
Lo dice la sabiduría popular, “Tanto va el cántaro a la fuente hasta que al final se rompe”. Y así sucedió en Colombia y otros muchos países en medio de la pandemia propiciada por el covid-19 con la prioridad otorgada a la economía.
Es evidente. Desde mucho antes de navidad, con los llamados días sin IVA, con los recurrentes llamados para salir a consumir, para viajar y turistiar, pero con mayor evidencia durante los días previos a la navidad, y al inicio de la misma, con adelanto de la prima para los pocos cientos de miles que aún cuentan con ella y la insistencia para que no ahorraran sino, y por el contrario, “salieran a comprar ayudando así a recuperar al empresariado nacional”.
Las fotos lo dicen todo: los comercios concurridos por miles, los restaurantes copados según los estándares predefinidos, las playas visitadas por infinidad de gentes. ¿Y la salud? Primero el mercado, lo piensan, lo propician y aunque no lo dicen de manera abierta, es la prioridad. Según ellos todo se resuelve con “autocuidado y bioseguridad”.
Los resultados están a la vista: las estadísticas hospitalarias arrojan contagios en creciente, al igual que centenares de fallecidos. Sin embargo y pese a lo evidente de la realidad la justificación oficial de esta realidad, tanto de parte del gobierno nacional como del Distrital, en el caso de Bogotá, es que todo responde a la irresponsabilidad de quienes no guardan la distancia ni aseguran autocuidado, concurren a fiestas, no se colocan el tapabocas o se reunieron con sus familias con asistencia de un número mayor de personas al debido.
Podrán decir lo que quieran, pero la realidad es tozuda: su afán económico propició, y así lo seguirá haciendo, una constante de contagios y muertes, responsabilidad que ocultarán con simples palabras. Un afán económico acompañado de la inexistencia de una política social a la altura de las circunstancias y por la cual cientos de miles sin empleo y/o sin ingresos seguros (Colombia cerró el año 2019 con una tasa de informalidad del 47 por ciento según el Dane) están obligados a no quedarse confinados, así pasen por los medios de comunicación esos mensajes de mamá de quien se dice gobernante pero no logra superar una frustración no oculta.
La mediocridad de las EPS
En medio de estas circunstancias muchas personas aceptaron viajar, una de ellas fue Adriana Quevedo de 54 años, quien contrajo covid-19 durante el mes de diciembre, según ella debido a un viaje, no obstante, manifestó síntomas leves y puedo manejar sus situaciones desde casa. –“Tuve que enviar el resultado de mi prueba un día antes de regresar a trabajar y aún no he recibido respuesta”, explica Adriana quien venía teletrabajando desde hace meses y a pesar de no padecer síntomas fuertes recibió once días de incapacidad.
La obtención de resultados para Adriana tardó una semana, tiempo durante el cual pudo contagiar a alguien, situación que deja muchas dudas en cuanto al manejo y prioridad por parte de las EPS en relación con el virus. “Es extraño que para el procedimiento de esta pandemia utilicen una grabación y no a un asesor en línea como sí sucede en otras terminales”, afirma Adriana con indignación.
Siendo el covid-19 un virus con una tasa de contagio en Colombia del 1.2, a partir de las cifras del Ministerio de Salud y Protección Social, la identificación de una persona contagiada tras una semana de laboratorio es un hecho lamentable pues no aporta celeridad para prevenir contagios y menos para obtener un tratamiento a tiempo.
Voces
Néstor de 22 años de edad asegura que en su familia varios han padecido el virus, pero debido a que entre ellos algunos están bajo la condición de asintomáticos sus dinámicas familiares no cambiaron mucho. En un principio Néstor le reprochaba a su padre el hecho de no respetar a cabalidad la cuarentena ya que este, debido a su trabajo, debía estar constantemente desplazándose a plazas de mercado y tiendas –“Cuando mi papá se hizo la prueba salió positivo asintomático”, afirma Néstor, “Lo curioso del hecho –complementa– es que no se tiene certeza que haya contagiado a alguna persona durante el tiempo que estuvo como portador del virus”.
Asegura que en su casa el uso de moringa resultó beneficioso, pues por cuestiones de trabajo sus rutinas no pueden cambiar drásticamente. La única integrante de su familia que tuvo que ser remitida a una UCI fue la hermana de su padre, Aura Rico. –“La experiencia que tuvimos con ella fue fatal, ya que la atención recibida por medio de la EPS fue deficiente, pues tras horas de espera luego de la valoración la remitieron a su domicilio por falta de camas”.
De acuerdo con su testimonio, el estado de salud de su tía daba para ser internada en una UCI, no obstante lo mejor fue cuidarla en casa, ya que con los cuidados pertinentes en cuatro días Aura logró recuperarse de los síntomas más graves, –“A ella lo que la levantó fue la moringa y el reposo en casa, tal vez quedarse en una UCI la hubiera terminado enfermando más”, concluye.
Teniendo en cuenta estos testimonios, con respecto al covid-19, es claro que no hay una manera exacta de tratarlo y existen múltiples alternativas con resultados ampliamente heterogéneos, no obstante existen medidas para reducir tanto la probabilidad de contagio como aumentar la expectativa de recuperación total de la enfermedad.
Pese a ello, a la imaginación y capacidad de resistir de los sectores populares, desde siempre negados de muchos de sus derechos, una obligación tal vez no cumplida en Bogotá a plenitud por parte de la Secretaría Distrital de Salud es obligar a las EPS a cumplir con sus obligaciones, cerrando así un vector de multiplicación del virus.
Mientras esto se hace realidad, y se implementa una política social que haga sentir a millones parte activa y efectiva de la sociedad, pese a los confinamientos zonales ahora implementados los vendedores ambulantes, parte de los millones que viven al día,ven con preocupación lo que va a ser un año más de constante incertidumbre. Carlos Sanabria, que vende en un carrito arroz con leche y demás postres en la localidad de Teusaquillo, asegura que la alcaldía no cuenta con medidas suficientes para ofrecer ayudas a los trabajadores del sector informal.
–“Yo me puedo cambiar de sector sí, pero eso no garantiza que la gente me vaya a comprar”, asegura Carlos quien lleva más de cinco años rebuscándose en el sector del CAN en Bogotá y tiene a muchos de sus clientes ya asegurados allí. –“Yo tengo un carrito pa’ moverme, pero los que están en las esquinas ¿quién los reubica?”, plantea frustrado por la situación que atraviesan los trabajadores informales en Bogotá.
Además, lo peor para el vendedor ambulante está por venir ya que la alcaldesa Claudia López anunció que desde finales del 2021 todo aquel que venda en la calle tendrá que pagar el derecho al uso del espacio público.
Derechos en el limbo
Con testimonios como el de Adriana, quien, a pesar de gozar de un empleo estable evidenció a través de su experiencia las inconsistencias de su EPS con respecto a la pandemia, o la experiencia de la familia de Néstor que ha bandeado los contagios por medios diferentes a los ofrecidos por el Estado, es posible aproximarnos a un sistema de salud con deficiencias en el manejo de la crisis, que terminan impactando en las fracciones más desfavorecidas de la población.
La experiencia nos coloca ante el interrogante, ¿Reactivación económica? ¿Autocuidado? ¿Cómo lograr que esta frágil medida ciertamente actúe conteniendo el virus cuando el afán de los gobernantes es que la economía salga a flote?
Es claro que el discurso es, cuando menos, manipulador. Con un panorama nebuloso para los sectores más vulnerables de la economía, el autocuidado parece ser la doctrina oficial para individualizar la responsabilidad frente al covid-19, y zafarse de la obligación de quienes detentan el poder, o lo administran de diversa manera.
Pero, además, ¿cómo lograr que esto funcione cuando la fragilidad del sistema de salud ha quedado al desnudo, al tiempo que la inexistencia de una política de justicia social que ponga en marcha la redistribución de las rentas que reúnen gobierno central, departamental y municipales? Estamos, es una de las lecciones de la pandemia, ante gobiernos que no tienen como prioridad a las mayorías sino a sectores minoritarios de la sociedad, precisamente los empresarios, los banqueros, los industriales, y todos aquellos que se benefician de la prioridad brindada a la recuperación de la economía. Ellos y otros más que rondan a su alrededor. Estamos, es otra lección de la pandemia, ante el reto de cuestionar esta forma de gobernar y buscar el conducto para transformarla. Un reto que es colectivo, nunca individual, como quienes mal gobiernan pretenden contener la pandemia.
Fuentes
https://www.minsalud.gov.co/Paginas/En-Colombia-actualmente-tenemos-una-tasa-de-contagio-de-1.2-Minsalud.aspx
https://github.com/CSSEGISandData/COVID-19
https://www.semana.com/nacion/articulo/claudia-lopez-dice-que-vendedores-ambulantes-deberan-pagar-por-vender-en-la-calle/202004/
https://www.rcnradio.com/economia/colombia-cerro-el-2019-con-una-tasa-de-informalidad-del-47#:~:text=Vendedores%20informales%20en%20Bogot%C3%A1.&text=El%20Departamento%20Administrativo%20Nacional%20de,al%20desarrollar%20alguna%20actividad%20informal.
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