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La izquierda y sus derrotas

La izquierda y sus derrotas

El debate que por varias semanas copó la atención de distintos sectores de la izquierda sobre su apoyo o no a Santos revela una tendencia que evidencia una perdida sistemática en términos ideológicos y políticos. El problema central radica en el abandono del legado anticapitalista y de un proyecto político independiente.


Apoyar en la segunda vuelta a Santos ¿sí o no? Este fue el centro del debate que por varias semanas copó a distintos sectores de la izquierda en el país. Aunque parece una simple discusión coyuntural, esta revela una serie de fenómenos que evidencian un particular desenvolvimiento durante las últimas décadas de las izquierdas colombianas que puede describirse como una manifestación de derrotas o perdidas sistemáticas en términos ideológicos y programáticos.

 

La particularidad de este fenómeno radica en que visiones que en otro momento podrían ser rechazadas o cuestionadas, hoy son asumidas como las más sensatas, realistas y oportunas en una situación en la que la ultraderecha por un lado, enfila sus baterías para poner fin a la mesa de negociaciones en La Habana y por otro, amenaza con un retorno a las medidas tomadas por el uribismo en sus ocho años de gobierno. Así las cosas la real politik parece ser la única racionalidad que le queda a la izquierda para sobrevivir o para mantener algunas de sus banderas tal y como lo señala Clara López “El voto en estas elecciones es un voto para seguir avanzando”*.

 

Este situación en la que políticos de izquierda, académicos e intelectuales manifiestan apoyo abierto a la reelección de Santos, con los variados matices que asume este apoyo, reafirma una hipótesis sobre la imposibilidad de construir una propuesta de poder independiente que plantee un desafío real al capitalismo en las distintas formas que asume en la actualidad. Algunos podrán advertir, apelando al “realismo” que lo que está en juego no es la lucha contra el capitalismo, sino principalmente la posibilidad de poner fin al conflicto armado y que luego de superar este problema pueden ponerse en discusión las posibles salidas al orden actual. Sin embargo, ¿no es una cuestión central de las izquierdas poner en la agenda política las posibilidades del ideario emancipatorio?

 

Las izquierdas y la asimilación del proyecto liberal

 

Ciertamente al hablar de las pérdidas de la izquierda colombiana debemos advertir que esta no es homogénea, que existe una pluralidad de corrientes ideológicas y distintas visiones programáticas sobre el presente y el futuro de la sociedad. Pese a este amplio abanico, existe una corriente predominante, caracterizada en las últimas décadas por un acercamiento a posturas de corte más liberal que buscan, en esencia, un cambio en el “modelo de desarrollo”, el capitalismo con rostro humano o menos salvaje, en la que se percibe una visión nostálgica de viejo Walfare State. Esta izquierda surge en el marco de las crisis y derrotas de los grandes proyectos emancipatorios del siglo XX y de la ofensiva ideológica alrededor del triunfo del capitalismo, de la democracia liberal sobre el socialismo, de la imposibilidad de constituir un orden alterno al capitalismo y en general de la asimilación de que la única salida al orden existente debe buscarse en el perfeccionamiento de la democracia y en los mecanismos institucionales ofrecidos por el Estado.

 

Algunas de estas premisas fueron asumidas, con algunos reparos, por un bloque importante de las izquierdas colombianas así optaran o no por los cambios graduales desde las instituciones del Estado o desde las esferas de la lucha armada, es decir, la diferencia en los métodos de lucha a los que apelaban no se constituyó en un factor que diferenciara la apuestas por reformar el capitalismo.

 

La izquierda electoral

 

Las discusiones que mediaron la recomposición de la izquierda electoral en el país, a inicios de 2005 con la fundación del Polo Democrático, estuvieron basadas en los presupuestos de la defensa del Estado de derecho y hasta cierto punto una combinación del impulso de las luchas sociales con las elecciones como elemento principal que posibilitaría incidir en las esferas de poder político. Se abandonaba, de esta forma, la toma del poder por la fuerza y se asumía la apuesta por la construcción de mayorías electorales que dieran legitimidad al proyecto de gobierno “alternativo”.

Al tiempo que criticaban los sectarismos (moneda común de la izquierda de la década del sesenta y setenta) su construcción pasaba por la formación de una corriente política que pretendía ser incluyente y dispuesta a cobijar bajo un mismo paraguas a corrientes divergentes. La propuesta inicial del Polo Democrático –que atrajo a diversas corrientes dispersas de la izquierda– fue tomando cuerpo en el curso de varios años. Sin embargo esta propuesta se desdibujó, no solo por las críticas que arreciaron sobre la alcaldía de Samuel Moreno, sino porque, en esencia, en la acción pública, predominaron las posturas más cercanas a las “alianzas estratégicas” próximas a la vieja cultura política de los partidos tradicionales, mientras se zafaba de los pocos rezagos que pudieran manifestar una postura crítica del statu quo.

 

De los sectarismos predominantes se pasó a las alianzas con sectores de centro o de derecha bajo la justificación del “enemigo común” que no es un argumento nuevo, como puede creerse. Dos ejemplos recientes ilustran este pasaje: en primer lugar, la ruptura inicial de los sectores del petrismo al interior del Polo fue una manifestación de la temprana búsqueda de alianzas con sectores distintos a la izquierda como Peñalosa, Mockus y finalmente Santos. Esta posición no fue modificada, a pesar de los discursos veinte julieros de Petro al finalizar el año pasado, en los cuales rechazaba a la misma oligarquía a la que ahora defiende y adhiere.

 

En segundo lugar, las alianzas con partidos tradicionales por parte del antiguo dirigente de izquierda, Marcelo Torres, para llegar a la alcaldía de Magange y evitar que los candidatos de Enilse López “la Gata” retuviera el poder local. A pesar de estas alianzas con sectores Non Sanctos del poder local en esta región de la costa, la influencia de “la Gata” sigue incólume. Así el antisectarismo se confunde con el más ramplón de los pragmatismos según el cual “no importa que el gato sea blanco o negro lo importante es que case ratones”, y al parecer lo más importante en este casos no es que los case sino que los ataje.

 

Las crisis más profunda de la izquierda electoral, que puede implicar un punto de no retorno, la ilustra las recientes declaraciones de Clara López y sus propagandas en apoyo a Santos que guardan una línea de continuidad con los que utilizó para su campaña a la presidencia. La situación de no retorno no solo está relacionada con que el programa del Polo no representaba en esencia cuestionamiento al régimen sino porque ha dado a entender básicamente que este proyecto demócrata-liberal puede agenciarse a través de la reelección de Santos, abandonando de esta forma la oposición que era quizá la única opción por la que había apostado este partido para convertirse en veedor de que las propuestas de la izquierda sean tenidas en cuenta. De este compromiso no podrán zafarse fácilmente los sectores que apoyaron a Santos: Unión Patriótica, sectores del Polo, Marcha Patriótica, ya que la ultraderecha no desaparece del panorama por perder las elecciones y seguramente enfilará sus baterías desde el Congreso ¿Qué harán estos sectores de izquierda cuando arrecie sus críticas contra las políticas de “paz” de Santos? ¿Les tocará defender sin muchos reparos la ley de víctimas o la restitución de tierras bajo el argumento que es mejor una ley mal hecha a no tener ninguna? La ultraderecha siempre estará presente en el panorama político, con más o menos fuerza en periodos particulares, pero esto no puede traducirse en la defensa de uno u otro sector del bloque dominante de poder ya que implicaría legitimar un régimen, sin duda, ilegítimo.

 

Y las otras izquierdas…

 

Pero las crisis y las derrotas que pesan sobre la izquierda institucional o institucionalizada, con distintos matices, puede evidenciarse en los sectores más ligados a los movimientos sociales y a los pequeños reductos de la izquierda radical que se asumen desde posturas más tradicionales de las corrientes del comunismo y en menor medida del anarquismo. En las primeras, aunque enraizadas en fuertes movimientos que hoy confrontan las políticas de despojo y de extractivismo, aún no son claros los vínculos entre la lucha contra el neoliberalismo y una postura anticapitalista; la visión de proceso que en otros tiempos era caracterizada como “etapismo” impide conectar luchas por un proyecto emancipatorio que pueda superar el “neo-desarrollismo” o el localismo. Por otro lado, los sectores más radicalizados no han logrado traducir una visión programática en vínculos reales con los sectores populares. Su renovación teórica, práctica y su espíritu autocrítico aún está por definirse.

Esta situación, esbozada de manera sucinta y poco exhaustiva, evidencia grandes retrocesos en términos programáticos. Se privilegian posturas de la llamada izquierda “inteligente”, “razonable”, que esgrime sus credenciales para mostrase más aceptable a los círculos de poder, cuestión que no solo es válida para los garzones (Lucho y Angelino) sino también para otros sectores como Robledo que no cuestionan el extractivismo, la concentración del gran latifundio terrateniente, sino la forma como éstos se manifiestan en la actualidad. El problema no queda reducido a sus cercanías y coqueteos con la política tradicional, sino al abandonó sin más del legado anticapitalista y de un planteamiento ideológico independiente de largo alcance que le permita trazar una hoja de ruta con autonomía de las movidas del bloque dominante. Este inmediatismo, que define sus posturas a partir de consideraciones coyunturales sin atender a lo que puede estar en juego con el futuro de un proyecto político, es otro factor que puede incorporase a las derrotas de las izquierdas.

 

Balance crítico de las izquierdas

 

Esta situación caracterizada como una derrota de la izquierda y que puede devenir en una crisis, no será la primera ni la última que deba enfrentarse. No obstante, es necesario señalar que sus intentos de reconstrucción se han encarado sin un ajuste de cuentas con el pasado. La reconstrucción emprendida por ciertos sectores de las izquierdas luego del derrumbe del bloque soviético y de la crisis del socialismo fue liderada, no como un proceso de reflexión crítico sobre su pasado más reciente, sino que el impulso de los movimientos sociales emergentes en contra del neoliberalismo los forzó a reformular, de manera parcial, su acción política. Esta ausencia de un balance crítico sobre una práctica de décadas generó una demonización de la experiencia práctica de los momentos de auge de la izquierda en la década del sesenta y setenta, y parte de su legado programático quedó a un lado.

 

En estas circunstancias es más que necesario hacer un ajuste de cuentas profundamente crítico con las experiencias del pasado reciente y más remoto. Esta debe ser una tarea de primer orden si en efecto quiere pensarse en una salida real al capitalismo, renovar las credenciales emancipatorias de la izquierda, y construir un proyecto político independiente.

 

* http://www.semana.com/nacion/elecciones-2014/articulo/clara-lopez-votara-por-santos/390418-3

Información adicional

Autor/a: ANDRÉS CARO
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