Las infaltables, son aquellas películas que no son demasiado recientes y logran demostrar que no son el producto de un capricho del momento, y resisten intactas el paso del tiempo. Una película demasiado reciente no ha demostrado que tiene cómo sobrevivir al paso del tiempo, condición para ser infaltable en cualquier lista de destacadas en el cine como arte.
No se trata en esta ocasión de establecer un listado de las mejores películas, sino de diez películas que no deben faltar en un listado de obras seleccionadas. Debora Young afirmó que era más fácil hacer una lista con las cien mejores películas que un listado de las diez mejores*. ¿Por qué hacer una selección con énfasis en ese carácter de infaltables? Porque en todo arte siempre han resultado obras que sintetizan un contenido sustancial, que plasman una forma única de expresar y comunicar una manera de orientar un problema.
Aquí, diez películas infaltables, avalan la idea del cine como arte, y como en todo arte, se trata de obras de autor, como hablar del estilo de Picasso en la pintura, de la singularidad de Shakespeare en el teatro o del carácter de Bach en la música para su época. Por eso aquí se trata de diez películas infaltables de cine de autor, reconociendo que un director de cine es el autor de una película, es decir, la única persona en todo un grupo de producción que es responsable de todos los aspectos en la realización de una obra, como ningún otro miembro del equipo de trabajo, básicamente en cuatro grandes áreas de elaboración y toma de decisiones: en lo dramatúrgico, en lo técnico de la aplicación del lenguaje cinematográfico, en la convivencia con todo el equipo artístico para lograr la película y en todo el ejercicio de negociación de las condiciones materiales para lograr producir el proyecto de la película terminada. Finalmente, tiene que haber una persona que aborde con igual responsabilidad todas estas tareas y las fases. Y en la producción de una película hay mucha gente y cada persona se ocupa de una parcela de la totalidad del campo de trabajo. De tal manera que si una película es buena, sólo es el producto de la buena suma de las tareas de todo el equipo de producción. Pero si una película es mala, sólo el director es responsable del resultado.
Siempre se clasifican obras seleccionadas sin conocer y decantar todo el cine producido en el mundo. Todas las selecciones se han restringido a listados de películas dadas a conocer por canales de distribución que siempre han ofrecido sólo parte de lo producido. Así que toda selección es el resultado de distinguir películas sólo que se han dado a conocer por canales que han priorizado intereses particulares de negocios, de opiniones de época, de sesgos particulares por intereses impuestos comerciales o de índole política, o de acuerdo con costumbres establecidas y alimentadas por medios de comunicación que han orientado siempre la opinión pública. Eso no es malo ni bueno, es un hecho sociológico en el inevitable proceso de dar a conocer un producto como una película.
Inicialmente, las diez películas más destacadas de la historia del cine, como mínimo deben ser veinte, porque hay muchas más películas que pueden estar en este listado. Decimos veinte sólo para iniciar una larga discusión y destacar películas que no son las mejores, nunca estaríamos de acuerdo, sino para establecer sólo películas infaltables en la lista de obras del cine como arte o cine de autor. Aquí van veinte:
Ni siquiera en orden ni ascendente de menor a mayor calidad, ni descendente de mayor a menor trascendencia, más allá del momento mismo en que se produjeron y que se dieron a conocer:
“Los pájaros”, Alfred Hitchcock, Estados Unidos, 1963.
“JFK”, Oliver Stone, Estados Unidos, 1992.
“Azul”, Krisztof Kieslowski, Francia, 1991.
“Persona”, Ingmar Bergman, Suecia, 1966.
“La mujer de al lado”, François Truffaut, Francia, 1981
“La infancia de Iván”, Andrei Tarkovski, Rusia, 1961.
“Tiempos modernos”, Charles Chaplin, Estados Unidos, 1936.
“Viaje de los comediantes”, Theo Angelopoulos, Grecia, 1975.
“La última cena”, Tomás Gutiérrez Alea, Cuba, 1976.
“Nostalgia de la luz”, Patricio Guzmán, Chile, 2010.
“Vivir”, Akira Kurosawa, Japón, 1952.
“Dolce vita”, Federico Fellini, Italia, 1959.
“Chinatown”, Roman Polanski, Estados Unidos, 1973.
“Cerezos en flor”, Doris Dorrie, Alemania, 2007.
“Ojos bien cerrados”, Stanley Kubrick, Estados Unidos, 1999.
“Koyaanisqatsi”, Godfrey Reggio, Estados Unidos, 1982.
“El honor perdido de Katharina Blum”, Volker Schelendorf, Margarethe von Trotta, Alemania, 1975.
“Desierto rojo”, Michelangelo Antonioni, Italia, 1964.
“Yol”, Yilmaz Guney, Turquía, 1982.
“Fascismo ordinario”, Mihail Room, Rusia, 1965.
Ante todo este no es un cine para complacer a nadie. No es un cine hecho para quedar bien con nadie. En el momento de creación de su obra, cada uno de estos directores adelantó un proyecto en medio de muchas contradicciones y tratando muy inteligentemente de plasmar su visión personal camuflada entre múltiples intereses comerciales de su respectiva época. Sólo son las primeras veinte de muchas películas de gran calidad y de equivalente valor de cine como arte y en la especificidad del cine de autor. No están películas de Africa, grave falla, no hay más películas de otros países de América y de Europa, grave falla, no hay más películas de Asia u Oceanía, grave falla. Conclusión: es necesariamente una lista de películas infaltables según el espectro de películas que se han podido ver por los sesgados canales de distribución mundial y por los sesgados canales de exhibición mundial.
Sigamos. Como suele suceder en todo proceso de producción capitalista, la mayoría de los productos terminados y vendidos se ahogan en los valores y los condicionamientos de su propia época. Difícilmente resisten la contemplación de generaciones distintas y de épocas diferentes al momento en que esa mayoría de películas se hicieron. Criterio importante: una película de arte y de autor es una obra que tiene la capacidad de interesarnos a pesar de reconocer que pertenece a una época muy diferente a la nuestra, como espectadores. Lo más probable es que una película de autor nos moleste. La diferencia con una película completamente fuera de lugar porque estuvo sometida a demasiados condicionamientos de su época para producirse, es que una película de autor nos puede molestar, pero nos implica.
Una película de autor la pueden llamar “lenta”, porque el autor se da el tiempo que se necesita para exponer, para dejar ver el plano, para darle tiempo a la autonomía visual del espectador, para todo ejercicio de contraste o de contemplación de una imagen que exige contemplación y no el vértigo de arrastrar la atención del espectador hacia resultados efectistas demasiado mecánicos. Por lo general, una película llamada comercial es cerrada, obedece a patrones, a moldes, a estructuras de género super utilizadas por la industria para atrapar la atención del público con estrategias ya conocidas y probadas por el audiovisual estándar, incluso a nivel transnacional. Por lo general, una película de autor es abierta, no responde necesariamente a moldes ni a géneros compartimentados para hundir al espectador en lenguaje pautado, lenguaje estandarizado de efectismo narrativo industrial.
Al clasificar las películas en el contexto cultural de la historia del cine, proponemos que, si vale la pena buscar una selección del número que sea de películas sobresalientes, ese criterio sea: películas infaltables en un listado de cine de arte, es decir cine de autor, que no son las mejores, porque en el arte, toda la diversidad de obras tienen un valor equivalente en su heterogeneidad. Así, proponemos un listado de las primeras diez películas de autor, infaltables en una lista que se sabe más numerosa, teniendo en cuenta, que: 1. Llegamos a una lista con solo una obra de las muchas que puede haber de un autor y 2. Llegamos a una lista de una sola película de cada país implicado. Si elegimos finalmente diez, las primeras diez a destacar, decimos solo una de cada autor y solo una de cada país implicado. Queda claro que no somos ajenos, en cualquier listado, de sacar a relucir nuestras preferencias sin mayores explicaciones. Pero se trata de listar las películas que pueden llegar en el tiempo a exhibirse en cualquier parte del mundo y en cualquier época, ante cualquier público, y tengan la capacidad de incomodarnos creativamente, de implicarnos aunque no queramos, de proponernos problemas que no podemos eludir fácilmente, y de no ofrecernos un desenlace convencional, fastidioso por ceder a moralidades de época, moralidades industriales para congraciarse con las fuerzas del poder dominante.
Con más veras, para cualquiera que le gusten las películas, para cualquiera que tenga un interés particular en el cine, para cualquiera que trabaje dentro del mundo audiovisual, es necesario aprender a reconocer entre la mayoría del audiovisual hecho para hacer negocios, para vender, para promover valores y relatos anquilosados de convencionalidad y las obras destacables que sin duda han aportado todos los avances más significativos al lenguaje y la cultura del cine como arte grande.
Sin más vueltas, este listado de diez películas más infaltables, con los criterios expresados, no porque sean las mejores, ni las que más han vendido visualizaciones, ni porque sean las más alabadas por la crítica, ni porque sean las más aceptadas por nadie ni por las academias. Son todas películas conflictivas, con esos conflictos profundos que si vale la pena abordar, con los que si vale la pena incomodar al espectador y no complacerlo subestimando su inteligencia.
Para todo aquel que quiera iniciarse en el misterio del cine, esta lista de películas ultra conocidas por mucha gente en el pasado, y que representan no a cinematografías nacionales, ni representan nada distinto a trayectorias de grandes autores de cine, como un patrimonio para el cine posible de hoy y de mañana:
“Persona”, Ingmar Bergman, Suecia, 1966.
“Los pájaros”, Alfred Hitchcock, Estados Unidos, 1963.
“La mujer de al lado”, Francois Truffaut, Francia, 1981.
“Viaje de los comediantes”, Theo Angelopoulos, Grecia, 1976.
“La infancia de Iván”, Andrei Tarkovski, Rusia, 1961.
“Dolce vita”, Federico Fellini, Italia, 1959.
“La última cena”, Tomás Gutiérrez Alea, Cuba, 1976.
“Nostalgia de la luz”, Patricio Guzmán, Chile, 2010.
“Cerezos en flor”, Doris Dorrie, Alemania, 2007.
“Vivir”, Akira Kurosawa, Japón, 1952.
* Kobal, John; Las cien mejores películas. La ficha completa, la historia y las anécdotas de las obras maestras del cine; Alianza Ediciones del Prado; Madrid; 1994.
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