Viejas, estructurales y persistentes problemáticas sociales, económicas, agrarias, militares y geopolíticas se conjugan en el Catatumbo para hacer de ésta una “región fallida”, y sin solucion inmediata a la vista.
Una mirada “a ojos vistas” y realista de la situación actual del Catatumbo nos permite considerarla como una región fallida, pues no hay control del territorio por parte del Estado, a sus pobladores no les satisfacen la demanda de sus servicios básicos, y no hay capacidad de interactuar con el Estado vecino; situación en buena parte debida al fracaso del proceso de paz firmado con las Farc en el 2017.
Es una realidad caracterizada e ilustrada por las diversas notas periodísticas e informes académicos que hacen su seguimiento: Asesinato de Mario Téllez Restrepo es el número 200 contra ex-Farc. (El Tiempo, 16 de junio de 2020). No paran los asesinatos de líderes sociales en El Catatumbo (El Tiempo, 24 de junio de 2020). El 36 por ciento de los sembradíos de coca se concentra en siete enclaves productivos, entre los que sobresalen: Catatumbo, en Norte de Santander (El Tiempo, 28 de julio de 2020). Familias retornan sin garantías tras masacres en Norte de Santander (El Tiempo, agosto 5 de 2020). Ataque armado dejó cuatro militares muertos en Sardinata, Catatumbo (El Tiempo, agosto 31 de 2020).
Es una realidad agravada es su existencia cotidiana, la que según la Fundación ideas para la paz (FIP) es producto de la confrontación armada y la migración, pues relacionados los datos del 2017 con los del 2018, se presenta “un incremento de 469% en las acciones de desplazamiento masivo; de 643% en los accidentes por Minas Antipersonal, de 175% en los homicidios a líderes sociales y defensores de derechos humanos; y de 324% en la restricción al acceso de bienes y servicios. […]. Además, la influencia de las disidencias de las FARC se hace cada vez más evidente, en donde al menos dos estructuras tendrían influencia en Tibú. Convención, El Tarra y Sardinata”1.
Lo curioso es que esa situación había sido pronosticada por la vox populi, actores de la región, y observadores externos que la habían prospectado como uno de sus posibles escenarios. Lo novedoso consistía en que su desenlace se daba antes de lo previsto, incididos por tres factores a la sazón inesperados: el incremento de la migración de ciudadanos venezolanos a partir del 2017; la elección de Iván Duque como presidente en el 2018 y miembro del partido del Centro Democrático –opuesto al proceso de paz– y la emergencia del covid-19 en el 2020. En fin, ante estas circunstancias la región volvía al estado connatural al proceso histórico vivido desde su fundación; una situación calificada de gatopardista, “donde todo cambia para seguir igual”, su impronta y destino inercial.
Asumir la observación de ese supuesto desde una perspectiva constructivista, que considera que la realidad socioeconómica y política es una construcción por parte de sus actores –y, que no es precisamente inocente–, nos permite arribar a consideraciones que podían contribuir a tratar su entuerto de otra manera, como es el propósito de esta reflexión; que parte del supuesto –que el mismo, se corresponde con la conveniente connivencia por parte de los principales actores involucrados: Estado, grupos irregulares, sectores socio-económicos y mismas comunidades; excepto para uno que otro autor de organismos internacionales, ONG, Iglesias, centros de estudios, reincorporados o deudos de víctimas, que obran como dolientes del proceso de paz. En fin, que la situación se corresponde con lo conocido como una profecía autocumplida según la cual: al definir los actores sus situaciones como reales, son reales en sus consecuencias.
Innegable que, al firmar los acuerdos, tanto el Gobierno como las Farc suponían el margen de amenazas propias y ajenas, y posibles riesgos para el logro de los puntos contenidos, particularmente el 1. Sobre la reforma Rural integral, el 2. Sobre la Participación política y, el 4. Sobre la Solución al problema de las drogas ilícitas; alrededor de los cuales gravitan poderosos intereses de vieja data –y emergentes– del sistema sociopolítico como terratenientes, narcotraficantes y grupos armados irregulares; como de las necesidades de sobrevivencia de las comunidades involucradas. Todos, actores, más expectantes que comprometidos con el desenlace del pacto en ciernes, como lo corroboraban y vaticinaban los resultados del plebiscito del 2 de octubre de 2016 convocada para su aprobación. El “NO” oxigenó la línea dura de la coalición dominante liderada por el Centro Democrático que, luego, se hizo al ejecutivo del gobierno con Iván Duque –quien ganó en ocho de los once municipios del Catatumbo–; comprometido con el ahondamiento del conflicto, la fumigación de las áreas de cultivos ilícitos y la política norteamericana contra el régimen venezolano, que como factores resultan cruciales en el Catatumbo.
En esa misma constante, Juan M. Santos sabía de las limitaciones estructurales económicas, políticas y militares que acusa el Estado para cumplir lo pactado, pues para el establecimiento en su conjunto –que él representa–, de lo que trataba realmente la negociación era del desarme de uno de los actores más significativos del conflicto. De la misma manera, la Farc era consciente del costo político y en vidas a pagar, y de la existencia de diferencias a su interior, realidad que desembocó en el rearme de su línea dura y el abandono de los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación por parte de muchos militantes.
Pero, igualmente, sabían de sus consecuencias los sectores socioeconómicos y las comunidades adaptadas para su sobrevivencia a las condiciones de abandono por parte del Estado y, por demás, beneficiados de la rentabilidad de los cultivos ilícitos (sí hay mucho dinero y que entra en costales (sacos) al Catatumbo2, aliñada con los bajos costos salariales propiciado por los migrados venezolanos; cuya actividad productiva cuenta con la protección efectiva del orden –requerido para su efecto, por parte de los irregulares del bando que sea, y que les permite preferir “lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Señalan los autores del libro Por qué fracasan los países3 que en el siglo XIV la peste negra generó una coyuntura crítica en Europa que llevó a la transformación de las instituciones con las cuales se dio paso la época moderna. Si tenemos en cuenta la existencia del covid-19, no nos resulta arriesgado considerar posibles efectos similares, pues en el país se ha dado –respecto a su tratamiento, una confrontación entre el poder centralizado y los poderes regionales y locales, cuyas acciones públicas han sido más oportunas y efectivas, y que, en el caso del Catatumbo se ilustra con la actitud crítica con que la alcaldesa de Tibú, Corina Durán, confrontó la majestad del presidente Duque en su visita del 3 de septiembre. La mandataria local, al tiempo que lo alertaba acerca de la difícil situación sanitaria y el escaso número de camas UCI que padece el municipio, y que no cuenta con un hospital de segundo nivel de complejidad, le twitteaba: “Estará el presidente Iván Duque en Tibú, mi pregunta es, ¿señor presidente, viene a prestarnos plata para comprar ventiladores o camas de UCI para la ESE Regional Norte? o ¿viene a hablar de seguridad? Porque la realidad que estamos viviendo es otra”4. Interrogantes que, por un lado no lograron quebrar el predecible discurso de Duque quien una vez allí insistió con el supuesto “[…] desmantelamiento de las estructuras criminales” y la implementación del programa “Catatumbo sostenible”, oferta que no lograron romper el escepticismo de los alcaldes de la totalidad de municipios de la región quienes guardaron total hermetismo, clara manifestación de su escepticismo ante un gobierno que no escucha5.
1 FIP. (26 de febrero de 2020). Inseguridad en el Catatumbo: el punto débil de la transformación territorial. Obtenido de Juan Carlos Garzón, Irina Cuesta y Lorena Zárate: http://www.ideaspaz.org/, pp. 4,6).
2 DW. (27 de julio de 2020.). El Catatumbo colombiano: la selva al mando de los narcotraficantes. Obtenido de https://www.lanuevaprensa.com.co/
3 Robinson, D. A. (2012). Por qué fracasan los países. Barcelona: Planeta.
4 Redacción BLU Radio. (3 de septiembre de 2020). ¿Nos presta plata para ventiladores?”: alcaldesa de Tibú cuestiona visita de Duque . Obtenido de https://www.bluradio.com/
5 Carvajal., A. (3 de septiembre de 2020). Noticias-Florencia. Obtenido de Últimas noticias: Alcaldesa de Tibú critica la visita del Presidente Duque al Catatumbo: https://noticias-florencia.co/
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