El sur del departamento de Bolívar, en especial el segmento medio del río Magdalena, es una de las zonas del país más afectadas por las dinámicas del conflicto armado. Allí, en la Serranía de San Lucas, está Micoahumado, pequeño corregimiento perteneciente al municipio de Morales, con sus 11 veredas y su pintoresco casco urbano. Micoahumado es el escenario de un proceso comunitario resultado del valor y la determinación de una comunidad que hace diez años decidió tomar en sus manos las riendas de su vida colectiva.
La ruta
Desde Aguachica en el departamento del Cesar, arrancan vehículos colectivos para dirigirse hacia el municipio de Morales. En la ruta, el paisaje llano y caluroso se ambienta con el rítmico vallenato que emana de la consola de sonido del carro, que hace dúo con los coros de los pasajeros. La monotonía de la sabana se ve interrumpida de vez en cuando por el paso de coloridos iridiscentes lagartos y diversas bandadas de aves. Extensiones habitadas por manadas de reses expiden un hedor ácido. Al final del tramo, se transita la ribera del Magdalena y una brisa fresca alivia la inclemencia del sol. Ya en Morales el cruce del río es en chalupa, en su otra orilla está empotrado el pequeño caserío de Moralito, donde hay otro carro o una motocicleta que por senderos sin pavimentar, los mismos que cuarenta años atrás, a la llegada de los primeros colonos, se recorrían a pie durante largas jornadas, transportan a los habitantes del sector.
El carro avanza por la montaña, adentro, el sombrío de la espesa vegetación mengua el calor y reduce la potente luz del sol que metros atrás entorpecía la vista. Ya los ojos bien abiertos captan extasiados el estallido del vuelo de mil mariposas que parecen celebrar el paso del vehículo. Esta es la Serranía de San Lucas que, exuberante sin ser agreste, exhibe al paso la bucólica variedad característica de la vida campesina, allí, en donde en pocos metros cuadrados conviven el cacao, el plátano, la guanábana, el café, el mango, el coco y el borojó, acompañados de borricos, reses, cabros, cerdos y el infaltable perro de finca. La especie humana acá no es ajena a este popurrí de diferencias: razas, acentos, jergas y creencias conviven compartiendo la apertura y la risa que se instala en el ambiente desde el mismo momento en que se aborda la chalupa en Morales.
Este escenario no es más que el presagio del talante de los micoahumadeños, alegres, serenos, y muy francos. Dado que el corregimiento está en una zona en la que el conflicto armado continúa vigente, la confianza en los extraños está sensiblemente afectada; aun así, los viajeros gozamos de especial recibimiento. Vamos de la mano de personas que los han acompañado por años de manera comprometida y oportuna: los profesionales de la Corporación de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio.
El proceso comunitario
Micohaumado tiene origen en un tardío poblamiento de colonos madereros, que poco a poco diversificaron su actividad con la agricultura y la minería. En la época en que las guerrillas en Colombia expandieron sus frentes al abandono estatal, a esta zona llegó el Ejército de Liberación Nacional –eln–, y fue precisamente en este corregimiento en dónde decidió establecer su base regional. La inexistencia de autoridades civiles y militares brindó a esta guerrilla la oportunidad para ejercer su poderío en la zona, dirimiendo los conflictos locales y cubriendo el vacío de autoridad, protección y provisión. Si bien los lugareños dicen que la guerrilla no ejercía una autoridad excesiva, injusta o violenta, reconocen que su presencia sometió a la comunidad a dinámicas propias de la guerra, todas ellas de gran perjuicio para sus habitantes, tales como cultivos ilícitos, fuego cruzado con el ejército, reclutamiento de menores, empobrecimiento de la autonomía civil y el falso estigma como colaboradores de la guerrilla.
Fue la peor parte que vivieron cuando, finalizando la década de los 90, llegó la arremetida paramilitar, como estrategia de las fuerzas de derecha, para disputar los territorios de las guerrillas. Disputa, dado que esos terrenos que antes eran indiferentes para los sectores poderosos, cobraron de pronto interés ante las nuevas dinámicas globales de los grandes capitales.
Los habitantes de Micoahumado, que sólo sabían de oídas sobre la barbarie de las auc en la región, frente a las amenazas se organizaron creativamente para una protección sin renunciar a la permanencia en el territorio, y asesorados por sectores de la iglesia y la sociedad civil, gestaron un proceso de diálogo con los actores armados, a través del cual exigieron ser sacados del conflicto y del cruce de fuegos.
El apoyo casi unánime de la población, la valentía demostrada al ir en pleno cruce de fuegos al encuentro de las tropas, y la razonabilidad de sus demandas reforzada por la elocuencia de su más célebre acompañante, el padre Francisco de Roux, mereció a la comisión de diálogo; el respeto por parte de la guerrilla y los paramilitares que cesaron el fuego en una memorable tregua navideña y que luego –al restablecer su sangriento enfrentamiento– mantuvieron el respeto hacia los civiles. Incluso, la comunidad logró que la guerrilla desminara el territorio. El ejército nacional que ocupó el lugar tras la salida de los ilegales, fue más difícil de convencer. Pero la perseverancia de los líderes dio frutos y la tropa fue finalmente retirada.
¿Qué hizo que estos herméticos y escépticos guerreros de la muerte hallaran razonables las demandas de los humildes pobladores de Micoahumado? En la lógica de procesos como éste, el adversario no es visto como un monstruo incapaz de razonar, sino como un humano que erra, en medio de la convicción de que hace lo mejor que puede hacer. La comisión de diálogo de Micoahumado se conectó justo con este rescoldo de humanidad, que sobrevive con obstinación al duro entrenamiento militar.
La magia de Micoahumado
Se dice que el comandante paramilitar que encabezó la entrada de la tropa a Micoahumado en el 2002, afirmó que este lugar tenía una magia, porque él venía con la orden de no dejar piedra sobre piedra, pero al entrar al pueblo “se le borró el casete”. Y no era para menos, pues la estampa de doña María, una abuelita menuda y digna, los esperaba sentada en el umbral de su casa con una gran bandera blanca izada en el portal, el rosario católico en la mano y la mirada serena y altiva.
Con todo, y esto nos consta, quien llega hoy a Micoahumado siente esa magia en el aire, se revitaliza, olvida el cansancio por el rigor del viaje y quiere quedarse.
El proceso hoy
El Proceso Comunitario Soberano de Micoahumado, no se limitó a declarar su territorio como espacio neutral en el marco del conflicto armado. La comunidad organizada a su alrededor asumió, cívicamente, las funciones sociales y políticas frente a las cuales el Estado no responde: la resolución de sus conflictos internos, la educación de sus nuevas generaciones, la salud, la productividad, el cuidado de sus adultos mayores, en fin… Al tiempo que exige al Estado el cumplimiento de sus obligaciones, ante la falta de respuesta, gestiona y se encarga de la vida comunitaria.
Igualmente, el Proceso reflexiona y planifica sobre el futuro de la comunidad; en sus asambleas su pregunta, entre otros asuntos, cómo enfrentará las inminentes concesiones mineras que buscarán explotar el oro y el cobre de la región a una escala depredadora.
Micoahumado no protagoniza la única iniciativa de auto-agencia social y política en nuestro país. Otras experiencias fueron incluso sus inspiradoras y enseñan a todos un camino de construcción de paz digno y efectivo si lo vemos con los lentes que valoran el buen vivir, más que la vida nuda.
Recuadro
Población y economía
La población que habita el corregimiento de Micoahumado suma alrededor de 7.000 habitantes, distribuidos entre su casco urbano y sus once veredas (Conformidad 1, Conformidad 2, Conformidad 3, Caoba, Guácima, Media Banda, Chiquillo, Progreso alto, Progreso bajo, Providencia alta y Reflejo).
Su economía depende de la actividad agrícola, ganadera y minera. Cultiva café, fríjol, cacao y caña panelera. Durante muchos años la coca fue una de las formas de sustento más importantes de su población, pero a partir del proceso comunitario, avanza en la sustitución de cultivos con un compromiso considerable de la comunidad.
La actividad minera artesanal de la región ha decaído en los últimos años a causa del conflicto armado, las insuficiencias tecnológicas en la explotación de oro y los efectos ambientales derivados de esta misma labor. No es casual, por tanto, que una de las mayores preocupaciones de los líderes de la comunidad esté relacionada con la política extractivista del país, dado que su territorio puede ser afectado por las concesiones mineras que están en proceso.
Micoahumado cuenta con servicios e instalaciones que muy pocos corregimientos de la zona rural de Morales tienen, como líneas telefónicas, canchas de futbol, cooperativa de transporte, centro de salud y escuela. Muchas de estas ventajas se deben a la gestión y el trabajo de la misma comunidad a través de las instancias de liderazgo de su proceso soberano, pues el abandono estatal en buena parte de la región es un hecho que persiste.Es así que pese a los avances logrados, la calidad de los servicios públicos y sociales es precaria, en especial la educación es hoy una de las mayores preocupaciones de los micoahumadeños por la falta de maestros y las limitaciones en infraestructura. Así mismo, el poblado carece de buenas vías para acceder a hospitales, centros de acopio, notarías, juzgados, y para sacar sus productos agrícolas a la venta.
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