Cuando van 3 años de gobierno y a uno de terminar su mandato, Juan Manuel Santos está asediado por críticas tanto de sectores de izquierda como de su anterior padrino: el uribismo. El país no anda bien, pero ¿es solo durante estos años de Santos? Sin viraje, sus políticas continúan un proyecto de inserción en la economía mundial, determinado por la división internacional del trabajo (Colombia apenas produce materias primas y bienes con bajo valor agregado), con pilares en la protección a la Inversión Extranjera Directa y el extractivismo.
En la actual crisis internacional y su marco de división internacional del trabajo, las cifras del gobierno Santos no resultan alentadoras, sobre todo, ante las trabas para el desarrollo real del país que pone el actual modelo económico y que Santos no tiene interés en romper. Simplemente, lo adapta según su conveniencia económica, de poder y sujeción a las transnacionales. Quedan a la vista: el abandono del campo, la política de guerra, la dependencia a la inversión extranjera directa y los tratados de libre comercio, proyectos a los cuales el Presidente les ha dado continuidad, de una forma que no cae bien a gran parte de la oligarquía. Entre otros descontentos, el señor de los 8 años en la Casa de Nariño.
El abandono del campo
En Colombia el campo ha sido históricamente olvidado. Sin embargo ¿por qué hoy día hay una situación convulsionada? Al caso, las movilizaciones campesinas en el Catatumbo, en contra de la erradicación de la coca, muestran que el Estado no hace una presencia efectiva en el territorio y que llega a las zonas mediante el poder militar.
En el caso de los cafeteros, otrora producto insignia colombiano, la competencia extranjera y los acuerdos comerciales a favor de los grandes empresarios y en contra de los pequeños productores, ocasionan una movilización sin precedentes en busca de un precio justo, un reclamo frente al cual, el gobierno no da solución cabal por su política de no subsidiar a la producción, y en cambio si, proteger la inversión.
Una situación igual sucede con los arroceros, los cacaoteros, los paperos entre otros, dado que durante años la atención de los gobiernos es mayor por el comercio exterior que por las necesidades internas. En relación con esta discriminación, se suman grandes problemas de seguridad alimentaria. Un actor cercano a los productores directos, también perjudicado por la política oficial dominante, evidencia su descontento y amenaza con entrar a paro: los transportadores, ante los altos costos de los peajes y del mantenimiento de los vehículos, cada vez con más daños producto del pésimo estado de las vías.
La política de guerra
Tras casi medio siglo de conflicto, los distintos gobiernos han llevado una política de guerra. Santos coautor como ministro, heredó de Uribe una política guerrerista que defiende la gran inversión, incluso por encima de la población. Bajo este eje, Santos da un vuelco a la estrategia, ya no en busca de una victoria por el exterminio militar (como Uribe) sino, de la victoria por la derrota política.
Al entablar los diálogos con las farc-ep, el Presidente tiene sobre la Mesa una guerrilla con mucha parte del respaldo urbano perdido, además de altamente cuestionada. Pero en todo caso, la altura legítima del gobierno tampoco está sin mancha. El Ejecutivo debe tratar con las consecuencias de un monstruo que él mismo ayudó a crear, como son los grupos regionales, con respaldo de las mafias y de paramilitares que buscan no solo apropiarse de los presupuestos de la región, sino, ampliar su influencia y avanzar en la toma de posiciones del poder central.
Los diálogos de paz en medio de las ofensivas militares, constituyen también un espaldarazo a la Inversión Extranjera Directa (IED), ya que quienes invirtieron en zonas de conflicto, cuentan con el respaldo del gobierno para concretar sus ganancias, y en caso de una eventual firma de paz; sus inversiones alcanzarán un crecimiento inédito ante la desaparición de la amenaza subversiva.
Según cifras del Banco Mundial, para el año 2012, la IED sumaba alrededor de los 15.243 millones de dólares, casi 2.500 millones más que el año anterior, con una tendencia creciente, incluso, a pesar de la crisis europea. Un efecto debido en gran parte a las expectativas de paz.
Una manifestación específica de esta inversión es la ampliación de los negocios de Indumil (industria militar nacional), que aumentó su producción bélica y cruza acuerdos comerciales con Brasil, Israel y Estados Unidos. Al respecto del estamento militar, por encima de la polémica y de las opiniones autorizadas con respecto a los Derechos Humanos, hubo aprobación del fuero. Un paso para favorecer a los militares, disminuir a su interior la influencia de Uribe, y ponerlos sin mayores reparos al lado de Santos. En síntesis, el tema de la paz divide a los sectores de la oligarquía y Santos debe decidir en última instancia; a cual sector impulsar y plegarse, ¿al que obtiene lucro con la guerra o al que obtiene más utilidades con la paz?
Los tratados de libre comercio
Tras un año de la puesta en marcha del TLC con los Estados Unidos, con sobrados hechos, los colombianos pudimos percatarnos que los cuentos del desarrollo basados “en el libre comercio”, no eran tan buenos. La industria se contrajo: mientras que en el 2011 el sector presentó un crecimiento del 7,9 por ciento, en los meses corridos del año, no pasa del 3 por ciento debido a la debilidad de la demanda externa y a la fuerte competencia de las empresas internacionales.
Ahora bien, a pesar de los malos resultados, hace pocos días comenzó el TLC con la Unión Europea (UE) y están próximos los TLC con Israel y Corea. Frente al TLC con la UE vemos que a pesar de la crisis, sus empresas tienen gran ventaja frente a las nacionales. Mucho más, dado que aplicará el mismo concepto que con Estados Unidos: Mientras Colombia produce materias primas y bienes con bajo valor agregado, la UE enviará productos de alta tecnología y manufacturas y alimentos de alta gama.
Estas circunstancias, vistas de conjunto o una por una, son las que despiertan malestar en diversos sectores sociales, alimentando distintas jornadas de protesta, y creando un ambiente para que los movimientos sociales se coordinen y superen la defensiva que los ha llevado a la postración por años. Tal vez este sea un resultado que haya que abonarle a este Gobierno, más allá de sus pretensiones y de su lógica.
Pero, sin duda, con Santos o sin él, en su primero, segundo o tercer año –y en los últimos meses de este período de gobierno– el modelo económico nos aprieta, favorece la concentración de la riqueza y multiplica las necesidades de los sectores populares.
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