Al sur de Bogotá, en la ondulación de una de las montañas de Ciudad Bolívar, se encuentran cuatro mujeres que gracias a su esfuerzo como vecinas, trabajadoras, lideresas y madres, se distinguen por cumplir una labor social, aportando con su participación en distintos espacios comunitarios dentro de la localidad, además de responder por la crianza de sus hijas e hijos y el cuidado del hogar.
Atravesando Colombia, llegaron desde los departamentos de Boyacá, el Chocó y el César en busca de mejores oportunidades para ellas y para sus familias. A pesar de la gran diversidad de sus culturas, todas ellas comparten las vivencias de las problemáticas de una sociedad en conflicto que cuenta, entre otros, con pocas oportunidades de vivienda, educación y de trabajo digno.
Mujeres que convergieron en el territorio de Ciudad Bolívar, donde construyen sueños y esperanzas, fortalecieron su accionar comunitario participando activamente en grupos sociales, deportivos y culturales, escenarios en los cuales generaron un reconocimiento de sus cuerpos, saberes, habilidades y conocimientos, fortaleciendo su interés de explorar el mundo y socializar con otros y otras.
Hoy en día, además de ser madres amorosas que quieren educar a sus hijas e hijos como seres humanos con principios ético-políticos, sueñan con ser profesionales y continuar participando activamente en grupos deportivos, culturales y/o comunitarios. Todas ellas señalan la importancia de cuidar a los otros y las otras, ya sea en la privacidad del hogar o en el cuidado de su comunidad.
Las cuatro historias de vida que inician esta serie, simbolizan a miles de mujeres que en sus prácticas cotidianas, inciden en las políticas públicas de su vereda, corregimiento, barrio, localidad, ciudad y país. Historias que también ejemplifican cómo la mujer popular, desde la labor que realizan diariamente, mantiene la fuerza y la constancia social por medio de la crianza y el cuidado del hogar (economía del cuidado) abriendo caminos a la transformación de la realidad de su comunidad.
María Del Carmen Alfonso
“Así fue como se luchó y hoy en día tenemos lo que tenemos”
El recorrido empieza con doña María Del Carmen Alfonso, ahora con 57 años a cuestas; madre de dos hijos y abuela. Oriunda de Boyacá, vive hoy con su esposo en Bogotá, en el barrio Potosí, localidad de Ciudad Bolívar. Además de ser madre, es lideresa, bailarina y trabajadora. Desde siempre ha estado comprometida con su barrio, en donde es coordinadora de cuadra desde hace doce años, tiempo que le ha servido para construir confianza sobre su vitalidad y potencialidad entre su comunidad.
Entre los valores que resalta, la solidaridad y el ejercicio de la corresponsabilidad –que debe generarse en los espacios colectivos, ya sea en el hogar o en el barrio–, ocupan lugar especial. Con voz templada dice: “Se debe criar a los hijos sobre sus derechos y deberes, se les debe explicar y hablar, para que quede claro usted cumple, yo le cumplo”.
Al recorrer su memoria teje las palabras que expresan sus saberes como lideresa. Nos mira fijamente y recuerda que su historia en este territorio está altamente caracterizada por la lucha y el sentido de comunidad.
María llegó a la loma del barrio Potosí junto a su familia en busca de un lugar para vivir dignamente, allá por los años 80. Por ese entonces también estaban iniciando la construcción de los barrios El Tanque, y Jerusalén.
Entre recuerdos, compartiendo memoria y risas, resalta que al llegar a su barrio no existían escuelas, ni calles, ni transporte. Esta realidad marcó su camino y su vida, comenzando a trabajar en pro de sus vecinos, señala que “la misma vida le enseña a una a ser berraca, berrionda, no quejarse porque no hay luz, agua; yo le pedí a Dios para que me socorriera un lote, fuera como fuera, medio lote, en paroi o en plástico, si uno no se arriesga, si no hubiera guerreando que…”, porque “al llegar todo era barranco […] y así fue como se luchó y hoy en día tenemos lo que tenemos”. María toma aire, descansa su cabeza al lado izquierdo de su hombro, como queriendo volver al momento vivido y subraya cómo comenzó el barrio, “porque las cosas no llegaron de mamey”. Junto a esta frase, recalca que las personas que ahora llegan al barrio desconocen las disputas afrontadas para poder lograr que el barrio esté en condiciones dignas para vivir, es por eso que no participan de las reuniones que cotidianamente se realizan.
Poco a poco, al recorrer su memoria y revivir sus recuerdos María, una de las fundadoras del barrio Potosí y participante en el paro del 93 de Ciudad Bolívar, con una sonrisa en sus labios, con sus ojos brillando, menciona que “le gusta todo lo que tenga que ver con el barrio, la comunidad y el hogar […], a todo hay que sacarle tiempo y comprometerse”.
María es un ejemplo de lucha y resistencia, porque desde muy temprana edad se vino “a Bogotá para hacer su vida, a realizarse como persona”, y lo demuestra día a día haciendo “política constructiva”. Su lucha continúa. Ya abrió camino, y con seguridad tendrá futuro.
“La inteligencia no se lleva en un papel, yo no sé leer, ni escribir entonces no me sabría expresar […] por eso uno debe pensar, mirar cómo es que va actuar y hablar, para eso Dios dio esa inteligencia, porque uno es como una memoria”.
Paola Mogollón
“Me considero una mujer trabajadora y echada pa´ delante”.
De calle en calle cada mujer se convierte en un ejemplo. Al igual que doña María, Paola Mogollón de 22 años, es una madre de dos hermosas niñas que son el motor de su vida. Le preguntamos cómo se definiría y con timidez, pero al mismo tiempo reflejando orgullo en sus ojos, dijo como “Una mujer trabajadora y echada pa´ delante”.
Con voz altiva y orgullosa por su pasión, nos cuenta que desde niña empezó a jugar fútbol. Su amor por este deporte la llevó a ser contratada por la gobernación de Bucaramanga para representar la liga fémina de fútbol, como futbolista profesional viajaba a los departamentos de Colombia a campeonatos. Pero su vida cambió en uno de estos viajes, donde recibió un golpe en el estómago, “gracias” a lo cual se enteró que tenía 6 meses de gestación. Su mayor amor que ahora es su hija mayor, en ese entonces fue la razón por la que la expulsaron de la liga.
Y como si fuera poco, la vida le depararía más lecciones, porque mientras vivía su pasión por el fútbol, su pueblo vivió el conflicto interno que desde décadas atrás ha embargado a nuestro país. Su familia no fue ajena a esta guerra en la cual perdió a su hermana y a su madre, difícil trance por el cual su padre se desplazó a la ciudad de Bogotá, quedando ella al cuidado de su tía.
Como heridas que no sanan y que cada vez duelen más, Paola tuvo que enfrentar el dolor no solo de la perdida de sus seres queridos sino también el dolor por la impunidad pues dice: “Yo demandé lo que pasó con mi familia y empezaron con la amenazadera, que dejáramos eso quieto”, motivo por el cual se vio obligada a dejarlo todo: su pueblo, sus amigos, y su casa. En busca de preservar y mejorar su calidad de vida, vivió por un tiempo en Melgar y en Soacha, para terminar finalmente en el barrio Caracolí de Ciudad Bolívar.
En el tiempo que vivió en Soacha, estuvo terminando el bachillerato, pero no pudo continuar por estar al cuidado de sus hijas. Con mucha determinación y con voz fuerte nos cuenta que su sueño es estudiar para mejorar sus oportunidades laborales y poder montar su propia empresa. Además, cuida y educa a sus hijas con amor para que sean buenas personas, motivo de orgullo y ejemplo para otras personas.
A pesar de todas las tragedias que han rodeado su vida su mirada no refleja tristeza, por el contrario muestra la esperanza de salir adelante y afirma que :”Lo importante es no quedarse quieta, no dejarse ahogar en un vaso de agua, si no hay pues una se mueve y mira como rebusca”.
Sus palabras optimistas muestran los sueños de una mujer trabajadora que vive su día a día entre los cuidados del hogar, en las reuniones de programas que dan ayuda a familias en condiciones de segregación social y en cursos de manualidades.
“Nada es gratis, las cosas hay que ganárselas”
Lina Mosquera
“Me considero una mujer afro”
En una localidad como la de Ciudad Bolívar, que cuenta con 733.764 habitantes –según el censo del 2005– sobresale Lina Mosquera, una mujer afrodescendiente que desde los 13 años está vinculada a “RejalL: Red jóvenes afrocolombiana de liderazgo”. Para ella este espacio significó un reencuentro con la cultura afro, con los bailes, la comida, en definitiva con las raíces que la hacen sentir orgullosa de quien es.
Con su hijo en brazos y con una mirada que denota alegría, cuenta que esté espacio de participación fue para ella un escenario de construcción humana que aportó a su vida y a su manera de entender y valorar su raza, le permitió reconocerse como afro; ahora, con orgullo, dice: “[…] Soy afro porque mis antepasados la lucharon muchísimo, los africanos lucharon para que nos liberarán a nosotros, por eso y mucho más me considero afro”. Termina la frase dándole un cariñoso beso a su hijo en la frente.
Ella, a sus 24 años, con mucha honra lucha todos los días, como mamá, como estudiante de enfermería, como trabajadora de call center, y como mujer: “Me levanto a cuidar a mi hijo y los cuidados de la casa, luego me voy a trabajar”. En los espacios que tiene en su ajetreada vida, se encarga de enseñar a los niños las costumbres afros para que “[…] Reconozcan su raza negra y puedan defenderla”. En sus proyectos de vida quiere convertirse en “[…] un canal de comunicación para enseñar a otros la defensa de su cultura”.
Al igual que sus antepasados, su familia también la ha luchado. Son oriundos de Río Sucio, Chocó, y desplazados por la violencia que atemoriza a la comunidad. Se vieron obligados a viajar a la capital a buscar oportunidades y educación; en esta búsqueda tomaron asiento en el barrio Caracolí, soñando con que pudieran conseguir una casita y suplir todas las necesidades que tenía su familia.
Esta mujer soñadora, de rostro alegre y sonrisa profunda, de corta edad y grandes sueños, amante del cuidado a los otros, le “gusta mucho la atención al público, atender a las personas en sus necesidades”. Pasando la mano con suaves y cariñosos movimientos, acaricia el cabello de su bebé al tiempo que nos cuenta que desde siempre su sueño ha sido estudiar enfermería y, “gracias a Dios”, por lo pronto, lo está cumpliendo. También desea ser una muy buena mamá y educar muy bien a su hijo, apoyar a su familia: hermanas, mamá y sobrinos y sobrinas; sueña con darle una casa a su madre, para que ella no tenga que trabajar. Considera que para alcanzar esos sueños debe estudiar y proyectarse.
“Quiero convertirme en un canal de comunicación para enseñar a otros la defensa de la cultura afro”.
Alicia López
“La unión hace el esfuerzo”
Armada con una toalla, un saco y con su inmenso compromiso por la defensa del territorio comunal, el día de la entrevista, Alicia Lopéz, como toda una guerrera con sudor en su frente y sus rostro enrojecido, se encontraba junto a uno de sus hijos intentando apagar un incendio en la montaña donde se encuentra “El palo del ahorcado”. Entre risas ahogadas por el cansancio dijo: “La Defensa Civil está para las que sea”.
Este compromiso se debe a que desde los 16 años empezó a participar en la Defensa Civil, en los campeonatos de fútbol, en las asociaciones de padres de familia de los colegios y desde hace 8 años es coordinadora de cuadra en el consejo comunal del barrio Potosí. Hoy en día participa en un grupo de investigación y educación popular.
El mismo día de la reunión con Alicia, la calle que pasa frente a su casa estaba siendo pavimentada. Con alegría cuenta que fue una lucha histórica del barrio, “Es un beneficio, una bendición (tener la calle pavimentada) porque ya puede entrar una ambulancia… Seguiré participando para apoyar a las otras compañeras, porque la unión hace el esfuerzo”.
Por estas y otras acciones esta mujer se ha convertido en un referente para la comunidad; con la cabeza en alto dice: “En este barrio es donde más he tenido participación y la gente, las entidades, lo conocen más a uno, la gente confía en mí y yo devuelvo esa confianza”.
Con la actitud de una joven luchadora afirma que uno de sus sueños es que “mis hijos se den cuenta que la mamá es muy guerrera, me gusta participar, si hay que pegar bloque se pega, inclusive aquí participé en atletismo, en fútbol, yo soy una persona muy activa, quiero que mis hijos sigan este ejemplo”.
“Si queremos conseguir algo debemos trabajar todos en conjunto para lograrlo”
Reflexiones finales
A raíz del proceso que nos posibilitaron estas cuatro mujeres creadoras de vida y de comunidad, comprendimos que su participación política tiene cimiento en el cuidar. La participación en espacios públicos como privados de estas mujeres, es un compromiso que ellas asumen en la búsqueda de ayudar y la disfrutan porque les posibilita aprendizajes además de tejer relaciones con otras personas.
El cuidado de sus hijos, esposo, familia y de la casa, se extiende al cuidado de los otros u otras. El cuidar y atender es una imposición cultural que las mujeres dinamizan con amor, por tanto se logra extender ese cuidado a los escenarios públicos y comunitarios, conectando el ayudar a los demás con la búsqueda del bienestar colectivo, que en este caso se enmarca en las luchas propias de la comunidad en Ciudad Bolívar. Estas mujeres, como muchos y muchas de los y las habitantes de la localidad, se encuentran en una intensa búsqueda por la satisfacción de las necesidades básicas, negadas estructural e históricamente a sus habitantes, en su mayoría procedentes de otras regiones del país a raíz del conflicto social y armado.
Estas historias de vida son un fiel reflejo del aporte social que realizan las mujeres populares por medio de la crianza, el cuidado del hogar y la comunidad.Por lo anterior, es necesario situar la economía del cuidado, en tanto posiciona las acciones cotidianas de cuidado como trabajo y, reivindican la importancia del mismo para la familia y la sociedad. El carisma, amor y disposición que las mujeres tienen con su familia, lo extienden al escenario comunitario, convirtiéndose en la fuerza del movimiento social que se gesta en la localidad de Ciudad Bolívar.
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