudio, que mal o bien han podido sobrellevar esta crisis sin el cese total de sus actividades.
¿Pero qué sucede con la juventud que no estudia ni trabaja? Según el Dane, en Colombia la cifra de Ninis es del 33 por ciento, la cual se disparó considerablemente con respecto al 2019, con un registro porcentual del 22, que muestra a la pandemia como un factor clave en el incremento de este número, pues en el mejor de los casos estudiantes recién graduados han decidido no estudiar más y pueden darse el lujo de no buscar trabajo, pero ¿qué sucede con aquellos que ya eran parte de esta cifra y los que se sumaron contra su voluntad?
Parece que estuvieran echados a su suerte, ya que el presidente Duque en su irreal plan para reducir del desempleo al 8 por ciento para 2022 no especifica un punto especial para este grupo de la población, con su dramático incremento en el 2020. Además de que su coequipera, Martha Lucía Ramírez, sostiene que el desempleo es producto de la crisis global, tratando de ocultar la realidad estructural de esta problemática al escudarse para su explicación en la pandemia, lo mejor que le ha podido pasar a este gobierno para también ocultar su generalizada ineficiencia.
Es un gobierno que proyecta en el turismo y en el agro los sectores fundamentales para intentar reducir el desempleo, adquiriendo para ello el sello internacional de bioseguridad, luz verde para este sector en el marco de la disputa internacional por viajeros y consumidores.
Según el Dane, la tasa de ocupación juvenil se encuentra en 47 por ciento para hombres y en 26 para mujeres, una brecha de 21 puntos porcentuales que da cuenta de una problemática que si bien resultó agravada por la pandemia no es tema exclusivo de este año de condiciones tan particulares.
Los Ninis quedan flotando en las medidas dispuestas para generar más empleo. Sin una política específica de parte del Estado para reducir este 33 por ciento, se relega a una tercera parte de los jóvenes del país entre los 14 y 28 años, que, sin tener acceso a ingresos o formación académica, quedan ante un muro, el del abandono, el de sentirse parte de un país que no vale la pena, obligados por ellos a opciones como: migrar a Europa o Estados Unidos –y a otras regiones en menor medida–, rebuscarse por cuenta propia en la incertidumbre de la informalidad, de la cual también hace parte, como una particularidad de los países llamados periféricos, la ilegalidad –en cualquiera de sus manifestaciones–.
Una realidad cruda y dura, pero cotidiana, perceptible a lo largo y ancho de la geografía nacional, la misma que recuerda que habitamos un país donde se estigmatiza a la juventud y se la mata en las calles, sin incluirla en debida forma por parte de los diversos gobiernos en sus agendas cuatrianuales. Todo un derroche que tendrán que pagar futuras generaciones cuando deban ahorrar para sostener a futuras generaciones de viejos, ahora llamdos “adultos mayores”.
Teniendo en cuenta la realidad expuesta, es claro que la juventud colombiana, en el mejor de los casos encara dos realidades: una, padecer el rigor de estudiar y trabajar de manera simultánea y la otra vivir en la incertidumbre al no tener posibilidades para encaminar un proyecto de vida ni opciones formales de emplearse.
La crisis del covid-19 nos tocó a toda la sociedad, la gran diferencia es que a unos los tomó desde la comodidad del privilegio y a otros desde la olvidada miseria que la otra parte busca ignorar.
Referencias e información adicional
https://www.semana.com/nacion/articulo/colombia-seria-el-primer-pais-con-sello-de-bioseguridad-para-el-turismo/672377/
https://www.dinero.com/pais/articulo/medidas-del-gobierno-duque-para-reducir-la-tasa-de-desempleo-en-colombia/279199
https://www.dinero.com/empresas/confidencias-on-line/articulo/cuales-son-las-cifras-de-desempleo-en-colombia/277641
https://www.dane.gov.co/index.php/estadisticas-por-tema/mercado-laboral/mercado-laboral-de-la-juventud
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Desempleo y pobreza
Jorge Iván González
Hipereficiencia laboral, explotación y Misión de empleo
Libardo Sarmiento Anzola
Contribuciones desde las políticas de ciencia y tecnología
Carlos Maldonado
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