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Un levantamiento juvenil popular urbano nunca antes visto

Un levantamiento juvenil popular urbano nunca antes visto

Lo que estamos presenciando desde el pasado 28 de abril –28A– es un acontecimiento histórico que marcará los años venideros en Colombia. Aunque la coyuntura es nacional, es innegable que en la ciudad de Cali se presentó un levantamiento juvenil popular urbano nunca antes vivido en el país y que no tiene punto de comparación con otros referentes de lucha social, como el recordado 14 de septiembre de 1977, toda vez que en esta ocasión se trata de actores de nuevo tipo como es el caso de la juventud popular excluida y sin posibilidades de futuro.

Un suceso de nuevo tipo que es el resultado de una realidad nacional variopinta:

1. El paro nacional convocado el 21 de noviembre de 2019 –21N–.
2. El levantamiento de odio contra la Policía Nacional desatado en septiembre de 2020 tras el asesinato del abogado Javier Ordoñez.
3. Los diversos paros y jornadas de movilización concretadas por estudiantes universitarios a lo largo de los últimos diez años.
4. Los paros agrarios vividos en el país en la pasada década.
5. El covid-19 y el ahondamiento de la crisis económica en el país, con sus secuelas multiplicadoras de quiebras de pequeños y medianos empresarios, desempleo y hambre, resumido de alguna manera en la colgada de trapos. rojos en barriadas populares del país.
6. La inconformidad con la estrategia económica y social implementada por el gobierno nacional para enfrentar la crisis pandémica que no se sintió en la calidad de vida de millones de hogares.
7. La transformación de Cali de ciudad industrial en ciudad de servicios y, con ello, el cierre de puestos de trabajo y el deterioro de condiciones de vida de miles de familias.
8. El hastío social con el nivel de desigualdad reinante en el país, con la infuncionalidad de la buracracia estatal, con el autoritarismo y violencia encontrada, así como con un gobierno que no oculta que es de ricos y para ricos.

Todo esto también está anclado a las luchas que desde el 2019 se presentan en diversos países de nuestra región y el mundo, entre ellas destacan:

1. Chile, con una prolongada protesta social de varios meses que llevarían a elecciones constituyentes, cuyos elegidos deberán darle trámite a una nueva Constitución y enterrar, por fin, el legado de la dictadura.
2. Ecuador, y el levantamiento indígena y popular de octubre de 2019 en contra del paquetazo neoliberal de Lenin Moreno.
3. Bolivia, y el rechazo de su sociedad al golpe de Estado y en defensa de la democracia.
4. Francia, y la constancia de los Chalecos Amarillos en su denuncia y confrontación de las políticas neoliberales, concretadas en la privatización de los bienes comunes.
5. Hong Kong con la lucha de los jóvenes universitarios en contra del autoritarismo chino.
6. Estados Unidos, y la lucha de los afrodescendientes en contra de la brutalidad policial y el racismo, resistencia desatada por el asesinato de George Floyd.

Un cúmulo de antecedentes y referentes de lucha, formas de actuar y defender los derechos de todas y todos que evidencia que la sociedad empieza a tener aprendizajes de acción, superación y denuncia de lo que acontece en sus realidades a partir del manejo del internet y las redes sociales. Y con ello, que estas sociedades ganan en politización, así ello no se traduzca en el entierro de las formaciones políticas tradicionales.

De esta manera, y como producto de todo ello, tenemos ante nuestros ojos claras evidencias de la crisis que sobrelleva la democracia realmente existente, formal y no integral, y con ella de la fase de acumulación capitalista abierta 40 años atrás.

Pero también tenemos, contrario a lo anterior, expresiones de otra democracia, directa y participativa, radical y plebiscitaria, materializada en los bloqueos extendidos a lo largo y ancho del país, alrededor de los cuales la comunidad participante delibera y decide qué y cómo hacer, tanto para sostenerlos como para interpelar al gobierno, aprobando para ello agendas reivindicativas, unas mínimas otras más amplias.

Expresión de otra democracia que sí es posible, extendido incluso hasta la concreción de asambleas populares de ciudad y regiones, como sucede en Pasto y en Nariño, pero también en asambleas territoriales como ocurre por otras muchas ciudades y municipios.

Es así como tenemos ante los ojos del país la conjunción de dos dinámicas, cruzadas y fortalecidas entre sí, aunque ello no sea el producto de una meta pretendida: por un lado, la acción desprendida desde el Comité Nacional de Paro (CNP) y concretada en la citación a la protesta en fecha concreta –28A–, así como las posteriores convocatorias, también en fechas concretas, de una cascada de días de parálisis y lucha.

Al mismo tiempo, el potente levantamiento juvenil/popular, traducido en acciones de control territorial, estimulados para su prolongación en agendas reivindicativas con demandas tanto nacionales como regionales y locales.

Pero también tenemos, aunque no es tan notable al ojo ciudadano pues no ha estado realzado por confrontaciones duras con la policía ni el ejército, la movilización y bloqueos materializadas por variedad de comunidades y pueblos originarios, cada uno con su agenda particular, aunque en algunos casos sintiéndose parte de las organizaciones que integran el CNP, aunque en otras no sea así. Infinidad de bloqueos que terminaron por hacer del tejido vial nacional un extenso laberinto.

Entre estos bloqueos, también destacan los concretados por el gremio de camioneros, los cuales aprovecharon la ocasión para presionar por lo suyo, en lo cual tampoco existió una sola agenda, producto de la atomización gremial que los caracteriza.

Una variedad de expresiones sociales que dejan en claro la inexistencia de un único y potente referente nacional organizativo y el tránsito hacia un amplio y variopinto movimiento social que deberá resolver en los meses y años por venir las formas políticas que asumirá o profundizará.

Ahora, la prolongación de la jornada de paro citada en primera instancia para el 28A y alargada más allá de todo cálculo, permite concluir que la sociedad aprendió a luchar y ya entiende que una convocatoria a movilizaciones debe ir más de un día para tener algún verdadero efecto.
Sucursal de la resistencia

Vivimos el surgimiento de un nuevo actor político y social popular en Cali y posiblemente el Valle del Cauca. Desde el 28A inició un momento nunca visto en la ciudad, con la concreción de cerca de 25 puntos de resistencia a lo largo y ancho de la ciudad, de los cuales han logrado sostenerse alrededor de 20.

En estos puntos la cohesión social construida implica la juntanza de vecinos y vecinas, artistas, deportistas, estudiantes, desempleados, liderazgos comunitarios y sociales, integrantes de pandillas, “barras bravas”, entre otros, que comparten ollas comunitarias para la alimentación, agendas de programación de eventos culturales y deportivos. Así mismo, están quienes bregan por construir centros de salud populares, materializado en las brigadas constituidas para atender a quienes son heridos en medio de las refriegas con la mal llamada “fuerza pública”.

Nace en este marco un nuevo actor; las primeras líneas, posicionado como un actor legítimo del conjunto de la sociedad. Ellos y ellas van tejiendo mecanismos de comunicación y coordinación a nivel local, pero con el paso de los días comienzan a verse propuestas de articulación nacional. Solo el paso de los meses dirá si logran articularse y la prolongación que alcancen como formas, por ejemplo, de guardia ciudadana o similares.

Por su parte la reacción del establecimiento para contener el estallido social en la hoy denominada “sucursal de la resistencia”, expresión nítida del autoritarismo que lo marca, connota un tratamiento de guerra en este caso con la mezcla de varias de sus estructuras armadas: policía, ejército y paramilitares. Su actuar lo determinaba cada escenario, pero lo bestial de sus prácticas permitió recordar las formas más brutales de represión vividas, por ejemplo, en países como Haití en tiempo de Papa Doc y sus fuerzas paramilitares, los terribles Tonton Macoutes, con los cuales pudo extender su reinado por décadas.

Como equipo desdeabajo entregamos a la ciudadanía caleña y al cojunto de expresiones sociales en todo el país, la presente edición, con carácter de especial, producto del trabajo periodístico sobre el terreno. Esperamos la misma se traduzca en un aporte colectivo para comprender el momento que vivimos y brindar luces para el futuro cercano que nos reta.

 

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Autor/a: Equipo desdeabajo
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