La Universidad Nacional –UN– sobrelleva una crisis agobiante, la que se prolonga sin solución a la vista. Estudiantes, docentes y trabajadores exigen y proponen soluciones para la misma, empezando por la apertura de los auditorios construidos para las asambleas. Una información veraz sobre lo que allí sucede, aportada por todos los medios de comunicación, contribuiría a encontrar soluciones pertinentes, pero la manipulación de la realidad desfigura los hechos y propicia pánico.
La noticia fue alarmante y deformadora de la realidad. El pasado miércoles 10 de abril, al interior de la Universidad Nacional-sede Bogotá, se presentó una manifestación de estudiantes. El suceso, fue cubierto por algunos medios de comunicación que de manera ligera –o mal intencionada– informaron que el centro de estudios había sido “tomado” por sujetos encapuchados y armados, que habían ingresado a la biblioteca e instalado allí una bomba.
La noticia despertó pánico, no sólo entre las familias de los estudiantes oriundos de la capital del país, sino en los de provincia, de donde proceden gran parte de los educandos de esta Universidad pública.
Ante esta “bomba informativa”, es perentorio recrear los hechos y colocar las cosas en su justo lugar, lo cual le correspondería al lenguaraz, pero como éste no procederá, es necesario actuar.
Universidad en crisis
Pregunta: ¿Cuál toma?, ¿cuáles infiltrados?, ¿cuántas armas? ¿qué pánico? ¿qué biblioteca?, pero sobre todo, ¿cuál bomba? Cuando las mentiras proliferan de manera sistemática y sintomática, pareciera configurarse una patología: “mitomanía periodística”, padecida por medios de comunicación a los que la inmediatez les puede.
Para aclarar estos y otros interrogantes, es necesario decir que el pasado 10 de abril debió informarse por los medios de la desinformación –y ojalá por parte de los independientes y/o alternativos, lo siguiente:
“Una vez más en la desvencijada Universidad Nacional–sede Bogotá, se presentó una manifestación liderada por estudiantes –algunos de los cuales acuden a la ‘capucha’* por razones de estricta seguridad–, quienes manifestaron su descontento al encontrar cerrados los espacios construidos para la discusión y el debate, ejercicio crucial para toda la comunidad universitaria”.
El origen del problema: el sempiterno presupuesto, dolencia común en todas las universidades públicas.
Aclaraciones: la mal llamada “toma” no se hizo en la biblioteca, lo que se presentó fue un particular ingreso al auditorio León de Greiff, con la única finalidad de propiciar una asamblea, aplazada en varias oportunidades por la inexistencia de espacios para la deliberación.
La asamblea contó con la participación de los docentes Plinio Teherán (representante de profesores) y Patricia Sierra (docente, facultad de Ciencias Humanas), con la compañía de Horacio Ortiz (sindicato Sintraunicol). También estaban presentes los representantes estudiantiles y los voceros de los Grupos estudiantiles en resistencia. Para estos voceros y representantes, miembros de la mesa principal de la asamblea, los puntos nodales y comunes de esta cita fueron los siguientes:
A pesar de no compartir ciertos métodos de los estudiantes reclamantes, los profesores coinciden en lo inconveniente que resultaría la continuidad del actual modelo de administración. Consideran peligrosa la permanencia del rector Ignacio Mantilla y del despilfarro que propicia. Los profesores valoran como una situación límite lo que sucede en la Universidad.
La mesa principal de la asamblea admite que el problema de la Universidad Nacional radica –al igual que en otras universidades públicas–, en el déficit presupuestal. Al día de hoy, tan sólo en infraestructura, se habla de más de 2 billones de pesos en déficit (información de la propia rectoría). Esta situación límite, ha llevado a emitir la orden perentoria de desalojo de estudiantes y profesores que desarrollan sus labores en los edificios de Artes –arquitectura, diseño– y Enfermería, por mencionar los más deteriorados. Edificaciones que han albergado a distintas generaciones de estudiantes por más de 40 años. Este déficit se suma al ya consabido déficit de recursos para profesores, el cual genera un desequilibrio de cobertura: 2.000 profesores para la exuberante cifra de 30 mil educandos.
En medio de tan penoso estado financiero de la Universidad Nacional-sede Bogotá, se presenta un hecho casi ficcional para la precaria y miserable situación que atraviesa el campus universitario: el pasado 6 de febrero, a través de la emisora conocida como La W, la vicerrectora María C Vargas respondió a la polémica compra de un par de muebles para el señor Rector. A viva voz, la vicerrectora admitió que la poltrona donde se sienta el rector, y su sofá, fueron facturadas por cerca de 80 millones de pesos –dicho gasto se explica por su gusto sibarita, pues goza de reposar sus posaderas en plumas de ganso–. Estos caprichos en mueblería, admite la señora vicerrectora, son de origen francés pues ella considera que los diseños nacionales son “espantosos”.
Hay crisis por falta de recursos, por derroche de los pocos que hay, pero también por la aplicación de políticas educativas desacertadas. Por todo ello los estudiantes exigen la renuncia del actual Rector.
Pero además, los estudiantes deslegitiman al Concejo Superior Universitario –CSU– e invitan a que abandone su antidemocracia, toda vez que lo encabeza el Gobierno a través de la Ministra de Educación y, además, también está presente el sector productivo y empresarial (quienes, en ultima instancia, son los que eligen al rector). Es por esta situación que los estudiantes y profesores asistentes a la asamblea, afirman que por este statu quo el rector termina preocupado por congraciarse con el presidente de turno. En este cuestionamiento a la situación que vive la Universidad algunos estudiantes de Ciencias Económicas lamentan preludiar, si la administración no cambia de rumbo, una posible quiebra de esta sede estudios.
Los cuestionamientos no paran ahí. Los representantes estudiantiles también denuncian la desmesurada e infundada preocupación y actitud alarmante del rector Ignacio Martilla ante cualquier tipo de manifestación estudiantil. Pues su solución ante cualquier rumor de protesta en la “Plaza Che” es la orden de desalojo, logrando con ello crear, de manera reiterada, pánico y miedo al interior de la universidad y en sus inmediaciones.
Es pertinente entonces preguntar, ¿dónde queda el acceso a los espacios para la discusión crítica, la misma que debieran fomentar los entes administrativos y profesorales de la universidad pública?
El negocio inmobiliario que viene
Otro tema, alarmante: el “Proyecto piloto de renovación urbana” del Centro Administrativo Nacional (CAN), del cual sólo su gerente, el señor Andrés Escobar Uribe, conoce lo que deparará para la Universidad.
La mesa principal de la asamblea en cuestión informó que no existe ningún tipo de información oficial sobre el futuro de los edificios de la “Unidad Camilo Torres” y el “edificio Uriel Gutiérrez” donde, a propósito, se prestan en este momento los servicios de salud propios del bienestar universitario (debido a que la torre de enfermería fue evacuada por deterioro). Los estudiantes aseguran, como otra evidencia del presente que padece y del futuro cercano de su casa de estudios, que “el Búho –es decir, la forma en vista panorámica del diseño del campus universitario– quedó tuerto porque uno de sus ojos (el estadio Alfonso López Pumarejo), ya no pertenece a la universidad, sino al sector privado”. Se perfila, pues, un futuro incierto para el campus universitario, ya que “el búho”, dicen los estudiantes, quedará ciego y luego, como cualquier animal en vía de extinción, desaparecerá.
Para que suene la maraca
Finalmente, cinco puntos preocupantes y para discutirlos, se plantearon en la asamblea. 1-. El nuevo examen de admisión, con el cual se eliminaría la vocación de los aspirantes porque será la universidad, tomando los resultados de la prueba, quien defina qué carrera o programa cursará el estudiante. 2-. La “jibarización” en nuestra sede de estudios. Este problema del expendio de droga dentro del campus nunca se ha marginado del debate, pero es necesario encararlo pues, como se sabe, se le considera como el preámbulo del paramilitarismo dentro de las universidades del país. 3-. La escasez de cupos a la hora de inscribir –cada comienzo de semestre– cualquier asignatura. Este déficit refleja la insuficiente planta docente. 4-. El desmonte de las becas otorgadas a estudiantes de posgrado, cuyo recorte ha generado el incremento en la tasa de deserción estudiantil. 5-. La militarización de esta y otras universidades, así como la persecución contra líderes estudiantiles, dos realidades insoportables y necesarias de superar.
A manera de colofón
Es evidente que el afán mediático respondió a una manipulación. La única bomba colocada en el principal centro de estudios público del país fueron las ideas, las mismas que estallan cada vez que se abren espacios para dar solución a las problemáticas que sobrelleva la Universidad. Soluciones que son soslayadas por el CSU y el Estado. Que se abran los espacios y los edificios para el bienvenido debate, tan necesario en el país para alcanzar la paz real como en Universidad para evitar su total privatización y deterioro.
* Los manifestantes reconocen que no deberían portar “capucha”, no obstante, encuentran amenazada su integridad y permanencia dentro de la academia si lo hacen sin ella. Asimismo, reconocen la labor de los representantes estudiantiles, sin embargo, denuncian que su incidencia en las decisiones en el CSU es nula, pues son ignorados.
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