desdeabajo (da). El argumento más fuerte que esgrimen quienes defienden el voto por Juan Manuel Santos es evitar, a como dé lugar, el triunfo del fascismo. En esta situación, ¿cabría aplicar la política del Frente Único o Frente Popular Antifascista?
Jorge Enrique Robledo (JER). Si se analiza a Juan Manuel Santos, lo primero es recordar su participación notable, como ministro, en el gobierno de Álvaro Uribe. Luego no hay hecho negativo y grave imputable a Uribe, y los hay gravísimos, que no se le pueda imputar a Santos. Para poner un ejemplo, los asesinatos mal llamados “falsos positivos”, que son de una gravedad descomunal: uno era el Presidente de la República y el otro, nada menos que el Ministro de Defensa.
da. Entonces, desde el punto de vista histórico, ¿no se podría hacer el parangón con el ascenso del nazismo en Alemania o con cosas de ese estilo?
JER. Sí se puede hacer, pero es exagerado. De entrada, igualar a un Presidente de Colombia, cualquiera de éstos que sea, con Adolfo Hitler, es hasta ridículo, pues Hitler era nada menos que el Jefe de Estado del muy poderoso imperio alemán, mientras aquí no se está definiendo quién es el dueño sino el mayordomo, si se piensa en las relaciones con Estados Unidos. El Polo le hizo una oposición fuerte al gobierno de Uribe, y padecimos sus rigores –el procurador Ordoñez prevaricó en contra mía inventándome un proceso por farcpolítica y hubo más casos de persecución contra los polistas–, pero hacer un parangón con la Alemania de los años treinta es retórica que puede dar votos, pero no es cierta.
da. Algunos aceptan que en términos de modelo de desarrollo ambos candidatos son iguales, pero no en el tema de la paz, y que lo fundamental ahora es garantizar la continuidad de las negociaciones de La Habana, lo que sólo se garantiza con Santos, ¿qué piensa al respecto?
JER. El desacuerdo entre ambos candidatos es en torno a cómo desarmar a las farc. En cómo hacerlo, tienen diferencias, pero no nos sorprendamos si terminan acercándose, como ya lo están haciendo según se vio luego de la primera vuelta, entre otras cosas porque si algo es de la definición de Washington es la confrontación militar. Y el pasado 13 de junio en El Tiempo se publicó una carta a los colombianos de Pete Romero, Director para el Hemisferio Occidental del Departamento de Estado, en la que este explica en qué van las cosas y tira la línea: –Aunque los dos candidatos han minimizado las diferencias en sus opiniones sobre el proceso con las farc, la historia y experiencias recientes demuestran que un final negociado de este conflicto, y no una elusiva victoria militar, representa la mejor opción–. Roma locuta, causa finita, decían los latinos, aunque por los tejemanejes de la politiquería puedan mantenerse ciertas distancias.
Pero aun si fuere cierto que se tratara de posiciones irreconciliables, no es suficiente para justificar el voto por Santos, porque un proceso de paz no es el único elemento clave en la vida del país. Es muy importante, sin duda, y eso lo sabemos los polistas: llevo más de 40 años diciendo que no es con la lucha armada como se van a resolver los problemas de Colombia, y el Polo nació señalando no a la violencia para tratar las diferencias entre los colombianos y sí a una salida negociada. Ahí estamos de acuerdo. El desacuerdo está en si vamos a permitir que la “paz” o la “guerra” excluyan del debate y de las decisiones políticas los demás puntos fundamentales de la agenda pública nacional: la defensa de la soberanía, la producción, el trabajo, y la democracia; si Santos, o cualquiera, puede aplicar y proponer lo que se le dé la gana –hasta lo peor, como lo ha hecho–, mientras haga un proceso de paz.
Porque hay otras cosas determinantes que no pueden dejarse de un lado. Por ejemplo, es probable que en Colombia muera más gente por el sistema de salud, por las EPS, que por todas las violencias que nos martirizan, si es que el debate se pone en los muertos. El elemento determinante de la suerte del país es el carácter neocolonial de la sociedad colombiana y la dominación del imperialismo norteamericano. ¿Puede hacerse caso omiso a eso, y de los TLC y de los derechos democráticos de los trabajadores y de tantas cosas más? Creo que no.
da. El sofisma es: si gana Zuluaga se rompe la negociación y entonces es por culpa de los que no votaron por Santos. Pero, ¿es seguro ese escenario?, ¿de qué depende realmente la negociación?
JER. Si gana Zuluaga no sabemos qué va a pasar, pero lo cierto es que anunció que seguirá con las conversaciones. Las propias farc han dicho están por el proceso sin importar quién gane. El Polo defiende que debe ser una política de Estado, y por lo dicho por el señor Romero parece que eso piensa la Casa Blanca, luego eso pensarán los Santos y los Vargas Lleras y los Zuluagas y los Uribes. Entonces, la tesis de que el proceso sólo puede adelantarse con Santos no resiste análisis. Y afortunadamente es así, porque el colmo sería que un problema de este calibre dependiera de una sola persona, que ella tuviera la única llave que puede llevar a una reducción muy importante de la violencia en Colombia. Por lo demás, ¿quién puede probar que si Santos gana el proceso terminará exitosamente? No olvidemos que el diablo está en los detalles y que a él no lo mueve el supremo interés nacional sino sus conveniencias y las de quienes lo rodean.
da. Entonces, ¿este aparente riesgo no justifica votar por Santos?
JER. El punto crucial, sin quitarle importancia al proceso de paz, es si el país va a lograr o no los cambios profundos y democráticos que se necesitan. Y Colombia sólo podrá cambiar el día en que los colombianos se nieguen a escoger entre las opciones reaccionarias. El truco de polarizar el país entre dos demonios iguales, que se presentan como distintos, es viejísimo, es el manido del bipartidismo liberal-conservador, que impone escoger entre opciones fundamentalmente iguales entre sí, de manera que siempre triunfen los mismos intereses. Si hay algo que debemos cuidar quienes tenemos un proyecto político de transformación del país es no facilitar el primer engaño de quienes destruyen a Colombia: crear la ilusión de que con uno u otro de ellos sí se resolverán los problemas fundamentales.
El Representante Wilson Arias dijo algo de gran agudeza e importancia: como el uribismo llegó para quedarse, es obvio que en adelante, cada cuatro años, querrán poner a la izquierda a escoger por qué fracción de la derecha votar, con la falacia de que su candidato es el “menos malo”. Si no es con la paz, ya se inventarán otra careta. Y creo que el pueblo nunca se irá mayoritariamente con una fuerza que se presente como real alternativa, pero que termine llamando a votar por el programa de sus adversarios del día anterior.
da. ¿Y eso no es purismo? Lo critican a usted por pretender una–oposición inmaculada…–.
JER. Si usted observa mi ya larga vida política, es la de hacer acuerdos con sectores muy disímiles de la sociedad colombiana. Así ayudé a crear en los noventas uno de los movimientos cafeteros y agrarios más grandes de la historia del país. En una gran manifestación de protesta en Armenia compartí tribuna con un importante empresario cafetero y jefe liberal de Caldas, con campesinos e indígenas y con tres obispos, entre otros. Además, el Polo es una organización de gran diversidad, como se ha visto. Acusarme de purismo estéril es mentir. Que no digan tonterías. Lo que pasa es que hago acuerdos pero si son en beneficio de Colombia, y no creo que llamar a votar por Santos sea positivo para el país, y menos para el proyecto de transformarlo profundamente.
Santos es el jefe de la extrema derecha en Colombia. O de la derecha, como quieran. El nuevo truco es embellecer a la derecha con el cuento de que los malos son los de la “extrema”. Y como Presidente que es, en la práctica, es el máximo dirigente de las fuerzas retardatarias de Colombia. Incluso, voy a agregar una cosa dura: entre los respaldos a Santos, hay fuerzas de la parapolítica. Esto sale todos los días en los medios de comunicación. No sobra darle una leída a James Robinson, profesor de Harvard y especialista en Colombia, porque él asegura que entre las llamadas élites regionales y las nacionales existe un acuerdo estratégico de décadas.
Entonces, no pueden presentar a Santos como si tuviera una hoja de vida en blanco. Leo y leo artículos contra Zuluaga y casi que si usted cambia el nombre puede poner a Santos en prácticamente todos. Pregunto: ¿qué aspecto del gobierno de Uribe no respaldó Juan Manuel Santos?, ¿dónde se desmarcó?, ¿cuándo renunció a su cargo en protesta por cualquier cosa gravísima de ese gobierno?, ¿quién lo eligió?, ¿no añora reconciliarse con su jefe anterior? Tienen el mismo proyecto de país, le sirven a los mismos intereses y los rodea la misma clase política. El pleito entre ellos es una pelea entre compadres por establecer quién controla el poder del Estado, como en los días de la confrontación liberal-conservadora, incluso cuando ella se dio en medio de la peor violencia. Esto se sabe en el país desde hace décadas. En lo que sí se distingue Santos de verdad es en que es más hipócrita, cínico y solapado, con una mayor capacidad de engaño, lo que puede hacerlo más eficaz que sus pares a la hora de lograr los mismos objetivos.
da. Ahora bien, cuando Clara empieza a participar de la campaña de Santos, acoge la figura del candidato con la idea que hay puntos programáticos que ya se acordaron, ¿es cierto? ¿Es imaginación de ella o es propaganda de Santos?
JER. La abrumadora mayoría del Comité Ejecutivo del Polo, el que tomó la decisión de qué hacer el 15 de junio, se expresó en contra del voto por Santos o por Zuluaga. Clara, en una posición muy minoritaria, pidió que no la obligáramos a no votar por Santos, argumentó razones de conciencia y dijo que sólo la llevaba a plantear ese voto la paz y el temor a Uribe. Entonces, el Polo acordó el voto a conciencia, como salida para Clara. Pero el texto aprobado por unanimidad dice: voto a conciencia de cada uno, “en el entendido de que el Polo es y será opositor al programa de los dos candidatos en competencia, los señores Santos y Zuluaga”.
Clara se equivocó, entonces, de tres maneras. Primero, cuando en el Polo planteó votar por Santos, pero, bueno, eso se aceptó como una posibilidad y otros polistas también lo hicieron. Lo grave es que violó la letra y el espíritu de lo decidido en el Polo. Lo hizo cuando salió en una cuña en la televisión, que también repartió como hoja volante, llamando a votar por Santos no solo por el proceso de paz, sino por el programa de salud, educación, empleo y agrario de la reelección. Y agregó: “vamos a dar nuestro voto de confianza al presidente Santos”, –vamos a seguir avanzando para lograr los cambios que soñamos–, afirmaciones inaceptables por parte de quien preside un partido que, como el Polo, tiene sueños antagónicos con los de Santos y no le da votos de confianza a manipuladores como ese. Además, se equivocó al fotografiarse con Santos y al hacerle vistosa campaña por todo el país, pues creó una severa confusión sobre lo que es y representa el Polo, y maltrató a muchos de los colombianos que votaron por ella y a la mayoría de los polistas, con los que tenía el deber unitario de ser respetuosa.
da. En la reunión del Ejecutivo hubieran podido forzar una votación….
JER. Pensando en la unidad del partido se determinó no votar en el Comité Ejecutivo del Polo, aunque si lo hubiéramos hecho el voto a favor de Santos, o de Zuluaga, habría sido derrotado de manera estruendosa. Ahí están las actas. Se hizo algo generoso, para facilitarle las cosas a Clara. Hubo otros dirigentes del Polo que votaron por Santos, y lo anunciaron. Pero no con las mismas razones ni con esa actitud. Si usted lee una declaración de Carlos Gaviria publicada en ‘La silla vacía’ verá que se aparta de la explicación de Clara para respaldar a Santos. Incluso en el “Polo Social”, el sector de ella dentro del Polo, se quedó en minoría y públicamente le reclamaron por lo que hizo.
da. Es decir, que esperaban que eso pudiera servir para preservar la unidad del Polo hacia el futuro. Pero esto le da un golpe muy duro a la unidad, ¿qué puede suceder entonces?
JER. Lo peor es que se afecta la credibilidad del partido entre la gente. Es obvio que el Polo además queda con un debate interno de fondo, que espero pueda resolverse positivamente, dentro del acatamiento de todos a que ya está decidido que seremos oposición a cualquiera de los dos que gane la Presidencia. Hago votos porque si gana Santos no se vaya a tomar el proceso de paz como un pretexto para hacer santismo. Porque nuestras diferencias con Santos son en prácticamente todos los demás terrenos, exceptuando el proceso de paz, proceso sobre el cual tampoco giramos un cheque en blanco sino que analizaremos paso por paso.
da. ¿Será tan importante esta incidencia de Santos en el mundo de la izquierda; se va a producir realmente un cataclismo y se va a dar una cooptación?
JER. Una de las actitudes más dañinas y perversas de Santos es su propósito de cooptar a la izquierda, de destruirla de esa manera. Esa fue la razón por la que puso a Angelino Garzón de vicepresidente, por la que nombró en su gabinete a Luis Eduardo Garzón y por la que cooptó a Petro en 2010, días después de la elección presidencial. Entonces, lo que más me preocupa de lo que ha ocurrido en el Polo en estas elecciones es que el partido esté en la mira de Santos para corromperlo, para que deje de ser el principal proyecto de la izquierda democrática en Colombia, convirtiéndolo en otro partido liberal, y, para engañar mejor, como hizo con los garzones, sin quitarle el rótulo de ser de izquierda. Esto lo convertiría en el peor Presidente de la historia del país. Porque, ¿qué jefe de Estado de derecha puede hacerle más daño a una nación que el que dedica el poder corruptor de su gobierno para que no exista un importante proyecto político de la izquierda democrática?
da. En ese caso, ¿qué podría hacer el Polo?
JER. Los polistas tenemos que resistirle a ese propósito de Santos con toda la fuerza, y derrotarlo. Soy optimista en que lo derrotaremos. Pero este no es solo un problema del Polo. En algún momento aquí estuvo casi toda la izquierda democrática colombiana. Hoy ya no es así. Pero el Polo siempre tendrá que distinguir entre quienes se equivocan y votan por Santos solo por el tema de paz y quienes pueden terminar convertidos en otros garzones o ya lo son. Le hago esta reflexión a la izquierda: las fuerzas reaccionarias no controlan a los países sólo a los gritos, a las patadas, la fórmula de cooptar mediante la zanahoria ha existido, existe y funciona, ha sido una eficaz manera antigua de confundir, de hacer trampa, de engañar y corromper, para sacar adelante cualquier fin, por vitando que sea. Luego una cosa es que estemos a favor de un proceso de paz con las farc, y también con el eln, y otra es que la izquierda, incluido el Polo, termine volviéndose santista y derechista.
Una de las mayores contradicciones que tengo con Santos es que lo veo utilizando el proceso de paz de la misma manera que César Gaviria empleó la desmovilización del M-19, cuando al calor de la euforia que se creó impuso la falacia de que todos somos hermanos, “bienvenidos al futuro”, la Constitución democrática, con lo que una vez los engañados abrieron los ojos, descubrieron que había impuesto la reforma de la apertura, el libre comercio, el neoliberalismo y las privatizaciones, de lo peor que haya ocurrido. En eso anda Santos, usando el proceso de paz y preparándose para usar la euforia del postconflicto, con los miles de millones de dólares que se van a mover en Colombia, para desarmar política e ideológicamente a toda la izquierda que lo permita.
da. Estos procesos de negociación tienen una debilidad y es que no resuelven el núcleo de la problemática social y política del país, entonces, ¿no cabría tomar una iniciativa fuerte de lo que sería una agenda de paz perdurable?
JER. Los polistas somos partidarios del proceso de paz. Eso no puede dudarse, y menos en mi caso. Pero ¿cómo actuar? Según las circunstancias, porque depende de las situaciones. Pero en lo que insisto en este momento es en llamar la atención acerca de que Santos está utilizando la paz como una carnada para tapar el anzuelo de sus demás políticas y concepciones. Aquí, por despistados o por vivos, pueden convertirse más izquierdistas en garzones.
da. ¿Y en dirección de las transformaciones sustanciales?
JER. En el Polo y en el Moir pensamos que la violencia en Colombia se ha convertido en un estorbo monumental para la transformación democrática del país, pero aclaro: que deseemos que el proceso salga bien no nos vuelve santistas ni nos lleva a pensar que allí se van a resolver los problemas fundamentales de los colombianos. Como todo lo que se acuerde en el proceso tendrá que ser por consenso, Santos –o Zuluaga o el que sea de ellos– tiene poder de veto, luego no es posible que Colombia se transforme profundamente por esa vía, hecho que no le quita una gran importancia a un acuerdo político, porque desaparecerían varios miles de fusiles y quienes los empuñan regresarían a la vida civil.
da. ¿Pero, en términos de adelantársele a lo que pueda resultar de la negociación? Algunos plantean la posibilidad de una constituyente…
JER. Las Constituyentes no son, en sí mismas, buenas o malas. En Colombia hay una especie de fetichismo constitucionalista, que consiste en pensar que las constituyentes siempre generan constituciones más democráticas que las anteriores, falacia que en buena medida existe porque se inventaron que la Constitución de 1991 era casi una Constitución revolucionaria, cuando es la del libre comercio y el neoliberalismo, aunque tenga aspectos positivos.
Lo que determina el carácter de una constituyente es quiénes la conforman. Si son de pésimas ideas para el progreso de un país, pues la Constitución será pésima, y si los constituyentes son demócratas, pues harán una en ese sentido. Pero si hoy –repito, hoy– se elige una constituyente, entre el santismo y el uribismo reducirán a las fuerzas democráticas a muy poco, no tendríamos ninguna posibilidad de éxito, y más en la confusión reinante. Incluso podrían montar el cuento de que la constituyente tendría como único objetivo importante la paz y que, nuevamente, habría que escoger entre santistas y uribistas. Luego ese cinco por ciento que somos en el Congreso podría reducirse a todavía menos. Hay que mirar estas cosas con cuidado, estos debates no son abstractos. Los regímenes más reaccionarios del mundo también tienen origen en asambleas constituyentes.
da. La propuesta es a mediano plazo. Lo mismo que cualquiera otra estrategia para la búsqueda de un conjunto de reformas, incluso a través de la acción directa.
JER. La constituyente de que se habla en este momento no sería a mediano plazo, y si la citan en unos meses, fácilmente el 95 por ciento de los miembros serían uribistas y santistas. Ahora, si la pregunta es que si para transformar profundamente a Colombia se necesita otra Constitución, le digo que sí, que algún día habrá que redactar otra, esa sí democrática, pero eso no es hoy ni mañana, porque en una constituyente hoy seríamos una minoría ínfima.
da. ¿Y no puede ser una manera de visibilizar, de perfilar, una alternativa de transformación?
JER. No podemos plantearnos tareas que resulten ser contra nosotros, contra el país que queremos. Si usted me demuestra que hay una posibilidad, así sea remota, de que en esa constituyente elijamos una fuerza importante, podríamos entrar en la discusión. Pero es que hoy no seríamos ni el cinco por ciento.
da. Pero me reconocerá que una de las tareas que sale de esta funesta experiencia electoral es que hay que visibilizar una alternativa, y para eso hay que plantear una estrategia; una estrategia que podría incluir una asamblea constituyente…
JER. Me niego a ayudar a visibilizar la cuerda con la que ahorcarán al pueblo colombiano. Visibilicemos otra cosa, pero no el cadalso en el que volverían a colgar las concepciones democráticas, la soberanía y el verdadero progreso. No es responsable hablar de constituyentes hoy en Colombia, porque la posibilidad que tienen las fuerzas democráticas de tener una representación aceptable allí es igual a nada. Entonces, los dos o tres demócratas que logren elegirse tendrían que librar una lucha de titanes, condenados a la derrota. Y qué tal este escenario: que los pongan a escoger entre sumarse a la fuerza santista o a la uribista, luego de supuestamente haber descubierto la “menos mala” de las dos opciones.
Cada vez que sectores democráticos intentan que el cambio que se necesita avance mediante mecanismos diferentes a los de trabajar duro y correctamente con ese fin, tener la paciencia de ganarse al pueblo y esperar que este quiera transformar a Colombia, se cometen graves errores. La dirección del cambio político, económico y social del país será el premio a quienes tengan paciencia, entre otras virtudes.
* Entrevista realizada el jueves 12 de junio de 2014.
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