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Debate entre pueblos y Estados

La vida hay que preservarla
en todas susmanifestaciones
y aprovechar cada respiro
de aire puro que tenemos
para lograrlo.

(Augusto Ángel Maya, 1932-2010)

En los movimientos ambientales de Colombia y el mundo, en diferentes épocas, el debate sobre ambiente y desarrollo ha sido fundamental para imaginar la sociedad que queremos y tener muy claramente establecida la crítica a la sociedad que no queremos. Esta pregunta en una breve historia pasa por hitos o eventos que es bueno recordar cuando estamos en pleno proceso de preparación de la Conferencia de Rio+20, y simultáneamente y en paralelo la Cumbre de los Pueblos, y vuelve a ponerse en boga la discusión sobre ambiente y desarrollo.

Las grandes movilizaciones y revueltas de los años 60; la publicación de La primavera silenciosa, de Rachel Carson, libro que tuvo trascendental influencia en la denuncia de los pesticidas y de la crisis ambiental, le proporcionó argumentos y fuerza al naciente movimiento ecologista. El informe del Club de Roma sobre los límites del crecimiento 1972 y la famosa crisis petrolera de 1973 pusieron al debate la dependencia energética de los combustibles fósiles, su monopolio y contribución a la crisis social y ambiental, y la realización de la Conferencia de la Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano (1972).

Colombia respondió a esta de momento, construyendo una institucionalidad centrada en estas preocupaciones, la creación del Instituto de Desarrollo de los Recursos Naturales Renovables (Inderena, 1968), la promulgación del Código de los Recursos Naturales y Protección del Medio Ambiente (1974), que pusieron el tema ambiental en la agenda pública. Paralelamente, se venían constituyendo movimientos ecologistas que interactúan y resisten; denuncian y contribuyen a la reflexión, a la denuncia y a la sensibilización de las poblaciones, desde la educación ambiental y el compromiso con las luchas de las familias de pescadores, campesinos, indígenas y comunidades negras, trabajadores y pobladores de los asentamientos urbanos.

Vino 20 años después la conferencia de Rio 92, que hoy miramos con nostalgia ante las propuestas de la llamada economía verde. Esta conferencia instaló el concepto de desarrollo sostenible, entendido como “satisfacer las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro para atender sus propias necesidades”. La Comisión del Desarrollo y Medio Ambiente, conocida como la comisión Brundtland, Nuestro Futuro Común, bajo cuyo influjo nació un sistema nacional ambiental altamente descentralizado y liderado por un ministerio que despuntaba como entidad de importancia suma para reenfocar el desarrollo del país hacia la senda del desarrollo humano sostenible y que se basó en un enfoque de gestión ambiental participativa desde su constitución.

Muchos debates se dan sobre el concepto de desarrollo sostenible, pues se basa en una visión económica liberal, y que pretende y sustenta soluciones de mercado a la crisis de civilización, y a la crisis ambiental y social derivada de un modelo de producción capitalista; pero que no explica estructuralmente los problemas de la acumulación de riqueza, la explotación de los seres humanos, la subordinación y la dominación de las mujeres y la naturaleza. Las ilusiones del desarrollo sostenible, sus promesas, según el informe, se centraban en relanzar el crecimiento, eliminar la pobreza y hacerlo de modo sostenible, confiando ciegamente en soluciones tecnológicas fundadas en el reciclaje, la reutilización, y una producción cada vez más eficiente, con menos insumos materiales y energéticos. Este planteamiento, a mi modo de ver, tuvo un efecto somnífero sobre los movimientos sociales y ecologistas y sobre la gestión pública ambiental.

El concepto de desarrollo sostenible no cuestionó la lógica de acumulación, el modelo de sociedad industrial y el estilo de vida consumista, inequitativo, desigual, colonialista, y los demás valores asociados a las ideologías que le sirven de sustento, la discriminación por razones culturales, de raza, opción sexual, género y generación. Este concepto, en últimas, legitimó la globalización neoliberal.

Rio+20 volverá a reunir a los Estados y en paralelo a los pueblos del mundo. Crisis climática, economía verde, justicia ambiental y social, y reconsideración a los estilos de producción y vida, de nuevo al debate. El debate central está referido precisamente a ese concepto de economía verde.

En el texto “La economía verde: el lobo se viste con piel de cordero” podemos leer una síntesis de la crítica . “Se trata de una nueva y sofisticada ofensiva destinada a acotar los problemas de la crisis terminal de este patrón civilizatorio hegemónico en términos tales que no ponga en cuestión la operación global de las relaciones políticas y económicas hoy dominantes en el planeta. […] Estos documentos y el concepto mismo de economía verde definen el nuevo marco conceptual dentro del cual se dan en la actualidad los debates, negociaciones y procesos de formulación de políticas de prácticamente todos los organismos multilaterales”.

Las preguntas que hoy podemos hacernos están recogidas por Lander en este artículo: “¿Se trata de la disposición efectiva de producir las profundas transformaciones requeridas para salvar la vida en el planeta? ¿O es, por el contrario, la economía verde un nuevo dispositivo de los poderes globales, como lo fue el desarrollo sostenible, que opera mediante la incorporación (aparente) de las críticas que se formulan al modelo civilizatorio destructor, pero con la condición de que los supuestos y lógicas fundamentales de ese modelo no sean cuestionados, especialmente la confianza en el crecimiento económico, la fe ciega en el progreso, la ciencia y la tecnología, el technological fix y la magia de los mercados? ¿Busca este informe ser un llamado a la acción urgente requerida para frenar las dinámicas devastadoras dominantes o, por el contrario, tiene por objetivo tranquilizarnos, intentando convencernos no sólo de que contamos con soluciones que harán posible la transición hacia una economía verde sino que [además], de hecho, esa transición ya ha comenzado?” Esta es una invitación a la lectura de los textos con las preguntas que nos trae Edgardo Lander.

Por último, es bueno saber que el gobierno de Colombia ha preparado un documento que está en proceso de divulgación, en el cual sustenta los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) como una manera de tratar de concretar resultados, pues el debate y los acuerdos son etéreos hasta ahora, lo que no quiere decir que esta conferencia sea inofensiva. Al contrario, legalizará aun más las soluciones de mercado; reeditará la prepotencia y el antropocentrismo, que niega la diversidad de la vida en su rica diversidad y de la vida humana, las diversas maneras de vivir y las construcciones alternativas a los problemas generados por un modelo neoliberal impuesto. Estos objetivos, definidos de manera general como viables, universales, voluntarios, no pasan de ser una buena intención y un esfuerzo por sacar algo preciso de esta conferencia. Se refieren a la lucha contra la pobreza, la modificación en los patrones de consumo, el fomento del desarrollo sostenible de los asentamientos humanos, la diversidad biológica y bosques, océanos, recursos hídricos, mejoras en seguridad alimentaria; energía, incluyendo de fuentes renovables.

Proponen, sin hacer clara referencia a nuestra tragedia colombiana; desconocen el proceso de internacionalización o, mejor, la imposición del capitalismo transnacional, su modelo de acumulación y su aplicación de manera violenta en Colombia: 4 millones 300 mil personas desplazadas; 10 millones de hectáreas arrebatadas de manos campesinas, de comunidades negras y pueblos indígenas. Indignación y vergüenza… Más de 4 millones de seres humanos, colombianas y colombianos, expulsados de su terruño, de su vereda, de su vecindario. Rotos los vínculos, destruida la cadena de los afectos acumulados en años y años de historia hecha en la solidaridad vecinal, en el trabajo común, en la construcción en convite y en minga, del acueducto veredal, del trapiche comunitario, del camino vecinal.

Hoy viven apeñuscados en las goteras de ciudades y pueblos, añorando su vida de antes de la ruptura violenta de las relaciones sociales y ecológicas, culturales y económicas con su terruño. Desconocen el modelo extractivista y minero energético que se nos impuso, y la transformación institucional para garantizar la llamada confianza inversionista y la seguridad jurídica a las multinacionales. Estos ODS son ingenuos al lado de las locomotoras del actual plan de desarrollo de Colombia. Sin embargo, debemos aprovechar a Rio+20 como una oportunidad sin igual para renovar los encuentros que permitan deliberar abiertamente sobre la crisis ambiental planetaria y sus alternativas. La Agenda 21, el convenio sobre la diversidad biológica y los otros acuerdos de Rio 92 serán remembranzas y los consideraremos grandes avances al lado de lo que puede acontecer en Rio+20.

Entre el 15 y 23 de junio, en Terrenos de Flamengo, en Rio de Janeiro, se ha convocado la Cumbre de los Pueblos sobre Rio+20 por la Justicia Social y Ambiental. La sociedad civil global, las organizaciones, los colectivos y los movimientos sociales ocuparán los terrenos para proponer una nueva forma de vida en el planeta, en solidaridad contra la mercantilización de la naturaleza y en defensa de los bienes comunes .

Información adicional

Rio+20 y sus dos agendas
Autor/a: Javier Márquez Valderrama
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