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Fantasmas del Caribe

Hay colombianos convencidos de vivir al filo de la llegada de un fantasma. De esto me dí cuenta el 9 de marzo, día de elecciones cuando, como siempre, me levanté tarde y tuve que correr contra el reloj, máximo que el Registrador -quien nunca me da “vacaciones” de jurado- decidió nombrarme presidente de mesa.

 

El afán iba conmigo. Descendiendo por el ascensor, un vecino, de esos que siempre saludan y hacen comentarios acerca del clima, me expresó: “voy a votar contra el Castro-Chavismo”. Su expresión era de premura, de responsabilidad con la historia, tanto así que parecía un cruzado. Para evitarme problemas, asentí como si yo también pensara que el peligro fundamental de los colombianos estaba casi que a las puertas de Cerritos.

 

La frase del vecino me acompañó en el taxi y me puso a pensar también en otra frase, aquella con la que Marx y Engels iniciaron su célebre Manifiesto: un fantasma recorre Europa, el fantasma del comunismo. Fue ese el viejo fantasma que llenó de temores a mis tías abuelas, a mi madre, todos ellas respetables ciudadanas, trabajadoras, católicas y cariñosas; acostumbradas a pensar a partir de lo que oían, cerrando filas cuando algún elemento “rojo” saltaba del libro de algún joven que en la Pereira y en la Cali de los años setenta mencionaba palabras o favoritismos con la izquierda o el sindicalismo.

 

En la Colombia de nuestros días, atrapada en extraños ciclos repetitivos de intolerancia y odio, suelen revivir los fantasmas que ahora tienen otros nombres: por ejemplo el peligro del castro-chavismo. Esa frase esgrimida, la repite como estrategia publicitaria ese hombre que suscita el fanatismo, y en algunos casos despierta miradas alucinadas en algunos de sus seguidores colombianos. Cuando el nuevo senador utiliza la expresión, es como si los fantasmas continuaran vivos y pudieran ser sacados del baúl para convertirse, de manera efectiva, en fuerzas que arrastran y canalizan los temores de una sociedad en la cual se vive más del miedo que de las verificaciones, de la calumnia y del resentimiento que del análisis y del debate con quienes piensan distinto.

 

Durante los últimos veinticinco años del siglo XIX, los fantasmas del gobierno de la “Regeneración”, dirigido por Caro y por Núñez, fueron los de una urgente regeneración administrativa, inspirada en la religión católica, la lengua española y el centralismo bogotano, para conjurar la posibilidad de una inminente catástrofe que destruiría la nación por culpa de los radicales liberales, los anti-católicos y el socialismo. ¿Y cuáles son los fantasmas de hoy? Pues siguiendo el discurso del nuevo senador y de algunos de sus compañeros, los fantasmas de hoy vienen por el Caribe y están inspirados en quien hoy es un anciano, quien en sus años de total vitalidad, y durante décadas, lideró la vida de una isla llamada Cuba, así como de un Comandante que por más de diez años gobernó el país que, hoy por hoy, está convertido en el fantasma fronterizo de los medios de comunicación colombianos.

 

Ahí está el fantasma, el que atemoriza a muchos en Colombia. Es bueno recordar que entre la “Regeneración o catástrofe” de Núñez y la amenaza “Castro-chavista” que difunde el senador fanatizado está, de por medio, esa isla dónde los colombianos, con Mesa de diálogo instalada, podríamos encontrar hoy un signo casi olvidado: un poco de paz.

 

*Escritor y profesor titular UTP

Información adicional

Autor/a: ALBERTO ANTONIO VERÓN O.*
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