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¿Un nuevo ballet azul?

¿Un nuevo ballet azul?

Dice Jorge Valdano que “una de las grandes injusticias del fútbol es que lo último aplasta todo lo anterior”. Eso es parcialmente cierto, aunque ha quedado demostrado en el último lustro que el futuro del fútbol está en volver al pasado, a sus raíces, las que constituyen su esencia. Expresión clara de esto, el Barcelona de Pep Guardiola que en un mismo equipo consiguió sintetizar diversas escuelas de la historia del fútbol. Entonces, en un equipo la presión y el achique de la herencia férrea italiana, el fútbol total y dinámico de los soñadores holandeses, la gambeta, el engaño y la viveza en el Río de la Plata, la alegría y los pulmones del juego lateral de los brasileros, etc.

 

Sin lugar a duda, el equipo catalán, el mismo que conquistó al espectador a partir de la rara coincidencia del buen juego y el triunfo en los campeonatos, marcó un hito en la historia de este deporte sin necesidad de aplastar lo antiguo, sino, y por el contrario, traduciéndolo al tiempo presente, dándole un nuevo significado a aquellas raíces.

 

Tal vez en Colombia pueda llegar a observarse un proceso similar con la experiencia de Juan Manuel Lillo, director técnico de Millonarios. Lillo va en camino de proponer una nueva forma de ver y vivir el juego, guardando proporciones con el ejemplo Guardiola, pero no ya solamente para el equipo bogotano, sino para la totalidad del fútbol en nuestro país. Y no es arbitrario decirlo, pues el fútbol en Colombia no cambia su modo de entenderse desde hace más de tres décadas, lo que no significa que su práctica no sea distinta, quizás sí, sino porque no se piensa distinto y no se “vive” plenamente si a su lado no está el sufrimiento, es decir, no aspira a ser más de lo que actualmente es.

 

Desde los años setenta, cuando llegaron a Colombia Osvaldo Zubeldía y Miguel Ángel “el Zurdo” López –argentinos– el fútbol colombiano ha tenido una línea trazada bastante clara, sin modificaciones. La filosofía de juego desde entonces construida tiene sustento en dos columnas vertebrales: el entrenamiento físico de alto rigor –jugadores con una centrada formación atlética–, y el resultado como el momento definitivo del juego. Fútbol, en definitiva, maniqueo, éxito o fracaso. Así, lo único que se ha acercado a un intento de transformación fue el ciclo de Francisco Maturana que intentó promover el buen juego con el protagonismo del balón, aunque con esquemas de entrenamiento y cultura similares a los ya existentes.

 

¡El jugador piensa!

 

Entonces, ¿qué hace distinto a Lillo? Él mismo lo ha dicho: “no arriesgarse es lo más arriesgado, así que para evitar riesgos arriesgaré”. La franqueza de la frase define completamente la apuesta del técnico español, que tiene una visión del fútbol diametralmente opuesta a la existente. En su filosofía no existe entrenamiento en que el balón no esté presente, el trabajo físico es secundario, y el jugador deja de ser tuerca en un engranaje táctico y defensivo para ser quien es, quien puede arriesgarse a ser, con libertad de imaginación, de pensamiento; con la posibilidad de soñar. ¡El jugador piensa! Y esta manera de estimular al jugador tiene como objeto hacer simple lo más complejo: la toma de decisión en el momento de alta intensidad, que no es más que jugar bien, sencillo, porque vale la pena y es posible hacerlo. Esto, siendo una mera enunciación, ya significa un cambio cualitativo en la forma en que se entiende el juego.

 

Así, la visión de juego de Lillo pretende aunar una cultura futbolística de buena técnica, característica del jugador colombiano, con algo que aún no tienen a causa del fútbol moderno y carcelario: la libertad, cercada por los entrenadores en Colombia, que han acostumbrado al jugador a limitarse a una forma de jugar “goda”, donde reina la táctica y los esquemas que se hacen pesadilla para el hombre quien busca crear y vivir; entonces, los buenos jugadores quedan condenados a correr y pensar e imaginar se vuelven dos palabras que se quitan del lenguaje del jugador. Ahora, el jugador habla cuando corre y se tira al suelo y golpea y alega.

 

Es por esto que no es arriesgado decir que el ciclo Lillo puede implicar para el fútbol colombiano el revolcón, al que se negó por tantos años. Es la posibilidad de que lo antiguo tenga nuevamente vigencia y el equipo embajador vuelva a ser el ballet azul de Di Stéfano, Pedernera y Rossi, los argentinos, aunque ahora sus nombres sean Candelo, Moreno y Vásquez, los colombianos. Así, lo último será memoria de todo lo anterior y lo anterior será el fuego que catalice lo novedoso, sin injusticia alguna a pesar de Valdano.

 

Incluso en el barrio…

 

Algo debe quedar claro, y es que no podrá reducirse el alcance de la propuesta Lillo a la práctica antagónica del fútbol colombiano: éxito o fracaso. Su transformación hace parte de modificar la esencia del juego, entendiendo que la historia no se construye simplemente a partir del triunfo sino también de la creación pausada de una filosofía que seduzca, que implique jugar bien, aunque no siempre se gane. No importa, pero jugar bien. Que el hincha tenga el deleite de disfrutar del taco, del “túnel”, de la pared, del gol como pase a la red; en definitiva, que el hincha se haga espectador y que el fútbol nazca también desde la tribuna. Arriesgarse a la alegría de hacer el gol y no reducirse a la miseria de no recibirlo. Eso es Lillo y eso es el buen fútbol. Dice Ángel Cappa: “No es que no me importe el triunfo, sí me importa mucho, en el barrio también, pero ahí se elegía al jugador que mejor jugaba porque te iba a ayudar a ganar”.

 

 


 

 

Recuadro 1

 

Los grandes comandan

 

El fútbol profesional colombiano llega a la recta final del primer ciclo 2014. Los resultados no arrojan sorpresas, pero sí refuerzan constantes que es importante destacar.

 

Sin sorpresas. Luego de disputadas quince fechas de la Liga Postobón 2014-1, resalta una vez más la constante de los últimos torneos del fútbol profesional en Colombia: el liderato de los equipos más reconocidos: Atlético Nacional y Millonarios. Le siguen el Junior y Santa Fe, otros dos de los equipos tradicionales del fútbol local. El resto del pelotón lo cierran Once Caldas, Itagüí, Envigado y Boyacá Chicó.

 

Con 30 puntos, el equipo de Medellín y el de Bogotá lideran el campeonato, siendo Nacional quien ocupa el primer lugar por una mejor diferencia de gol (29 marcados y 16 recibidos, hasta la fecha), con relación a Millonarios (23 goles marcados y 11 recibidos). Cada uno de estos equipos cuenta con nueve partidos ganados, tres empatados y tres perdidos, lo que resalta la paridad con que marcha la vanguardia del torneo. Más atrás, Junior cuenta con 27 puntos conseguidos producto de ocho victorias, tres empates y cuatro derrotas; Santa Fe, por su lado, cuenta con 25 puntos producto de siete victorias, cinco empates y tres derrotas, que lo dejan en el cuarto lugar de la tabla. Hasta ahí, puede decirse, se encuentran los equipos virtualmente clasificados a la serie de play-off que definirá el campeón de este torneo.

 

A falta de tres partidos por jugar para cerrar el primer ciclo del fútbol profesional nacional, siete son los equipos que pelean por conseguir tres plazas que les permitan entrar en la recta final del torneo y disputar el título. Once Caldas, con 25 puntos es el mejor perfilado para conseguir un pasaje a las finales del torneo; le siguen Itagüí, con 23 puntos y Envigado con 22: Boyacá Chicó, Equidad y Alianza Petrolera con 21; finalmente, Deportivo Pasto con 20, es el equipo con mayor riesgo de quedarse por fuera de esta disputa.

 

 

De esta manera, y con estos resultados, las llamadas sorpresas o ascenso relámpago de equipos chicos, brilla por su ausencia. Los equipos grandes y más tradicionales, que además son quienes cuentan con mejor presupuesto, vuelven a imponerse.

 

¿Y el fútbol qué?

 

Sin lugar a dudas, lo más relevante del campeonato de este primer semestre, es la continuidad en el juego y el resultado de Atlético Nacional que hace más de un año, con sus resultados, demuestra que es el mejor equipo de Colombia. Esto ha quedado reconfirmado con creces a partir de conseguir todos los campeonatos locales que disputó durante 2013, dilucidando un buen juego y constancia; lo que a su vez demuestra que es posible sostener procesos como el de Juan Carlos Osorio, que tardó un tiempo importante en consolidar un equipo capaz de ser protagonista indiscutido en cada campeonato nacional.

 

Asimismo, Millonarios de Bogotá, que tuvo un cambio administrativo y deportivo importante, incorporó a Juan Manuel Lillo a la dirección técnica y apostó por un proyecto diferente. Hasta el momento los resultados demuestran el acierto de la decisión tomada y ahora mismo el equipo capitalino es quizá quien mejor está jugando: los números lo respaldan. Si bien es un proyecto que apenas nace, se observa un equipo armonioso con su hinchada, que lo alienta con ahínco pues está identificada con la forma de dirigir del técnico español.

 

Por su parte, el caso de Santa Fe es, por decir lo menos, curioso. El cuadro albirrojo, que ni bien hace un año era el equipo ejemplo para el fútbol colombiano, sufre un bajón abrupto en su rendimiento, si bien no ha tenido a nivel local grandes tropiezos cuando de resultados se habla, pues sigue manteniéndose en posiciones privilegiadas. El equipo de Wilson Gutiérrez perdió la solidez que lo caracterizó durante el 2012, cuando consiguió su séptimo título tras 37 años de sequía, e incluso durante el 2013, cuando llegó en el primer semestre a otra final futbolera.

 

De esta manera, en términos generales, puede decirse que los resultados premian a aquellos equipos que se atreven a jugar bien, proponiendo durante sus partidos. Mención especial merecen el Once Caldas y el Deportivo Pasto, dirigidos por Flabio Torres y Jorge Luis Bernal, respectivamente, que aunque aún no están clasificados se atreven a jugar un fútbol interesante, característico de la “escuela ibaguereña” de entrenadores. Esto, mirado de cara al cuadro del torneo final será interesante, pues en tal ciclo veremos equipos dispuestos a arriesgar y desplegar un fútbol atractivo, donde se procurará protagonismo, con lo cual el beneficiado será el espectador.

 

 


 

 

Recuadro 2

 

A la fecha, de los 18 equipos que componen la liga de fútbol profesional de primera división, han sido cesados de sus cargos siete técnicos. De los siete equipos que decidieron despedir a su respectivo entrenador cinco de ellos conforman el sótano de la tabla (Universidad Autónoma, Deportivo Cali, Fortaleza, Deportivo Independiente Medellín y Patriotas), demostrándose con ello que en la mayoría de los casos tal decisión no es garantía de cambio en los resultados y, contrario a lo esperado, sí conlleva una profundización en los problemas deportivos de los clubes. Los otros dos equipos que cesaron a su entrenador son Alianza Petrolera y Junior, y puede decirse que su rendimiento ha mejorado con respecto al proceso anterior.

 

 Directores técnicos cesados de sus cargos

 

Equipo

Director

Patriotas

Julio Avelino Comesaña

Alianza Petrolera

Guillermo Berrio

Deportivo Independiente Medellín

Pedro Sarmiento

Deportivo Cali

Leonel Álvarez

Fortaleza

Hernán Pacheco

Junior de Barranquilla

Miguel Ángel López

Uniautónoma

José Rodríguez

 

 

 

 


 

 

Recuadro 3

 

Juan Manuel Lillo Díez (Tolosa, Guipúzcoa; España, 3/11/1965) es entrenador y teórico de fútbol.

 

A lo largo de su carrera entrenó a varios equipos en la Primera División de España: UD Salamanca, Real Sociedad, Real Oviedo, UD Almería, CD Tenerife y Real Zaragoza. También entrenó al Dorados de Sinaloa en la Primera División de México.

 

Es recordado principalmente por haber logrado ascender a la UD Salamanca en dos temporadas consecutivas desde 2ªB hasta la Primera división española y haber debutado en esta categoría con 29 años como el entrenador más joven de la historia de la categoría. Entrenó al UD Almería, durante el tramo final de temporada 09/10 y hasta la jornada 12 de la 10/11.

 

Juanma Lillo dejó la práctica del fútbol muy joven. Según sus propias palabras: “Con quince años ya me sentía entrenador. Demetrio Terradillos, mi técnico, me cerró la puerta de ser futbolista y me abrió la ventana de ser entrenador. Me dijo, tengo dos noticias: la mala es que eres muy malo. La buena, que veo que tienes ascendente sobre tus compañeros, que te escuchan”.

Información adicional

Autor/a: Sergio Riveros
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